martes, 2 de octubre de 2012

El Buey Mugidor



En una laguna que hay en Reiris, la de Carregal, se pueden oir los bramidos que da un buey que parece estar sumergido en las aguas.

En tiempos muy remotos había por allí un palacio real y a su alrededor las casas de los siervos.

El rey tenía una hija querida por todos.

Un invierno llegó al lugar un Moro anciano aterido por el frío.

La hija del rey se apiadó de él y le dejó entrar a palacio a comer y calentarse.

El moro se enamoró de la rapaza y la pidió en matrimonio pero el rey se negó por ser mago e infiel además de viejo y la princesa no quiso saber nada del asunto.

El moro se enfadó y se marchó amenazante...

En el mismo momento empezó a temblar la tierra y todo el mundo quedó aterrado.



Las casas se derrumbaban y las fuentes se desbordaban anegando el terreno.

El rey, su hija y sus súbditos cuando huían, vieron al moro que desde lo alto de un peñasco contemplaba la ruina que había provocado mientras se reía cruelmente.

El rey arremetió lanza en ristre contra él.

Al verlo, intentó huir pero como no era joven, no podía correr y entonces se transformó en un enorme toro.

Aún así el rey le iba dando caza y obligando a que se internara en el pueblo medio anegado.
Mientras, la princesa arrojaba sus joyas al agua mientras suplicaba a las buenas hadas:
"¡Ayuda os pido!
¡Que ese moro traidor y malvado no salga jamás de las ruinas y las aguas que causó con su maldad y que pene para siempre en el fondo del lago!".
El moro intentaba escapar pero no podía salir de las aguas y cada vez se hundía más hasta que desapareció entre ellas.
Los habitantes del lugar se asentaron en los alrededores y aún dicen que de las aguas del lago se oye el bramido del toro en algunas ocasiones.


lunes, 1 de octubre de 2012

Las conchas de Santiago





Todas las peregrinaciones, sin excepción, poseían toda clase de objetos y atributos característicos, recuerdos de las mismas, en muchos casos objetos santos o santificados. A veces eran piedras de los edificios santos, piedras de las tumbas, agua del Jordán, aceite de las lámparas que ardieron ante sus altares, velas quemadas ante la tumba de Cristo, limaduras de hierro de las cadenas de San Pedro, etc.

La peregrinación a Santiago durante los siglos XI y XII posee enseñas propias, entre las que sobresale el uso de veneras o conchas como gran atributo jacobeo. Son conchas de vieiras del tipo Pectem Maximus L., que se pueden encontrar desde Madeira hasta Noruega. El uso de tal motivo fue tan pródigo en el peregrino jacobeo, que no solo tenía la presumible funcionalidad de ayudarse con ella para beber, sino que formaba parte de su indumentaria decorativa en el traje de romero, en la esclavina, en el sombrero.


¿Por qué los peregrinos llevan una concha de vieira en el bastón?

El mito se remonta al momento en que el cuerpo del Apóstol Santiago es trasladado a Galicia por sus discípulos. La casualidad quiso que llegase a Bouzas cuando se estaba celebrando una boda. Entre los cantos y actividades, que tenían lugar, los señores a caballo practicaban un juego que consistía en arrojar sus lanzas al aire y galopar para recogerla antes de que tocase el suelo.

El novio, que participaba también en este juego, tuvo la mala suerte de que una vez tirada la lanza, su caballo se adentrase en el mar y se sumergiese. Ante lo cual, los presentes, vieron con asombro como del caballero y su caballo sólo quedaba una estela de espuma brillante que se dirigía hacia una nave que se acercaba a la orilla. Aquella nave era la nave en la que llegaba el cuerpo del Apóstol Santiago. Al fin, salieron el novio y el caballo a la superficie, y todos pudieron contemplar como caballero y montura estaban en perfecto estado y recubiertos de conchas de vieira…

En honor al milagro producido, desde entonces, todo peregrino del Camino de Santiago de Compostela, lleva en su sombrero y en la esclavina de su sayal una concha de vieira.