Nuestra primera parada fue en el norte, donde las verdes colinas de Galicia nos recibieron con su encanto místico. Perdimos la noción del tiempo mientras recorríamos los senderos del Camino de Santiago, maravillándonos con las antiguas iglesias y la hospitalidad de los lugareños. En Santiago de Compostela, nos sumergimos en la atmósfera espiritual de la catedral, donde el incienso flotaba en el aire y las voces de los peregrinos resonaban en los muros centenarios.
Después, nos aventuramos hacia el sur, donde el calor del sol se volvía más intenso y el paisaje cambiaba a tonos ocres y rojizos. En Andalucía, nos perdimos entre los estrechos callejones de Sevilla, donde el flamenco y el aroma a azahar llenaban las noches. En Córdoba, quedamos maravillados por la grandeza de la Mezquita-Catedral, un testimonio de la rica historia de convivencia entre culturas.
No podíamos dejar de visitar la majestuosa ciudad de Madrid, donde el bullicio de la Gran Vía contrastaba con la serenidad del Parque del Retiro. Nos dejamos llevar por el arte en el Museo del Prado y nos deleitamos con la gastronomía local en los mercados callejeros.
Y así, recorrimos cada rincón de esta tierra llena de historia y belleza, desde las playas doradas de la Costa del Sol hasta los picos nevados de Sierra Nevada. Cada pueblo, cada ciudad, nos recibió con los brazos abiertos y nos regaló recuerdos imborrables.
Al final del viaje, con el corazón lleno de vivencias y el alma enriquecida por tantos momentos compartidos, entendimos que España no solo es un país, sino un universo de sensaciones que perdurarán en nosotros para siempre.
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