Había una vez una mujer llamada Luisa. Era una mujer fuerte y enérgica, llena de vida y entusiasmo. Disfrutaba de su carrera como maestra de escuela y siempre se encontraba rodeada de amigos y familiares. Sin embargo, un día su vida dio un giro inesperado.
Luisa comenzó a notar debilidad en sus manos y dificultades para realizar tareas cotidianas como escribir o sostener objetos. También experimentaba fatiga constante y tropezaba con frecuencia. Preocupada, decidió buscar ayuda médica.
Después de varios exámenes y consultas, Luisa recibió un diagnóstico devastador: ELA, esclerosis lateral amiotrófica. La noticia la dejó atónita y se sintió abrumada por la incertidumbre que la enfermedad traía consigo.
A medida que la ELA avanzaba, Luisa tuvo que enfrentar una serie de desafíos. La debilidad muscular se extendió por todo su cuerpo, lo que dificultaba su capacidad para moverse y realizar las actividades diarias. Se vio obligada a dejar su trabajo y a adaptar su estilo de vida a medida que la enfermedad progresaba.
A pesar de las dificultades, Luisa se mantuvo valiente y decidida. En lugar de dejarse vencer por la ELA, decidió convertirse en una defensora de la concienciación sobre esta enfermedad. Se unió a organizaciones de ELA y compartió su historia para ayudar a otros a comprender los desafíos que enfrentan las personas con esta enfermedad.
Con el tiempo, Luisa se convirtió en una inspiración para muchas personas. A través de sus esfuerzos, logró crear conciencia sobre la ELA y recaudar fondos para la investigación. Organizó eventos locales para conmemorar el Día Internacional de la ELA, donde las personas se reunían para mostrar su apoyo y solidaridad hacia aquellos afectados por la enfermedad.
En cada Día Internacional de la ELA, Luisa recordaba la importancia de la investigación y la necesidad de encontrar una cura para esta enfermedad devastadora. Se esforzó por recordar a todos que, aunque la ELA puede ser una batalla difícil, es importante mantenerse unidos y apoyarse mutuamente.
A medida que pasaban los años, la voz de Luisa se hizo más fuerte y resonante. Sus esfuerzos no solo ayudaron a recaudar fondos para la investigación de la ELA, sino que también brindaron esperanza y consuelo a las personas afectadas. A través de su lucha incansable, Luisa demostró que la ELA no definía quién era, sino que solo era un obstáculo en su camino hacia la superación y la inspiración.
En cada Día Internacional de la ELA, su historia se recordaba y se celebraba. Luisa se convirtió en un símbolo de fortaleza y perseverancia, y su legado continuó inspirando a las generaciones futuras a seguir luchando por una cura para la ELA y a brindar apoyo a quienes viven con esta enfermedad.
Así, hoy 21 de junio Día Internacional de la ELA, las personas de todo el mundo recordamos la historia de Luisa y nos unimos en solidaridad para crear conciencia y encontrar una solución a esta enfermedad. (RARA).
En agradecimiento a Juan Carlos Unzué gran luchador contra la ELA
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