martes, 31 de julio de 2012

Cuento de verano(El hechizo)


Si la muerte es un sueño interminable, la vida, tendría que ser un interminable sueño de amor e ilusión infantil, es decir, lo contrario de lo que suele ocurrir.   Nuestro afán sería estar dentro de un cuento de hadas, y poder ir reconduciendo el espíritu hacia la belleza de este mundo.

Estaba yo releyendo un libro de Francisco Umbral “Mortal y rosa” escrito con el fragor del dolor, de haber perdido al único hijo que tubo. Su desdoblamiento inteligente es el sello profundo de su personalidad, como un desafío jugando con el idioma. Un canto poético a la vida  en nuestro mundo interno de los sentimientos…

Pues yo que no se bien si lo habré soñado, o es fruto de mi fantasía. Me levanté frotándome los ojos al despertar de nuevo. Había en mi mente imágenes tan vívidas como si hubiera visto una película la noche anterior. Podía ir relatándome todo esa fábula y, poder ir caminando hacia el bosque en una tarde primaveral. Poder exteriorizar todos los colores, todos los sonidos que encierra esta tierra, y pasear por la alfombra floreada de la naturaleza, entre una sinfonía de grillos y mariposas. Más bien despertar al amor y al afán poético de exteriorizar la belleza interna y, porqué no, también la externa de la naturaleza de Cantabria.

Lo de vivir dentro de un cuento de hadas, es como sentir que los sueños al fin se terminan cumpliendo, al menos cuando esperamos que ocurran milagros. Había escrito ya algo infantil en “La Anjana de mis sueños”. Era como volver a intentar de nuevo poder caminar por los entresijos de la imaginación, para ir poblando espacios y sueños de animosidad.

A quien no le gusta penetrar en los vericuetos del misterio y, sintonizar con el espíritu de nuestras fantasías. La magia puede atraparte y, te lanzas a volar para encontrar el sentido de vivir acompañado de otras almas que vuelan lejos del materialismo de nuestro mundo. Pero ya digo, que los sueños pueden ir habitando espacios virginales de nuestra mente.

Este ámbito de sentir el universo más cercano te da ocasión de hallar la razón y descubrir que ahí está, antes de abrir los ojos. Se dicen muchas frases bonitas, como que  “todo el universo conspira en contra nuestra”. Yo pienso que es todo lo contrario, todo está en armonía, hasta que lo integramos con el tiempo. “Envejecer es el único medio de vivir mucho tiempo, porque la madurez del hombre es haber vuelto a encontrar  la serenidad, con la que jugábamos cuando éramos niños”.

Los duendes corren más deprisa que la imaginación y, a veces, te sorprenden al soñar despiertos, y ver que hay almas gemelas que revolotean en el corazón del bosque. Sólo hay que abrir los ojos…¡¡ Allí estamos, rodeados de brujas y duendes, con el afán de encerrarnos…en la “cabaña del diablo”!!. A las malas hadas, hay que mirarlas hacerlas sonreír si es preciso, para que se apiadan de nosotros.

-          ¿No te compadeces de nosotros…? - Las preguntamos.
-          No, las lágrimas son recursos humanos, -contestaron claramente.
-          Y la sonrisa…?
-          La sonrisa es un subterfugio muy explotado.
-          Pues seguiremos llorando,-dijimos.
-          Y…¿quien se merece vuestros lloros?. -Dijeron carcajeándose.
-          Quien se lo merezca, nunca llorará por vosotros. –en tono maligno…
-          No perdáis el tiempo con quien no quiera que no le importéis.

Todo esto ocurría mientras nos empujaban dentro de la cabaña. Los reflejos de la luz se iban desdibujando por la oscuridad del bosque. Aunque no era la noche cerrada, apenas quedaban puntos de luz donde poder fijar la mirada. Sólo se percibían unos puntitos luminosos, como cerillas que se iban encendiendo y apagando a escasos  metros de la cabaña. Pronto empezó todo a arder, muy cerca de  la puerta, donde habían tapado con ramajes…

-          Pero que intentáis, ¡¡¿quemarnos…?!!  ­- las preguntamos -
-          No, sólo es para purificar vuestros cuerpos…- respondían gritando-
-          Ja,ja,ja, nos reímos de vosotras, brujas endemoniadas.
-          Pues no  os rías tanto, porque vais a arder en nuestro infierno.
-          Pero si no tenemos cuerpos, malditas brujas y, no podéis quemarnos…

De pronto empezó a llover, el sonido de las gotas de agua sobre las ramas, eran como una canción de cuna. Nos sentíamos de golpe con una paz interna inusual.

Mientras que yo recordaba que antes,  había escrito algo sobre los duendecillos, algo sobre una Anjana en un bosque de Cantabria. Ahora dentro de una cabaña rodeados de brujas, diablillos etc. Era como verlos a todos internamente en un sueño, de dentro a fuera, antes de que salgan, que abran su puerta para meternos miedo a los humanos. Las veíamos tan cercanas que podíamos hablar con ellas…

-          Brujillas,  ¿por qué a nosotros  no nos dais miedo…?
-          El miedo es libre, damos miedo al que ya lo tiene.  -decían susurrando-
-          El miedo sólo es una sombra, un estado de incertidumbre, claro.
-          Y tu diablillo, porque nos has querido quemar vivos…?
-          Es que la incertidumbre del mal, también es una sombra y, nosotros nos divertimos mucho con la maldad. Haceros rabiar y que os muráis de miedo.
-          Vuestro poder es muy limitado, desaparece con la luz, dais miedo sólo cuando hay  oscuridad  si nos encerramos en el  interior.
-          Y… vosotros, duendecillos juguetones que hacéis por el día en el bosque…?
-          Nosotros nos divertimos mucho jugando al escondite, ya que aparecemos y desaparecemos a nuestro antojo. –decían muy risueños.
-          ¿Dónde están las hadas…? – les preguntamos, muy bajito.
-          Ah, las hadas, se aparecen sólo a quien ellas quieren. –Contestaron  rápido.
-          Mirar ahí tenéis un hada que la llamamos “Virgi”, se suele ir a dar baños de olas a las playas. Nadie la puede  ver, sólo cuando ella quiere. –dijeron-

Era el hada que yo había visto reflejada en los ojos de una adolescente… -Lo pensaba al irme despertando-. La mirada es un reflejo en el espejo de la mente, un cuarto oscuro con un rayo de luz. Las hadas se reencuentran en el diálogo interno de nuestros sueños. Además tienen la habilidad de volar o nadar; depende de la disponibilidad de nuestra mente y, de lo que esperemos de ellas…

Varias semanas después, casi  había olvidado el sueño que habitó en mi mente. Llego la primavera y, llegaron las flores  inundándolo todo de luz y color. ¡Esta primavera intentaré ser feliz…! Era el propósito de todos los años, pero la ruidosa ciudad nos comprime cada día más y, la felicidad no termina de instalarse bien.

A veces en la oscuridad vuelan espíritus inimaginables, se libran batallas con fuerzas antagónicas, pero al momento lo desvanece la imaginación.

Después de una larga noche de sueños y pesadillas, me despertó un gran día de sol, los rayos intensos se filtraban por la ventana, iluminando el libro de Umbral sobre la mesilla de noche. Que buen día para ir al campo –pensé- y sin bacilar, con un día tan resplandeciente me cogí un bocata y el coche y me fui al campo.

Cuando regrese al bosque ya no encontré nada de los sueños, sólo una mariposa revoloteando. Ah, y una lagartija que me miraba un poco asombrada, como que viera a un gigante. Me quedé mirando la escena en medio del silencio entre los ramajes. La mariposa se posó muy cerca de la lagartija y, esta, parecía que la iba a comer, pero al instante ambas desaparecieron, como los sueños, que al final se terminan pareciendo como un reflejo de la vida.  

lunes, 30 de julio de 2012

Cuento de verano(La magia del eclipse)





 El día del eclipse volví al bosque para intentar contactar con el hada, para encontrar la aventura o desventura de salir de uno mismo, a lo posible o lo imposible de verla. Esa capacidad que quizá algunos tengamos en exceso.

 Me fui con el poema prometido a la Anjana un tanto escéptico. Yo sólo creo que existen cuando las buscas de corazón, más allá de la realidad que vemos con nuestros ojos. No obstante me parecía una locura llevar un poema, como si fuera una carta de amor a la luna, pero, por otra parte en esa locura intentaba evadirme del  mundo de los mayores, donde a penas se razona, lo increíble de la  realidad de este mundo civilizado.

 Yo no sé dónde hay más duendes, si fuera o dentro del bosque; casi prefiero la inocencia, me decía yo, cuando subía por la empinada montaña. Me iba adentrando poco a poco entre la vegetación. El cielo con abundantes nubes, hacía que el sol fuera apareciendo intermitentemente, el bosque me parecía un buen refugio, una defensa contra el mundanal ruido.

 Las alturas te van dando más higiene mental, para el verdadero sentido común. Quizá, ocurren hechos tan reales cada día, que atraviesan ampliamente la frontera de lo surrealista, es decir, tanto como si se tratara de un cuento de hadas.

  Ya en pleno bosque pensaba en la belleza de la pequeña Anjana, sentía cómo se iba acelerando los latidos del corazón, cuando me estaba acercando al árbol. A veces, desde lo más profundo de un monte, no se sabe muy bien cual es lo real, si lo de fuera  o lo de dentro. Se tiene la sensación de vivir entre seres fantásticos, notas esa magia de sentirte observado. Me detuve ante el árbol donde hablé con la Anjana de mis sueños, entre la corteza del tronco dejé el poema.

  Era como la puerta de entrada de un maravilloso cuento, de pronto me di cuenta que oscurecía un poco, era el eclipse anunciado, que a penas podía ver con tanta vegetación. Noté un aumento de emoción, ahora estaba bajo el influjo del sol y de la luna juntos; todo empezó a tener doble sensación mágica.

   No sabía a quien atender, si a estos seres escurridizos que se afanan por mostrar su existencia, o a un fenómeno cósmico que no ocurre con frecuencia, todo era un misterio. Parecía que las fuerzas de la naturaleza se me mostraban intensas.  Por primera vez sentí un gran respeto y temor.

  Me fui alejando del lugar, pero al volver la cara, vi aparecer a la Anjana. Cogió el papel, lo contempló unos instantes. Sonrió feliz. Desde una pequeña distancia me tiro un beso y, lo repitió con sus diminutas manos.
  Quise hablarla pero… fue desapareciendo dejando un rastro luminoso de colores, era como un revoloteo de mariposa, como un pequeño arco iris que se desvaneció.

  Sentí un intenso perfume por todo el bosque, un silencio casi sonoro entre los colores otoñales, era un sitio paradisíaco. Me acerqué al árbol y en lugar del poema, me había dejado un ramo de flores silvestres.

  Me gustaría no despertar del universo de los sueños, pero la realidad nos tiene prisioneros y, las florecillas silvestres al final se me habían ido marchitando.