jueves, 25 de abril de 2024

Viaje por España


 El sol pintaba de dorado los campos de trigo mientras el viento acariciaba suavemente los olivares que bordeaban la carretera. Con el mapa extendido sobre el asiento del copiloto y la emoción palpable en el aire, comenzamos nuestro viaje por la hermosa España.

Nuestra primera parada fue en el norte, donde las verdes colinas de Galicia nos recibieron con su encanto místico. Perdimos la noción del tiempo mientras recorríamos los senderos del Camino de Santiago, maravillándonos con las antiguas iglesias y la hospitalidad de los lugareños. En Santiago de Compostela, nos sumergimos en la atmósfera espiritual de la catedral, donde el incienso flotaba en el aire y las voces de los peregrinos resonaban en los muros centenarios.

Después, nos aventuramos hacia el sur, donde el calor del sol se volvía más intenso y el paisaje cambiaba a tonos ocres y rojizos. En Andalucía, nos perdimos entre los estrechos callejones de Sevilla, donde el flamenco y el aroma a azahar llenaban las noches. En Córdoba, quedamos maravillados por la grandeza de la Mezquita-Catedral, un testimonio de la rica historia de convivencia entre culturas.

No podíamos dejar de visitar la majestuosa ciudad de Madrid, donde el bullicio de la Gran Vía contrastaba con la serenidad del Parque del Retiro. Nos dejamos llevar por el arte en el Museo del Prado y nos deleitamos con la gastronomía local en los mercados callejeros.

Y así, recorrimos cada rincón de esta tierra llena de historia y belleza, desde las playas doradas de la Costa del Sol hasta los picos nevados de Sierra Nevada. Cada pueblo, cada ciudad, nos recibió con los brazos abiertos y nos regaló recuerdos imborrables.

Al final del viaje, con el corazón lleno de vivencias y el alma enriquecida por tantos momentos compartidos, entendimos que España no solo es un país, sino un universo de sensaciones que perdurarán en nosotros para siempre.







miércoles, 17 de abril de 2024

Valentina y sus mieditos (Cuento infantil)


 En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y ríos cristalinos, vivía una niña llamada Valentina. Valentina era una niña curiosa y valiente durante el día, pero cuando caía la noche, su habitación se convertía en un lugar lleno de sombras y susurros, y sus mieditos se despertaban.

Valentina tenía miedo de la oscuridad, de los monstruos bajo la cama y del viento que aullaba afuera de su ventana. Cada noche, se escondía bajo las sábanas y susurraba: "¡Ayúdenme a dormir, mieditos, por favor, no quiero estar asustada!".

Un día, decidida a vencer sus temores, Valentina decidió embarcarse en una aventura. Cogió una mochila con su linterna, su osito de peluche favorito y un poco de valentía. Decidió explorar el bosque encantado que se extendía al otro lado del río.

Con cada paso que daba, Valentina sentía su corazón latir más fuerte, pero recordaba que era valiente, y eso le daba fuerzas. De repente, un ruido extraño resonó entre los árboles. Valentina apretó fuerte su osito de peluche y encendió su linterna.

¿Quién anda ahí? -preguntó con voz temblorosa.

De entre las sombras emergió un pequeño duendecillo, con una sonrisa traviesa y brillantes ojos verdes.

Soy Rony, el duende del bosque. ¿Qué hace una valiente como tú aquí, en medio de la noche? -dijo el duendecillo con curiosidad.

Valentina le contó sobre sus mieditos y cómo quería vencerlos. Rony, con una chispa de astucia en sus ojos, le ofreció su ayuda.

Ven conmigo, Valentina. Te mostraré que no hay nada que temer en la oscuridad -dijo Rony, extendiendo su mano.

Juntos, exploraron el bosque. Rony le enseñó a Valentina que los susurros del viento eran solo el eco de los árboles, que las sombras eran amigos que jugaban a esconderse y que los monstruos bajo la cama eran solo sombras de sus propios juguetes.

Con cada descubrimiento, el corazón de Valentina se llenaba de valentía. Cuando el sol comenzó a asomarse en el horizonte, Valentina se dio cuenta de algo importante: había vencido a sus mieditos.

Regresó a casa con una sonrisa en el rostro y el corazón lleno de coraje. Desde esa noche, Valentina ya no le temía a la oscuridad ni a los ruidos de la noche, porque sabía que, con un poco de valentía y la ayuda de amigos como Rony, podía vencer cualquier miedo que se cruzara en su camino.







domingo, 14 de abril de 2024

Cuento de mi tierra


 Había una vez, en los verdes prados de Cantabria, un pequeño pueblo rodeado de montañas cubiertas de exuberante vegetación. El aire fresco y puro acariciaba los campos, mientras que el canto de los pájaros llenaba el ambiente con una melodía tranquila y serena.

En este pueblo vivía una comunidad de gentes maravillosas, cuyas vidas estaban entrelazadas con la naturaleza que los rodeaba. Había un agricultor llamado Miguel, cuyos ojos reflejaban la sabiduría de las tierras que cultivaba con tanto amor y dedicación. Todos los días, desde el amanecer hasta el ocaso, trabajaba en sus campos, cuidando de sus cosechas como si fueran sus propios hijos.

Cerca del río, vivía una anciana llamada Doña Rosa, cuyas arrugas contaban historias de tiempos pasados. Era la guardiana de los secretos del pueblo, y su hogar era siempre un refugio acogedor para quienes buscaban consuelo o consejo. Sus palabras eran como el eco de las montañas, resonando con la sabiduría acumulada a lo largo de los años.

En las afueras del pueblo, en una pequeña cabaña rodeada de árboles frondosos, vivía un joven pastor llamado Pablo. Con su rebaño de vacas, recorría los prados y colinas, aprendiendo de la naturaleza y encontrando paz en la sencillez de su estilo de vida. Cada día, al atardecer, se sentaba junto al fuego y contemplaba el cielo estrellado, maravillado por la belleza del universo.

Un día, una extraña sequía azotó la región, amenazando las cosechas y poniendo en peligro la vida de los habitantes del pueblo. Miguel, con su conocimiento del campo, trabajaba sin descanso para encontrar soluciones, mientras que Doña Rosa ofrecía palabras de aliento y esperanza a quienes se sentían desesperados.

Pablo, por su parte, llevó a su rebaño a las colinas más altas en busca de pastos frescos, guiándolas con paciencia y determinación. Su amor por la naturaleza y su conexión con los animales le permitieron encontrar soluciones donde otros veían solo desesperación.

Con el trabajo conjunto de Miguel, Doña Rosa y Pablo, y con la ayuda de toda la comunidad, el pueblo logró superar la sequía. Las cosechas florecieron una vez más, y la vida volvió a fluir en armonía con la naturaleza. El pueblo de Cantabria rural demostró, una vez más, la fuerza y la resiliencia de sus gentes maravillosas, cuyo vínculo con la tierra y entre ellos mismos era más fuerte que cualquier adversidad. Y así, la belleza de los paisajes y la bondad de su gente seguirían siendo la inspiración de cuentos por generaciones.