La batalla de Rande y el tesoro que se suponía sumergido en sus aguas ha cautivado la imaginación desde hace más de tres siglos; unos hechos históricos que se han aclarado por recientes investigaciones que han transformado en historia unos hechos envueltos por la bruma de la leyenda.
A raíz de la coronación en 1700 de Felipe V de Borbón como rey de España se produce la Guerra de Sucesión entre la alianza franco-española y los países que apoyaban la candidatura del Archiduque de Austria: Austria, Inglaterra y los Países Bajos. Hacia finales de agosto de 1702, una gran flota anglo-holandesa compuesta por 50 navíos de guerra y 110 barcos de todo tipo transportaron un ejército de catorce mil soldados para conquistar el puerto de Cádiz. Esta ciudad estaba defendida solo por unos quinientos soldados. Como la victoria parecía probable y debía de servir como base para el control del Mediterráneo, la expedición iba acompañada por el Príncipe Jorge de Hesse-Darmstadt, comandante en Jefe del ejército aliado. En ese momento la Flota de Indias, formada por 13 galeones y 13 barcos mercantes se acercaba a la Península escoltada por 18 navíos de guerra franceses. Al sospechar que el enemigo pudiera estar acechándoles en su habitual destino –Cádiz– se dirigieron a Vigo, llegando a su bahía el 23 de septiembre.
Mientras tanto, el ejército anglo-holandés saqueó el Puerto de Santa María y Rota, consiguiendo que la población civil se indispusiera con la causa del Archiduque de Austria. Los quinientos soldados que defendían Cádiz en condiciones extremas fueron reforzados por miles de civiles voluntarios. Durante más de un mes de ataques perdieron los asaltantes dieciséis barcos de guerra, rechazándose todos sus ataques terrestres; por ello, el 30 de septiembre Rooke decidió abandonar el ataque a Cádiz, dirigiéndose a una decena de puertos del Algarve portugués para descansar y conseguir agua potable antes del viaje de regreso.
El almirante Rooke estaba tan desesperado que se envenenó con láudano, siéndole realizada una lavativa para que no muriese.
A mediados de octubre, cuando la gran flota anglo-holandesa ya iba de regreso, fue alcanzada por un barco inglés que venía del bloqueo del puerto de El Ferrol les transmitió la noticia de que la Flota de Indias se encontraba en Vigo. Esto cambió completamente la moral de los integrantes de la flota de Rooke, que decidió dirigirse allí. Los anglo-holandeses arribaron a la bahía de Vigo el 22 de octubre.
Cuando el comandante de la flota fondeada en Vigo conoció el ataque a Cádiz, tomó medidas preventivas. Los barcos españoles y franceses zarparon de Vigo adentrándose en la bahía interior defendida por los fuertes de Rande y Corbeiro. El Corregidor de Vigo movilizó más de mil carros y a cientos de labriegos para ayudar en la descarga de los barcos.
Los marinos desmontaron la artillería de muchos barcos, reforzando las defensas de las dos fortificaciones de cada orilla del Estrecho de Rande; en tanto que el jefe militar español reclutó unos dos mil paisanos para reforzar a los escasos soldados de los fuertes; pero estos carecían de armas de fuego y mucho solo contaban con aperos de labranza y armas blancas. Además, los franceses improvisaron una cadena para impedir que los barcos pudieran atravesar el estrecho. La noticia de la victoria de Cádiz llegó el 11 de octubre a Vigo, acelerándose los preparativos; por lo que para cuando llegó la flota de 185 navíos de todas las clases quedaban en los barcos mercancías propiedad de los mercaderes que optaron por esperar a que pasara el peligro para dirigirse a otros puertos. Casi toda la plata estaba en carretas de camino de Madrid. Algunas carretas con parte del tesoro fueron robadas por ladrones en el pueblo de Ribadavia (Orense). El 30 de octubre llegaron al Casón del Buen Retiro trescientas carretas con monedas y lingotes por valor de veinte millones de reales, correspondientes al “tercio Real” (la comisión de la Corona). Tal fue el griteróo de la gente ante el espectáculo de su llegada que el rey Felipe V se despertó así de su siesta.
La petición de los comandantes de los navíos para que el Corregidor de Vigo enviara a los ocho mil españoles que defendían las murallas de la ciudad no fue atendida. Por ello la numerosa y fogueada infantería anglo-holandesa desembarcó en ambas orillas y tomó al asalto los fuertes de Rande y Corbeiro. Al gran buque Torbay- de 80 cañones- le adosaron una gigantesca hacha en la proa, lanzándose a toda velocidad contra la cadena consiguió romperla, permitiendo el paso al resto de los atacantes. Desde ese momento el resultado de la batalla de Rande estaba decidido.
La gran superioridad de la flota atacante (60 contra 20) propició que en pocas horas todas las naves españolas y francesas fueran destruidas o capturadas; entre estas últimas estaba el gigantesco galeón Maracaibo, considerado el mayor del mundo. Una parte de su carga no había sido descargada y fue capturado casi intacto. Pero cuando, unos días después, el Maracaibo partió en dirección a Inglaterra naufragó, frente al islote apropiadamente llamado O Agoreiro, acompañado al fondo del mar por el navío de guerra inglés Monmouth (que lo estaba remolcando). Al hundirse ambos buques cientos de marinos ingleses nadaron hacia el Maracaibo para recoger lo que pudieran; la mayoría de ellos se ahogaron, a los marinos supervivientes sus oficiales les incautaron lo obtenido al ser embarcados.
Desde entonces se viene especulando sobre el valor que atesora el precio del galeón Maracaibo, todavía no encontrado. Los ingleses lo valoraron en un millón de libras.
En contra de los supuesto, los atacantes solo regresaron con plata por valor de 14.000 libras. La mayor parte del botín fueron las maderas y especias que los atacantes pudieron rescatar de los barcos incendiados deliberadamente por las tripulaciones cuando se rompió la cadena de defensa. Pero se produjo la paradoja de que los mercaderes ingleses, alemanes y holandeses fueron los principales perjudicados de esta historia. En primer lugar, porque la mayor parte de las mercancías no desembarcadas eran suyas. Y además porque —enterado el rey Felipe V de que ellos eran propietarios de buena parte de la plata y mercancías desembarcadas (en casi todos los casos registradas a nombre de españoles)— decidió confiscárselas por ser súbditos de los países enemigos. Por eso el cargamento de Indias de 1702 fue el que más aportó a la Corona en tres siglos de viajes oceánicos; recursos fundamentales para financiar los ingentes gastos de la Guerra de Sucesión.
La arribada a Inglaterra de la flota del almirante Rooke fue acompañada de una fuerte bajada de la Bolsa de valores de Londres así como de una investigación parlamentaria sobre el desastroso ataque a Cádiz. Después de agitados debates parlamentarios, la victoria militar en la batalla de Rande le procuró una felicitación del Parlamento, posibilitando que Rooke estuviera al mando de la flota que en 1704 tomó Gibraltar; razón por la que los llanitos le han erigido una estatua en la colonia gibraltareña.