lunes, 7 de enero de 2013

La isla de los sentimientos





Hubo un tiempo en el que en una isla muy pequeña, confundida con el paraíso, habitaban los sentimientos como habitamos hoy en la tierra.
En esta isla vivían en armonía el Amor, la tristeza, y todos los otros sentimientos. Un día en uno de esos que la naturaleza parece estar de malas, el amor se despertó aterrorizado sintiendo que su isla estaba siendo inundada.
Pero se olvidó rápido del miedo y cuidó de que todos los sentimientos se salvaran.
Todos corrieron y tomaron sus barcos y corrieron, y subieron a una montaña bien alta, donde podrían ver la isla siendo inundada pero sin que corriesen peligro.
Solo el amor no se apresuró, el amor nunca se apresura. El quería quedarse un poquito más en su isla, pero cuando se estaba casi ahogando el amor se acordó de que no debía morir. Entonces corrió en dirección a los barcos que partieron y gritó auxilio.
La Riqueza, oyendo su grito, trató luego de responder que no podría llevarlo ya que todo el oro y la plata que cargaba temía que su barco se hundiera. Pasó entonces la Vanidad que también dijo que no podría ayudarlo, una vez que el amor se hubiese ensuciado ayudando a los otros, ella, la Vanidad no soportaba la suciedad. Por detrás de la Vanidad venía la Tristeza que se sentía tan profunda que no quería estar acompañada por nadie. Pasó también la Alegría, pero tan alegre estaba que no oyó la suplica del amor.
Sin esperanza el Amor se sentó sobre la última piedra que todavía se veía sobre la superficie del agua y comenzó a menguar. Su llanto fue tan triste que llamó la atención de un anciano que pasaba con su barco. El viejecito tomó al Amor en sus brazos y lo llevó hacia la montaña más alta, junto con los otros sentimientos. Recuperándose el amor le preguntó a la Sabiduría quien era el viejecito que lo ayudo.... a lo que esta respondió ..... "El Tiempo"..... el Amor cuestionó : ..."¿Por qué solo el Tiempo pudo traerme aquí?".... La Sabiduría entonces respondió: "Por que sólo el Tiempo tiene la capacidad de ayudar al Amor a llegar a los lugares más difíciles"..

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domingo, 30 de diciembre de 2012

Cuento de Nochevieja



Hace muchos años, cuando creía estar encerrada en una situación de la que no saldría, me contaron el cuentecillo que yo les dedico ahora, para que terminen el año y empiecen el que viene:

Vivía en Pomerania un campesino joven y pobre. Estaba enamorado de una chica rica de la ciudad, pero dudaba de que le aceptara y además era tímido, así que no hacía nada.
Cierto día se le apareció un elohim que andaba perdido entre el cielo y la tierra. El campesino le contó sus preocupaciones y el elohim le dijo: "Tengo la manera de que conozcas el futuro". El joven preguntó: "¿Puedo saber si la mujer que amo se casará conmigo?".

El elohim le explicó entonces: "En todo lo que quieras conocer con antelación dejarás de vivir el camino hasta ello. En el momento en que lo conozcas ya estarás allí y todo lo anterior habrá pasado. ¿No te importa esta condición?". El campesino respondió que estaba de acuerdo con ella.

El espíritu le mostró un ovillo de lana. "Éste es el sendero de tu existencia", dijo a continuación. "Sólo tienes que tirar del hilo para llegar hasta donde quieres y saber lo que pasará. Pero recuerda: lo anterior ya lo habrás vivido".

El campesino tiró del hilo y vio que se casaría con la joven rica de la ciudad. Nada más verlo, ya estaba casado con ella. Quiso saber si tendrían hijos y en cuanto lo hubo averiguado ya estaba viviendo con un hijo tan hermoso como los mismísimos elohim. Pero el hijo se puso muy enfermo.

Quiso saber si viviría. Volvió a tirar del hilo y vio que el hijo sanaría, se casaría y tendría hijos que le harían abuelo. Se sintió muy feliz. Pero entonces su mujer murió.

Apenas había tenido tiempo de conocerla. Quiso saber si volvería a casarse. Tiró del hilo y descubrió que se casaría con una mujer que le haría infeliz: al momento ya estaba casado con ella. Luego, trató de averiguar si algún día volvería a vivir en paz. Pero eso le llevó hasta la vejez y al ovillo apenas le quedaban unas pulgadas. Toda su vida había pasado en un instante.

Al campesino aún le quedaban preguntas importantes como, por ejemplo, si existe algo después de la muerte. Pero también quedaba poco hilo. Debería elegir entre seguir preguntando o vivir el escaso tiempo que le restaba.

No era una elección fácil. Mejor dicho, no lo es: han pasado los años y los siglos y el campesino aún no ha terminado de decidirse. Tal vez continúe así por toda la eternidad.

De todas formas, dime: ¿Tú qué harías?