viernes, 31 de mayo de 2013

MARI



Mari es un ejemplo viviente de que las teorías de Marija Gimbutas iban bien encaminadas. Está Gran Madre (que recibe los nombres de Dama o Señora) representa, según la arqueóloga, un excepcional nexo con la cosmovisión originaria de los primeros europeos. Al igual que la Diosa neolítica, Mari es la figura central del panteón mitológico vasco, todos los demás seres y genios están supeditados a ella. Según la tradición, representa tanto a los fenómenos naturales (tormenta, viento,…) como a los animales (cuyas variadas formas adopta) y aparece vinculada a espacios sagrados (manantiales, cuevas, montañas,…). Es además sacerdotisa (sorgin) y rige la conducta de los seres humanos.

Pero además existen una serie de características que conectan el mito de Mari con el paleolítico. El ejemplo más claro es que Mari esta estrechamente vinculada con las cuevas y el mundo subterráneo. Los genios y animales en los que se metamorfosea proceden según las leyendas del inframundo, lo que establece un vínculo (demasiado obvio para ignorarlo) con las expresiones artísticas y culturales de las cuevas prehistóricas del cantábrico y el Pirineo. Son indudables los paralelismos con otras culturas indígenas en las que la cueva se concibe como entrada al útero de la Madre-Tierra, lugar dónde se gestan todas las criaturas vivientes. Así describe J.M. de Barandiaran la relación entre Mari y el mundo subterráneo:

“Mari viene a ser un núcleo temático o punto de convergencia de diversos temas míticos. Atendiendo a algunos de sus atributos, como el dominio de las fuerzas terrestres y de numerosos genios subterráneos y su identificación con muchos fenómenos y agentes telúricos, nos inclinamos a considerarla como un símbolo (o personificación) de la Madre Tierra […] Las habitaciones ordinarias de Mari son las regiones situadas en el interior de la tierra, que comunican con la superficie por diversos conductos que son las cavernas y los precipicios. Por estas razones, Mari aparece preferentemente en estos lugares” J.M. de Barandiaran, “Mitos del pueblo vasco”


Las tormentas son cosa de Mari. Según cuentan en Gorriti, Mari crea las tormentas en una cueva de Aralar. La diosa más conocida de nuestra mitología, dominadora de otros genios, se identifica al mismo tiempo con el bien y con el mal, probablemente es el respeto que suscita en muchas zonas de Euskal Herria lo que mejor la define. Mari, en cierta medida, representa la belleza, no se cansa de peinar sus largos cabellos ante el espejo, esto es un mal presagio, si se le pregunta porque se prepara de ese modo, ésta es la respuesta: " Gaur Naparrora nua iittara" (voy a Navarra a segar), esa misma tarde el granizo asolará los trigos de Navarra. Uno de sus hijos, Mikelats, será quien le ayude en este trabajo. Del mismo modo que éste se asocia al mal, su otro hijo, Atarrabi, se relaciona con el bien.

Numerosos son los pueblos de Euskal Herria que le darán noticia de Mari. En esta zona del Plazaola, son varias las acepciones que se utilizan, Aldureko Mari en Gorriti, Marimur en Leitza, Mariburute en Udabe, Andre Mari Muiroko en Arano.

Las cuevas y las simas son las moradas de Mari. Por lo tanto cualquier cueva o sima de Aralar puede dar cobijo a nuestra diosa. Pero cuidado, no recibe a cualquier visitante, ella es quien debe invitarnos a conocer su morada. Según cuentan una mujer tuvo la osadía de robar un peine de oro de la cueva de Mari, el peine que utiliza cuando pasa largas horas arreglando su cabello delante del espejo. Mari montó en cólera, y a la mañana siguiente los campos de esa mujer amanecieron cubiertos de piedras.

En algunas zonas de Euskal Herria se asocia Mari con la sequía, en nuestro caso su presencia siempre va unida a la tormenta. A tenor de lo que dicen los de Arano, Mari manda las tormentas desde una sima de Mugiro, y al cruzar el cielo toma forma de caballo. En Leitza creen que es el puente de Maimur el lugar donde la diosa da comienzo a la tormenta, ese es el puente al que se dirige para recoger los vientos que darán lugar a los rayos y truenos.

Estas sobre aviso, en verano, cuando viene la tormenta, acercándote al puente de Maimur o contemplando en el cielo la formación de la tormenta puede que veas a Mari, en caso contrario, lo que se es seguro es que nos ha visitado.


miércoles, 15 de mayo de 2013

El cocodrilo





En algunas aldeas de Namibia cuentan que hace mucho, mucho tiempo, el cocodrilo tenía la piel lisa y dorada como si fuera de oro. Dicen que pasaba todo el día debajo del agua, en las aguas embarradas y que sólo salía de ellas durante la noche, y que la luna se reflejaba en su brillante y lisa piel. Todos los otros animales iban a esas horas a beber agua y se quedaban admirados contemplando la hermosa piel dorada del cocodrilo.

El cocodrilo, orgulloso de la admiración que causaba su piel, empezó a salir del agua durante el día para presumir de su piel. Entonces, los demás animales, no sólo iban por la noche a beber agua por la noche sino que se acercaban tambien cuando brillaba el sol para contemplar la piel dorada del cocodrilo.

Pero sucedió, que el sol brillante, poco a poco fue secando la piel del cocodrilo, cubierta de una capa de reluciente barro, y cada día se iba poniendo más fea. Al ver este cambio en su piel, los otros animales iban perdiendo su admiración. Cada día, el cocodrilo tenía su piel más cuateada hasta que se le quedo como ahora la tiene, cubierta de grandes y duras escamas parduzcas. Finalmente, ante esta transformación, los otros animales no volvieron a beber durante el día y contemplar la antigua hermosa piel dorada del cocodrilo.

El cocodrilo, antes tan orgulloso de su piel dorada, nunca se recuperó de la vergüenza y humillación y desde entonces, cuando otros se le acercan se sumerge rápidamente en el agua, con sólo sus ojos y orificios nasales sobre la superficie del agua.