jueves, 17 de marzo de 2016

El sepulcro megalítico de Huerta Montero: La magia de los Muertos en el solsticio de invierno.



Amanece el 21 de diciembre en las afueras de Almendralejo. Las nieblas que envuelven a  la Vega de Harnina como un sudario blanco comienzan a deshilacharse. Allá, a los lejos, en el horizonte de Almendralejo, el sol de invierno intenta rasgar los jirones niebla con sus rayos dorados. Apenas lo consigue.
Por fin, la luz cobra fuerza. Los rayos del sol penetran en un corredor oculto en la colina. Lleva más de cuatro milenios intentando volver a hacerlo, año tras año.  La luz avanza por el corredor de piedra y desemboca en la cámara circular donde reposan los huesos de los antepasados. La luz del sol les da de nuevo en los ojos sin cuenca. El dios del sol acaricia, un solsticio de invierno más, a nuestros antepasados de la Edad del Cobre.
Unos antepasados que rezaron aquí hace 4650 años, y  los que se enterró aquí colectivamente durante cerca de un milenio. En total, reposan en su mágico suelo  109 individuos entre niños y adultos, de una edad máxima de 23 años, algunos de ellos en posición fetal.
En un segundo momento, hace unos 4.000 años, alguien coloca los huesos de otras 34 personas al fondo del sepulcro, formando una media luna en la que los huesos más grandes se centran y los más pequeños ocupan las esquinas. La edad media de los difuntos ha bajado hasta los  21 años. Los arqueólogos afirman que la reorganización de los huesos en forma de media luna pudo deberse a una ofrenda ritual en el momento de clausurar la tumba. Bonito gesto de despedida…
Los objetos personales que se encuentran en el sepulcro como parte de los ajuares funerarios  incluyen colmillos de jabalí, conchas marinas, ídolos placa y un silbato realizado en hueso de buitre decorado con forma humana. También se han encontrado ídolos falange, utilizados seguramente como amuletos que acompañaron a los difuntos en el tránsito hacia la otra vida.



Y es que para nuestros ancestros la tumba no solo es considerada un lugar de enterramiento… es el lugar donde moran los antepasados, donde rendir culto a aquellos que ya se fueron, a los que emprendieron antes que ellos el camino incierto hacia el Más Allá, a Aquellos que, por vivir en la Muerte, pueden ser mediadores entre los vivos y los dioses, pueden interceder por las súplicas de sus descendientes, pueden aplacar la ira de los que Todo lo Pueden.
De ahí la orientación de la tumba,  proyectada para que el sol penetre a través del corredor en la cámara el día más corto del año, para poder celebrar  una ceremonia que ofrendara la luz del nuevo sol a sus difuntos.
Pero la entrada de la vida se cerró a cal y canto, y la Casa de los Muertos se camufló en el paisaje de la Huerta Montero, y tuvieron que pasar cuatro milenios hasta que nuestros difuntos volvieron a sentir la caricia del sol en sus huesos. Fue concretamente en el año 1988, cuando un agricultor descubrió, accidentalmente, que su colina estaba hueca…
Ahora, como hace miles de años, nos seguimos reuniendo en el amanecer del solsticio para ver como los rayos penetran en el útero de la tierra.



Nuestros antepasados vivían cerca de donde fueron enterrados, en un poblado fortificado con varias líneas de muralla en el “Cabezo de San Marcos” y con una aldea a sus pies. Entre el poblado y el sepulcro es fácil descubrir vestigios mágicos de un lugar señalado ya por nuestros ancestros.



En algunas rocas cercanas a la Ermita de San Marcos todavía pueden reconocerse perfectamente Las Pulideras,  un tipo de grabados en la roca muy parecidos a las cazoletas. Son una serie de oquedades utilitarias, que se han localizado en superficies horizontales y que generalmente se han interpretado como talleres para el pulimento de instrumentos líticos.

Justo por encima de estas piedras grabadas se encontraba la Fuente Santa, ya perdida, un manantial de orígenes de remotos del que todo el mundo bebía en las romerías. El agua caía en un receptáculo “muy antiguo” que una vez colmado corría entre los riscos,  cuesta abajo, y en cascada caía a la  pradera formando una gran charca.




Cerca, muy cerca, dentro de los límites de lo que es ahora el Club Privado San Marcos, se encuentra otro elemento lítico ritual:  “La piedra resbaliza”. Estas piedras pulimentadas aparecen con frecuencia asociadadas siempre a cuevas o abrigos con arte rupestre del Calcolíto, y en este caso no es una excepción.  La piedra pulida por el uso durante cientos de generaciones, se utiliza ahora como entretenimiento, pero formó parte de un ritual de fertilidad por el que la piedra (elemento masculino) fecunda a la mujer que se desliza por ella.



Y a un tiro de piedra (nunca mejor dicho) nos encontramos con la cueva del moro. Las leyendas hablan del lugar donde los moros enterraron sus tesoros antes de huir ante la reconquista, incluso de un moro que allí se escondió durante cierto tiempo, pero las pequeñas  medidas del habitáculo desmienten estas  leyenda,  y dan algo más de verosimilitud a las que afirman que se llama así por su antigüedad, o como se dice en Extremadura, “del tiempo de los moros”…
Lo cierto es que la acumulación de rocas que forman la covacha es realmente antigua. Y testigos mudos de los milenios son las silenciosas cazoletas que aparecen granadas en el fondo de la covacha. Para el arqueólogo Francisco Blasco, responsable de las excavaciones, todo tiene su espíritu, especialmente para nuestros antepasados. Las cazoletasrepresentan a los difuntos y a los espíritus, o a divinidades menores, y la “cueva del moro” es un templo para rendir culto a los dioses o a los difuntos.
Sepulcros, fuentes, templos y piedras, ritos milenarios que aún hoy nos llaman a gritos desde el pasado ancestral de sus silencios.
Extremadura Secreta

martes, 15 de marzo de 2016

Campanas sobrenaturales





Ahora que se acercan las campanadas más esperadas del año vienen a mi memoria esas otras campanas  misteriosas que, a lo largo de los siglos, causaron pavor y asombro en estas tierras extremeñas.

 Las campanas hablan y gritan y susurran sobre agonías, defunciones, ánimas, y partos, y alertan y avisan sobre  tormentas, granizos y tempestades, guerras y fiestas… De hecho, existía en Extremadura una exhaustiva reglamentación  sobre el tañer de las campanas, cuyos toques tanto religiosos como civiles están estrictamente regulados.

Como afirma el antropólogo Javier Marcos Arévalo  “cada cosa o cada día señalado tenía sus específicos toques, según la clase y la festividad, en invierno y en verano…”.

Las campanas han marcado  durante siglos los tiempos y las horas de los pueblos europeos. Ya en el siglo XVIII Juan Solano de Figueroa y Altamiranodescribía con atención la importancia de las campanas en Extremadura, símbolo cristiano cuya importancia nos la da su propia consagración y el hecho de que a muchas se las designe con nombres propios. De hecho,  el tañido de las campanas es una fuerza destructoras de las tormentas, pero solo desde el instante en que se consideran incluidas dentro de la esfera de lo sagrado tienen el poder de “alejar la truena”, ya que  «si la campana no está bautizá se toca de balde, no aprovecha».

 Es lo mismo que pensaba en el siglo XVI el jesuita Martín del Río, quien  creía que esta virtud de las campanas no se debía ni a su forma ni a su composición, sino al hecho de estar consagradas.

El ritual prescrito por la Iglesia para conjurar este tipo de tormentas lo describe Pedro Ciruelo en el mismo siglo. Decía Ciruelo que las campanas tañesen y los curas conjuradores se vistiesen con sus estolas y con candelas encendidas y que pusieran en el altar un misal, abierto por las páginas del «Te Igitur» del Evangelio. Si había alguna reliquia, ésta se colocaba sobre el altar y a la vez se cantaban diversos salmos, rezándose después la letanía de los santos.



Sin embargo ya en el siglo XII comienzan a aparecer grabados en las campanas determinados conjuros contra el granizo, la peste, los rayos y otras calamidades por el estilo. Afirma nuestro admirado escritor Jesus Callejo que era habitual que al menor indicio de tormenta se volteasen para «espantada»: “Así se estuvo haciendo durante siglos y así lo recomendaban hacer algunos prestigiosos hombres de la Iglesia hasta que una sentencia del Tribunal Supremo de 6 de marzo de 1905 prohibió en España «por razones de seguridad» tocar las campanas porque- se creía que el efecto causado era el contrario: se favorecía el desarrollo de estas tormentas”.

 En  La ermita del Cristo del Amparo de Jerte , según nos cuenta el historiador Jose María Domínguez Moreno , hasta no hace muchos años, se ejecutó un curioso ritual coincidiendo con la Cruz de mayo, fecha en la que solían comenzar los tañidos «por los buenos temporales». Al sonar la campana el cura procedía a bendecir los cencerros que allí amontonaban los cabreros, que luego pasarían a ser colgados del cuello de los ganados. «Ninguna cabra con esquila sagrá la mata el rayo. No cae donde ande una cabra con esquila.» . Pero lo más inquietante es que se afirma que poseía la virtud de tocar por sí sola al asomar la tormenta por los altos del cerro de Calamacho y Puerto de Tornavacas.

 Y aquí es donde comienza el miedo. Cuando las campanas comienzan a tocar solas, o movidas por manos invisibles …




Rescata  el periodista e investigador  Iker Jimenez la declaración ante el tribunal de la Inquisición de José Alonso Lechón, alguacil mayor de Villafranca de los Barros, que en el siglo XVII escuchó doblar solas las campanas de la ermita de la Coronada.

 “Yendo este testigo el día ventidos de agosto del pasado mil y seiscientos y sesenta y cinco, a cosa de las once de la noche, poco más o menos, en compañía de su merced don Álvaro Gutiérrez Blanco, alcalde ordinario de la villa aquel año, llegando al final de la calle del Aceituno que salía al ejido de la ermita de Nuestra Señora de la Coronada, oyeron que una de las campanas de dicha ermita dio una campanada, y dentro de poco sonó otra campanada, y este testigo y su merced fueron a dicha ermita que está extramuros de la villa. Yendo a dar a ella sonó otra campanada, y habiendo todos juntos llegado vieron que las puertas que tiene estaban cerradas y se comprobó que no había persona alguna en el interior de la ermita… “.

 Aquel tañer fantasmal volvió a producirse, claro y nítido, y tras haber escrutado con paciencia y cierto temor órgano, sacristía y torre los allí presentes se cercioraron definitivamente de que nadie había podido hacer sonar las campanas cuatro veces. Fue entonces cuando se personó en la plazoleta una gran multitud y comenzó a latir con fuerza la palabra “milagro”, un milagro que ha quedado reflejado en una tabla que aún se conserva junto al altar.




En el norte de Extremadura, en Las Hurdes, y concretamente en la legendaria alquería de El Gasco existe una cueva donde el día del Ángel, el 1 de marzo, suenan unas misteriosas campanas. Y no debe ser mentira la historia, porque hace poco me contaba una anciana del lugar, arrullada por el rumor del agua que corría a los pies del pueblo, que una cuñada suya fue a por chaparro a un cancho de Pico Castillo y oyó tocar la misteriosa esquila…

Y es que lo curioso de estas campanas fantasmales es que a veces dejan de ser leyendas para convertirse en realidades…

Cuando las campanas suenan solas (Angel Briz)

Porque si hay un toque de campanas que pone los pelos de puntas es el toque de difuntos. Y más cuando no existe en los contornos una campana real que produzca el fúnebre sonido…

Una soleada mañana de verano, mientras ascendíamos con el coche las sinuosas curvas hurdanas que nos llevaban a la bella alquería de Aceitunilla, el investigador Félix Barroso me narraba, en primera persona, cómo fue testigo de estas campanadas fantasmales.

“Me hallaba un día recogiendo unas antiguas canciones  junto a un hurdano que me estaba cantando el  Romance de la bastarda, un romance medieval que es una maravilla. Cuando llegamos a la estrofa que dice  “¿Por quién doblan las campanas?, ¿Quién se ha muerto? ,¿Quién se ha muerto?”. En ese momento la voz del hombre se apaga por completo y suenan nítidamente campanas doblando a muerto… Lo extraño– me contaba Félix, pensativo- es que ahí, en Martilandrán, no hay iglesia ni ermita ni leche que le dieron”.

Las campanadas fantasmales se grabaron, pero cuando le puso la cinta para que la escuchase, el hurdano le apremió para que le diera la cinta “que la iba a tirar a la lumbre porque habían entrado las mengas (brujas) en su casa”.




Pero no desesperen si escuchan campanas y no saben dónde, porque  todavía hoy hay quien continúa buscando la campana de oro que tañía en el castillo árabe que existía, hace mucho tiempo, en el Cerro del Castillejo, en Madrigalejo. Cuenta la leyenda que el señor del castillo desobedeció a los Reyes Católicos, y éstos decretaron destruir el castillo piedra a piedra, y construir con ellas la iglesia del pueblo.

En el traslado de las piedras, la carreta que transportaba la campana de oro volcó, y la campana salió rodando cerro abajo hasta caer en las aguas del río Ruecas, donde por mucho que se buscó y rebuscó, jamás apareció.

Con el tiempo, el lugar pasó a llamarse “la tabla de la campana”, y hoy en día aún hay quien la sigue buscando esperanzado en el fondo del río, y se afirma en voz baja, que si se aguza bien el oído y se introduce la cabeza en el agua, se pueden escuchar sus tañidos entre el nadar sincopado de los peces…