martes, 19 de febrero de 2013

El Monasterio del Escorial “La puerta del infierno”






Esta leyenda dice que se eligió el emplazamiento del monasterio del Escorial para cerrar una puerta al infierno. El Monasterio del Escorial es una zona mística y cuando se construyó, había un perro negro que martirizaba a los constructores. Al parecer, el Escorial es una de las puertas del infierno y el perro su guardián. Uno de los episodios más enigmáticos que tuvieron lugar mientras se construía El Escorial ocurrió en el año 1577. Los monjes franciscanos aseguraban ver a un perro negro que daba portentosos saltos a la luz de la luna. Y sus aullidos de ultratumba eran claramente audibles. Se rumoreó que el perro era Can Cerbero, el mitológico monstruo que protegía el acceso al Averno.

Considerado el monasterio uno de los grandes lugares mágicos del mundo y donde por ejemplo su basílica tiene las medidas del Arca de Noé y el conjunto del monasterio tiene las medidas del Templo de Salomón”. Este monasterio se empezó a construir en el año 1562 y se financio su desarrollo con el oro y la plata traída de América. Quizás esa similitud con las medidas del Templo de Salomón sea debido al conocimiento que en el siglo XVI se tenia de dicho templo. En este lugar el entonces rey Felipe II consiguió reunir una de las colecciones de libros en  temas ocultos más importantes de Occidente. Mucho de leyenda, poco de historia, he aquí otro de los misterios de este lugar donde habitamos “EL ESCORIAL”.



Cuenta la leyenda que  Lucifer vivió en una cueva situada a los pies del Abantos, justo los días entre la expulsión de las cortes celestiales y su destierro al infierno. En esos días inciertos, el más bello de los ángeles rebeldes comenzó una andadura por toda la tierra y así crearse una serie de puertas para acceso a las tinieblas.

Erguido y firme subió a la cumbre y desde ahí la vista era hermosa, la gran meseta plana e inmensa, el cielo azul y se entristeció ante su gran pérdida, arrepentido y lleno de ira levanto su mano y arrojó una gran bola de fuego contra la tierra que abrió un agujero en el bosque de la herrería al pie de las dos machotas de Zarzalejo.

Allí quedaron abiertas una de las siete entradas al infierno y durante años la zona quedó maldita.

Hasta que un buen día un rey prudente pasó por allí… había pasado toda su vida leyendo y rezando, la mística se había apoderado de su alma y decidió que debía hacer el bien a la humanidad, a saber cerrar la puerta al infierno.

Llamó a los más ilustres arquitectos, a alquimistas y magos y comenzó su gran obra, la construcción de un enorme monasterio, una gran reja de granito que impidiera para siempre que el maldito demonio paseara de vez en cuando por la tierra.

Los verdaderos motivos quedaron ocultos y se dijo que el gran edificio tiene forma de parrilla para honrar a San Lorenzo, cristiano asado por los romanos en una parrilla y que, se cuenta dijo: “Dadme la vuelta que aun no estoy bien hecho”.

La verdad es que años más tarde a su construcción, el rayo de una terrible tormenta incendió parte de las dependencias del monasterio, hay quien vio la figura del diablo lanzando truenos contra las firmes paredes de la iglesia y que aun se oyen los ladridos del cancerbero infernal en los sótanos,




martes, 12 de febrero de 2013

Motivo encendido





Hubo una vez una niña pequeñita, al acostarse todos los días le gustaba leer a escondidas, su mamá no le permitía tener la luz encendida mucho tiempo porque molestaba a su hermanita, entonces la niña encendía una pequeña linterna para poder leer y adoptaba distintas posturas en la cama, tapándose bien con las mantas, pues no quería que nadie viera que encendía una luz.


Cuando estaba suficientemente cansada se quedaba dormida, en ocasiones con la linterna encendida.

A los pocos días de encender aquella linterna para leer comenzó a escuchar una canción como si alguien tarareara, apenas se entendía y era una voz extraña que sonaba como si temblara en toda la habitación, así que de aquella lectura favorita la niña pasó a utilizar la linterna para dedicarse a investigar en las paredes de la habitación, en el techo y en otros rincones de dónde podía proceder aquel extraño sonido, sin salirse de su cama y sin destaparse para no despertar así a su hermanita.

Nunca averiguó de dónde venían aquellos sonidos de canción quebrada, pero cada día le inquietaban más…

Un buen día su madre descubrió bajo la almohada aquella linterna y aquella niña ya no pudo proseguir con sus investigaciones…

Y al poco tiempo, misteriosamente, aquellos cánticos también cesaron. Ya de más mayor un día conversando con su hermanita ésta le dijo:

-¿Sabes? cuando éramos pequeñas y nos íbamos a dormir hubo un tiempo en que yo tenía miedo a una luz que aparecía muchas noches sobre el techo, no sabía de dónde venía pero se movía y provocaba unas sombras y luces extrañas que me recordaban a los fantasmas y no podía dormir porque me daba miedo; creía que era algún monstruo que venía a atraparme y eso me asustaba; entonces para no sentir temor… me ponía a cantar.

Me temblaba la voz al hacerlo y me tapaba bien con la manta hasta la nariz, casi hasta los ojos, para que ese fantasma de luz no me descubriera ni me atrapara nunca; yo cantaba en voz bajita intentando superar ese miedo… Nunca supe de dónde nacía esa luz, pero asustaba mucho, de veras, de veras que sí, hermanita. Un buen día esa luz desapareció, yo dejé de cantar y ya pude dormir más tranquila. Nunca se lo he contado a nadie hasta ahora porque me daba vergüenza reconocer que por las noches dormía con miedo de que una luz desconocida apareciera en el techo.

La niña se le quedó mirando con sorpresa.

- ¿Sabes?, le dijo entonces a su hermanita. Yo de pequeña… es que tenía una linterna…

Así que ese día aquella niña comprendió algo importante: todos formamos parte de un todo, todos tenemos miedo a lo que desconocemos, hay muchos motivos por los que podemos molestar o tal vez todos sean un solo motivo, que disfrazamos de fantasma, de ruido, de noche, de dudas, de agobios, de huidas o insistencias, de oscuridad, tal vez un solo motivo y mil linternas y excusas para enfocarlo y mil tipos de canciones bajitas para disfrazar cuánto y cómo nos atemoriza.

Pero al fin y al cabo un solo miedo… miedo a no ser comprendidos. Sin embargo podemos vivir muchos años creyéndonos incomprendidos, incapaces, diferentes o ajenos a otros… hasta que un buen día nos paramos, conversamos suavemente, con la madurez de los años o el dolor de las distancias y nos sinceramos con un simple objetivo: entendernos y entonces, ¡Es increíble! de repente, sin esperarlo, surge lo absurdo.

Porque todos, desde ambos lados, siempre tenemos grandes y poderosas razones para hacer las cosas como las hacemos, y nos esforzamos en que nos entiendan y nos valoren y nos permitan seguir siempre  haciendo lo mismo, pero, al fin y al cabo, ¡es absurdo! jamás podremos evitar… tener TODOS el mismo motivo.

Todos formamos parte de un todo. Realmente, creemos que no, pero estamos equivocados, en realidad TODOS nos pasamos el mismo tiempo sufriendo de diferentes maneras… por lo mismo.