jueves, 11 de octubre de 2012

A Cova da Serpe




La denominada ruta de "A Cova da Serpe" discurre íntegramente dentro de la Reserva de la Biosfera Terras do Miño, en los términos de Guitiriz, Begonte y Friol. Comenzamos en Baamonde, típico asentamiento poblacional frecuentado por los amantes de la buena comida que como valor añadido ofrece una visita a la Casa Museo de Víctor Corral, artista local especializado en las tallas de madera y granito que ha convertido su propia morada en taller y exposición permanente de su fecunda y variopinta obra.

Accediendo a través de un magnífico puente gótico, utilizado por los peregrinos del camino Norte, llegamos a San Alberte, en la parroquia de San Breixo. Una fuente de dos caños y sillares de cantería nos incita a beber de sus aguas frescas y "milagrosas": dicen solucionar problemas del habla. En una amplia explanada, antaño, también asentamiento de hospital de romeros a Compostela, surge majestuosa la iglesia gótica (para unos del XIII, para A. del Castillo de finales del XIV) donde resaltan los canecillos de sus fachadas laterales y los ocho contrafuertes del ábside y presbiterio. En el interior, columnas con capiteles tallados con motivos vegetales y figuras humanas, y una ventana ojival con arco ajimezado de origen árabe. Entre sus muros aún palpita la leyenda del feligrés con su bastón sujeto a la imagen del Santo con el demonio encadenado.

Y siguiendo con los mitos y tradiciones, en el límite con el vecino municipio de Friol, corona la cumbre de un cordal montañoso una pequeña oquedad en medio de una formación granítica conocida por "A Cova da Serpe"
Cuenta la leyenda popular  que siempre que podía la hermosa doncella

llamada Berta cabalgaba por los bosques de Friol, en tierras gallegas.

Su padre, el Señor de San Paio de Narla, no lo veía con buenos ojos, pese a que sus continuas ausencias le impedían ofrecer a su hija compañía y mayor control paterno.


Por eso no fue de extrañar lo que sucedió un día.
En medio de una cabalgada desenfrenada, la montura de la doncella terminó por desbocarse.
Un hombre de la aldea vió lo que pasaba y, a riesgo de resultar pisoteado por los cascos de la bestia, consiguió aferrarse al animal y apaciguarlo.
Luego acompañó a la mujer un trecho, pero al conocer quién era y dónde vivía, el campesino se retiró rápidamente.
A pesar de ello, la muchacha quedó impresionada por la fortaleza y la valentía de aquel hombre.
Al día siguiente, salió en su búsqueda.
No le fué muy difícil dar con él.
A partir de entonces, todas las tardes se veían.
El trato llevó al enamoramiento mutuo.
Al principio, creían que su relación permanecía a salvo de dimes y diretes, pero en aquellos lugares la intimidad es algo raro.
Pronto llegó a oídos del Señor de San Paio la amistad de su hija con un plebeyo, y estalló en un ataque de furia que derivó en la orden de apresar al aldeano que se había atrevido a acercarse a su hija.
Pero los caballeros les siguen, pisándoles los talones.
Cerca de allí, el aldeano sabe que existe una cueva. Todos tratan de evitar esos parajes. En el pueblo dicen que se trata de la guarida de un dragón, al que llaman la Serpe.
No hay más remedio.
El hombre conduce a su amada hasta la cueva y se introducen en ella.
No tienen armas.
Pero cuando aparece la cabeza del enorme dragón, con las fauces abiertas, dispuesto a matarlos, con una furia inmensa el aldeano se arroja contra la bestia, y grita a su amada que se ponga a salvo.

Los caballeros se han quedado en la entrada de la Cova da Serpe, sin atreverse a ir más allá, aterrorizados por los rugidos y los gritos que llegan hasta sus oidos desde el interior.

La hija de su señor sale huyendo de la Serpe, enloquecida por el dolor de perder a su amado y la terrible escena que acaba de contemplar.

Es conducida a la torre de su padre, donde llora su tragedia y su soledad.

Desde entonces, la Serpe sale a menudo de su guarida.

La inmensa serpiente va acabando con los ganados, y ataca a cuantos encuentra a su paso, en la zona cercana al que ya llaman el Pozo da Serpe.

Allí, un grupo de valientes consiguió al fin darle muerte, envenenándola.



miércoles, 10 de octubre de 2012

Leyenda de Vilamarin


Habia una mora limpiando oro en el castro, cuando paso un hombre de Bainte, un pueblo cercano, y quedo enbelesado con tanta riqueza y exclamó:

"Hay, si me diese un poco!" a lo cual la mora le contesto "y lo quiere a puñados o a ferrados?"


El hombre exclamo cantando "lo quiero a ferrados! !" la mora le contestó "pues vaya a por la medida rapido"

El hombre corrió a toda prisa hasta su casa para buscar la medida, pero cuando regresó el oro y la mora habían desaparecido, con lo cual el hombre apenado por su avaricia exclamó:

"Si dijera a puñados, podría ser que algun oro se me diese".

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