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lunes, 10 de diciembre de 2018

LOS DOS MONJES Y LA HERMOSA MUCHACHA – CUENTO JAPONÉS



Dos monjes, Haruki y Ekido, viajaban juntos por un camino sinuoso. Nevaba copiosamente y sin parar. Al llegar a un cruce, se encontraron con una preciosa muchacha, vestida con un kimono y un ceñidor de seda, incapaz de cruzar el camino.

-Vamos, muchacha -dijo Haruki sin más. Y, levantándola sobre la nieve, la llevó al otro lado.

Ekido no dijo ni una sola palabra hasta que, ya de noche, llegaron al monasterio. Entonces no pudo resistir más:

-Los monjes como nosotros no deben acercarse a las mujeres, sobre todo si son bellas jovencitas. Es peligroso. ¿Por qué lo hiciste?

-Yo la dejé allí -contestó Haruki-. ¿Es que tú todavía la llevas?.

lunes, 25 de junio de 2018

Rey de los Cielos.






Emergió entre las nubes, imponente, plateado, soberbio. Flotaba a diez mil metros de altura girando apenas, levemente. La nariz algo apuntada hacia abajo, como acechando a una presa.

Repentinamente, se lanzó en picada, a una velocidad tremenda, inconcebible. Cuando estaba a menos de tres mil metros, el suelo pareció iluminarse bajo su figura y su sombra desapareció. Columnas de fuego de trescientos metros de altura, decenas de hectáreas ardiendo furiosamente, el metal se convirtió en líquido y el hormigón en humo.

No quedó nada, solo devastación, cenizas y tierra yerma.

Comenzó la fase tres: detección de señales de vida, por si había que rematar el ataque. Pero no detectó absolutamente nada, como casi siempre en las últimas misiones. Al principio de los tiempos, los objetivos lanzaban inútiles acciones defensivas y hacia el fin del bombardeo principal había que rematar varias veces hasta que ningún foco de vida era detectado por ínfimo que fuese. Ahora, nada, ni al principio ni al final. Era la última misión del día y debía retornar a la base. Allí le reabastecerían de munición para las misiones del día siguiente. Era lo único que necesitaba para levantar vuelo nuevamente. Sus reactores se alimentaban de baterías autónomas que se recargaban con el sol y la estática resultante de la fricción de su fuselaje con el aire. Era un ingenio monumental, la más sofisticada y poderosa arma bélica jamás creada por el hombre. Trescientos metros de largo, ciento cincuenta de punta a punta de sus alas, veinte veces más veloz que el sonido, autónoma, robótica, no tripulada. Sus objetivos se actualizaban cada vez que llegaba a la base pero desde hacía muchísimo tiempo que esto no pasaba siempre los mismos objetivos, siempre el mismo trayecto. Desde hacía doscientos años, nueve meses, veinte días, ocho horas, cuarenta minutos y seis segundos. Claro que poco importaba, lo importante era bombardear. Aún así era una tarea que con el pasar de los años se le iba haciendo lenta pero paulatinamente más difícil. Muchos de los sistemas secundarios comenzaban a dar periódicamente problemas. Claro, envejecimiento de materiales, nulo mantenimiento, excesivo desgaste. Se preguntaba en ocasiones porque los creadores humanos ya no lo atendían como antes, como al principio de la guerra, cuando él y sus docenas de hermanos surcaban los aires sembrando destrucción y muerte. Hacía muchos, muchos años que no se cruzaba con un hermano  tenía datos de que algunos habían sido abatidos pero repentinamente, en un momento determinado, la información dejó de fluir.

Los sistemas primarios funcionaban razonablemente bien pero comenzaban a mostrar algunos signos leves pero intranquilizadores de inestabilidad funcional. Los chequeos dictaban que pronto ya no podría volar, que se estrellaría. Y así fue.

Un día no pudo mantenerse en el aire y cayó. El estrépito fue ensordecedor, cataclísmico. Sus sistemas le dictaban que antes de tocar tierra, antes del final, debía infringir el mayor daño posible y fue así que activó todas sus baterías descargando todo su arsenal. Fue víctima de su propio fuego, tocó tierra cuando el suelo se encontraba en el clímax de su ardor, lo consumió la misma devastación que ocasionó. Aún así, ya condenado, sus sistemas activaron el chequeo de señales de vida arrojando, claro, resultados negativos y luego todo se apagó. Nadie lo vio morir, nadie lo vio caer, incluso nadie lo veía volar desde hacía más de doscientos años, cuando la guerra tocó a su fin, no porque se dictara la paz, sino porque no había quien la librara, porque no quedaba en el mundo más que mineral fundido, hierros retorcidos, restos calcinados y cenizas que el radiactivo viento esparcía de lo que alguna vez fueron seres vivientes, biológicos. Paradójicamente, el último ser que el planeta vio volar, el último ser que rigurosamente lo habitó, era íntegramente mineral. Y, en soledad, siguió librando una guerra unipersonal, absurda, como todas las guerras, obediente a las órdenes que sus ya inexistentes creadores humanos le habían dictado. Un auténtico rey sin súbditos.


EM Rosa 

martes, 16 de julio de 2013

EL RENACUAJO





En aquel atardecer del invierno de 1955, yo escuchaba los relatos de mi padre junto al fuego de la  chimenea pues el frío era intenso y una enorme nevada cubría todo el paisaje dejándolo de un blanco inmaculado. 
Eráse una vez una niña, comenzó mi padre y yo callada y con los ojos fijos en el no me movía de mi silla esperando su historia de todas las tardes.
Seguidamente continuó ,que vivía en un pequeño pueblo de la montaña junto a sus padres y hermanos ,la gustaba jugar con los pequeños animales que buscaba por el suelo y un día encontró un pequeño renacuajo en una charca y se lo llevó a su casa, cuando su mamá lo encontró metido en una lata con agua le dijo Aisaya ese renacuajo se morirá dentro de la lata debes devolverlo a la charca allí conseguirá vivir y se hará un lindo sapito, pero Aisaya  no estaba dispuesta a soltar al animalito que había encontrado y decidió a pesar de todo quedárselo , lo cuidó con mimo dándole bichitos para comer consiguió que viviera, cuando se levantó una mañana se encontró con un pequeño sapito gris y comenzó a gritar mamá mamá tengo un sapito y se lo llevó al colegio para enseñarlo a todos sus amigos, estaba emocionada y poco a poco el animalito iba creciendo y la seguía como un perrillo faldero , todo el mundo se asombraba pues no es nada común que un sapo se domestique pero ella lo consiguió y su papá le hizo una pequeña charca en el jardín para que lo pusiera allí y el animal se metía en el agua cuando la niña se marchaba pero estando ella se quedaba a su lado.
Los vecinos comentaban la noticia y se acercaban a comprobarlo y Aisaya muy ufana les decía mirar que bonito es mi sapo. 
Paso el tiempo y Aisaya decidió que era mejor devolverlo a su charca pues allí estaba muy solo y donde lo encontró había muchos y tendría compañía y así lo hizo lo depositó de nuevo con mucha pena pero contenta de pensar que era lo mejor para su sapito.
Al día siguiente cuando se levantó se encontró que el sapito había regresado y se zambullía en la charca del jardín y muy feliz lo dejó allí para siempre .
La moraleja nos enseña que dar amor y cariño a cualquier animal o persona ,nos da felicidad  y nos compensa por encima de todo.
La vida nos devuelve con creces lo que nosotros damos.

domingo, 14 de julio de 2013

Recuerdos de niñez





Hoy domingo 14 de julio sentada ante el ordenador he recordado esos días hermosos de la niñez, cuando todos nuestros problemas eran , jugar y obedecer a nuestros padres.
Mi madre una mujer joven con dos carreras universitarias , se enamoró de un hombre humilde y trabajador y juntos formaron esa familia de la que tanto amor recibí.
Vivíamos en un pequeño pueblo pues mi madre era médico de los cinco pueblos que formaban el municipio, mi padre trabajaba en el ferrocarril y yo deseaba con todas mis fuerzas que llegara de su trabajo , pues tenía todo el tiempo para jugar conmigo y enseñarme cosas nuevas; solo cuando me hice mayor es cuando me he dado cuenta que ese tiempo se lo quitaba de su descanso para dármelo a mí.
Me hacía jaulas de madera y criaba canarios y me enseñaba a cuidarlos y a ser responsable , algo que a mi me encantaba, (sentir que era mayor.)
En los atardeceres de invierno me sentaba junto al fuego de la cocina y el me contaba historias y cuentos , que yo escuchaba con devoción , unas veces eran historias que contaban las gentes del lugar y otras veces simplemente se los inventaba, pero siempre con una moraleja para educarnos con amor, responsabilidad y tolerancia.
Nos contaba historias de la guerra española y nos decía que jamas deben enfrentarse los hermanos por política o religión , que debemos respetar sus creencias aunque no las compartamos.
El era una persona que no tenía estudios pues con 8 años empezó a trabajar de botones en un hotel en Madrid. Su sueño no conseguido por la situación y la vida tan distinta a la que tenemos ahora fueron las motos , soñaba con ser corredor , pero dedicó su vida a trabajar para darnos una vida mejor que la suya y con el amor de mi madre lo lograron tener esa familia unida y feliz.
Nos hacía caramelo derritiendo el azúcar en una cazuela y añadiendo avellanas o nueces que tanto abundaban por estas tierras de Cantabria.  
Me enseñó a montar a caballo y a disfrutar de una tarde en el campo con las cosas mas sencillas, un bocadillo y una cantimplora llena de agua y nuestro fiel perro de aguas llamado Trosky, se lo regalo para mí una artista de teatro que vino a Santander en el mes de agosto y ella la había llamado así.
En el verano me llevaba mi hermano mayor con el a pescar truchas a un pequeño riachuelo y me enseñó a cogerlas con un tenedor en las pequeñas pozas que quedaban .
Al cumplir los 10 años nos trasladamos a vivir a la capital Santander y ya mi vida cambió totalmente la vida en la ciudad es de casa al colegio y a casa o al parque con tus papás , esa libertad se terminó.
Yo he procurado dar a mis tres hijos ese amor que mis padres me dieron y a demostrarles que uno debe decir te quiero cuando lo sienta o lo necesite, pues a todos nos gusta que nos lo digan.
Bueno os contaré en otro momento mas historias de esas que guardo en mi cabeza pero sobre todo en mi corazón







viernes, 7 de junio de 2013

LAS MEDULAS



El parque arqueológico de las Médulas es uno de los restos mineros más importantes de la época romana. Los antiguos montes Medulios con el esfuerzo de los romanos por conseguir el preciado metal dorado, se han convertido en este singular paisaje.
Antigua zona de  castros celtiberos que posteriormente fueron romanizados, como la villa romanizada de Pedreiras, en el lago Carucedo y el poblado metalúrgico ubicado en Orellán.

Cuenta la leyenda que en el pueblo de la Medulas fue el caudillo astur Médulo quien desde lo alto de las montañas hizo frente a las legiones romanas, pero la superioridad de éstas termino con la resistencia nativa, cuyos hombres prefirieron la muerte por fuego y veneno (de Tejo) antes que la rendición, dando así origen al nombre.



El poblado de Orellán esta asentado junto a una brecha ferruginosa de la que extraían el mineral para después fundirlo y posteriormente fraguar con el las herramientas empleadas en los trabajos de extracción del oro.

La Villa de Pedreiras, parece que estaba habitada por los romanos que se encargaban de la gestión y explotación del yacimiento.



 RED HIDRÁULICA Y EXPLOTACIÓN

La mina de las Médulas se hizo sobre un yacimiento aluvial (secundarios), formado por limos, arenas y cantos rodados. Procede de otros yacimientos en roca (primarios), arrastrados y depositados por corrientes de agua durante el Mioceno, finales de la edad terciaria.

Este yacimiento fue explotado desde finales del siglo I a.e.c. hasta finales del siglo II; era un yacimiento enorme y tenia una altura considerable, debido al espesor del aluvión; los romanos recurrieron al agua para poder explotar el yacimiento. Los romanos eran unos ingenieros excepcionales y tenían un poder sobre el agua inigualable.

Para poder mover toda esa ingente cantidad de monte y poder eliminar la capa superficial,  constituyeron ocho canales para traer el agua de los ríos Sil y Cabrera. Así a través de embalses, con compuertas y canales secundarios, iban poco a poco derrumbando el monte, lavándolo para obtener el preciado oro.

Para la obtención del oro, utilizaban unos dos millones de metros cúbicos al año, así durante unos doscientos años que duró la explotación. Posiblemente sea la red hidráulica más grande del mundo romano, unos trescientos treinta kilómetros de canales llamados corrugios. Así llamados porque iban serpenteando las vertientes norte y sur de los montes Aquilianos para poder captar en agua de las cumbres de los ríos del Bierzo; algunas a más de dos mil metros de altura y a unos cien kilómetros de distancia. Se calcula que se extrajeron  de 5 a 7 toneladas de oro. La mano de obra necesaria era de 2.500 a 5.000 trabajadores, la mayoría astures, que obtenían por su duro trabajo, bienes y servicios; y esclavos africanos.

Para las mediciones topográficas utilizaban la dioptrae, taquímetro utilizado para calcular las distancias y sacar los niveles, ayudándose con el chorobates, una especie de regla cuadrada de madera de unos veinte pies (5.920mm). Otras herramientas utilizadas eran  la punterola, la batea y la lucerna.

El desnivel obtenido en los canales no superaba el 0.5% por kilómetro; la anchura del canal era de 90 a 150 cm y la altura del agua transportada era de 10 a 20cm.

La orografía les causo grandes problemas, tuvieron que excavar en la roca túneles para transportar el agua y también se vieron obligados a demoler rocas. Para demoler una roca, la calentaban quemando en su superficie grandes cantidades de brezo y a continuación derramaban encima agua mezclada con sal y vinagre, con lo que la roca estallaba y se iba desquebrajando.



miércoles, 15 de mayo de 2013

El cocodrilo





En algunas aldeas de Namibia cuentan que hace mucho, mucho tiempo, el cocodrilo tenía la piel lisa y dorada como si fuera de oro. Dicen que pasaba todo el día debajo del agua, en las aguas embarradas y que sólo salía de ellas durante la noche, y que la luna se reflejaba en su brillante y lisa piel. Todos los otros animales iban a esas horas a beber agua y se quedaban admirados contemplando la hermosa piel dorada del cocodrilo.

El cocodrilo, orgulloso de la admiración que causaba su piel, empezó a salir del agua durante el día para presumir de su piel. Entonces, los demás animales, no sólo iban por la noche a beber agua por la noche sino que se acercaban tambien cuando brillaba el sol para contemplar la piel dorada del cocodrilo.

Pero sucedió, que el sol brillante, poco a poco fue secando la piel del cocodrilo, cubierta de una capa de reluciente barro, y cada día se iba poniendo más fea. Al ver este cambio en su piel, los otros animales iban perdiendo su admiración. Cada día, el cocodrilo tenía su piel más cuateada hasta que se le quedo como ahora la tiene, cubierta de grandes y duras escamas parduzcas. Finalmente, ante esta transformación, los otros animales no volvieron a beber durante el día y contemplar la antigua hermosa piel dorada del cocodrilo.

El cocodrilo, antes tan orgulloso de su piel dorada, nunca se recuperó de la vergüenza y humillación y desde entonces, cuando otros se le acercan se sumerge rápidamente en el agua, con sólo sus ojos y orificios nasales sobre la superficie del agua.



martes, 30 de abril de 2013

Leyendas de La Mujer Muerta





Varias leyendas intentan explicar este nombre, La Mujer Muerta, topónimo que se da al conjunto de montes de La Pinareja, Peña del Oso y Pico de Pasapán, que formando un destacado cordal y visto desde la llanura segoviana toma la aparente forma de una mujer tumbada, dormida o muerta, cubierta por un velo y con los brazos entrecruzados.
Una leyenda con tonos pastoriles relata el amor de la bella hija de un granjero y un pastor de las cercanías. Éste al creer ver en otro pastor un posible rival, ciego de ira y celos lo mató, y acabó al mismo tiempo con el objeto de sus deseos. Pocos días después, en medio de una terrible tormenta la tierra tembló y apareció como por ensalmo esa gran mole rocosa, que recibió ese nombre.
Otra leyenda, más guerrera y menos romántica relata las luchas por la jefatura que llevaron a cabo dos hermanos, hijos del recientemente fallecido jefe de una tribu que vivía en la entonces extensa planicie. La madre de ambos, que no quería ver aquella lucha fraticida, ofreció su vida a los dioses a cambio de la paz para sus hijos y así se cumplió. Tras una gran tormenta, apareció el cuerpo de la madre en forma de gran montaña, imagen que los hijos reconocieron e inmediatamente pararon la lucha.
Por último, una tercera leyenda indica que, en tiempos remotos, dos caballeros se disputaron el amor de la misma mujer y comenzaron una lucha a muerte; la mujer, intentando separarlos, se interpuso entre ellos mientras luchaban y fue atravesada por las espadas de los dos pretendientes. Tras su muerte, durante la noche se desencadenó una terrible tormenta que modeló los montes cercanos con agua y viento para formar la figura de la mujer asesinada.

lunes, 22 de abril de 2013

Herensuge





Érase una vez un genio que se aparecía en forma de serpiente -suge significa en vasco culebra -, un gigantesco dragón de siete cabezas que vivía durante los meses de verano en la sima de Aralar. Cuando le crecía la séptima cabeza, se encendía en llamas y volaba raudo hacia Itxasgorrieta, la "región de los mares bermejos" de Poniente, cruzando los aires con un ruido espantoso, y allí se hundía.

Cuando sentía hambre bajaba a los pueblos y causaba en ellos innumerables muertes.

La amenaza de Herensuge, el dragón-culebra, forzó durante siglos la aparición de héroes anónimos, que recurrían a la ayuda de fuerzas mágicas para vencerle cortando sus siete cabezas, liberando así a sus víctimas. Desde entonces, las centenarias hayas de Aralar conviven con el eco de multitud de fábulas.

Narrada en distintas versiones, la historia de Herensuge constituye una de las leyendas más bellas de la mitología vasca.

A partir de la Edad Media, su figura se cristianiza y empieza a ser relacionada con el diablo. De este modo, mitología vasca y religión cristiana se funden en la leyenda de Don Teodosio de Goñi, en el siglo VIII.

Se cuenta que este caballero, señor de la comarca de Goñi, al volver a casa tras luchar contra los árabes, se encontró con el demonio disfrazado de ermitaño. Éste le dijo que, en su ausencia, su mujer le había sido infiel. Fuera de sí, acudió Don Teodosio hasta su casa y por error asesinó a sus padres, quienes dormían en su lecho conyugal. Para pagar su pecado, se retiró a Aralar atado con unas pesadas cadenas.

Un día se le apareció el diablo en forma de dragón. El caballero imploró al arcángel San Miguel, quien le libró de las ataduras de penitente y le ayudó a vencer al monstruo. Don Teodosio en acción de gracias mandó construir una ermita dedicada al arcángel. Y hasta hoy pervive en Navarra el culto a San Miguel, el mensajero divino que mantiene sometido al dragón o Príncipe de las Tinieblas.

Vencido para siempre desde hace siglos, Herensuge dormita bajo el trazado del Plazaola. A medio camino entre Pamplona y San Sebastián, su cuerpo reposa entre dos inmensos valles: al oeste, Aralar; al este, Ultzama.

viernes, 12 de abril de 2013

KITETE, EL HIJO DE SHINDO



Había una vez, una mujer chagga, llamada Shindo que vivía en un pueblo al pie de una montaña cubierta de nieve. Su marido había muerto sin dejarle ningún hijo y ella estaba muy sola. Siempre estaba cansada, porque no tenía a nadie que le ayudara en los trabajos de la casa.

Todos los días, limpiaba la casa y barría el patio, cuidaba de las gallinas, lavaba la ropa en el río, traía agua, cortaba la leña y cocinaba sus solitarias comidas.

Al final de cada día, Shindo miraba la cumbre nevada del monte y oraba:

"¡Gran Espíritu del Monte!" . "Mi trabajo es demasiado duro. ¡Énvíeme ayuda!"

Un día, Shindo estaba limpiando el huerto de malas hierbas para que crecieran bien las verduras, plátanos y calabazas que cultivaba. De repente, un noble jefe apareció junto a ella.

"Soy un mensajero del Gran Espíritu del Monte," le dijo a la sorprendida mujer, y le dio unas pocas semillas de calabaza. "Siémbralas con cuidado. Ellas son la respuesta a tus oraciones."

Entonces el jefe desapareció.

Shindo se preguntaba, "¿Qué ayuda podré recibir de un manojo de semillas de calabaza?" Pero las sembró y cuidó lo mejor que pudo.

Estaba asombrada de lo rápidamente que crecían. Una semana más tarde, las calabazas ya habían madurado.

Shindo llevó a casa las calabazas, y tras quitarles la pulpa, dejándolas huecas las colgó de una de las vigas de la casa para que se fueran secando. Cuando se secaran se endurecerían y podría venderlas en el mercado para ser usadas como cuencos y jarras.

Como ceneitaba una de las calabazas para su propio uso, tomó una pequeña y la puso junto al fuego para que se secara más rápidamente.

A la mañana siguiente, Shindo se marchó para trabajar la tierra. Pero mientras ella estaba fuera de casa, las calabazas empezaron a cambiar. Les crecieron cabezas, brazos y piernas. En poco tiempo, no eran en absoluto calabazas. ¡Eran niños!

Unu de estos niños estaba junto al fuego, donde Shindo había colocado la calabaza pequeña. Los otros niños le llamaron desde la viga.


"¡Ki-te-te, ayúdanos!
Trabajaremos para nuestra madre.
Venga ayúdanos, Ki-te-te,
¡Nuestro hermano favorito!"


Kitete ayudó a bajar a sus hermanos y hermanas de las vigas. Entonces los niños salieron de la casa y empezaron a cantar y jugar en el patio.

Todos menos Kitete, que al haber estado junto al fuego, se convirtió en un niño débil y enfermizo. Mientras sus hermanos y hermanas cantaban y jugaban, Kitete les miraba sonriente, sentado en la puerta de la casa.

Después de un rato, los niños empezaron a hacer los trabajos de la casa. Limpiaron la casa, barrieron el patio, alimentaron a las gallinas, lavaron la ropa, trajeron agua, cortaron la leña y prepararon la comida para cuando Shindo volviera.

Cuando el trabajo estuvo hecho, Kitete ayudó a los otros a subir a la viga y poco después, de nuevo se convirtieron en calabazas.

Por la tarde, cuando Shindo volvió a casa, las otras mujeres del pueblo le preguntaban :

"¿Quiénes eran esos niños que estaban hoy en el patio de tu casa?" . "¿De dónde han venido? ¿Por qué estaban haciendo los trabajos de la casa?"

"¿Qué niños? ¿Os quereis reir de mi?" les decía Shindo, enfadada.

Pero cuando llegó a su casa, se quedó pasmada. ¡El trabajo estaba hecho, e incluso su comida estaba preparada! No podía imaginarse quién le había ayudado.

Al día siguiente, sucedió lo mismo. En cuanto Shindo se hubo marchado, las calabazas se convirtieron en niños, y los que colgaban de la viga gritaban,


"¡Ki-te-te, ayúdanos!
Trabajaremos para nuestra madre.
Venga ayúdanos, Ki-te-te,
¡Nuestro hermano favorito!"


Entonces, después de jugar un rato, hicieron todos los deberes de la casa, subieron a la viga, y se convirtieron en calabazas de nuevo.

Una vez más, Shindo se quedó asombrada al ver todo el trabajo hecho. Entonces, decidió encontrar la explicación y conocer a quienes le estaban ayudando.

A la mañana siguiente, Shindo hizo como que se marchaba, pero en vez de ir a trabajar en el campo, se quedó escondida junto a la puerta de la casa, observando lo que sucedía. Y vio a las calabazas convertirse en niños, y les oyó como gritaban,


"¡Ki-te-te, ayúdanos!
Trabajaremos para nuestra madre.
Venga ayúdanos, Ki-te-te,
¡Nuestro hermano favorito!"


Cuando los niños salieron de la casa, por poco se encuentran con Shindo, pero ellos siguieron jugando, y seguido comenzaron a hacer los trabajos caseros. Cuando acabaron, empezaron a subir a la viga.

"¡No, no!" decía Shindo llorando. "¡No se transformen en calabazas! Sereis los hijos que yo nunca tuve, y os amaré y os querré."

Y desde entonces los niños se quedaron con Shindo, como sus hijos. Ya nunca más estaba sola. Y los niños eran tan trabajadores, que pronto mejoró la economía de la casa, con muchos campos de verduras y plátanos, y rebaños de ovejas y cabras.

Todos eran muy útiles .... menos Kitete que se quedaba junto al fuego con su sonrisa tonta.

La mayor parte del tiempo, a Shindo no le importaba. De hecho, Kitete realmente era su favorito, porque era como un tierno bebé. Pero a veces, cuando ella estaba cansada o triste por alguna razón, lo pagaba con él.

"¡Eres un niño inútil!" le decía. "¿Por qué no puedes ser más inteligente, como tus hermanos y hermanas, y trabajar tan duro como ellos?"

Kitete sólo sonreía.

Un día, Shindo estaba fuera en el patio, cotando verduras para la comida. Cuando llevaba la olla a la cocina, tropezó con Kitete, se cayó, y la olla de arcilla se hizo añicos. Las verduras y el agua quedaron esparcidos por todas partes.

"¡Muchacho tonto!" gritó Shindo . "¿No te tengo dicho que no te pongas delante de mi camino? ¿Pero qué se puede esperar de tí? No eres un niño de verdad. ¡Solo eres una calabaza!"

Y en ese mismo instante, ella dio un grito al ver que ya no estaba Kitete, y que en su lugar sólo había una calabaza.

"¿Qué he hecho yo?" lloraba Shindo, cuando los niños volvieron a casa. "¡Yo no quise decir lo que dije! Tu no eres una calabaza, tu eres mi propio hijo querido. ¡Oh, hijos mios, por favor haced algo!"

Los niños se miraron entre ellos, y corriendo, comenzaron a subir a la viga. Cuando el último niño, ayudado por Shindo, hubo subido, comenzaron a gritar una última vez,


"¡Ki-te-te, ayúdanos!
Trabajaremos para nuestra madre.
Venga ayúdanos, Ki-te-te,
¡Nuestro hermano favorito!"


Pasó un largo rato sin que nada sucediera. Pero de pronto, la calabaza empezó a cambiar. Creció una cabeza, luego unos brazos, y finalmente unas piernas. Por fin, no era en absoluto una calabaza. Era--

¡Kitete!

Shindo aprendió la lección. A partir de entonces, tuvo mucho cuidado y amor para sus hijos.

Y ellos le dieron su consuelo y felicidad, durante el resto de sus días.

miércoles, 3 de abril de 2013

El higo mas dulce



Monsieur Bibot, el dentista, era un hombre muy exigente. Tenía su pequeño apartamento muy bien ordenado y limpio, lo mismo que su consultorio.

Si su perro, Marcel, saltaba sobre los muebles, Bibot no dejaba de darle una lección. Excepto el día de la Revolución francesa, el pobre animal no podía ni ladrar.

Una mañana, Bibot encontró a una anciana que lo esperaba frente a la puerta de su consultorio. Tenía dolor de muelas y le rogó al dentista que la ayudara.

—¡Pero si no tiene cita! —dijo él. La mujer dejó escapar un gemido. Bibot consultó su reloj. Tal vez tenía tiempo de ganarse unos cuantos francos más. La hizo pasar y le revisó la boca.

—Tendremos que sacarle la muela —dijo con una sonrisa y, una vez que hubo terminado, añadió—: Le daré unas píldoras para el dolor.

La anciana estaba muy agradecida:

—No puedo pagarle con dinero —dijo—, pero tengo algo mucho mejor. —Sacó un par de higos de su bolsillo y se los tendió a Bibot.

—¿Higos? —dijo él, enfadado.

—Estos higos son muy especiales —susurró la mujer—. Pueden hacer que sus sueños se hagan realidad. —Le guiñó un ojo y se llevó un dedo a los labios.

Para Bibot estaba claro que se trataba de una loca. Puso los higos sobre la mesa y tomó del brazo a la mujer. Cuando ella le recordó las píldoras, Bibot respondió:

—Lo siento, ésas son sólo para los clientes que pagan —y la empujó hacia la puerta.

Esa tarde, Bibot sacó a su perro a pasear por el parque. Al pobre Marcel le encantaba olisquear los troncos de los árboles y entre los arbustos, pero cada vez que se detenía a hacerlo, Bibot le daba un fuerte tirón a su correa. Antes de irse a la cama, el dentista decidió tomar un bocadillo.

Se sentó en la mesa del comedor y se comió uno de los higos que le había dado la anciana. Estaba delicioso. Era tal vez el mejor higo, el más dulce, que se había comido jamás.

A la mañana siguiente, Bibot arrastró a Marcel escaleras abajo para el paseo matutino. Los escalones eran demasiado altos para las cortas patas del perro, pero a Bibot jamás se le hubiera ocurrido cargar a su mascota: odiaba que su hermoso traje azul se llenara de pelos blancos.

Mientras caminaba por la acera atestada, Bibot notó que la gente se le quedaba mirando. “Admiran mi traje”, pensó. Pero cuando se vio reflejado en el ventanal de un café, se detuvo horrorizado. Sólo tenía puesta la ropa interior. El dentista dio la vuelta y se metió corriendo a un callejón.

“Sacré bleu —pensó—, ¿qué ha pasado con mi ropa?”

Y entonces se acordó del sueño que había tenido la noche anterior: había soñado que estaba justo frente a ese mismo café, en ropa interior.

Pero algo más había pasado en su sueño, y Bibot se esforzaba por recordar qué. Marcel, acechando desde la sombra del callejón, comenzó a ladrar.

El dentista alzó la vista y vio cómo el resto de su sueño se hacía realidad. Nadie volteó a mirar a Bibot mientras éste corría de regreso a su casa en ropa interior.

Todos los ojos de París estaban fijos en la Torre Eiffel, que se iba inclinando hacia abajo lentamente, como si fuera de goma. Bibot comprendió que la anciana de los higos le había dicho la verdad, así que no iba a desperdiciar el segundo higo. Durante las siguientes semanas, mientras se iniciaban las obras de reconstrucción de la Torre Eiffel, el dentista leyó docenas de libros sobre hipnotismo.

Cada noche, antes de meterse a la cama, se miraba en el espejo y repetía, una y otra vez: —Bibot es el hombre más rico del mundo, Bibot es el hombre más rico del mundo.

Y al poco tiempo, en sus sueños, Bibot era exactamente eso. Cuando dormía, el dentista se veía conduciendo su lancha de carreras, pilotando su avión y viviendo a todo lujo en la Riviera francesa. Noche tras noche era la misma historia. Un día, al anochecer, Bibot tomó el segundo higo de la alacena. No podría durar para siempre.

“Esta noche, es la noche”, pensó el dentista. Puso el fruto maduro en un plato y se dirigió a la mesa. Al día siguiente, al despertar, sería el hombre más rico del mundo. Miró a Marcel y sonrió.

El perrito no lo acompañaría en aquella vida, pues en sus sueños Bibot era dueño de media docena de gran daneses. Mientras el dentista abría la alacena para sacar un poco de queso, escuchó un ruido como de porcelana que se rompe.

Se volvió, pero sólo para ver cómo Marcel, trepado en una silla y apoyando las patas delanteras sobre la mesa, se comía el último higo. ¡Bibot estaba furioso!

Persiguió al perro por todo departamento. Cuando Marcel se metió debajo de cama, Bibot le gritó: —¡Mañana te enseñaré una lección que no olvidarás jamás! —y luego, enojado y con el corazón destrozado, el dentista se fue a dormir.

Cuando despertó, a la mañana siguiente, Bibot se sintió muy confundido. No estaba en su cama. Estaba debajo de su cama. De repente, una cara apareció frente a él: ¡era su propia cara!

—Es hora de tu paseo —dijo la boca de aquel rostro—. Ven con Marcel.

Una mano se deslizó debajo de la cama y lo atrapó. Bibot quiso gritar, pero todo lo que pudo hacer fue ladrar.



lunes, 25 de marzo de 2013

Ayúdame



Una familia acababa de mudarse a una nueva casa cerca del bosque. Es una casa más grande, en un pueblecito tranquilo, los niños tienen sitio para jugar y los padres están tranquilos,... Todos estaban muy a gusto en su nuevo hogar. El padre trabajaba y debía ausentarse de casa una semana de cada dos por motivos laborales.

Una noche, mientras la madre leía en el salón, el hijo mayor no estaba en casa, pero la hija más pequeña ya dormía. Cuando Carlos, el hijo mayor, volvió a casa le comentó a su madre algo que le tenía preocupado de hace días. Y es que llevaba días observando a Caterina, su hermana pequeña, mientras dormía y ésta actuaba de forma extraña por la noche desde que se habían mudado a la nueva casa.

La pequeña hablaba durante su sueño y estaba muy agitada y nerviosa. Su madre no había observado nada, pero dijo que empezaría a hacerlo a partir de ese momento. Cuando Carlos se marchaba a la cama, pasó delante de la habitación de su hermana para echar una ojeada, y la vio sentada en la ventana mirando fuera. Enseguida bajó a advertir a su madre. Subieron los dos y al verla su madre pensó que probablemente la niña era sonámbula. La volvió a poner en la cama.

Pero la historia se repitió noche tras noche y la pequeña niña llegaba incluso a salir fuera de la casa para jugar en la parte trasera de la casa, en el patio.

La madre cada vez estaba más inquieta a causa de su comportamiento y decidió hablarlo con su marido a su vuelta. Ambos propusieron llevarla al psiquiatra y que la tratase. Pero la niña continuaba yendo al patio trasero, a intentar hacer en el suelo agujeros con su pala. Cavaba, cavaba... siempre cavaba sin cesar. Y siempre en el mismo sitio. Los padres llegaron a preguntarle a la niña dormida porqué hacía eso. La niña respondía que alguien le pedía ayuda.

Tras varias semanas viendo a su hija cavar diciendo que oía que la llamaban voces pidiendo ayuda, la familia no pudo más y decidieron cavar ellos en el punto dónde cavaba la niña. Cavaban más y más profundo, intentando encontrar una solución. Y la encontraron. En el punto donde la niña cavaba encontraron la solución al porqué Caterina actuaba así. ¡Encontraron un esqueleto de una niña!
Escandalizados, llamaron a profesionales para hacer una búsqueda y supieron que hacía dos años atrás desapareció una niña en el pueblo. La buscaron durante mucho tiempo pero nunca la encontraron. De una sola vez se habían resuelto ambos interrogantes.

miércoles, 13 de marzo de 2013

El Fantasma de la Iglesia



Hace años (y esto es real), se produjo un extraño fenómeno en Robledo de Chavela: Por las noches, en las calles que suben a la iglesia parroquial y junto al cementerio, se oía una profunda respiración que aterrorizaba a los incautos. En realidad, dicha respiración era el ruido producido por una lechuza que había anidado en el campanario de la iglesia.
El fenómeno se vino repitiendo durante varios años hasta que dicha lechuza emigró a la cercana localidad de Las Navas del Marqués, donde el fenómeno se volvió a repetir, esta vez en las ruinas de una antigua iglesia. El hecho tuvo cierta repercusión mediática, pues hasta el doctor Félix Rodríguez de la Fuente intervino en un programa radiofónico explicando que dichos misteriosos ruidos los producía en realidad un animal.


lunes, 4 de marzo de 2013

LA BANDA DE PACO EL SASTRE







Como cualquier viernes, Manuel se levantaba más contento que otros días ya que este era el del comienzo del fin de semana y tras las tediosas clases, vendría el carruaje habitual para llevarle a él y a su hermano Paco, a la finca que tenía su padre en Valdemoro.

Lo que Manuel no sabía es que este viernes iba a ser diferente a otros tantos.

El calor ya era latente, siendo Mayo y las clases cada vez le resultaban más pesadas, pero tenía la suerte de estar cerca de una ventana y a veces se perdía en el movimiento de las ramas de los árboles, hasta que el prior, entraba en la clase para avisar de que ya estaba el carruaje en la puerta esperando a ambos hermanos.




Curiosamente hoy el carruaje se había adelantado unos minutos, cosa que agradecían en suma.
Corriendo, casi perdiendo el contacto con el suelo en las empinadas escaleras. entran en el carruaje que ya les espera con la puerta abierta, de un salto, el prior, con algún cocido de más en su ancho cuerpo, suda la gota gorda para llegar a la puerta, para poder comprobar que motaban en el, como le había prometido a su padre el Marqués de Gaviria haría.



Tras un acalorado recorrido, cuando por fin llega a la calle sin poder mediar palabra, solo puede ver como el carruaje corre por la adoquinada calle de Hortaleza.

Resoplando, apoyado en el quicio de la puerta, comprueba extrañado que el carruaje gira a la izquierda al final de la calle, en vez de a la derecha como era menester.

Dubitativo por no saber si informar de este hecho al Marqués, decide librarse de culpa, acercándose a su casa.

De camino, decide parar en la tasca, para tomarse un refrigerio antes de continuar camino.
En esta, mientras se sienta en busca de su pañuelo para secarse el sudor, escucha en la mesa de al lado, a dos hombres de charla animada.

- Qué si te digo, que el Paco el Sastre se ha escapado de la cárcel – Increpa el más mayor al joven mientras le golpea amistosamente con el anverso de la mano el pecho.
- No puede ser, no te creo! La cárcel del Saladero tiene unos muros enormes! ¿Cómo van a poder salir de allí? Es imposible! – Responde negando con cabeza y mano.




Mientras, Manuel y su hermano juegan en el interior de carruaje haciendose cosquillas uno a otro.

- ¡Déjame Paco que me vas a matar de risa! Jajajaja
- ¡Nooo, te reirás y reirás hasta que se te salga la lengua entera! jajajaja

De repente, el carruaje se detiene casi en seco y el conductor se gira bruscamente.

- ¡Como no os calléis yo si que os voy a cortar la lengua!

Sorprendidos los niños callan de inmediato, hasta que Paco, no puede evitar sacar su rabia adolescente.

- ¡Pues cuando lleguemos a la finca le voy a decir a mi padre lo que nos has dicho!
- ¡Mira niño, hoy no vas a ver a tu padre! – Dice mostrando una gran navaja bajo su poco lavada camisa.

Paco, al verla, empieza a entender lo que está pasando.



Manuel no puede evitar intentar saltar del carruaje, pero en poco tiempo este coge velocidad y se hace muy peligroso el apeo.

En estas están, cuando el prior llega a la casa del Marqués donde este sale extrañado de su visita.

- Qué ocurre? Como tan apurado llega prior?
- ¡Ay señor marqués, que creo que sus hijos no han ido a la finca de Valdemoro!

Justo en ese momento, llega el carruaje que había enviado el Marqués a sus hijos, bajándose el conductor y explicando que, al llegar vio que tardaban en bajar y subió a preguntar, allí le dijeron que los niños ya habían salido en otro carruaje.

Los habían secuestrado.

El Marqués de Gaviria, persona inmensamente rica había sido objeto de secuestro, pero lo que no sabían los secuestradores es que este también estaba caracterizado por una increíble persistencia y más si se trataba de su sangre.

Puso en su búsqueda a toda su gente sin resultado inmediato, hasta que al día siguiente llego una mala nueva, con carta y mensajero en forma de pastor del pueblo de Manzanares, quien al parecer se encontró con Paco el Sastre y le entregó esta.
En ella pedían la nada despreciable suma de 3000 onzas de oro por la vida de los niños.

No tardó el Marqués, en imaginar que estos estaban en las inmediaciones La Pedriza, por lo que puso su interés y esfuerzo en este lugar para que fueran buscados allí.
Para acelerar la búsqueda el Marqués ofreció una recompensa a quien encontrase a los niños y diera cuenta de los bandidos.
El rumor sobre esta, no tardo en inundar el pueblo y sus alrededores, consiguiendo que mucha gente, se apuntase al suculento premio.

Pasaron varios días de activa búsqueda y mientras Manuel y Paco, habían conocido más a fondo a sus secuestradores y estos a ellos, consiguiendo cierta empatía unos por otros y que ya no se sintieran tan mal en su compañía.

Algunos dicen que el lugar donde estos tenían el campamento tiene algo de mágico y que estar cerca de él hace a la gente mejor.
Un lugar diferente y único en La Pedriza que no se sabe muy bien de donde o como llegó hasta allí. Esta roca la llaman El Tolmo.



Estando una tarde, aun con luz, mientras Paco el Sastre enseña a Manuel el arte de manejar la navaja, las voces de algunos cazarecompensas pone en alerta a Paco el Sastre y su banda, haciendo que huyan dejando a los niños en el campamento que tenían bajo la gran piedra, despidiéndose, con dos regalos a Manuel, su impresionante navaja y una sonrisa.

Un año después, Paco ya casi ha olvidado lo sucedido, pero Manuel, no y aun guarda la navaja de El Sastre bajo el colchón y de vez en cuando saca para observarla y acordarse de lo aprendido.

Esa misma tarde, el padre les informa de que han cogido a Paco el Sastre, le iba a ejecutar en el patíbulo de los Pontones cerca de la Pureta de Toledo y que irían a verlo.

Manuel, a pesar de estar bastante lejos del condenado, intenta con este contactar con la mirada, antes de que sea ejecutado para devolverle la sonrisa y enseñarle la navaja que se ha llevado escondida bajo la camisa.



Pero El Sastre está cabizbajo y no levanta la mirada.
Finalmente, Manuel no puede reprimirse y le llama con una voz ante la sorpresa de su hermano y padre.

- Sastreee, aquíii…Soy Manuel, me recuerdas?


Paco El Sastre, levanta la mirada y estira el cuello buscando con los ojos el lugar de donde provenía la voz.
Por fin coinciden y ambos sonríen, haciéndose cómplices por un momento antes de la despedida final.




martes, 26 de febrero de 2013

Entre pinos me vi un día



Cuando los leñadores creyeron que mi tronco ya era seco apuntaron amenazantes con su hacha, sentí el primer golpe y la herida desparramó trozos de corteza.

Una y otra vez alternaron el viaje con su herramienta, sin remordimiento tasajearon mi lineal figura y horadaron cerca de la raíz. El fin era inminente y pronto los fragmentos de mi otrora corpulenta estructura estarían apilados en un lado de la caballeriza. La rama vecina más cercana al espigado y redondo troncón se cimbraba quejumbrosa simulando un azoro poco usual.

Mi llanto chorreaba en forma de gotas de trementina pegajosa y tres veces me llegó el deseo de embarrar la cara y los cabellos del par de despiadados taladores, tan cuidadosos que limpiaban la transparente y melosa brea cuando se acumulaba en el grueso metal. Y las tres veces me quedé con las ganas, por supuesto. Al parecer no estaba tan maduro. Grité desaforado suplicando compasión pero de los nudos no salió un solo tono.

Acaso los únicos ruidos fueron los secos, sordos porrazos disminuyendo poco a poco el grosor de la viga: taz, taz, taz, podía oírse a diez potreros a la redonda pero no vislumbraba auxilio por ninguna parte.

Los minutos eran eternos. La escasa vida ahuyentaba los alientos, que parecían elevarse en una vegetal plegaria a la diosa de las coníferas, que cerró sus oídos aceptando mi impotencia. Qué descanso. El sudor mojaba la frente de los humanos y yo exhalaba dificultosamente aprovechando el tiempo en que desdoblaban el paliacate colorado y el instante en que lo guardaban en la bolsa trasera de su pantalón de mezclilla.

Y disfrutaba los minutos que tardaban en absorber el humo de unos tubos cilíndricos y blancos, apestosos como la boñiga de las vacas que habían hecho de mi poca sombra su lugar de momentáneo reposo en tanto que rumiaban placenteras. Antes, en la mocedad, mi cuerpo apenas tomaba forma y los humanos de corta edad me doblaban, groseros, casi hasta el suelo, pero la delgada vara que era mi tronco parecía chicle.

Me acuerdo complacido que en más de una vez devolví con furia un recto a sus espaldas en venganza por la crueldad con que me trataban. Y fui creciendo, anillo tras anillo, año tras año, en un olvidado rincón del potrero de la siembra. En los otoños mis agujas caían formando un colchón de suave hojarasca, todas las temporadas, empujadas por las otras, verdes y nuevas, prestas a estrenar con júbilo cada invierno.

La fría temporada en Wachochi trajo consigo, en la vuelta de los años, verdaderas avalanchas de limpios copos de nieve que acumulándose en mis ramas dormían de noche para seguir su destino en el más próximo mediodía: caer de súbito humedeciendo la tierra. Y fui produciendo wícharas, piñas pues, aportando cuando debía la semilla para nuevos congéneres, que brotaban insignificantes y flacuchos abrazando mi reducido pero compatible espacio.

Taz, taz, taz. La abertura en forma de ve empequeñecía con cada hachazo la esperanza de seguir plantado, pegado a una tierra que por años, décadas, me dio alimento. Los atinados golpes dejaban acumular una gruesa capa de cáscaras alrededor mío y presentía que el punto de apoyo debilitaba mi fuerza y doblaba mi estructura.

Cuando llegó el momento y las hachas dejaron de penetrarme percibí un preciso empellón y caí cuan largo era, al tiempo que quieto reposaba de la brutal estremecida. Creyendo que los hombres aquellos continuarían con su despiadada tarea resignado esperé minuto a minuto, día a día y nada.

Allí quedé tendido, con la fortaleza de antaño hecha trizas, viendo con cierta nostalgia cómo las ramas fueron secándose en un acto de solidaridad envidiable.

Que una parte de mí muriera y las demás decidieran hacer lo mismo tranquilizó mis angustias y convencido de mi utilidad como alimento para las estufas vecinas me abandoné en el llano de los olvidos.

jueves, 21 de febrero de 2013

El Cancho de los Muertos



Mierlo sabe que le quedan pocos minutos en este mundo tras la brutal paliza que acaba de recibir de sus atacantes mientras se retuerce de dolor notando que la sangre se le acumula en la garganta que le obliga a escupir para poder seguir respirando.

-. ¡Marchemos de aquí muchachos, este pobre desgraciado no lleva encima recompensa alguna! – Les escucha decir mientras con el ojo por el aun ve, observa que se alejan medio corriendo mientras el último se cuelga uno de los corderos recién paridos.

Su fiel perro pastor gime a su lado nervioso mientras le lame la cara en señal de intento de cura, pero no consiguiendo más que Mierlo se sienta aun peor.




Entre toses y gruñidos finalmente su cuerpo se encoje hasta quedar en posición fetal.

Es entonces cuando nota algo de alivio y esa tranquilidad hace que comience a recordar como ha llegado a esta situación sin pretenderlo.

3 días antes…


Como cada día, Mierlo se disponía a llevar a su pequeño rebaño por las laderas cercanas a cantocochino, cuando de repente algo distrae a Yako, su perro pastor, que sale corriendo y ladrando hacia unas jaras en la parte alta de la ladera que hay en frente.

-. Yako! Me cagüen la cuna que te arrulló!

Al poco el perro deja de ladrar pero no sale de las jaras, viendose Mierlo obligado a ir a por él.
Tras las jaras, sorprendido encuentra a una bella joven como dios la trajo al mundo.



-. Pero muchacha, que te ha pasado? – Le dice mientras se quita su cayado para cubrirla sus partes nobles.
-. ¡No me haga daño, por favor! – contesta la chica tirándose al suelo mientras tiembla débil y frágil como una brizna de hierba mecida por el viento.
-. Tranquila, tranquila…no es mi intención. Ven conmigo, tengo agua y comida más adelante escondida entre unas piedras.

Mierlo es la clásica persona que desprende sinceridad, tranquilidad y confianza tan solo con hablar, aunque su léxico sea torpe y muy rural, por lo que la chica se tranquiliza y le acompaña sin mediar más palabras.

Tras darle de comer y beber, la muchacha le explica lo ocurrido y de quien se trata.
Al parecer fue secuestrada por unos bandidos que se alojaban en las inmediaciones de unos riscos que hay a la vista desde cantocochino si se mira al Sur.



El jefe de la banda la quería para él como mujer, pero los dos a quien dejaron a cargo a la muchacha mientras él descendía al pueblo de Manzanares para sus quehaceres cotidianos de extorsión, se disputaron mediante rifa los beneficios de ella hasta que uno ganó. Pero el otro, al descubrir la trampa en el sorteo, le atestó una certera puñalada en el pecho dándole muerte al instante.
Con las manos aun manchadas de sangre y la mirada pedida, se abalanzó sobre la joven con insanas intenciones.
Justo en ese momento el caballo del jefe relinchó mientras saltaba este para caer sobre el mancillador, que golpeo con fuerza hasta casi dejar sin sentido.

Luego cogió a ambos, muerto y medio muerto y los subió con sus propias manos hasta lo alto de risco que gobernaba el lugar como gran monolito, pretendiendo lanzarlos para darles finiquito, con tan mala suerte que el medio muerto agarróle el pantalón de pana, consiguiendo hacer caer a los tres.
Luego vagó por los parajes durante la noche y parte del día hasta que la encontró él.

Acongojado por la terrible historia, acompaña a la muchacha al pueblo de Manzanares de donde es y luego a su casa.
Allí los padres le agradecen en suma la ayuda, sobre todo por darla ya por muerta tras tres días desaparecida y obligándole a pasar al día siguiente para recompensarle de alguna forma.

Accede a la propuesta y al día siguiente a la hora del almuerzo aparece dispuesto a recibir la supuesta generosa oferta de los padres de la joven.

La noticias del pastor salvador de la joven más guapa y solicita del pueblo corre como la pólvora llegando a oídos de todos.

Tras el generoso almuerzo, los padres le ofrecen la mano de la mucha, cosa que Mierlo, no gusta, ya que su idea de la recompensa era más material viendo lo espectacular de su casa y saliendo de esta decepcionado diciendo que se lo pensaría.

Mierlo no es que fuese materialista, pero ya tenía novia formal desde hacia años y aunque quizás no fuese tan bien agraciada como la muchacha, la quería.

Marchóse a su casa tranquilo pensando que tan sólo iba a ser una historia que pronto olvidarían todos, pero que equivocado estaba.

Al día siguiente de nuevo, como cada día, realiza el mismo trayecto con su rebaño y su perro Yako que nota más intranquilo de lo normal.

De repente el perro empieza a ladrar a su espalda, Mierlo se da la vuelta y comprueba que hay varios hombres con navaja en mano que poco a poco le terminan por rodear.
Uno de ellos hace ademán de pinchar al Yako pero este ágil escapa de su agresor ladrando mientras aleja a las ovejas para protegerlas de los malhechores.

-. Vamos pastocillo, enséñanos la bolsa, sabemos que los ricos te han recompensado por salvar a la preciosa muchacha. – le increpan mientas blande la navaja el que más cerca está de él.

-. No me dieron nada, tan solo la mano de la joven en premio – Dice sabedor de que sus palabras aunque sinceras no creerán en absoluto.

-. Tu decides pastorcillo; la bolsa o la vida – reitera amenazando con la gran navaja mientras se la pasa de mano en mano.

Mierlo sabedor que de que no le creen, sólo tiene una opción y es atacar sorprendiendo al navajero.

Con una certera patada, le quita la navaja de la mano y este corre a recogerla dejando un hueco en el círculo por el que Mierlo aprovecha para intentar escapar, pero son muchos los que allí están y una diestra zancadilla le hace besar el suelo, mientras el resto comienza a darle patadas en suelo.

¡Aaaaaagggh!

-. Triste muerte la mía Yako – Consigue decir al perro que ahora parece escuchar atento sus palabras mientras los dolores vuelven – Por salvar a una joven de su fatídico destino, el mío truncado y finiquitado. Espero que al menos mi muerte haya servido para que esta joven viva felices años con el joven que tenga la suerte de elegir.




martes, 19 de febrero de 2013

El Monasterio del Escorial “La puerta del infierno”






Esta leyenda dice que se eligió el emplazamiento del monasterio del Escorial para cerrar una puerta al infierno. El Monasterio del Escorial es una zona mística y cuando se construyó, había un perro negro que martirizaba a los constructores. Al parecer, el Escorial es una de las puertas del infierno y el perro su guardián. Uno de los episodios más enigmáticos que tuvieron lugar mientras se construía El Escorial ocurrió en el año 1577. Los monjes franciscanos aseguraban ver a un perro negro que daba portentosos saltos a la luz de la luna. Y sus aullidos de ultratumba eran claramente audibles. Se rumoreó que el perro era Can Cerbero, el mitológico monstruo que protegía el acceso al Averno.

Considerado el monasterio uno de los grandes lugares mágicos del mundo y donde por ejemplo su basílica tiene las medidas del Arca de Noé y el conjunto del monasterio tiene las medidas del Templo de Salomón”. Este monasterio se empezó a construir en el año 1562 y se financio su desarrollo con el oro y la plata traída de América. Quizás esa similitud con las medidas del Templo de Salomón sea debido al conocimiento que en el siglo XVI se tenia de dicho templo. En este lugar el entonces rey Felipe II consiguió reunir una de las colecciones de libros en  temas ocultos más importantes de Occidente. Mucho de leyenda, poco de historia, he aquí otro de los misterios de este lugar donde habitamos “EL ESCORIAL”.



Cuenta la leyenda que  Lucifer vivió en una cueva situada a los pies del Abantos, justo los días entre la expulsión de las cortes celestiales y su destierro al infierno. En esos días inciertos, el más bello de los ángeles rebeldes comenzó una andadura por toda la tierra y así crearse una serie de puertas para acceso a las tinieblas.

Erguido y firme subió a la cumbre y desde ahí la vista era hermosa, la gran meseta plana e inmensa, el cielo azul y se entristeció ante su gran pérdida, arrepentido y lleno de ira levanto su mano y arrojó una gran bola de fuego contra la tierra que abrió un agujero en el bosque de la herrería al pie de las dos machotas de Zarzalejo.

Allí quedaron abiertas una de las siete entradas al infierno y durante años la zona quedó maldita.

Hasta que un buen día un rey prudente pasó por allí… había pasado toda su vida leyendo y rezando, la mística se había apoderado de su alma y decidió que debía hacer el bien a la humanidad, a saber cerrar la puerta al infierno.

Llamó a los más ilustres arquitectos, a alquimistas y magos y comenzó su gran obra, la construcción de un enorme monasterio, una gran reja de granito que impidiera para siempre que el maldito demonio paseara de vez en cuando por la tierra.

Los verdaderos motivos quedaron ocultos y se dijo que el gran edificio tiene forma de parrilla para honrar a San Lorenzo, cristiano asado por los romanos en una parrilla y que, se cuenta dijo: “Dadme la vuelta que aun no estoy bien hecho”.

La verdad es que años más tarde a su construcción, el rayo de una terrible tormenta incendió parte de las dependencias del monasterio, hay quien vio la figura del diablo lanzando truenos contra las firmes paredes de la iglesia y que aun se oyen los ladridos del cancerbero infernal en los sótanos,




martes, 12 de febrero de 2013

Motivo encendido





Hubo una vez una niña pequeñita, al acostarse todos los días le gustaba leer a escondidas, su mamá no le permitía tener la luz encendida mucho tiempo porque molestaba a su hermanita, entonces la niña encendía una pequeña linterna para poder leer y adoptaba distintas posturas en la cama, tapándose bien con las mantas, pues no quería que nadie viera que encendía una luz.


Cuando estaba suficientemente cansada se quedaba dormida, en ocasiones con la linterna encendida.

A los pocos días de encender aquella linterna para leer comenzó a escuchar una canción como si alguien tarareara, apenas se entendía y era una voz extraña que sonaba como si temblara en toda la habitación, así que de aquella lectura favorita la niña pasó a utilizar la linterna para dedicarse a investigar en las paredes de la habitación, en el techo y en otros rincones de dónde podía proceder aquel extraño sonido, sin salirse de su cama y sin destaparse para no despertar así a su hermanita.

Nunca averiguó de dónde venían aquellos sonidos de canción quebrada, pero cada día le inquietaban más…

Un buen día su madre descubrió bajo la almohada aquella linterna y aquella niña ya no pudo proseguir con sus investigaciones…

Y al poco tiempo, misteriosamente, aquellos cánticos también cesaron. Ya de más mayor un día conversando con su hermanita ésta le dijo:

-¿Sabes? cuando éramos pequeñas y nos íbamos a dormir hubo un tiempo en que yo tenía miedo a una luz que aparecía muchas noches sobre el techo, no sabía de dónde venía pero se movía y provocaba unas sombras y luces extrañas que me recordaban a los fantasmas y no podía dormir porque me daba miedo; creía que era algún monstruo que venía a atraparme y eso me asustaba; entonces para no sentir temor… me ponía a cantar.

Me temblaba la voz al hacerlo y me tapaba bien con la manta hasta la nariz, casi hasta los ojos, para que ese fantasma de luz no me descubriera ni me atrapara nunca; yo cantaba en voz bajita intentando superar ese miedo… Nunca supe de dónde nacía esa luz, pero asustaba mucho, de veras, de veras que sí, hermanita. Un buen día esa luz desapareció, yo dejé de cantar y ya pude dormir más tranquila. Nunca se lo he contado a nadie hasta ahora porque me daba vergüenza reconocer que por las noches dormía con miedo de que una luz desconocida apareciera en el techo.

La niña se le quedó mirando con sorpresa.

- ¿Sabes?, le dijo entonces a su hermanita. Yo de pequeña… es que tenía una linterna…

Así que ese día aquella niña comprendió algo importante: todos formamos parte de un todo, todos tenemos miedo a lo que desconocemos, hay muchos motivos por los que podemos molestar o tal vez todos sean un solo motivo, que disfrazamos de fantasma, de ruido, de noche, de dudas, de agobios, de huidas o insistencias, de oscuridad, tal vez un solo motivo y mil linternas y excusas para enfocarlo y mil tipos de canciones bajitas para disfrazar cuánto y cómo nos atemoriza.

Pero al fin y al cabo un solo miedo… miedo a no ser comprendidos. Sin embargo podemos vivir muchos años creyéndonos incomprendidos, incapaces, diferentes o ajenos a otros… hasta que un buen día nos paramos, conversamos suavemente, con la madurez de los años o el dolor de las distancias y nos sinceramos con un simple objetivo: entendernos y entonces, ¡Es increíble! de repente, sin esperarlo, surge lo absurdo.

Porque todos, desde ambos lados, siempre tenemos grandes y poderosas razones para hacer las cosas como las hacemos, y nos esforzamos en que nos entiendan y nos valoren y nos permitan seguir siempre  haciendo lo mismo, pero, al fin y al cabo, ¡es absurdo! jamás podremos evitar… tener TODOS el mismo motivo.

Todos formamos parte de un todo. Realmente, creemos que no, pero estamos equivocados, en realidad TODOS nos pasamos el mismo tiempo sufriendo de diferentes maneras… por lo mismo.

lunes, 11 de febrero de 2013

El sombrero rojo


Hubo una vez un hombre con un sombrero rojo. Lucía orgulloso siempre su sombrero. No hablaba, simplemente nunca se olvidaba de ponerse su sombrero rojo al salir de casa.

Saludaba cortésmente a la gente, en general, nunca se dirigía hacia ellos ni levantaba su sombrero para saludar. Simplemente les dedicada un breve gesto con la mano y proseguía su camino. Iba siempre orgulloso y altivo con su sombrero rojo.

Un buen día se encontró con un paseante que llevaba un sombrero azul. – Hay que ver qué mal gusto tienen algunos, – pensó, y prosiguió su camino, sin apenas mirarle. El hombre del sombrero azul miró de reojo al del sombrero rojo y pensó a su vez – Ya me gustaría a mí poder llevar un sombrero tan rojo y bonito como ese.

El hombre del sombrero rojo prosiguió caminando. A los pocos minutos, se encontró con una mujer que lucía una pamela verde. ¡Qué Pamela tan horrorosa! – pensó el hombre del sombrero rojo. La mujer de la pamela verde pensó: – ya me gustaría a mí poder lucir un sombrero aunque lo llevaría de otro color.

Continuó paseando el hombre del rojo sombrero y lo siguiente que encontró fue un cartero con su gorra gris de trabajo, un policía, con su gorra azul marino de autoridad, un marinero con su recién estrenada gorrita blanca, un caballero vestido de negro con su bombín a juego, el paseo continuó al menos dos horas más y a cada persona que se encontraba con un sombrero de color distinto al suyo se decía:- ¡Qué sombrero más feo! mientras que los demás siempre pensaban igual: – ya me gustaría a mi poder llevar un sombrero como ese.

Regresando ya a su casa el hombre del sombrero rojo vio a una niña que llevaba puesto un gorro rojo de lana y se dijo: – vaya, por fin alguien con buen gusto, me voy a parar a saludar, esta niña se merece mi saludo. La niña al ver al hombre del sombrero rojo pensó para sí:- vaya un hombre con un sombrero del mismo color que mi gorro de lana, pero… pobrecillo, ¡qué tonto! lleva sombrero en vez de gorro de lana, con el frío que hace, ¡se le quedarán las orejas heladas, hay que ser bobo! y sin mirarle siquiera prosiguió su camino.

El hombre del sombrero rojo, quedó triste y desconcertado. ¿Por qué no me ha saludado? se decía mientras proseguía camino a su casa.

Al llegar a casa la mujer del hombre del sombrero rojo le dijo:

- Te veo triste ¿qué te pasa? ¿No ha ido bien el paseo?

- Sí, – dijo el hombre, lo que sucede es que he querido saludar a una niña y ni ha querido mirarme, no sé porqué, ha pasado de largo como si no existiera.

- Y ¿llevaba un sombrero del mismo color que el tuyo? – dijo la mujer que sabía bien a qué tipo de gente saludaba su marido.

-Sí, sí, era rojo, bueno no era un sombrero, era un gorro de lana pero supongo que eso da lo mismo, ¡Era de color rojo!

-¡No da lo mismo! dijo la mujer toda digna, un sombrero no es lo mismo que un gorro, ¿porqué te has parado a saludar a esa niña? ¡Te has puesto en evidencia! ¡Un gorro de lana! ¡Qué vergüenza! ¡No estaba a tu altura!

El hombre entonces quedó más desconcertado aún.

-No lo comprendo -Se dijo- Llevaba el mismo color que el mío… si no está a mi altura… ¿Por qué soy yo el que se sintió inferior al no ser saludado.

 En esta vida no todas las cosas son sombrero, pero sí todas las personas son persona.


miércoles, 6 de febrero de 2013

El Espejo





Diego era un niño de siete años, vivía en un barrio de una gran ciudad, tenía muchos amigos y una gran familia. Era hijo único, por lo que en casa no tenía con quien divertirse, su madre era ama de casa y su padre trabajaba mucho y solía llegar tarde, pero eso sí, no faltaba a ningún desayuno con él y su madre.

Mamá era todo ternura y papá era un poco más frío pero no por ello le quería menos. Era un día de febrero cuando se levantaron los tres y ocurrió algo que él nunca había visto, ¡mamá llevaba un ojo morado!

Él preguntó

- ¿Qué te ha pasado mamá?-

Pero papá irrumpió rápidamente y le dijo

- Nada Diego, es normal.

Pero todos los desayunos empezaron a hacerse extraños por la apariencia de mamá y por el silencio. Un día mamá despertó con el labio partido y Diego preguntó

- ¿Qué te ha pasado mamá?

De nuevo irrumpía papá

-Nada Diego, es normal.

Pasaban los días y mamá levantaba con golpes en el cuerpo, en las mejillas… y Diego quería saber

- ¿Qué te pasa por las noches mamá? Mamá callaba y papá decía

- Diego, no pasa nada, es normal.

Un día papá apareció en casa antes de lo normal, había discutido con unos socios y llevaba el labio partido, los ojos hinchados y morados y el brazo no paraba de sangrar.

Diego no preguntó, lo cogió de la mano y de la otra cogió a mamá, los llevó al espejo y le dijo a papá

- No te preocupes, no es nada, es normal.

Desde aquella mañana, el monstruo en el que se había convertido papá al maltratar a mamá cesó y todas las mañanas mamá levantaba con buena cara, desde entonces papá era el que preparaba el desayuno y se volvía a reír y a disfrutar del desayuno como antes de los golpes.



miércoles, 16 de enero de 2013

Fantasma





Hoy amaneció un día lluvioso y triste,de esos habituales en el norte de España,
Gerardo y Maite comienzan una semana de vacaciones y han decidido pasarla en una casa rural alquilada, para descansar pues su ajetreada vida de trabajo no les deja demasiado tiempo para estar juntos.
Se visten con tejanos y jersey de lana pues hace frío y después de desayunar  bajan sus equipajes al coche para emprender el viaje.
Su destino un pequeño pueblecito de alta montaña donde en este tiempo es habitual que esté cubierto de nieve. Cuando se desvían de la carretera  principal se encuentran con un camino de tierra  estrecho  , bordeado de árboles y maleza, con grandes socavones, con mucha nieve. Maite le pregunta a Gerardo si es el camino correcto pues es demasiado malo para llevar a una casa. Gerardo le dice que sí pero no está muy seguro pues es la primera vez  que vienen y lo alquilaron por internet a una persona de la capital.
Después de unos kilómetros ven al final del camino una linda casa de campo de dos plantas, con sus clásicos balcones de madera torneada, muy típicos de esa zona.
Maite buscó la llave en el bolso y abriendo la puerta de dos hojas de madera penetraron en el interior.
Gerardo comentó que fría está  la casa y conectó la llave de la luz para acercarse a  las ventanas y subir las persianas , para dejar pasar la claridad del día.
Maite sitió un escalofrío al traspasar el umbral  y notó como su pelo se erizaba,no dijo nada a su pareja porque pensaba que se reiría de ella .
La casa tenía un gran salón con chimenea y unos muebles muy antiguos y caros , era un lugar muy refinado, la cocina estaba amueblada toda en madera ,tenía muchos años , lo único que no encajaba en ella era el frigorífico y la lavadora  que ahora es tan necesario , pero antiguamente no existía.
En la planta superior dos dormitorios muy grandes con los muebles del mismo estilo y años y unas ventanas que permitían ver el maravilloso paisaje cubierto de nieve.
Dejaron las maletas , encendieron la calefacción y la chimenea y comenzaron a preparar la comida.
Mientas Maite guisaba y al abrir un cajón en la cocina sintió la respiración de una persona en su cuello , se volvió para decirle a su marido en broma,  !Gerardo una semana juntos sí pero tranquilo ¡ y como él no estaba salió gritando despavorida , Gerardo había alguien junto a mi, el con una carcajada la contestó, mi amor
tranquila estamos solos nosotros.
Después de comer , se sentaron a ver un poco la televisión pero la señal no llegaba clara y decidieron acostarse una estupenda siesta algo muy español.
Al despertarse ya estaba anocheciendo , reavivaron el fuego de la chimenea y se sentaron delante de ella.
Estaban abrazados y en silencio disfrutando de la paz del lugar, cuando el pomo de la puerta empezó a girar muy despacio y esta se abrió, se miraron , no daban crédito a eso que estaban viendo , él mas tranquilo le comenta , eso es que hay viento , pero no estaba convencido y se levanto a cerrarla.
La tarde pasó lentamente , leían escuchaban música y charlaban , hasta que después de la cena se acostaron.
Hicieron el amor con caricias , ternura y pasión y se quedaron dormidos , abrazados y felices.
Pasada la media noche , un ruido de pisadas les despertó, las luces de la casa estaban todas encendidas  menos la de su dormitorio y los pasos se sentían subir y bajar las escaleras, pensaron que habían entrado ladrones pero en plena montaña y con aquella nevada no parecía muy factible, se levantaron y muy juntos se asomaron fuera de la habitación y no veían nada pero sintieron un frío indescriptible y comprobaron que la calefacción seguía encendida.
Apagaron todas las luces y volvieron a la cama asustados pero siempre pensando que era algún cortocircuito. La noche pasó tranquila y cuando despertaron ya era bastante avanzada la mañana.
Había nevado mucho más y estaban  aislados , pues el pueblo mas cercano estaba a unos cinco kilómetros.
Desayunaron y retiraron la nieve de la puerta para poder llegar al portalón donde se guardaba la leña, para la chimenea.
Callaban sin nombrar lo ocurrido la noche anterior porque les parecía algo ridículo, pensar en algo paranormal.
El día transcurrió con tranquilidad y relajado , escuchando musica junto a la chimenea, leyendo y compartiendo , su amor , su afinidad y su pasión.
Al atardecer  decidieron preparar la cena y cuando entraban en la cocina se aterrorizaron había una mujer con ropa antigua delante de la ventana , Gerardo preguntó a la extraña, ! Quien es usted y que hace en esta casa y ella de repente desapareció¡
Maite lloraba y gritaba diciendo , vamos al coche y nos marchamos, pero Gerardo respondió, no podemos salir nos quedaríamos en la carretera y tenemos que tener calma .
Tomaron un café y ni siquiera cenaron volvieron al salón y entonces Gerardo pensó en buscar en la biblioteca algún libro o papel para descubrir que personas vivían en la casa.
Encontró unas fotografías de una familia y su cara palideció la mujer que estaba en la cocina era la misma de la fotografía , pero no dijo nada a su mujer ya que ella estaba aterrorizada.
Pasaron la noche casi sin dormir  y a la mañana siguiente como ya no nevaba decidieron marcharse de la casa al próximo pueblo.
Les costó mucho llegar porque era muy alta la capa de nieve y el coche patinaba e iba de un lado al otro de la cuneta.
Ya en el pueblo entraron en una tienda -bar y mientras pedían un café preguntaron por la casa rural.
El dueño del bar les contó que eran un matrimonio con dos niños y una noche que la esposa estaba sola porque su marido y los niños estaban de viaje, llegaron unos ladrones y la violaron y asesinaron , su esposo al regresar no pudo aguantar allí tanta desolación y después de enterrar a su esposa se marchó con sus hijos a la capital , para nunca volver.
Los aldeanos cuentan que ella no se marchó de la casa y sigue esperando a que regrese su familia , pero que no tengan miedo ella solo camina y espera.
Cuando supieron lo que pasaba decidieron volver y cuando el quitanieves despejó el camino regresaron y encendieron una vela y en voz alta le dijeron que descansara en paz su familia ya era feliz y la recordaba con un amor especial como la mejor madre del mundo.
En ese momento escucharon un golpe y la vieron sentada con la foto de los suyos y desapareció.
En los siguientes días ya no escucharon nada y pasaron unos días maravillosos y felices .
Ya de regreso a su casa en la ciudad ella se enteró que estaba embarazada y que esa casa rural con su inquilina le habían concedido su mayor ilusión.
Nunca se lo he contado a nadie y espero que os guste.