domingo, 1 de julio de 2012

Cuento de verano ( El Culebre)





Cecilia piensa que esta tierra está encantada y está pasando las mejores vacaciones de su vida . Aquí la gente es muy tradicional y muy apegada a su terruño.
Por eso hoy contaremos la leyenda del Culebre.

El Culebre es un misterioso dragón que las leyendas sitúan en una cueva en los acantilados de San Vicente de la Barquera.
Está emparentado con los grandes dragones de otras tierras. Como estos, tiene una sola cabeza y una enorme boca con terribles dientes por la que expulsa fuego y azufre. Sus ojos tienen el color de ascuas ardientes. Todo su cuerpo está cubierto de escamas y en su espalda posee unas pequeñas alas de murciélago que le permiten volar
Se cuenta que el Culebre tras varios siglos de longevidad ha perdido parte de sus poderes. Esto sucede sobre todo la noche de San Juan cuando se dice que fallan los encantamientos mientras que, según se habla, la noche de San Bartolomé sale de su cueva con sus poderes acrecentados, provocando tempestades y desatando el terror entre las tranquilas gentes de San Vicente.
Cuenta la leyenda que  durante un tiempo el Culebre exigía como tributo una doncella virgen para devorarla, pero una vez, una de las doncellas invocó al Apostol Santiago para que la salvara de tan cruel muerte y entonces, el Culebre quedó  herido en el pecho, soltó una nube de azufre por la boca y retorciéndose, dolorido y  humillado, se metió en la cueva para no volver a pedir tributo a las gentes.

Cuento de verano (Los caballucos del diablo)





Hoy fin de semana le contaremos a Cecilia dos historias de la mitología popular, pues ella está muy interesada y desea conocer todos los pormenores  sobre el tema.
Le vamos a contar sobre los caballucos del diablo.

Los Caballucos del Diablo surgen en la mágica noche de San Juan en un estallido de fuego y humo e inundando el silencio de la noche con un bramido infernal que libera la furia de estar contenidos durante un año.
Los Caballucos del Diablo portan alas de libélula con las que surcan la noche en busca de los tréboles de cuatro hojas que comen para evitar que los mortales los encuentren y les den fortuna y salud. 
Las leyendas relatan que los Caballucos eran siete que se corresponden con los colores: rojo, blanco, negro, azul, verde, amarillo y anaranjado. El primero de ellos, el caballo rojo, el más robusto y grande es el jefe que dirige al resto en su misión de búsqueda. Los lugareños que han visto a los caballucos dicen que el mismo diablo cabalga sobre él. 
Los Caballucos atraviesan sendas y caminos dejando huellas de herraduras sobre todo lo que pisan. Las rocas y piedras que se encuentran bajo sus pezuñas quedan marcadas como si se tratase de tierra recién labrada. Tal es la fuerza de su pisada. 
También poseen un resoplido tan fuerte y frío como los vientos de invierno que hace moverse y caer a las hojas de los árboles y arbustos. A veces, señalan los lugareños, los caballos después de tan fatigosa búsqueda, se paran agotados y su saliva goteando se vuelve barras de oro que si son encontradas por algún hombre le traerán suerte y le harán inmensamente rico, pero cuando muere, su alma baja directamente al infierno. 
Las leyendas y supersticiones señalan que estos caballos provenientes del infierno, en realidad eran hombres que por sus pecados perdieron su alma y se vieron obligados a recorrer Cantabria por el resto de la eternidad. El caballo rojo era un hombre que prestaba dinero a los labradores y luego embargaba sus propiedades con sucias tretas; el blanco era un molinero que robaba muchos sacos del molino de su señor; el negro era un viejo ermitaño que engañaba a la gente; el amarillo era un juez corrupto; el azul, un tabernero; el verde, un señor de muchas tierras que deshonró y se aprovechó de muchas jóvenes y el naranja era un hijo que por odio pegaba a sus padres.