Hoy domingo 14 de julio sentada ante el ordenador he recordado esos días hermosos de la niñez, cuando todos nuestros problemas eran , jugar y obedecer a nuestros padres.
Mi madre una mujer joven con dos carreras universitarias , se enamoró de un hombre humilde y trabajador y juntos formaron esa familia de la que tanto amor recibí.
Vivíamos en un pequeño pueblo pues mi madre era médico de los cinco pueblos que formaban el municipio, mi padre trabajaba en el ferrocarril y yo deseaba con todas mis fuerzas que llegara de su trabajo , pues tenía todo el tiempo para jugar conmigo y enseñarme cosas nuevas; solo cuando me hice mayor es cuando me he dado cuenta que ese tiempo se lo quitaba de su descanso para dármelo a mí.
Me hacía jaulas de madera y criaba canarios y me enseñaba a cuidarlos y a ser responsable , algo que a mi me encantaba, (sentir que era mayor.)
En los atardeceres de invierno me sentaba junto al fuego de la cocina y el me contaba historias y cuentos , que yo escuchaba con devoción , unas veces eran historias que contaban las gentes del lugar y otras veces simplemente se los inventaba, pero siempre con una moraleja para educarnos con amor, responsabilidad y tolerancia.
Nos contaba historias de la guerra española y nos decía que jamas deben enfrentarse los hermanos por política o religión , que debemos respetar sus creencias aunque no las compartamos.
El era una persona que no tenía estudios pues con 8 años empezó a trabajar de botones en un hotel en Madrid. Su sueño no conseguido por la situación y la vida tan distinta a la que tenemos ahora fueron las motos , soñaba con ser corredor , pero dedicó su vida a trabajar para darnos una vida mejor que la suya y con el amor de mi madre lo lograron tener esa familia unida y feliz.
Nos hacía caramelo derritiendo el azúcar en una cazuela y añadiendo avellanas o nueces que tanto abundaban por estas tierras de Cantabria.
Me enseñó a montar a caballo y a disfrutar de una tarde en el campo con las cosas mas sencillas, un bocadillo y una cantimplora llena de agua y nuestro fiel perro de aguas llamado Trosky, se lo regalo para mí una artista de teatro que vino a Santander en el mes de agosto y ella la había llamado así.
En el verano me llevaba mi hermano mayor con el a pescar truchas a un pequeño riachuelo y me enseñó a cogerlas con un tenedor en las pequeñas pozas que quedaban .
Al cumplir los 10 años nos trasladamos a vivir a la capital Santander y ya mi vida cambió totalmente la vida en la ciudad es de casa al colegio y a casa o al parque con tus papás , esa libertad se terminó.
Yo he procurado dar a mis tres hijos ese amor que mis padres me dieron y a demostrarles que uno debe decir te quiero cuando lo sienta o lo necesite, pues a todos nos gusta que nos lo digan.
Bueno os contaré en otro momento mas historias de esas que guardo en mi cabeza pero sobre todo en mi corazón