jueves, 29 de noviembre de 2012

Los pasteles y la muela (Cuento popular)





Un labrador tenía muchas ganas de ver al Rey porque pensaba que el Rey sería mucho más que un hombre. Así que le pidió a su amo su sueldo y se despidió.

 Durante el largo camino hasta la Corte se le acabó todo el dinero y cuando vio al Rey y comprobó que era un hombre como él, pensó: «Por ver un simple hombre he gastado todo mi dinero y sólo me queda medio real»

Del enfado le empezó a doler una muela y con el dolor y el hambre que tenía no sabía qué hacer, porque pensaba:

«Si me saco la muela y pago con este medio real, quedaré muerto de hambre. Si me compro algo de comer con el medio real, me dolerá la muela»

Estaba pensando lo que iba a hacer cuando, sin darse cuenta, se fue arrimando al escaparate de una pastelería donde los ojos se le iban detrás de los pasteles.

Vinieron a pasar por allí dos lacayos que le vieron tan embobado contemplando los pasteles que para burlarse de él le preguntaron:
- Villano, ¿cuántos pasteles te comerías de una vez?
Respondió:
- Tengo tanta hambre que me comería quinientos.
Ellos dijeron:
- ¡Quinientos! ¡Eso no es posible!
Replicó:
- ¿Os parecen muchos?, podéis apostar a que soy capaz de comerme mil pasteles.
Dijeron:
- ¿Qué apostarás?
- Que si no me los comiere me saquéis esta primera muela, dijo señalando la muela que le dolía.
Estuvieron de acuerdo, así que el villano empezó a comer pasteles hasta que se hartó, entonces paró y dijo:
- He perdido, señores.

Los otros, muy regocijados y bromeando, llamaron a un barbero que le sacó la muela. Para burlarse de él decían:
- ¿Habéis visto este necio villano que por hartarse de pasteles se deja sacar una muela?
Respondió él:
- Mayor necedad es la vuestra, que me habéis matado el hambre y sacado una muela que me estaba doliendo.
Al oír esto todos los presentes comenzaron a reír. Los lacayos humillados pagaron y se fueron.


martes, 27 de noviembre de 2012

Olvido , Soledad y Amor





Amanece en el lindo pueblecito costero, Aisaya se levanta y empieza a preparar sus maletas esa tarde cogerá un vuelo para alejarse , no sabe si para siempre o temporalmente de allí.
Hacía pocos días era una chica feliz y enamorada  que esperaba el día de su boda con ilusión, pero el destino tenía trazado otra cosa para ella y ante el altar su novio le dijo que no podía casarse  que la quería pero no la amaba y que estaba enamorado de otra persona.
Aisaya sintió que su corazón se partía en mil pedazos y sentía una vergüenza  que no podía contener  al sentirse abandonada delante de todos sus invitados.
Dejó su trabajo y compró un billete de avión para el otro lado del mundo.
A las seis de la tarde pasaba el tren que la llevaría a la capital para  volar hasta  la polinesia donde un familiar vivía y la esperaba para darle el cariño y la ayuda que necesitaba.
De madrugada se escuchó la llamada de embarque y pensó que era el principio de una nueva vida.
Ya dentro del avión se sentó y cerro los ojos , a los pocos minutos escuchó una voz de mujer que le decía me deja pasar por favor, era una mujer joven como ella con un bebé de apenas tres meses, ella se levantó y cuando su compañera de viaje se sentó cerró los ojos y pensó , en unos meses yo hubiera podido tener un hijo .
Unas lágrimas cayeron por sus mejillas y secándolas rápidamente intentó dormir un poco.
Pasadas unas tres horas de vuelo se despertó sobresaltada ante las instrucciones de ponerse el cinturón pues tenían una enorme tormenta, y  grandes turbulencias.
Los pasajeros estaban nerviosos pues grandes relámpagos caían que iluminaban la noche, uno de ellos cayó sobre uno de los motores incendiándolo , ya se encendieron las luces de emergencia  y las azafatas trataban de tranquilizar a los pasajeros , pero el avión empezó a caer sin que el comandante pudiera controlarlo.
Volaban sobre el mar  y aquello tenía visos de una gran catástrofe , en pocos segundos se sintió un gran estruendo y Aisaya por el golpe perdió el conocimiento,cuando despertó sobre la arena de una playa con aquel bebé apretado a su regazo pensó que estaba muerta , pero algo la observaba  y asustada se sentó, parecía un perro que intentaba lamer al bebé.
Miró a su alrededor y no divisó casas ni personas, y después de unos minutos para sentirse con fuerzas comprobó que el niño no estaba muerto, apoyó su oído sobre el pecho y comprobó que latía, soltó un suspiro y exclamó , gracias Dios mío el es un ser tan indefenso que no merecía morir.
Se levantó y miró a ese perro tan raro y empezó a caminar buscando alguna persona que la ayudara.
El animal la siguió pero según iba caminando comprobaba que no había nadie por allí cerca, siguió caminando y se adentro por un camino , entonces el niño empezó a llorar y ella entendió que tenía hambre.
No sabía que podía darle pues era tan chiquitín y allí no se veía nada que darle, siguió buscando y aquel perro tan raro se puso delante y ella lo siguió , creyendo que la llevaría hasta el próximo pueblo, pero  no había ningún pueblo , el animal la llevó hasta donde el se guarecía una pequeña gruta formada por una gran piedra que sobresalía de la montaña.
El animal tenía allí un montón de hierba seca donde tumbarse y allí colocó al bebé quitándole la ropa mojada y colgándola sobre unas ramas para secarla.
Mientras se secaba la ropa de los dos  siguió buscando algo que darle al niño , encontró una fruta que no conocía pero pensó que si la apretaba y la sacaba un poco de jugo sobre la boquita del niño sería mejor que no darle nada y así lo hizo.
Como se hacía de noche guardó una buena cantidad de fruta para la noche y se quedó en la gruta, junto al perro que no se separó de ellos.
Al amanecer quiso seguir buscando y se adentró por el camino pero no veía nada que demostrara que allí había personas.
Retrocedió y bajó a la playa de nuevo y allí encontró trozos de tela, un baúl que abrió golpeando con una piedra, y dentro de él había ropa que ella podía utilizar para envolver al niño.
Pasaron dos días y seguía buscando pues no podía darle solo esa fruta o el niño podía morir, el perro la guiaba hacia el interior de la isla y allí encontró un tipo de cabras pero parecían salvajes y se preguntaba como podría  agarrarlas para darle leche, el perro le soluciono su problema las arrinconó  
hacia una esquina y ella se abalanzó sobre ellas y agarró una que la arrastró hasta que pudo atarla con una liana y llevarla hasta la gruta.
Se sentía feliz por poder darle un poco de leche al niño , pues ya lo sentía como suyo.
En aquella isla no había ningún ser humano y ella pensó que allí terminarían sus días, pescaba algún pez y algún marisco para comer ella y la leche y la fruta que encontraba se lo daba al niño que le puso de nombre Ismael.
Pasaron dos años, y no veía salida para ellos, Todos los medios que se pusieron para recuperar el avión y a sus pasajeros  les  dieron por desaparecidos  ya que no encontraron sus cadáveres , así que pasado un tiempo nadie les volvió a buscar.
Aisaya miraba al mar para poder ver un barco que les localizara, pero  en aquella  zona no se veían pasar jamás.
Ismael crecía sano por vivir al aire libre en un clima suave y soleado, jugaban en la arena y en el mar y le daba todo el amor de madre.
Una mañana escuchó un estruendo y se dirigió hacia allí , un avión privado se había estrellado sobre la playa y el piloto  estaba grave, ella le ayudó, le curó y cuando él recuperó el conocimiento llamó por su emisora dando las coordenadas donde se encontraba  y comunicando que allí había una mujer y un niño del avión  siniestrado. Cuando los servicios de emergencia les recogieron , no podían comprender como habían llegado hasta allí a 150 millas marinas de la catástrofe.
Aisaya antes de salir de la isla soltó a la cabra y buscó al  perro pero este había desaparecido y después de buscarlo largo rato vino a su memoria que los ángeles de la guarda protegen a los bebés
y ese perro en una isla abandonada , no podía ser otra cosa.
Cuando regresaron Aisaya se enteró que Ismael no tenía madre pues murió en el accidente y solicitó su adopción y se lo concedieron , desde entonces dedicó su vida a ese niño y a ayudar a los demás , ya que ese era su destino , pues los demás pasajeros del avión  habían fallecido en aquel accidente.
No existe la casualidad en ésta vida y Aisaya lo comprobó, y sigue trabajando por los demás.