lunes, 12 de noviembre de 2018

LA PIEL DEL COCODRILO – NAMIBIA




En algunas aldeas de Namibia cuentan que hace mucho, mucho tiempo, el cocodrilo tenía la piel lisa y dorada como si fuera de oro. Dicen que se pasaba todo el día debajo del agua, en las aguas embarradas, y que sólo salía de ellas durante la noche para que la luna se reflejara en su brillante y lisa piel. Todos los otros animales iban a esas horas a beber agua y se quedaban fascinados contemplando la hermosa piel dorada del cocodrilo.

El cocodrilo, orgulloso de la admiración que causaba, empezó a salir del agua durante el día para presumir de su piel. Entonces, los demás animales no sólo iban a beber agua por la noche sino que se acercaban también cuando brillaba el sol para contemplar la piel dorada del cocodrilo.

Pero sucedió que el sol brillante poco a poco fue secando la piel del cocodrilo y cada día se iba poniendo más fea. Al ver este cambio en su piel, los otros animales iban perdiendo su admiración. Cada día, el cocodrilo tenía su piel más cuarteada hasta que se le quedo como ahora la tiene, cubierta de grandes y duras escamas parduzcas. Finalmente, ante esta transformación, los otros animales no volvieron a beber durante el día y contemplar la otrora hermosa piel dorada del cocodrilo.

El cocodrilo, antes tan orgulloso de su piel dorada, nunca se recuperó de la vergüenza y humillación. Desde entonces, cuando otros animales se le acercan, se sumerge rápidamente en el agua con sólo sus ojos y orificios nasales sobre la superficie del agua.

domingo, 11 de noviembre de 2018

ANTAÑAVO, EL LAGO SAGRADO – MADAGASCAR


En el País Antankarana, en el norte de Madagascar, se encuentra el lago Antañavo.



Cuenta el pueblo Antankarana que hace mucho tiempo, donde hoy está el lago Antañavo, existía un gran poblado que contaba con grandes manadas de vacas y con campos de cultivos. En este pueblo vivían un hombre y una mujer quienes tenían un niño de unos seis meses de edad. Una noche, el niño empezó a llorar, sin que la madre supiera qué hacer para calmarlo. A pesar de las caricias de la madre, de mecerle en sus brazos, de intentar darle de mamar, el niño no cesaba de llorar y gritar.

Entonces, la madre cogió al bebé en brazos y fue a pasear con él a las afueras del pueblo, sentándose bajo el gran tamarindo Ambodilôna. La madre pensaba que la brisa y el frescor de la noche calmarían al niño. En cuanto ella se sentó, el niño se calló y se quedó dormido. Entonces, volvió a casa sin hacer ruido pero, nada más entrar, el niño se despertó y comenzó de nuevo a llorar y gritar.

La madre salió de nuevo y volvió a sentarse bajo el tamarindo y, como por arte de magia, el niño dejó de llorar y volvió a dormirse. La madre, que quería volver junto a su marido, se levantó y se dirigió hacia casa. De nuevo, en cuanto la mujer cruzó el umbral de la puerta, el niño se despertó y comenzó a llorar violentamente. Por tres veces hizo la madre lo mismo y tres veces el niño se dormía en cuanto ella se sentaba bajo el árbol y se despertaba cuando ella intentaba entrar en casa. La cuarta vez, decidió pasar la noche bajo el tamarindo.

Apenas había tomado esta decisión cuando todo el pueblo se hundió bajo tierra, desapareciendo con un gran estruendo. Donde hasta entonces había estadio el pueblo no quedaba sino un enorme agujero que de pronto comenzó a llenarse de agua hasta que esta llegó al pie del tamarindo donde la mujer, asustada, sostenía a su hijo entre sus brazos.

En cuanto se hizo de día, la mujer fue corriendo hasta el pueblo más cercano para contarles lo que había sucedido. Desde entonces, el lago adquirió un carácter sagrado. En él viven muchos cocodrilos en los que los antankarana y los sakalava creen que se refugiaron las almas de los antiguos habitantes de la aldea desaparecida bajo las aguas. Por esta razón, no sólo no se les mata sino que se les da comida en ciertas fechas.

Tanto el lago Antañavo, los cocodrilos que en él habitan, como el gran tamarindo Ambodilôna son venerados y se acude a ellos para pedir ayuda. Así, cuando una pareja no acaba de tener hijos, acude al lago e invoca a las almas de los habitantes desaparecidos pidiéndoles que se le conceda una numerosa descendencia, prometiendo a cambio volver para ofrecerles el sacrificio de animales para su alimento. Cuando la petición tiene éxito, la pareja regresa al lago para cumplir lo prometido. Los animales sacrificados se matan muy cerca del agua, parte se echa en el agua y parte de su carne se reparte por las cercanías del lago para provocar que los cocodrilos se alejen lo más posible del agua porque piensan que cuanto más se alejen mayor será la ayuda que proporcionarán. Cuando un antakarana cae enfermo, se le lleva muy cerca del lago, se le lava con sus aguas y dicen que se cura. Está prohibido bañarse en sus aguas e incluso sólo meter en ellas las manos o los pies. Cuando alguien quiere beber o tomar agua del lago, debe hacerlo con la ayuda de un recipiente dispuesto al final de una bara larga y sólo puede beberla a algunos pasos de la orilla.  Se cree que quien viole estas prohibiciones será devorado, pronto o tarde, por los cocodrilos.