miércoles, 20 de julio de 2016

LIMAY, NEUQUÉN Y RAIHUÉ




La leyenda cuenta que Neuquén y Limay, grandes amigos, eran hijos de loncos (caciques) que tenían sus toldos, uno hacia el norte y otro hacia el sur.

Los jóvenes solían salir juntos de cacería. Un día, mientras andaban detrás de un guanaco, escucharon una dulce voz que provenía del Huechulafken (Lago Alto). Se trataba de una joven muchacha, tan bella y hermosa que ambos amigos se enamoraron en el acto de sus largas trenzas morenas y sus expresivos ojos. Limay fue quien se atrevió a preguntarle a la joven como se llamaba y así supieron que su nombre era "Raihué", palabra mapuche que significa algo así como "capullo en flor".

El amor apasionado por la hermosa muchacha comenzó a distanciar a los dos amigos al punto que sus padres finalmente lo notaron. Entonces buscaron encontrar una solución tratando de evitar herir suceptibilidades. Así, los loncos se pusieron de acuerdo en ir a visitar a la machi para pedirle consejo.

La machi adviritió a los loncos sobre el origen del distanciamiento entre sus hijos y les aconsejó que pusieran a prueba a los jóvenes.

Siguiendo esta sugerencia, los caciques le preguntaron a Raihué qué es lo que más le gustaría tener. Y la joven dijo que deseaba una caracola para escuchar el rumor de las olas al acercarla s su oído. Entonces los loncos pensaron que el desafío era justo y decidieron que el primero de los jóvenes que llegara a Futalafken y consiguiera aquel regalo sería el que se casaría con la muchacha y de esta forma, se pondría fin a la disputa.

Siguiendo el consejo de los dioses, los jovenes fueron convertidos en ríos por la machi de manera tal que cada uno desde su "mapu" en el norte uno y en el sur, el otro, pudieran alcanzar el mar tras un largo y arduo viaje.

Y todo hubiera resultado de acuerdo a lo planeado sino fuera porque Cüref, el viento, se hubo sentido ofendido por no haber sido consultado. Entonces, tomando revancha, susurruba al oído de la muchacha que las estrellas que seducen a los jóvenes, esclavizarían a Neuquén y a Limay de modo tal que nunca más volvería a saber de ellos.

Poco a poco, el corazón de Raihué se fue marchitando de angustia y de dolor ante estos mensajes insinuantes. Y asi fue pasando el tiempo y como ninguno de sus enamorados regresaba, se dirigió a la orilla del Lago Alto donde todo había comenzado y se ofreció a Nguenechén, el dios Todopoderso y le ofreció su vida a cambio de la salvación de los jóvenes. El dios le concedió el deseo y la convirtió en una hermosa planta de frutos dulces y flores pulposas: el michay (calafate).

Cüref, el viento, no satisfecho aún, fue a contarle a los jóvenes lo que había sucedido con la muchacha. Y sopló, y sopló para desviar el curso a fin de darles la noticia a los dos juntos. Y cuando Limay y Neuquén se enteraron de que que Raihué había muerto, se abrazaron para consolarse mutuamente y unieron sus aguas para siempre. Y los dos fundieron sus aguas rumbo al mar, vestidos de luto y dando origen al caudaloso Río Negro.


Leyenda mapuche

martes, 19 de julio de 2016

Abelardo y Eloisa



Abelardo nació en 1079 en Palais, Alta Bretaña, una aldea próxima a Nantes. Berengario, su padre, era una persona culta e ilustre que supo hacerse cargo de la educación de su hijo y sus hermanos.

Siendo muy joven, Abelardo fue destinado a la carrera militar, que luego abandono por su pasión por el estudio. Cultivó todos los saberes de su tiempo, incluyendo la música y el canto. Y fue por el estudio que renunció tanto a su herencia como a su primogenitura. Abelardo, inteligente y tolerante, fue paradójicamente asceta o sensual, según los vaivenes de su corazón.

A los 20 años, Abelardo se marchó a París, dedicándose a la filosofía. Estableció una escuela en la colina de Santa Genoveva y a la misma atrajo a una gran multitud de alumnos de los que mereció profundo respeto. Años mas tarde, sus obras De trinitate y su Introducción a la teología, despertarían grandes polémicas y serían condenadas por la Iglesia Romana.

Tuvo su primera escuela en Melun y en Corbeil para regresar a los 25 años a París en donde se entregó plenamente al debate filosófico. Abelardo se hizo discípulo de Anselmo para aprender teología. Luego comenzó a debatir con su maestro, al que venció en una discusión pública, quedándose así con todos sus discípulos. La soberbia de Abelardo ase despertó como consecuencia de su constancia en el estudio y su habilidad retórica.

Eloísa, era una bella joven de talento excepcional, sobrina de Fulberto, canónigo de París. Había nacido en 1101 y tenía entonces 17 años. Abelardo, que vivía en casa de Fulberto, sedujo a Elosía bajo el pretexto de cultivar su formación filósofica: “inflamado de amor, busque ocasión de acercarme a Eloísa y en consecuencia, trace mi plan.”, decía Abelardo en una epístola dirigida a uno de sus amigos.

Cuando Eloísa quedó embarazada, Aberlardo decidió raptarla para conducirla a Bretaña. Allí, dio a luz un niño en la casa de la hermana de su amante. Pero cuando Abelardo regresó a París, Fulberto lo esperaba para ejecutar su venganza: sus emisarios multilarían sin mas al seductor de su sobrina.

Eloísa, sin otra alternativa, tomaría los hábitos en el convento de Argenteuil y Abelardo, ingresaría en el convento de Saint-Denis. Aunque éste, más adelante, abandonaría el claustro para dedicarse nuevamente a la enseñanza y al debate filosófico, aumentando su fama y con ella, la cantidad de seguidores y adversarios.

Abelardo, como consecuencia de sus ideas y discusiones teológicas, fue rechazado por los monjes de Saint-Denis, por lo que se retiró a la diósesis de Troyes donde se comprometió con una vida austera y rigurosa. Allí fundó el oratorio al Paracleto o Espíritu Santo Consolador, del que mas tarde Eloísa fuera abadesa.

Durante el Concilio de Sens, en 1140, San Bernando venció a Abelardo en una discusión pública. En consecuencia, fue condenado a cárcel perpetua (sentencia que luego fue conmutada por la clausura en un monasterio). Sin embargo, años después, el abad de Cluny, Pedro el Venerable, logró reconciliar a Bernardo y Abelardo.

Abelardo murió en la abadía de San Marcelo, en Chalons-sur-Saone, el 21 de abril de 1142. Tenía por entonces 63 años. En sus últimos años, había abandonado sus ideas heréticas, rechazando el arrianismo y el sabelianismo. Eloísa, reclamó su cuerpo.

Elosía murió en 1163, pero recién en 1808 los restos de ambos amantes fueron depositados juntos en el Museo de monumentos franceses de París. Finalmente en 1817, ambos fueron depositados en una misma tumba, en el cementerio del Pere Lachaise, de la misma capital. En rigor, los arqueólogos cuestionan la autenticidad de los restos. Pero en el terreno de lo legendario, la ficción y la realidad se tejen en una verdad de fe, que vale simplemente por el romanticismo del relato que los que escuchas desean creer.. Abelardo y Eloisa, aunque abocados al debate filosófico el uno, o la vida monástica la otra, nunca dejaron de amarse apasionadamente, pensando sin más, el uno en el otro. No pudieron morir juntos, pero protagonizaron la terrible desdicha de un amor imposible que si bien no les dio la felicidad de vivir uno cerca del otro, si les dio la de haberse sabido amados.



 Mitología Medieval