jueves, 2 de enero de 2025

Enero


 

El año nuevo despierta con enero, un mes que se despliega como una hoja en blanco, fresca y llena de posibilidades. Tras el bullicio de las fiestas decembrinas, enero ofrece un espacio para la calma, la reflexión y, sobre todo, para disfrutar de los pequeños detalles que marcan el inicio de un nuevo ciclo.

Las mañanas de enero tienen un aire especial. El frío, a veces punzante, invita a abrigarse con bufandas gruesas y a saborear una taza de café caliente frente a una ventana empañada. Las ciudades parecen respirar más despacio, como si el mundo entendiera que es momento de caminar con paso firme pero sin prisas.

Para algunos, enero es sinónimo de propósitos y metas. Gimnasios llenos, agendas repletas de planes y listas interminables de objetivos son testigos del entusiasmo que trae el comienzo del año. Pero más allá de las metas, enero también puede ser un mes para disfrutar sin presión, para leer ese libro pendiente, salir a caminar sin rumbo fijo o simplemente contemplar una puesta de sol invernal.

El tiempo libre en enero se siente diferente. Las tardes parecen más largas, las noches más acogedoras y el silencio de las primeras semanas del año tiene un encanto difícil de describir. Es un mes que invita a reencontrarse con uno mismo, a disfrutar de la compañía de los seres queridos y a valorar los momentos sencillos.

En enero, la vida puede sentirse como un borrón y cuenta nueva, un espacio para empezar de cero o, simplemente, para continuar con más calma y gratitud. Es un mes para disfrutar, para respirar profundo y recordar que cada inicio es una oportunidad para ser un poco más felices.


miércoles, 1 de enero de 2025

Fin de Año


 

La ciudad brillaba con luces doradas y destellos de colores. Era la última noche del año, y el aire estaba cargado de promesas y brindis anticipados. Las calles principales bullían de vida: risas, abrazos, familias caminando apresuradas con bolsas llenas de uvas y botellas de champán.

Sin embargo, a pocas calles de distancia, donde las luces no alcanzaban y el bullicio se apagaba, la realidad era distinta. Bajo un puente, Marcos ajustaba el cartón que usaba como cama mientras se frotaba las manos para intentar entrar en calor. El vapor de su aliento se perdía en la noche helada. Miraba al cielo, tratando de ignorar el eco de las celebraciones que llegaba desde el otro lado de la ciudad.

En una esquina cercana, Ana, una mujer de rostro cansado y mirada perdida, sostenía una taza vacía. Nadie pasaba por allí; nadie la veía. En sus oídos, el sonido de los fuegos artificiales retumbaba como un cruel recordatorio de todo lo que alguna vez tuvo y perdió.

A medianoche, cuando el cielo explotó en colores y la ciudad entera gritaba "¡Feliz Año Nuevo!", Marcos y Ana intercambiaron una mirada fugaz desde sus respectivos rincones. No hubo palabras, solo un leve gesto de asentimiento, una especie de brindis silencioso entre dos almas olvidadas.

El contraste era abrumador: en un lado de la ciudad, la euforia; en el otro, la soledad. Pero por un instante, en aquel puente frío y aquella esquina desolada, dos personas compartieron un momento de humanidad en medio de la indiferencia.

El nuevo año había llegado, pero para algunos, era solo otro día más para sobrevivir.