domingo, 16 de septiembre de 2012

La aventura americana de los colonos canarios






Los pioneros canarios en Estados Unidos bien podrían haber protagonizado un western de John Ford. Atravesaron zonas agrestes en caravana, se enfrentaron a los sioux e, incluso, uno de ellos estuvo cerca de cambiar el rumbo de la historia en la batalla de El Álamo.


En estas apasionantes historias ha invertido tres décadas Armando Curbelo (Las Palmas de Gran Canaria, 1935), que acaba de publicar su cuarto libro, Asentamientos canarios en EEUU, un volumen que resume su trabajo de investigación.


Durante estos años ha viajado infinidad de veces para rebuscar en el archivo de San Antonio de Béjar, en la biblioteca del Congreso de EEUU en Washington o en el Archivo de Simancas. «Como canario, en muchos momentos se te ponen los pelos de punta pensando en lo que pasó aquella gente», explica.


De hecho, la odisea de los primeros colonos isleños interesó a la industria del cine. «Mi primer libro, Fundación de San Antonio de Texas. Canarias la gran deuda americana, lo vendí a una productora americana. Hicieron un guión. Me lo dieron para que lo supervisara, pero no sé qué ha pasado», indica el autor.


Su estudio arranca en 1730 junto a las 15 familias, en su mayoría procedentes de Gran Canaria y de Lanzarote, que partieron desde Tenerife persiguiendo un sueño. De aquel viaje aún quedan huellas.  «Juan Leal, que fue el primer alcalde de San Antonio, dirigía la expedición. El rey le dio una piedra de molino para que hicieran gofio y la montaron en el barco. Cogieron unas calmas y aquello no caminaba. La gente se inquietó. Las condiciones eran muy duras y Leal, que era un echado para alante, se enfrentó al capitán que lo encadenó a la piedra de molino. Esa piedra está en El Álamo», dice.


En esta accidentada travesía hicieron parada en Cuba antes de atracar en Veracruz. Desde allí, con una carreta, se dirigieron por tierra a San Luis de Potosí y llegaron a San Antonio cruzando el Río Grande. «El viaje por tierra duró tres semanas. Cuando subían hacia el Norte, los indios sioux los atacaron. Como eran agricultores y no estaban acostumbrados a la guerra, llevaban dos soldados de escolta y un teniente. Se defendieron como pudieron y pidieron ayuda al fuerte de El Álamo. Mandaron un correo y recibieron refuerzos. Allí fundaron el primer ayuntamiento de San Antonio, la primera capital de Texas, el estado más grande de La Unión. Allí mandaron los canarios, exclusivamente los canarios –recalca–, durante 106 años».


sábado, 15 de septiembre de 2012

El salto del enamorado



  






    Hace muchos años vivía en el término de Puntallana, en la isla de La Palma, una joven de familia acomodada que poseía una extraordinaria belleza. De ella estaba locamente enamorado un joven pastor que no perdía ocasión de contemplarla cuando salía de su casa, sabiendo que su condición social no le permitiría jamás acercarse a revelarle su pasión. Un domingo, a la salida de la misa, la muchacha. sabedora de los amores del pastor, se acerco a éste y le dijo que se desposaría con él si era capaz de dar tres saltos en un terrible precipicio que está debajo del lugar denominado La Galga. Aunque la joven pensó que su enamorado no se atrevería hacerlo, al siguiente día éste convoco a los vecinos para que fuesen testigos de su  hazaña. Tomó una lanza en sus manos y se dirigió al borde del precipicio y, dando un gran salto, lanzó su cuerpo al vació. - ¡ Por los aires de Dios -!, gritó el pastor cuando iba por el aire.
    Pero no tuvo suficiente impulso como para sortear el profundo agujero y murió estrellado, sin que jamás se pudiese hallar su cuerpo. Se cuenta que la muchacha enloqueció, a causa de esta tragedia, y nunca mas salió de su casa, excepto cuando pasaba algún entierro. Entonces corría desesperada hacia el féretro, gritando el nombre del pastor, pensando encontrarlo en su interior.