Pesquera es un hermoso pueblo situado en la región de Cantabria, en el norte de España. Durante mi niñez, tuve la fortuna de nacer allí y guardo preciosos recuerdos de ese lugar.
El pueblo de Pesquera se encuentra rodeado de una exuberante naturaleza, con colinas verdes y un río que atraviesa el paisaje. Mis amigos y yo solíamos pasar muchas horas explorando los alrededores, construyendo cabañas en los árboles, escalando las rocas y descubriendo los secretos que guardaba la naturaleza.
Una de las cosas que más disfrutaba era corretear por las calles tranquilas del pueblo. Las casas de piedra y las calles empedradas le daban a Pesquera un encanto especial. Recuerdo las tardes en las que jugábamos a la comba en la plaza del pueblo, rodeados por los vecinos que observaban animados nuestros juegos.
Otro aspecto destacado de mi niñez en Pesquera fueron las festividades y tradiciones locales. En verano, se celebraban las fiestas patronales en honor a la Virgen de la Asunción. Durante esos días, las calles se llenaban de coloridas decoraciones y había música, bailes tradicionales y espectáculos para entretener a todos. También había una orquesta que amenizaba el baile para mayores y pequeños.
Además de las festividades, la vida en Pesquera era tranquila y apacible. Las personas se conocían entre sí y había un sentido de comunidad muy fuerte. Recuerdo visitar la panadería del pueblo con mi madre y saludar a los vecinos mientras comprábamos pan fresco y deliciosas empanadas.
La naturaleza también ofrecía muchas oportunidades para la diversión y la aventura. Los días soleados, íbamos a nadar al río o a disfrutar de un picnic junto a sus orillas. También había rutas de senderismo cercanas que nos permitían explorar bosques y descubrir hermosos paisajes como la Fuente del Rey, o la Calzada Romana de Somaconcha.
Uno de los aspectos más destacados de mi niñez en Pesquera fue la comida. Cantabria es conocida por su deliciosa gastronomía y en mi pueblo no era la excepción. Disfrutábamos de platos típicos como el cocido montañés, las rabas (calamares fritos) y los sobaos pasiegos, unos dulces tradicionales que siempre alegraban nuestras meriendas.
En definitiva, mi niñez en el pueblo de Pesquera en Cantabria fue una época llena de aventuras, amistades y conexión con la naturaleza. Ahora vivo en la ciudad, soy una señora mayor y los recuerdos de esos días siguen vivos en mi corazón y siempre llevaré conmigo la magia y la belleza de ese lugar tan especial.