miércoles, 20 de agosto de 2014

"La misa de las ánimas"



Pues eran un padre y una madre y ambos eran muy pobres y tenían tres hijos pequeños. Pero es que, además de ser tan pobres, el padre tuvo un día que dejar de trabajar porque se puso enfermo y sólo quedaba la madre para buscar el sustento de todos y entonces la madre, no sabiendo qué hacer, tuvo que salir a pedir limosna. Así que salió y anduvo todo un día de acá para allá pidiendo limosna y cuando ya caía la tarde había conseguido recoger una peseta.

Entonces fue a comprar comida, porque quería preparar un cocido para que comieran los niños y ella y su marido, pero resultó que aún le faltaban veinte céntimos, y como no podía conseguir lo que faltaba, pensó:

-¿Para qué quiero esta peseta si no puedo llevar comida para todos? Pues lo que voy a hacer es pagar una misa con esta peseta que he sacado.

Y una vez que lo pensó se dijo:

-¿Y para quién diré la misa?

Así que le estuvo dando vueltas al asunto y al cabo del rato dijo:

-Le voy a encargar al cura que diga una misa por el alma más necesitada.

Conque se fue a ver al cura, le entregó la peseta y le dijo:

-Padre, hágame usted el favor de decirme una misa por el alma más necesitada.

Se fue entonces para su casa y no dejaba de pensar en su marido y en sus hijos que la esperaban; y en el camino se cruzó con un señor muy puesto que le preguntó:

-¿Dónde va usted, señora?

Y ella le contestó:

-Voy para mi casa. Mi marido está muy enfermo y somos muy pobres y tenemos tres hijos. Llevo todo el día pidiendo, pero no me dieron lo bastante para comer todos y como no me llegaba me fui a ver al señor cura para encargarle una misa por el alma más necesitada.

Entonces aquel señor sacó un papel y escribió en él un nombre y le dijo a la mujer:

-Vaya usted a donde dicen estas señas y dígale a la señora que le dé a usted colocación en la casa.

La mujer no se lo pensó dos veces y se encaminó a donde le había dicho aquel señor a solicitar la colocación.

Llegó a la casa que le habían dicho y llamó a la puerta hasta que salió una criada que le preguntó:

-¿Qué quiere usted?

Y ella contestó:

-Pues que quiero hablar con la señora.

Conque la criada se fue adentro a buscar a la señora y le contó que en la puerta había una pobre que pedía hablar con ella. Y la señora bajó a la puerta y le dijo la mujer:

-He visto en la calle a un señor que me habló y me dijo que usted me daría una colocación en la casa.

Y le dijo la señora:

-¿Y quién era ese señor?

Entonces la pobre, que estaba en la puerta, miró dentro de la casa y vio que en la sala había un retrato del que la había enviado allí y dijo:

-Ese señor que está en el retrato es el que me ha enviado aquí.

Y la señora dijo:

-Ése es el retrato de mi hijo, que murió hace ya cuatro años.

-Pues ése es el que me ha enviado aquí —contestó la mujer sin dudarlo.

Entonces la señora le preguntó:

-¿Y cómo es que se lo encontró usted?

Y ya le dijo la mujer pobre:

-Pues mire usted, que mi marido y yo somos muy pobres y tenemos tres hijos que mantener. Y como ahora mi marido está muy enfermo y no tenemos qué comer, yo salí esta mañana a pedir limosna y sólo junté una peseta y con eso no tenía bastante para comprar un cocido para todos y se la di al cura para que dijera una misa por el alma más necesitada. Luego volvía de la iglesia y me encontré a su hijo. A él le conté lo mismo que le he contado a usted y me escribió este papel y me dijo que viniera aquí.

Entonces la señora le dijo a la mujer que entrara y le dio colocación. Además le dio pan para que se lo llevara a sus hijos y le encargó que volviera al día siguiente y los demás días para servir en la casa. Y a los cinco días la señora tuvo una revelación y se le apareció su hijo y le dijo:

-Madre, no me llores más y no vuelvas a rezar por mí, que ya estoy glorioso y en presencia de Dios.

Y era que con aquella misa había acabado de pagar sus culpas en el purgatorio y había subido al cielo.


viernes, 15 de agosto de 2014

"La leyenda de Bamako"



Hace mucho, mucho tiempo, en la época en la que la noche era negra, sombría e impenetrable ya que la luna no la iluminaba todavía, una joven llamada Bamako vivía en la aldea Kikamo. Ella era muy bella y amable. Amaba tiernamente a sus padres y a su pueblo que la estimaba y la respetaba. Todos los habitantes de la aldea admiraban sus grandes ojos que brillaban como el sol.

Un día, unos soldados venidos del norte atacaron la aldea de Bamako, así como todas aquellas de los alrededores. Astutos, feroces y sanguinarios sólo luchaban por las noches y se escondían durante el día.

Los amigos de Bamako les hacían frente valientemente, pero no sabían luchar durante la noche y, después de largas noches de combates, todos corrían el peligro de perder la vida frente a los feroces enemigos.

Una noche, el dios N’Togini se le apareció a Bamako y le dijo:

¡“Bamako! Si quieres salvar a tu pueblo sigue mi consejo. Mi hijo Djambé, que vive en la gruta, al borde del río, está enamorado de ti desde hace mucho tiempo. Si aceptas casarte con él, te llevará al cielo donde brillarás todas las noches. Tu pueblo no tendrá que luchar en la oscuridad, puesto que tú iluminarás sus noches. Gracias a ti él vencerá a sus enemigos”

“¿Qué debo hacer?” preguntó Bamako.

N’Togini le explicó:

“Por la noche, cuando el sol se ponga, sube a la gran roca que está sobre la gruta y lánzate al río. No tengas miedo. Djambé estará allí para recibirte. Ten confianza y nada te sucederá”.

Valiente, Bamako no dudó en seguir las recomendaciones del Dios en todos sus puntos. Saltó al vacío, Djambé la atrapó y la llevó al cielo como lo había prometido su padre.

Entonces, un milagro se produjo. Cuando el sol desapareció, el relumbrante rostro de Bamako apareció en la noche. El resplandor de sus grandes ojos iluminaban la noche oscura.

Esa noche, los aldeanos lograrían una rotunda victoria y expulsaron a sus enemigos

Desde entonces, la cara resplandeciente de Bamako aparece cada noche en el cielo.