lunes, 30 de mayo de 2016

LA LEYENDA DE IASÁ




En la tribu de los Cashinahuas vivía una joven tan hermosa que todos los que la contemplaban se quedaban prendados de ella. Sin embargo, la joven, Iasá, amaba Tupá, el hijo del dios supremo Tupán.

Entre los hombres enamorados de Iasá se encontraba Anhangá, el demonio, quien celoso de Tupá, decidió arrebatarle a la joven y casarse con ella. Para llevar a cabo su propósito, Anhangá fue a visitar a la madre de Iasá y le dijo:

"Si tú impides la boda de Iasá y Tupá y consigues que ella se case conmigo, yo te daré caza y pesca abundante para toda tu vida."

La ambición le hizo plantearse que si aceptaba el trato no tendría que preocuparse nunca más por conseguir alimento, por lo que aceptó, prohibiendo a Iasá volver a ver a Tupá y fijando la fecha para la boda con Anhangá.

Cuando Iasá se enteró, no pudo ocultar su decepción; no solo iba a perder a su amor, sino que además, casándose con Anhangá debería vivir en el infierno en vez de en el cielo. En medio de la tristeza, Iasá pidió un último deseo; ver una vez más a Tupá. El demonio aceptó, pero puso una condición:

"Te harás una herida en un brazo para que las gotas de tu sangre marquen el camino que te lleva al cielo. Así podré seguirte."

El mismo día de la boda, poco antes de la ceremonia, Iasá partió a visitar a Tupá por última vez. Se había hecho una herida, como habían acordado, y sus gotas de sangre iban formando un arco rojo en el cielo. Tupá ordenó al Sol, al Cielo y al Mar que acompañaran a Iasá en su camino y que para confundir a Anhangá dibujaran tres arcos más al lado del arco rojo. Así, el Sol, Guarací trazó un arco amarillo, el Cielo, Iuaca dibujó un arco azul claro y el Mar, Pará formó un arco azul oscuro.

Pero Iasá no consiguió llegar al cielo, ni ver a Tupá, debilitada por la pérdida de sangre, por lo que comenzó a caer lentamente hacia la tierra. Su sangre se mezcló con la franja amarilla de Guarací, formándose un arco anaranjado, y más tarde con el arco azul de Iuaca, dando lugar a una franja de color violeta.

Al caer sobre la tierra, Iasá murió en una playa, bañada por el agua del mar y por los rayos del sol, y así de la mezcla del azul de Pará y el amarillo de Guarací, surgió un arco verde, convirtiéndose en el séptimo arco y siguiendo la trayectoria de los otros seis...



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