Cuando tenía unos 20 años Mohamed ibn Mardanis —descendiente de una prestigiosa familia muladí (cuyos antepasados cristianos se habían convertido al Islam)— heredó de su padre el puesto de gobernador de la ciudad de Fraga (Huesca), en la frontera norte del decadente Imperio Almorávide. A su vez, Fraga estaba en frontera entre los gobiernos taifa de Zaragoza y de Lleida. La astucia del joven le permitió mantener su gobierno independiente de los reyezuelos de ambas ciudades, unas habilidades por las que los habitantes de Fraga le apodaron “El Lobo”. Sin embargo, unos cuatro años después de asumir el poder debió de firmar una capitulación con los aragoneses, por la que les entregaba la población a cambio de que a los musulmanes que se quedaran les fueran respetadas sus propiedades. El contacto habitual con los cristianos y su condición de muladí pudieron influir en sus relajadas costumbres: libertinaje sexual, vestidos cristianos, hábitos alimenticios que incluían el consumo de alcohol… Ibn Mardanis se hizo famoso a ambos lados de la frontera por su estilo de vida.
Su capacidad propició que en 1146 fuera elegido para suceder a su tío Abeniyad en el gobierno de la ciudad de Valencia, capital entonces de un territorio que iba desde Tortosa hasta Almería. Aprovechando que el Imperio Almorávide en Marruecos había sido conquistado por los almohades, y que se encontraba extremadamente débil en la Península, el ya llamado Rey Lobo se autoproclamó emir independiente, aceptando solo la autoridad del lejano califa de Damasco. Pero los almohades pronto desembarcaron en Algeciras para tomar las ciudades en las que los antiguos gobernadores de los almorávides se habían ido declarando independientes. Tras tomar Almería, los almohades amenazaron el territorio del Rey Lobo; su reacción fue comprar la colaboración militar de los reinos de Aragón y Castilla, y de la República de Génova. También enroló en su ejército a caballeros mercenarios, procedentes de buena parte de Europa.
A pesar de pagar cientos de kilos de oro a los cristianos, el Rey Lobo fue capaz de promover la economía de su territorio, exportando —a través de los genoveses— sus producciones de cerámicas, textiles y agrícolas a Italia. El desarrollo y la internacionalización de su economía llegó al extremo de que la moneda de oro que acuñó se convirtió en una de las más apreciadas de Europa.
En lugar de edificar mezquitas se dedicó a edificar palacios y jardines, los castillos de Larache y Monteagudo, mejores murallas para Murcia y la extensión de los regadíos. Se rodeó de una corte muy sofisticada y lujosa, adoptando modas y estilos cristianos, tanto en sus gustos personales como edificaciones. Los elevados impuestos que impuso en sus dominios y la instalación de guerreros cristianos en algunas poblaciones, así como la permisividad para con los mozárabes (cristianos que vivían en tierras musulmanas) provocaron que algunos de sus súbditos emigraran a tierras de los almohades.
Formó un poderoso ejército mixto en el que los más intrépidos caballeros cristianos eran su vanguardia. Con ellos conquistaría Jaen, Úbeda, Baeza y Carmona atacando grandes ciudades como Sevilla, Córdoba y Granada. Con el éxito llegó el exceso de confianza: el abandono de su esposa y el enfrentamiento con su suegro, lujuriosa vida personal y lujo desmedido, vestir como cristiano y hablar castellano y catalán, la entrega del Señorío de Albarracín al caballero Ruíz de Azagra… Algunos de los magnates musulmanes, incluida su familia política, se pasaron al bando de los almohades. En 1162 los almohades reconquistaron Jaén.
Sus numerosos enemigos musulmanes lanzarían sucesivas ofensivas hasta llegar a tomar su residencia favorita de Monteagudo y acabaron arrinconando al rey Lobo en su inexpugnable ciudad de Murcia en la que llegaría a resistir dos asedios de sus numerosos enemigos. Los almohades arrasaron de tal modo los dominios murcianos del Rey Lobo que éste, poco antes de morir en 1172, recomendó a su familia que pactaran la sumisión a los almohades cuando el muriera.
Para perpetuar su dinastía edificó un imponente panteón real sobre el cual se edificó tiempo después el Castillo de La Asomada; está situado en la cima del impresionante «morrón» del puerto de la Cadena, y está siendo excavado actualmente.
La desaparición de la controvertida personalidad del Rey Lobo supuso el fin de los ataques almohades contra el reino taifa de Murcia (a partir de entonces gobernado por la misma familia de los Mardanis, pero ya sometido a la autoridad del Imperio Almohade).
Pero esa decisión supuso enfrentarles a los cristianos. Inmediatamente de morir el rey Lobo, el rey Alfonso II de Aragón decidió la invasión del territorio de Valencia (gobernado por los hijos del rey Lobo), llegando hasta Xativa tres meses después; cinco años después los castellanos conquistaron Cuenca.
Ese singular personaje es posiblemente el más destacado de la historia de Murcia; pues hizo que su territorio alcanzase las más altas cotas de civilización, y llegó a disfrutar de un gran prestigio tanto en los reinos de la Península como en Italia.