jueves, 22 de octubre de 2015

El ciervo escondido



Un leñador de Cheng se encontró en el campo con un ciervo asustado y lo mató. Para evitar que otros lo descubrieran, lo enterró en el bosque y lo tapó con hojas y ramas. Poco después olvidó el sitio donde lo había ocultado y creyó que todo había ocurrido en un sueño. Lo contó, como si fuera su sueño, a toda la gente. Entre los oyentes hubo uno que fue a buscar el ciervo escondido y lo encontró. Lo llevó a su casa y dijo a su mujer:

-Un leñador soñó que había matado un ciervo y olvidó dónde lo había escondido y ahora yo lo he encontrado. Ese hombre sí que es un soñador.

-Tú habrás soñado que viste un leñador que había matado un ciervo. ¿Realmente crees que hubo leñador? Pero como aquí está el ciervo, tu sueño debe ser verdadero -dijo la mujer.

-Aun suponiendo que encontré el ciervo por un sueño -contestó el marido-, ¿a qué preocuparse averiguando cuál de los dos soñó?

Aquella noche el leñador volvió a su casa pensando todavía en el ciervo, y realmente soñó, y en el sueño soñó el lugar donde había ocultado el ciervo y también soñó quién lo había encontrado. Al alba fue a casa del otro y encontró el ciervo. Ambos discutieron y fueron al juez, para que resolviera el asunto. El juez le dijo al leñador:

-Realmente mataste un ciervo y creíste que era un sueño. Después soñaste realmente y creíste que era verdad. El otro encontró el ciervo y ahora te lo disputa, pero su mujer piensa que soñó que había encontrado un ciervo que otro había matado. Luego, nadie mató al ciervo. Pero como aquí está el ciervo, lo mejor es que se lo repartan.

El caso llegó a oídos del rey de Cheng y el rey de Cheng dijo:

-Y ese juez, ¿no estará soñando que Reparte un ciervo?



martes, 13 de octubre de 2015

Don Marcial y el angel





Todos los días por las callecitas del barrio, pasa Don Marcial, lo acompaña su hijo un jovencito de 20 años, de ojos claros, con signos evidentes de retraso mental. Van tomados de la mano como de paseo, son un padre y su hijo. En la mirada de don Marcial se refleja ternura; compromiso solidario y un amor inconmensurable. El muchacho va como dando saltitos, intentando ponerse en puntas de pié, pasa a veces por debajo del brazo de su padre creando una coreografía patética y casi cómica. Avanzan sin hablar, sin mirarse, cada cual en su mundo y los dos integrados en ese amor. La gente al pasar no los mira quizás por ese respeto que todos sentimos por el que sufre. El que por primera vez los ve, los observa de soslayo con curiosidad. Es extraño, ver ese joven de apariencia saludable, actuar como un niño de tres años, es como si una artera flecha hubiera hecho blanco en el centro de su entendimiento sin
permitirle avanzar hacía la adultez.
Después de tres meses sin verlos, ayer paso don Marcial, iba solo por el mismo camino de siempre, caía la tarde y una brisa fría presagiaba el invierno. A lo lejos se podía observar que un ángel lo llevaba de la mano.