miércoles, 17 de agosto de 2016

EL LAMENTO DEL GUAJOJÓ.



Se dice que por las noches, en lo más profundo de la selva boliviana, se oye un sonido estremecedor, parecido a un llanto o un lamento. Este sonido es producido por un ave nocturna y solitaria, denominada guajojó.


La leyenda que gira en torno al guajojó comienza en un antiguo pueblo indígena boliviano, en el que vivía una joven, hija de un cacique y hechicero. Ésta se había enamorado perdidamente de un joven guerrero de su tribu y al poco, comenzaron una relación furtiva, ya que el cacique y no vería con buenos ojos esta unión.
Pero el cacique no tardó en enterarse, y furioso, decidió acabar con esta relación; pese a las súplicas de su hija, mandó a la guerra a sus hombres, entre los que se encontraba el joven amante, pensando que lo enviaba a una muerte segura. Así su hija tendría que olvidarse de él y podría casarla con alguien que estuviera a su altura.
Pero tras la guerra, los guerreros regresaron, y la sorpresa del cacique fue mayúscula cuando, entre ellos, regresaba el joven. Harto, el cacique decidió acabar con el problema con sus propias manos. Invitó a tres soldados a cazar con él y se separaron en parejas. Obviamente, la pareja del cacique era el amante de su hija. Cuando estuvieron lo suficientemente lejos, el joven fue apuñalado.
Esta escena fue presenciada por la joven, que no fiándose de las intenciones de su padre, los había seguido. Asustada, regresó velozmente a la tribu. Cuando llegó su padre, la encuentró llorando desconsoladamente y ésta le amenazó con contarle a todo el mundo lo que el cacique había hecho. El padre, atemorizado por las consecuencias, decidió convertir a su hija en un pájaro guajojó.
Por eso se dice que aquel lamento que se escucha por la noches en la selva, es la joven, que sigue lamentándose por la muerte de su amado.


martes, 16 de agosto de 2016

La cataratas de Iguazú




Cuenta la leyenda guaraní que hace muchos años, vivía en el río Iguazú una gran serpiente llamada Boi. Una vez al año, los indígenas guaraníes debían ofrecer a la serpiente una bella doncella, arrojándola al río.
A este ritual acudían todas las tribus de la zona y cierto año, el jefe de una de esas tribus fue Tarobá. Éste, al conocer a la muchacha a la que se debía sacrificar, se enamoró. Tarobá intentó convencer a los ancianos de la tribu para que no sacrificaran a Naipí, como se llamaba la joven, pero no consiguió su cometido; Naipí sería sacrificada.
Pero Tarobá no se rindió, y la noche antes del sacrificio, raptó a Naipí. Juntos se subieron a una canoa y navegaron por el río Iguazú. Enterada de lo sucedido, la serpiente, colérica, partió con su cuerpo el río en dos, dando lugar a las cataratas. Tarobá y Naipí quedaron atrapados. Boi convirtió a Tarobá en un árbol, justo encima de las cataratas y la caída de éstas estaba formada por la cabellera de Naipí.


Hecho esto, la diosa Boi, volvió a sumergirse en la Garganta del Diablo, como es conocida la parte baja de las cataratas, y desde ahí vigila que los amantes no vuelvan a unirse jamás.
Pero cuentan los indígenas, que los días que hay arcoíris, Tarobá y Naipí unen de nuevo su amor...