viernes, 26 de agosto de 2016

Conde Estruch




Existe la creencia popular de que el vampirismo, tiene sus orígenes en Transilvania en el siglo XVIII. Generalmente se asocia el nacimiento del vampirismo con Vlad Draculea, conocido también como Vlad el empalador, pero lo cierto es que anteriormente ya existía una vieja leyenda sobre un personaje que presuntamente era vampiro y que ya existía en el condado de Ampurias durante el siglo XII. Según este mito, fue el Conde Guifré Estruc o Estruch, un noble señor feudal de la corona catalano-aragonesa, que durante los años 1173 y 1212, protagonizó esta leyenda sobre el vampirismo, situada en el Castillo de Llers, en el Alt Empordà, y que fue pasando de padres a hijos hasta nuestros días.

En plena Reconquista y en las tierras del Pirineo, pertenecientes al Condado de Barcelona, se libraba una batalla contra el paganismo, la herejía y la brujería, muy abundantes en la zona. Se temía que los no cristianos se aliaran con los musulmanes del sur. Guifré había sido un guerrero valeroso y destacado en la lucha contra el rey moro de Valencia, y un héroe en la batalla de las Navas de Tolosa. Decían que fue un hombre que también destacaba por su caballerosidad y su buen trato con los súbditos que habitaban cerca de su fortaleza. Se casó con una mujer noble pero enviudó pronto. Alfonso II el “Casto”, y su tutor el Obispo de Barcelona Guillermo de Torroja, le encargaron al conde la lucha contra el paganismo en las tierras del Empordà. Ya de edad avanzada, Estruch fue destinado a Llers. una pequeña villa cerca de Figueras, donde le fue concedido el Castillo de Llers. Allá llevaría a cabo una doble misión; luchar contra las invasiones occitanas y a su vez contra los cultos paganos.


En el siglo XII aún se vivía apegado a los antiguos cultos iberos paganos, anteriores al Cristianismo, por lo cual éstos eran un potencial aliado de los árabes o, tal vez, de los francos. El conde se distinguió por la persecución de la brujería y el paganismo. Estruch tuvo que reprimir esos cultos ancestrales que aún creían en la magia y las ciencias ocultas, origen de la actual creencia en brujas y demás supersticiones, y obligar a los campesinos ampurdaneses a abrazar la fe en Cristo. La vida del noble cambia drásticamente cuando se ve obligado a mandar ajusticiar a un grupo de mujeres acusadas de brujería. Dice la leyenda que antes de morir quemadas, aquellas mujeres maldijeron a Estruch.

Unos cuentan que falleció asesinado, envenenado por un capitán de su ejército. Otros, que su muerte se produjo de manera natural, pero en lo que todos coinciden es en que debido a la maldición, el conde regresó de la tumba convertido en un vampiro de aspecto joven y seductor, sediento de sangre.

Dicen antiguas leyendas que sólo salía de noche para beber la sangre de sus víctimas, gustaba seducir y violar a las mozas casaderas dejándolas embarazadas. Al cabo de nueve meses las desafortunadas parían pequeños monstruos que morían no más nacer ya que, según las tradiciones antiguas un vampiro no puede tener hijos. Sus terribles actos se extendieron por toda Catalunya, siendo su fama tan grande que incluso las madres mencionaban a Estruch si sus críos no se portaban bien. 

Sobre su final aparecen de nuevo varias interpretaciones, unas establecen como responsable a una anciana religiosa. Ésta acabó con el vampiro en su castillo, clavándole una estaca en el corazón. Otra versión atribuye su muerte a un ermitaño de origen judío que lo hizo descansar en paz con un sortilegio ancestral relacionado con los rituales de la cábala.

En aquellos años, Ricardo Corazón de León, futuro rey de Inglaterra, residía en la misma zona en que se desarrolló la leyenda del conde Estruc ya que fue enviado por su padre Enrique II de Plantagenet para participar en las Guerras del Rosellón, a favor de la corona aragonesa y catalana contra los francos estableciéndose en Perpiñán, a muy escasas leguas de Figueras y de Llers. Tal vez este dato justifique que, tras la Tercera Cruzada acontecida entre 1190 y 1192, el mito pase al Este de Europa. Ricardo de Inglaterra atravesó el Danubio, camino de Tierra Santa, y a su regreso en 1193 fue hecho prisionero por Leopoldo, duque de Austria. El rey inglés estuvo encerrado en el castillo austriaco de Tierenstein, muy cercano a Transilvania, y es a finales del siglo XII que estas leyendas irrumpen en los Cárpatos.

No tenemos ninguna documentación histórica sobre la existencia del conde Estruch, todo procede de la tradición oral. Se cuenta que la documentación que existía se perdió en las ruinas del castillo de Llers, que fue utilizado como polvorín y bombardeado por la Legión Cóndor durante la Guerra Civil.

Es posible que el mito se construyera con datos de varias personas reales, como pasa con otros personajes legendarios. Ahora bien, para que una leyenda cruce la historia durante tantos siglos, algo debió impresionar profundamente a sus protagonistas para que conservaran el relato y lo pasaran de padres a hijos. En Catalunya todavía hoy en día podemos oír las expresiones "tenir malestruc" o "malestrugança". Podríamos traducirlas al castellano como mala suerte, o mal fario.


lunes, 22 de agosto de 2016

La Cucafera




La Cucafera es un monstruo de la mitología catalana que le suele emparentar con los dragones, y dado a su gran parecido, muchos folcloristas piensan que tiene su origen o está relacionado con la Tarasca provenzal.
Se le suele representar como una tortuga de un gran tamaño, con el caparazón protegiendo completamente el animal, con un cuello extensible cuya cabeza es más parecida a la de un cocodrilo. Se suele usar como asustaniños, a quienes se les explica que cada día se come trece gatos y tres niños vivos. En Tortosa (Tarragona), su figura aparece delante de la procesión de la Cinta, patrona de la ciudad, acompañada de sus dos hijas.

Otro aspecto popular de representar a la cucafera es como una especie de Dragón sin alas, que avanza arrastrándose por el suelo, gracias a un número indeterminado de patas.




viernes, 19 de agosto de 2016

La Cocollona




La Cocollona es una criatura de la mitología catalana en la ciudad de Girona. Se trata de un animal parecido a un cocodrilo con alas de mariposa que nació de la metamorfosis de una monja encerrada.
Dice la leyenda que en la orilla izquierda del Onyar, en el barrio del Mercadal, había un convento de monjas poco devotas y que llevaban una vida desordenada. Entre ellas había una novicia con verdadera vocación religiosa que les recriminaba la viada que llevaban.

Las otras monjas para no oír sus recriminaciones, la encerraron en una celda en el subterráneo del convento. Estuvo encerrada durante muchos años y debido a la mala alimentación, la oscuridad y la humedad le fueron saliendo por todo el cuerpo unas escamas hasta quedar convertida en una especie de cocodrilo. Pero debido a su santidad y pureza de alma también le salieron en la espalda, a pesar de su aspecto, unas maravillosas alas de mariposa de bonitos colores transformándose en Cocollona.

Cuando murió, su fantasma se veía nadando por el río Onyar muy cerca de donde había estado prisionera. Más o menos donde se empezó a ver, entre el puente de piedra y el puente de las pescaderías viejas. Se dice que solamente en las noches de luna llena, hacia el alba, los gerundenses sensibles, pueden ver la translúcida figura de la Cocollona nadando río arriba y abajo hasta que sale el primer rayo de luz…

miércoles, 17 de agosto de 2016

EL LAMENTO DEL GUAJOJÓ.



Se dice que por las noches, en lo más profundo de la selva boliviana, se oye un sonido estremecedor, parecido a un llanto o un lamento. Este sonido es producido por un ave nocturna y solitaria, denominada guajojó.


La leyenda que gira en torno al guajojó comienza en un antiguo pueblo indígena boliviano, en el que vivía una joven, hija de un cacique y hechicero. Ésta se había enamorado perdidamente de un joven guerrero de su tribu y al poco, comenzaron una relación furtiva, ya que el cacique y no vería con buenos ojos esta unión.
Pero el cacique no tardó en enterarse, y furioso, decidió acabar con esta relación; pese a las súplicas de su hija, mandó a la guerra a sus hombres, entre los que se encontraba el joven amante, pensando que lo enviaba a una muerte segura. Así su hija tendría que olvidarse de él y podría casarla con alguien que estuviera a su altura.
Pero tras la guerra, los guerreros regresaron, y la sorpresa del cacique fue mayúscula cuando, entre ellos, regresaba el joven. Harto, el cacique decidió acabar con el problema con sus propias manos. Invitó a tres soldados a cazar con él y se separaron en parejas. Obviamente, la pareja del cacique era el amante de su hija. Cuando estuvieron lo suficientemente lejos, el joven fue apuñalado.
Esta escena fue presenciada por la joven, que no fiándose de las intenciones de su padre, los había seguido. Asustada, regresó velozmente a la tribu. Cuando llegó su padre, la encuentró llorando desconsoladamente y ésta le amenazó con contarle a todo el mundo lo que el cacique había hecho. El padre, atemorizado por las consecuencias, decidió convertir a su hija en un pájaro guajojó.
Por eso se dice que aquel lamento que se escucha por la noches en la selva, es la joven, que sigue lamentándose por la muerte de su amado.


martes, 16 de agosto de 2016

La cataratas de Iguazú




Cuenta la leyenda guaraní que hace muchos años, vivía en el río Iguazú una gran serpiente llamada Boi. Una vez al año, los indígenas guaraníes debían ofrecer a la serpiente una bella doncella, arrojándola al río.
A este ritual acudían todas las tribus de la zona y cierto año, el jefe de una de esas tribus fue Tarobá. Éste, al conocer a la muchacha a la que se debía sacrificar, se enamoró. Tarobá intentó convencer a los ancianos de la tribu para que no sacrificaran a Naipí, como se llamaba la joven, pero no consiguió su cometido; Naipí sería sacrificada.
Pero Tarobá no se rindió, y la noche antes del sacrificio, raptó a Naipí. Juntos se subieron a una canoa y navegaron por el río Iguazú. Enterada de lo sucedido, la serpiente, colérica, partió con su cuerpo el río en dos, dando lugar a las cataratas. Tarobá y Naipí quedaron atrapados. Boi convirtió a Tarobá en un árbol, justo encima de las cataratas y la caída de éstas estaba formada por la cabellera de Naipí.


Hecho esto, la diosa Boi, volvió a sumergirse en la Garganta del Diablo, como es conocida la parte baja de las cataratas, y desde ahí vigila que los amantes no vuelvan a unirse jamás.
Pero cuentan los indígenas, que los días que hay arcoíris, Tarobá y Naipí unen de nuevo su amor...

domingo, 14 de agosto de 2016

EL ROBLE Y EL PESCADOR



Cuenta la leyenda albanesa que una vez existió un pescador muy pobre, llamado Eduardo, que para mantener a su esposa y a sus cinco hijos, partía todos los días al mar en busca de alimento. Pero la mala fortuna quiso, que durante diez días Eduardo no consiguiera pescar siquiera un pez.
Una mañana, cuando Eduardo se dirigía al mar, se encontró con el rey Julián, que al conocer su historia, decidió ayudarle y le dijo:

-Cada vez que atrapes algo con tus redes, tráelo a palacio. Yo te pagaré su peso en oro.

Ante esta  perspectiva, Eduardo salió feliz a la mar, pero para su desesperación, al final del día no había conseguido atrapar nada con sus redes. Triste, regresó a su casa, no sin antes probar suerte por última vez cerca del muelle. Al sacar las redes, lo único que había pescado era una pequeña hoja de roble dañada por el agua. Dio la casualidad de que por allí pasaba un amigo y le animó a ir a palacio con la hoja, ya que era lo único que había atrapado con sus redes. Eduardo, que no tenía nada que perder, se presentó delante del rey. Al verlo, el rey se echó a reír y dijo:

-Esa hoja es tan liviana que ni siquiera moverá la balanza.

Aún así, el rey puso la hoja en el platillo, y ante el asombro de los presentes la balanza reaccionó como si estuviera cargada de plomo. El tesorero comenzó a equilibrar la balanza con monedas de oro. Aquella pequeña hoja de roble pesaba lo mismo que sesenta monedas de oro.

Con ese dinero, Eduardo compró todo lo necesario para su familia y el rey convocó a todos los sabios del reino con la intención de saber cual era el misterio de la hoja de roble. Pero ninguno encontró la respuesta. Ni siquiera Eduardo supo jamás lo que había pasado.

El secreto de la hoja tenía su origen en la infancia de Eduardo. Cuando éste tenía cuatro o cinco años, un labrador había arrancado un pequeño roble que crecía en los límites de su propiedad. Eduardo lo había recogido y lo había plantado en unas tierras sin dueño. Así, el roble había podido continuar viviendo, y encontró la posibilidad de recompensar al pescador por su buena obra.