Había una vez, en un pequeño pueblo donde el cielo siempre parecía estar lleno de estrellas, una niña llamada Luna. Luna era una niña muy curiosa. Cada noche, después de que su mamá la arropaba en la cama, Luna miraba por la ventana y soñaba con viajar por el universo.
Un día, mientras caminaba por el bosque cercano a su casa, Luna encontró una piedra brillante. No era una piedra común; esta piedra parecía tener la luz de las estrellas en su interior. Encantada, Luna la recogió y la guardó en su bolsillo. Al caer la noche, cuando se preparaba para dormir, la piedra comenzó a brillar intensamente.
De repente, Luna sintió como si flotara, y en un abrir y cerrar de ojos, se encontró en el espacio exterior. A su alrededor, las estrellas brillaban con más fuerza que nunca, y los planetas giraban lentamente en la distancia. No tenía miedo, al contrario, estaba emocionada.
Mientras exploraba, Luna se encontró con una estrella que parpadeaba de manera peculiar. "Hola, pequeña estrella", dijo Luna, "¿por qué parpadeas así?". La estrella, que era muy joven y juguetona, le respondió: "Estoy tratando de aprender a brillar tan fuerte como mis hermanas mayores, pero todavía estoy practicando."
Luna sonrió y dijo: "No te preocupes, seguro que pronto brillarás igual de fuerte. A veces, todo lo que necesitamos es un poco de tiempo para aprender."
Continuando su viaje, Luna llegó a un planeta cubierto de cristales de todos los colores. Allí conoció a un ser hecho de luz, que le explicó que ese era el planeta de los sueños. "Aquí es donde nacen todos los sueños de los niños", dijo el ser de luz. "Y tú, Luna, eres una soñadora muy especial. Has venido hasta aquí porque tu corazón está lleno de deseos de explorar y aprender."
Luna se sintió muy feliz. Sabía que su amor por el universo era lo que la había llevado a ese maravilloso viaje. Pero también sabía que era hora de volver a casa.
El ser de luz le dio un cristal, que prometió la llevaría de vuelta cuando lo deseara. Luna lo sostuvo con fuerza y cerró los ojos. Cuando los abrió, estaba de nuevo en su cama, con la piedra brillante aún en su mano.
Desde entonces, cada noche, Luna mira el cristal y sueña con sus amigos en el universo. Sabe que, aunque esté en la Tierra, su corazón siempre podrá viajar a las estrellas.
Y así, Luna creció sabiendo que el universo estaba lleno de maravillas, y que con un poco de imaginación, cualquiera podía llegar hasta ellas.
Fin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario