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martes, 2 de julio de 2024

Las gemelas traviesas


 

Había una vez, en un pequeño y pintoresco pueblo llamado Arboleda, dos gemelas traviesas llamadas Ana y Mia. Estas hermanas eran inseparables y siempre estaban ideando nuevas travesuras para mantener entretenidos a sus amigos y vecinos.

Ana y Mia vivían en una acogedora casa de campo, rodeada de flores y árboles frutales. Sus padres, el señor y la señora Gómez, eran amables y pacientes, aunque a veces les costaba seguir el ritmo de las travesuras de las gemelas.

Un soleado día de verano, Ana y Mia decidieron que querían hacer algo especial para sorprender a todos en el pueblo. Se reunieron en su habitación y, después de muchas risas y susurros, idearon un plan genial: organizarían una búsqueda del tesoro para todos los niños del pueblo.

Las gemelas pasaron días elaborando pistas y escondiendo pequeños tesoros por todo Arboleda. Había dulces, pequeños juguetes y notas divertidas esperando ser encontrados. Cuando todo estuvo listo, fueron de casa en casa invitando a todos los niños a participar en la gran búsqueda del tesoro.

El día de la búsqueda del tesoro, el pueblo estaba lleno de emoción. Los niños corrían de un lado a otro, siguiendo las pistas que Ana y Mia habían dejado. Las pistas eran ingeniosas y llevaban a los niños a los lugares más inesperados: la cima del viejo roble, detrás de la fuente en la plaza, e incluso a la tienda del señor Martínez, el panadero.

Mientras tanto, Ana y Mia observaban con una sonrisa traviesa desde su lugar secreto, disfrutando de la alegría y la emoción que habían desatado en su pequeño pueblo. Sus padres, orgullosos de la creatividad y el esfuerzo de sus hijas, también participaron en la búsqueda, ayudando a los más pequeños a descifrar las pistas.

Al final del día, los niños se reunieron en el parque, donde las gemelas habían preparado una sorpresa final: una gran cesta llena de dulces y golosinas para compartir con todos. Los niños, cansados pero felices, celebraron su éxito con risas y juegos.

El señor y la señora Gómez felicitaron a Ana y Mia por su maravillosa idea. Les explicaron que, aunque a veces sus travesuras podían causar problemas, esta vez habían logrado algo muy especial: unir a todo el pueblo en un día de diversión y camaradería.

Desde entonces, las gemelas traviesas siguieron ideando travesuras, pero siempre con el objetivo de hacer felices a los demás. Arboleda nunca había sido un lugar tan alegre y lleno de aventuras gracias a Ana y Mia, las gemelas traviesas que llenaban de magia y sonrisas cada rincón del pueblo.







jueves, 20 de junio de 2024

Divorcio con graves consecuencias


 


En una pequeña ciudad donde todos se conocían, vivían Ana y Roberto. Su matrimonio, que había comenzado con promesas de amor eterno, se desmoronó lentamente a lo largo de los años. Las discusiones, la falta de comunicación y las infidelidades minaron la relación, llevando a Ana a tomar la difícil decisión de pedir el divorcio.

Ana era una mujer fuerte y decidida, que a pesar del sufrimiento, quería mantener una relación cordial con Roberto por el bien de sus hijos, Laura y Miguel. Roberto, por otro lado, no aceptaba la separación. Se sentía traicionado y humillado, y su orgullo herido lo llevó a actuar de maneras irracionales.

El proceso de divorcio fue tormentoso. Roberto utilizó todas las herramientas legales a su disposición para complicar el proceso y hacer la vida de Ana lo más difícil posible. Las audiencias en el tribunal se convirtieron en batallas campales, con acusaciones y revelaciones que sacaban a la luz los aspectos más oscuros de su relación. Las amistades y familiares se dividieron en bandos, exacerbando el conflicto.

Ana, cansada pero determinada, luchaba por la custodia de sus hijos. Sabía que Roberto no era un mal padre, pero su comportamiento reciente la hacía temer por el bienestar emocional de Laura y Miguel. Finalmente, el juez otorgó la custodia compartida, una decisión que, aunque justa, no alivió las tensiones.

Roberto comenzó a manipular a los niños, hablándoles mal de su madre y tratando de ganarse su favor con regalos y permisos indulgentes. Ana veía cómo sus hijos se alejaban emocionalmente de ella, confundidos y heridos por la situación. Laura, la mayor, comenzó a tener problemas en la escuela y Miguel se volvió retraído y silencioso.

Un día, en un arrebato de desesperación, Roberto decidió tomar medidas extremas. Sin previo aviso, recogió a los niños de la escuela y se los llevó a una ciudad lejana, sin dejar rastro. Ana, al descubrir lo ocurrido, sintió que su mundo se derrumbaba. La búsqueda de sus hijos se convirtió en una angustiante odisea.

Las autoridades locales no lograban encontrar pistas sólidas sobre el paradero de Roberto y los niños. Ana, con la ayuda de algunos amigos y familiares, emprendió su propia investigación, recorriendo ciudades, hablando con desconocidos y siguiendo cualquier pista, por pequeña que fuera.

Pasaron semanas de incertidumbre y dolor. Ana apenas dormía y sus días estaban llenos de llamadas, reuniones y viajes desesperados. Finalmente, un amigo de la familia logró localizar a Roberto en una pequeña comunidad rural. Con el corazón en la garganta, Ana se dirigió al lugar, temiendo lo peor.

Al llegar, encontró a sus hijos asustados y confundidos, pero físicamente sanos. Roberto, enfrentado con la realidad de sus acciones, accedió a devolverlos, aunque su relación con Ana y los niños estaba irrevocablemente dañada. La intervención de las autoridades fue necesaria para resolver la situación de manera pacífica.

De regreso en casa, Ana comenzó el lento y doloroso proceso de reconstruir la vida de su familia. Con la ayuda de terapeutas y el apoyo de seres queridos, poco a poco lograron sanar las heridas. Laura y Miguel, aunque marcados por la experiencia, encontraron en su madre una fuente de fortaleza y amor incondicional.

El divorcio dejó cicatrices profundas en todos los involucrados, pero también enseñó a Ana y a sus hijos la importancia de la resiliencia y la unidad familiar. La vida siguió adelante, y aunque el pasado no podía ser olvidado, aprendieron a vivir con él y a buscar la felicidad en los pequeños momentos de cada día.







lunes, 4 de septiembre de 2023

Temporal en el mar


 

El día amaneció con un cielo nublado y el rumor del mar retumbando en el horizonte. Era un día de verano, en el que la costa se vestía de colores cálidos y la brisa salina llenaba el aire. La pequeña ciudad costera de Pueblo Viejo estaba tranquila, con sus habitantes y turistas disfrutando de la serenidad que el mar ofrecía.

Sin embargo, a medida que avanzaba la mañana, el viento comenzó a intensificarse, y las olas crecían en tamaño y ferocidad. Los pescadores locales sabían que esto no era una tormenta común, sino algo mucho más siniestro. Los ancianos del pueblo recordaban historias de tiempos pasados cuando un fenómeno similar había golpeado la costa, causando estragos.

Las olas rompieron con furia contra el puerto, arrastrando barcos y redes al mar. Los pescadores luchaban desesperadamente para mantener sus embarcaciones a flote, pero las olas parecían empeñadas en hundirlos. Los residentes de las casas cercanas al mar veían con horror cómo las aguas se acercaban peligrosamente a sus hogares.

La situación empeoró cuando la lluvia comenzó a caer en torrentes, mezclándose con la espuma del mar. El viento aullaba y las olas se estrellaban con una violencia inusitada. El agua del mar comenzó a filtrarse por las calles, inundando casas y negocios. La población local se apresuró a evacuar, buscando refugio en terrenos más altos.

A medida que pasaban las horas, el temporal se intensificaba, y las noticias de la destrucción en la costa se difundían por todo el país. Las imágenes de casas destrozadas, barcos volcados y calles inundadas llenaban las pantallas de televisión. Los servicios de emergencia trabajaban incansablemente para rescatar a quienes se habían quedado atrapados en medio de la furia del mar.

Días después, cuando la tormenta finalmente se disipó, Pueblo Viejo se encontraba irreconocible. Las pérdidas materiales eran enormes, y la comunidad estaba devastada. Sin embargo, a pesar de la destrucción, el espíritu de solidaridad y resiliencia de sus habitantes salió a la luz. La reconstrucción comenzó de inmediato, con la ayuda de voluntarios y el apoyo del gobierno.

El temporal en el mar y los destrozos en la costa dejaron una marca imborrable en la memoria de Pueblo Viejo. La ciudad se levantó de nuevo, más fuerte y unida que nunca, recordando siempre el poder implacable de la naturaleza y la importancia de cuidar y respetar el entorno marino que les rodeaba.






jueves, 3 de agosto de 2023

Planificación familiar



a historia de la planificación familiar es un relato fascinante que abarca miles de años y refleja la evolución de las sociedades, las creencias culturales y los avances científicos. A lo largo del tiempo, las personas han buscado formas de controlar el número de hijos que tienen y el intervalo entre ellos, con el fin de mejorar la calidad de vida de sus familias y comunidades. Aquí te presento un resumen de esa historia:

Antigüedad: Desde tiempos antiguos, diversas culturas han desarrollado métodos primitivos de planificación familiar. Estos incluían el uso de hierbas, plantas y métodos de abstinencia basados en la observación de los ciclos menstruales.

Civilizaciones antiguas: En civilizaciones como la egipcia, la griega y la romana, se utilizaron métodos como la lactancia prolongada, la abstinencia periódica y algunos rudimentarios dispositivos de barrera.

Edad Media: Durante esta época, con la influencia de la Iglesia Católica, la planificación familiar comenzó a verse negativamente y se desalentó en gran medida. La abstinencia periódica fue la principal forma de control de la natalidad aceptada, aunque no era ampliamente practicada.

Siglo XVIII y XIX: Con la Revolución Industrial y los avances científicos, surgieron nuevos métodos de control de la natalidad. Los condones hechos de tripa de animal y capuchones cervicales empezaron a ser más ampliamente utilizados. Sin embargo, todavía eran poco eficaces.

Siglo XX: En la primera mitad del siglo XX, las investigaciones en contracepción dieron paso a avances significativos. Margaret Sanger, una activista por los derechos de las mujeres, abogó por el acceso a la información y a métodos anticonceptivos seguros. En 1960, se aprobó la píldora anticonceptiva oral, lo que marcó un hito importante en la historia de la planificación familiar. Esto permitió a las mujeres tener más control sobre su fertilidad.

Décadas posteriores: A lo largo de las décadas posteriores, se desarrollaron y perfeccionaron diversos métodos anticonceptivos, como los dispositivos intrauterinos (DIU), los implantes, los parches y los métodos de barrera más efectivos. Además, se enfocó en la educación sexual y la promoción de la planificación familiar como una herramienta para mejorar la salud materna e infantil y empoderar a las mujeres.

Actualidad: En la actualidad, la planificación familiar abarca una amplia gama de métodos, desde los hormonales hasta los basados en la tecnología. Los avances médicos y científicos han hecho posible una mayor variedad de opciones, permitiendo a las personas elegir el método que mejor se adapte a sus necesidades y preferencias.

En resumen, la historia de la planificación familiar es una narrativa de lucha por el control sobre la fertilidad y el derecho a tomar decisiones informadas sobre el tamaño de la familia. Ha pasado por períodos de estigmatización, avances científicos y una evolución cultural que ha llevado a una mayor conciencia y acceso a métodos anticonceptivos seguros y eficaces.


Hoy día mundial de la planificación familiar.


 

martes, 11 de julio de 2023

Día de playa familiar


 

Había una vez una hermosa familia que vivía en una pequeña ciudad costera. Ellos esperaban ansiosos el verano para disfrutar de un relajante día en la playa. Era un día soleado y despejado, perfecto para pasar tiempo juntos y sumergirse en el agua cristalina del mar.

La familia se preparó temprano en la mañana. La madre, el padre y los dos hijos, Lucas y Sofía, llenaron una gran cesta de picnic llena de deliciosos sándwiches, frutas frescas, refrescos y algunos juguetes para la playa. También se aseguraron de llevar sombrillas y protector solar para protegerse del sol.

Cuando llegaron a la playa, encontraron un lugar perfecto cerca del agua. Extendieron las toallas y las sombrillas, y rápidamente se quitaron los zapatos para sentir la suave arena entre sus dedos de los pies. Los niños estaban emocionados y corrían hacia el mar, riendo y disfrutando de la brisa marina.

La madre y el padre se relajaron bajo la sombrilla mientras observaban a sus hijos divertirse. Se levantaron para darse un refrescante chapuzón en el agua salada. Jugaron en las olas, nadaron y construyeron castillos de arena juntos. Era un día lleno de risas, alegría y momentos preciosos en familia.

Después de un rato, todos regresaron a sus toallas para disfrutar del picnic. Se sentaron juntos, compartieron comida y conversaron sobre sus actividades favoritas en la playa. El padre les contó historias sobre cuando él era niño y también iba a la playa con sus padres. La madre compartió recuerdos de sus veranos en la playa con sus hermanos.

Después del almuerzo, los niños decidieron explorar un poco más. Caminaron por la orilla, recogieron conchas marinas y buscaron tesoros escondidos en la arena. Encontraron algunas estrellas de mar y las observaron con asombro antes de devolverlas al mar.

A medida que avanzaba el día, el sol comenzó a ponerse y pintó el cielo de colores cálidos y hermosos. La familia se sentó en la arena y disfrutó del magnífico espectáculo mientras se abrazaban y se sentían agradecidos por el día que habían compartido juntos.

Finalmente, cuando la oscuridad comenzó a caer, la familia decidió que era hora de regresar a casa. Se despidieron de la playa, llevándose consigo recuerdos inolvidables y corazones llenos de felicidad.

Ese día de playa familiar fue un momento especial para esta hermosa familia. Los lazos se fortalecieron, las risas se compartieron y crearon recuerdos que atesorarían para siempre. Cada vez que pensaban en ese día, recordaban la importancia de pasar tiempo de calidad juntos y apreciar los momentos simples y hermosos de la vida.


Dedicado a mis padres que ya fallecieron y nos llevaron tantas veces cuando su trabajo se lo permitía.

domingo, 2 de julio de 2023

Familia en crisis


 

Había una vez una familia que vivía en un pequeño pueblo. Durante años, habían sido una familia unida y próspera, pero todo eso cambió repentinamente. El padre de la familia, Pedro, había invertido todos sus ahorros en un negocio que finalmente fracasó, llevándolos a la ruina financiera. Esta tragedia desencadenó una serie de eventos que transformaron por completo la vida de la familia.

Con el negocio arruinado, Pedro se volvió taciturno y amargado. Su esposa, Laura, luchaba por mantener la calma y encontrar una solución para su situación económica. Los hermanos mayores, Marcos y Sofía, estaban llenos de resentimiento y rabia. La tensión se palpaba en el aire y los problemas parecían multiplicarse día a día.

En medio de este caos, se encontraba Ana, la hija más pequeña y desvalida de la familia. A sus cortos nueve años, Ana era una niña dulce y compasiva. A diferencia de sus hermanos mayores, ella no entendía completamente la gravedad de la situación, pero sí podía percibir la tristeza y el enojo que inundaban su hogar.

A medida que la desbandada se desataba, Ana se esforzaba por calmar las aguas. Con su inocencia y corazón tierno, intentaba reunir a su familia en torno a la mesa de la cena para compartir historias y risas, como solían hacerlo antes de la desgracia financiera. A menudo, preparaba pequeños dibujos y notas de aliento para sus padres y hermanos, con la esperanza de que les recordara que todavía había amor y unidad en su hogar.

Cuando las riñas entre los miembros de la familia alcanzaron su punto más álgido, Ana se convertía en la voz de la razón. Su pequeña figura se alzaba con valentía, pidiendo a todos que se calmaran y recordaran que eran una familia, que siempre se habían apoyado unos a otros en los momentos difíciles.

A pesar de los esfuerzos de Ana, la familia estaba sumida en una profunda crisis emocional. Los padres discutían constantemente, los hermanos se enojaban con facilidad y la tristeza parecía haberse adueñado de su hogar. Ana sabía que su influencia era limitada, pero no se rendía.

Un día, Ana decidió escribir una carta a sus padres y hermanos. En ella, expresó todo su amor y les recordó los momentos felices que habían compartido juntos. Les suplicó que dejaran de lado sus diferencias y buscaran una solución en conjunto. Les recordó que, como familia, eran más fuertes cuando se apoyaban mutuamente.

La carta de Ana tocó el corazón de su familia. A medida que cada uno de ellos la leía, las lágrimas brotaban de sus ojos y la carga emocional se volvía insoportable. Finalmente, comprendieron que habían permitido que el resentimiento y la tristeza los consumieran, olvidando el amor y la fuerza que siempre habían compartido.

Conmovidos por las palabras de su hija más pequeña, la familia decidió unirse una vez más. Aunque la situación financiera no había cambiado, se dieron cuenta de que estaban juntos y eso era lo más importante. Comenzaron a trabajar en equipo, apoyándose mutuamente en la búsqueda de nuevas oportunidades y soluciones.

Con el tiempo, la familia logró superar las dificultades y salir adelante. Aprendieron que el amor, la unidad y la compasión eran fundamentales para enfrentar cualquier adversidad. Ana se convirtió en un faro de esperanza y ejemplo para todos, demostrando que, incluso siendo la más pequeña y desvalida, tenía el poder de unirlos y guiarlos hacia un futuro mejor.

viernes, 30 de junio de 2023

Engaños peligrosos


 Había una vez una familia aparentemente normal, compuesta por el padre, la madre y dos hijos. Vivían en una pequeña ciudad, donde llevaban una vida tranquila y sin sobresaltos. Sin embargo, detrás de esa fachada de normalidad se escondían engaños y mentiras que los conducirían a una situación peligrosa.

El padre de la familia, llamado David, llevaba años ocultando un oscuro secreto. Había estado involucrado en actividades ilegales en el pasado y había acumulado una gran cantidad de deudas con gente peligrosa. Su esposa, Laura, desconocía completamente esta faceta de su esposo, creyendo que llevaba una vida ejemplar.

Mientras tanto, los hijos, Daniel y Sara, también tenían sus propios secretos. Daniel, el hermano mayor, había caído en las garras de las drogas y se encontraba sumido en una espiral autodestructiva. Para mantener su adicción, comenzó a vender drogas en secreto, sin que su familia sospechara nada.

Sara, la hermana menor, era una estudiante ejemplar en la escuela, pero ocultaba un romance peligroso. Había empezado a salir con un chico mayor y problemático llamado Marcos, quien estaba involucrado en actividades criminales. A pesar de las advertencias de sus padres, Sara seguía viéndolo a escondidas, pensando que estaba enamorada y que podía cambiarlo.

El engaño y las mentiras finalmente comenzaron a salir a la luz cuando un grupo de prestamistas peligrosos comenzó a amenazar a David por el dinero que les debía. Consciente de la situación, decidió revelar sus problemas a Laura, quien quedó completamente impactada por la revelación. Su matrimonio se vio fracturado por la desconfianza y la sensación de traición.

Al mismo tiempo, Daniel fue descubierto por un traficante rival debido a una disputa por territorio. Este traficante amenazó a toda la familia con represalias si Daniel no le pagaba una gran suma de dinero. La situación se volvió aún más tensa y peligrosa, ya que David no podía pedir ayuda a la policía sin poner en riesgo a su familia y exponer sus propios secretos.

ientras tanto, Sara comenzó a darse cuenta de que Marcos no era el chico por el que se había enamorado. Él la manipulaba y utilizaba su relación para involucrarla en actividades ilegales. Temiendo por su vida y la de su familia, decidió romper todo vínculo con él y contarle a sus padres todo lo que había estado ocurriendo.

Con todas estas revelaciones sobre la mesa, la familia decidió unirse y enfrentar las consecuencias de sus acciones pasadas. David se puso en contacto con personas de confianza que le ayudaron a negociar con los prestamistas y reducir su deuda. Daniel se comprometió a dejar las drogas y recibir ayuda profesional para superar su adicción. Laura y Sara se apoyaron mutuamente para superar la traición y trabajar en la reconstrucción de la confianza.

A pesar de la peligrosa situación en la que se encontraron debido a los engaños y mentiras, la familia logró salir adelante. Aprendieron la importancia de la honestidad y la comunicación, y se prometieron mantenerse unidos en el futuro. Superando obstáculos y enfrentando sus errores, encontraron la fuerza para seguir adelante y construir una vida más honesta y segura.

miércoles, 13 de agosto de 2014

"La flor del cantueso"





Había una vez un viudo que tenía una hija muy hermosa a la que adoraba. La quería tanto que, por evitarle un disgusto, no pensó nunca en volver a casarse para no tener que darle madrastra a su hija.

Muy cerca de la casa del viudo vivía una viuda con dos hijas. La viuda estaba deseando casarse de nuevo y había puesto sus ojos en el viudo, pero éste, fiel a su intención, nunca le dio pie para hablar del asunto. La viuda, que no pensaba en otra cosa, ideó un plan para atraerse a la hija con zalamerías y regalos y lo hizo con tal cuidado y habilidad que la muchacha no pudo por menos de acabar proponiendo a su padre el matrimonio con la vecina, pues ella, que era una buena hija, no deseaba que su padre permaneciera siempre solo por su causa.

De modo que se llevó a cabo la boda entre el viudo y la viuda y se fueron todos a vivir a la casa del primero; la vida transcurrió con gran contento de padres e hijas al principio, pero a los pocos meses, lo que parecía un paraíso se convirtió en un infierno. Las hijastras no sólo se tenían envidia entre sí sino que ambas juntas la tenían aún más de la hija del viudo, que no sólo era la más bonita sino también a la que todo el mundo apreciaba más; y la madrastra, que no podía soportarla, sólo se ocupaba de ella para reprenderla de continuo. Total, que entre todas le hicieron la vida imposible hasta tal punto que la muchacha tomó la determinación de irse a vivir con una tía suya que tenía alguna fama de bruja entre los vecinos del lugar.

Su padre, naturalmente, se llevó un gran disgusto, pero no protestó porque, aunque amara a su hija mucho más que a las otras, para no dar pie a envidias trataba siempre a las tres por igual; sin embargo, cada día iba a la casa de la tía para ver a su hija un rato.

El caso es que un día el viudo tuvo que ir a la feria de un lugar cercano y preguntó a las hijastras qué querían que les trajese y la mayor pidió un mantón bordado y la segunda un vestido de seda; pero cuando fue a la casa donde estaba su hija para preguntarle lo mismo, la hija le contestó que sólo quería un saquito de simiente de cantueso.

-¿Sólo eso? -dijo el padre-. Mira que a la feria acuden comerciantes de todas partes y hay toda clase de cosas donde elegir.

Pero ella insistió:

-No quiero nada más que lo que te he pedido, porque su tía le había dicho que así lo hiciera.

Así que el padre se fue a la feria y a cada una le trajo lo que le había pedido.

La hija sembró en seguida la simiente en un tiesto que cuidó con esmero y, al poco tiempo, tuvo una magnífica planta de cantueso a punto de florecer.

Y todas las noches, a las doce en punto, ponía la maceta en su ventana y cantaba:

Hijo del rey, ven ya
que la flor del cantueso
florida está.

Y al momento acudía un pájaro que se revolcaba en la tierra de la maceta y se convertía en un muchacho muy guapo, entraba en la habitación, se sentaba junto a ella y pasaban la noche hablando hasta el amanecer; y al amanecer, él volvía a convertirse en pájaro y salía volando; pero al irse, siempre dejaba caer una bolsa con dinero. Esto sucedía noche tras noche, de manera que al poco tiempo las dos mujeres habían reunido ya mucho dinero y la tía compraba a la muchacha todas las cosas hermosas que ésta deseaba, con lo que pronto gastó fama de lujo en el lugar.

Naturalmente, poco tardó en llegar la fama a oídos de la madrastra que, envidiosa, se devanaba los sesos tratando de adivinar cómo era posible que dispusieran de tanto dinero para gastar.

Y le dijo a su hija mayor:

-Algo extraño debe de haber en casa de tu hermanastra, porque ella gasta mucho y su tía no tiene bienes para responder de tanto gasto; así que has de ir a visitarla y procura quedarte la noche en su casa para ver qué averiguas.

Así que la hija mayor hizo lo que le dijo su madre y se presentó en casa de su hermanastra; pero de día no vio nada y de noche se quedó dormida, con lo que tampoco se enteró de nada.

Entonces la madrastra mandó a la segunda de sus hijas con el mismo encargo y aquella misma tarde se fue a casa de su hermanastra y le dijo que, como la noche anterior se había quedado su hermana, pues esta noche venía ella a hacerle compañía porque, si no, no se veían nunca. Y la muchacha, que era de excelente carácter, acogió a su hermanastra como a la anterior y le dijo que se quedase con ella.

Conque estuvieron el día juntas y, cuando llegó la noche, se acostaron; esta vez la hija menor, prevenida por su madre, fingió dormirse pero tuvo buen cuidado de no hacerlo. Y la otra, creyéndola dormida, cuando dieron las doce sacó su planta de cantueso a la ventana y cantó:

Hijo del rey, ven ya
que la flor del cantueso
florida está.

Dicho lo cual, llegó el pájaro y, convertido en hombre, se sentó a su lado y estuvieron hablando toda la noche; y al amanecer se fue, dejando la bolsa con el dinero. Todo esto lo vio la hija menor y a la mañana siguiente volvió a su casa y se lo contó a su madre.

-¡Ajá! -dijo la madre-. Ya decía yo que de alguna parte había de salir ese gasto, que no de su tía. Pero pierda cuidado que ya se le va a acabar eso.

Y le encargó a la hija que fuera a ver a su hermanastra a la noche siguiente. Y le entregó unas cuchillas para que las enterrara en la tierra de la maceta del cantueso con el filo hacia arriba; total, que la hija se fue a ver a su hermanastra y le dijo:
Esta mañana he echado de menos un pendiente y vengo a ver si lo he perdido por aquí.

La hermanastra le dijo que ni ella ni su tía lo habían visto, pero que entrase en la casa y mirase por donde quisiera por si lo podía encontrar. Y ella, aprovechando un descuido, metió las cuchillas en la maceta y después, sacando el pendiente que traía guardado en su bolsillo, dijo:

-Aquí está, que ya lo encontré -y se marchó a su casa y le contó a su madre que todo lo había hecho tal y como ella le dijo que hiciera.

Llegó la noche y así que dieron las doce sacó la muchacha su maceta a la ventana y cantó:

Hijo del rey, ven ya
que la flor del cantueso
florida está.

Apareció el pájaro y empezó a revolcarse como de costumbre en la tierra de la maceta; mas, apenas empezó a hacerlo, se llenó de heridas y ella oyó su voz que decía:

-¡Ay, infame, que me has herido! -y echó a volar.

La muchacha, aturdida, comenzó a llorar con tal desconsuelo que la planta se secó y perdió todas sus hojas y entonces vio las cuchillas que había puesto su hermanastra y, como estaban llenas de sangre, comprendió por qué el pájaro huyó diciendo aquello.

Al oír el llanto acudió su tía y, al saber por la muchacha lo que había sucedido, le dijo:

-No llores más. Vístete de médico, toma este frasco y ve a tal sitio, donde hay un palacio. Allí has de pedir que te dejen ver al príncipe, que está enfermo, y, apenas estés junto él, le untas las heridas con una pluma mojada en el bálsamo que llevas en el frasco.

Y cuando haya sanado, te retiras sin descubrirte y sin aceptar ningún pago.

Así lo hizo la muchacha. Se vistió de médico con unas ropas que le dio su tía y echó camino adelante y hubo de caminar durante días hasta dar con el palacio y pidió ver al rey para decirle que, habiendo sabido que el príncipe estaba muy enfermo, quería ver si
podía curarlo con un bálsamo que traía consigo.

Conque la llevaron a presencia del príncipe, al que reconoció en seguida, que tenía el cuerpo todo lleno de cortaduras; y le lavó las heridas y luego se las untó con una pluma mojada en el bálsamo.
Así lo hizo el primer día y el segundo y al tercero el príncipe mejoró tanto que ya se puso en pie y dijo que se encontraba sano. Entonces el médico dijo que ya debía irse, puesto que el príncipe estaba curado, pero los reyes trataron de retenerlo y, al ver que no era posible, le ofrecieron muchos regalos, que también el médico rehusó. Y sólo le dijo al príncipe, antes de marcharse:

-¡Acuérdate de quién te curó!

Así que la muchacha se fue a su casa y se quitó las ropas de médico que le había dado su tía y cuando se fue a ver la maceta descubrió que el cantueso había vuelto a florecer y estaba muy hermoso. Y esa misma noche, al dar las doce, llevó la maceta a la ventana y cantó:

Hijo del rey, ven ya
que la flor del cantueso
florida está.

Y apareció el príncipe, con una espada en la mano, entró en la habitación y le dijo a la muchacha:

-¡Infame! Prepárate a morir.

Entonces la, muchacha le dijo:

-¡Acuérdate de quién te curó!

Al oír esto, el príncipe reconoció quién era su médico, tiró la espada a un lado y abrazó a la muchacha.

Luego el príncipe quiso saber quién había puesto en la tierra las cuchillas que le habían herido y la muchacha le contó lo que había sucedido. Entonces el príncipe le dijo que, al curarle, le había librado del encantamiento que le convertía en pájaro y le propuso casarse con ella y se la llevó a su palacio, donde fueron felices. Y en cuanto a la madrastra y sus hijas, no sólo se morían de envidia sino que aún se odiaron más entre ellas, con lo que su casa acabó siendo un infierno.




jueves, 10 de abril de 2014

"El agua amarilla"



Un rey que había llegado a ser rey siendo aún muy joven, andaba enamorado de la hija de uno de los guardas que cuidaban de las tierras que pertenecían al palacio.
Este guarda tenía su casa dentro de los límites de los jardines de palacio y por eso el rey acostumbraba a pasear por ellos con la esperanza de encontrarse con la muchacha que él quería, pero nunca conseguía verla a solas y tenía que conformarse con contemplarla, a ella y a sus dos hermanas, por entre los pocos huecos que dejaba el tupido seto que rodeaba la casa.
Así pasaban los días y el espíritu del rey oscilaba entre la ansiedad y la melancolía.
Una de las veces en que entretenía el tiempo mirando a través del seto, vio que las tres hijas del guarda estaban a la puerta de su casa cosiendo tranquilamente.
Entonces el rey aguzó el oído y pudo escuchar esta conversación:
-Ay, cuánto me gustaría poder casarme con un joven guapo que tuviera el oficio de panadero, porque así tendría el pan asegurado para mí y para mis hijos durante toda la vida -eso lo dijo la mayor de las hermanas.
-Pues a mí -dijo la mediana- me gustaría casarme con un cocinero joven y guapo, porque entonces tendría pan y comida para toda la vida.
Y entonces oyó decir a la pequeña, que era a la que él amaba:
-Pues yo no quiero ninguno de esos dos maridos, porque yo lo que quisiera es casarme con el rey -y lo decía a sabiendas de que eso era imposible.
Y el rey que lo oyó, rodeó el seto tras el que las observaba, se presentó delante de las muchachas y les dijo:
-He escuchado vuestros tres deseos y, cuando queráis, yo me ocupo de que se celebren esas tres bodas en el palacio. Tú -dijo dirigiéndose a la mayor- te casarás con mi panadero; tú -dijo dirigiéndose a la mediana- te casarás con mi cocinero; y tú -añadió dirigiéndose a la pequeña- te casarás conmigo, porque yo soy el rey y tú eres la elegida de mi corazón.
Las tres hijas del guarda, aunque le encontraban muy guapo y apuesto, pensaron que era uno de los servidores del rey y se rieron de él, pero entonces llegó el padre, que reconoció al rey, y las tres comprendieron que era cierto lo que había dicho.
Así que se casaron muy alegres y contentas las tres.
Pero al poco tiempo, la envidia empezó a hacer nido en el corazón de las dos hermanas mayores, hasta el punto de que acabaron odiando a muerte a la más pequeña por esta causa.
Pasó el tiempo y, a punto de cumplirse el año desde el día de la boda, la reina dio a luz a un niño. Las hermanas, cuya envidia no había hecho sino crecer, aprovecharon un descuido, le robaron al niño, lo pusieron en un cestillo y lo echaron al río con la esperanza de que se ahogase. En su lugar, presentaron al rey una canastilla hermosamente adornada, con un
cachorro de perro recién nacido envuelto en su interior, y le dijeron al rey que lo había parido su hermana.
El rey, aunque la amaba mucho, se llevó un disgusto tan grande que decidió repudiarla, pero sus consejeros le convencieron de que no lo hiciera, pues no sabían lo que aquello significaba. De modo que el rey decidió esperar y se reconcilió con la reina.
Entretanto, el cestillo en el que habían puesto al niño navegó por el río a lo largo del valle hasta que quedó varado en un remanso y allí fue donde lo encontró uno de los guardas del rey que vivían más alejados de palacio. Y como este guarda estaba deseando tener un hijo, pues su esposa era estéril, lo recogió y lo llevó a su casa, donde la mujer lo recibió con enorme alegría y acordaron criarlo sin decir a nadie cómo lo habían encontrado.
Y sucedió que la reina quedó nuevamente embarazada.
Las hermanas, que la odiaban aún más porque su plan no había salido como esperaban, resolvieron volver a hacer lo mismo, confiando en que esta vez su plan sí que daría resultado, y cambiaron al niño por un cachorro de gato recién nacido y se lo presentaron al rey. El rey, esta vez, sí que se puso furioso y quería matar a la reina, pero los consejeros le dijeron de nuevo que no lo hiciera, pues la naturaleza se manifestaba a veces de manera extraordinaria y aquel nuevo suceso les parecía aún más misterioso que el anterior, por lo que se hacía necesario esperar, al menos una vez más, antes de decidir que la reina era culpable. Y el rey lo aceptó a regañadientes.
Las hermanas, como la vez anterior, habían echado al niño al mismo río en un cestillo y este cestillo fue el que se encontró el mismo guarda, que le pareció un regalo del cielo y se apresuró a llevárselo a su mujer para que lo criara también, pues de este modo ya habían conseguido dos hijos.
La reina quedó nuevamente embarazada y, un año más tarde, dio a luz a una niña. A las hermanas les faltó tiempo para hacer con la criatura lo mismo que con sus hermanitos, pero no habiendo encontrado cachorro ni de perro ni de gato, pusieron en la canastilla un pedazo de corcho untado en sangre y echaron a la niña al río en otro cestillo. Y sucedió que el mismo guarda volvió a encontrarlo y, al ver que esta vez era una niña, se volvió loco de contento y se apresuró a llevárselo a su mujer para que la criara.
Entretanto, el rey, que ya no quiso oír a sus consejeros, mandó hacer una jaula de hierro, encerró en ella a la reina y ordenó que durante el día colgasen la jaula a la puerta del palacio para que, todos los que entraran o salieran de él, hicieran burla de ella y le echasen comida como a los animales, y a la noche la guardaran en las caballerizas.
Pasó el tiempo y los niños fueron creciendo en el hogar del guarda que los recogió y ni él ni su mujer dijeron nunca nada a nadie sobre el origen de los niños, de forma que todos los que los conocían los tenían por sus hijos naturales. Pero un día murió el guarda y la guardesa hubo de mudarse a una casa más alejada y más pequeña, en la linde del bosque, que era también del rey. Y cuando la niña cumplió quince años murió la guardesa y los niños quedaron huérfanos. Entonces ella tomó las riendas de la casa y la organizaba y mantenía mientras los hermanos sacaban dinero, de la caza unas veces, otras veces de jornal, para mantenerse los tres.
Hasta que, un día, una vieja se acercó a la casa y estuvo hablando con la niña, mientras los hermanos se encontraban fuera, y al término de la conversación le dijo:
-No seréis felices mientras no tengáis estas tres cosas: al agua amarilla, el pájaro que habla y el árbol que canta.
La niña quedó preocupada y confusa y cuando volvieron sus hermanos les contó lo que le había dicho la vieja. Entonces el mayor le contó que ellos también habían encontrado a una vieja que estuvo hablando con ellos y al final les entregó un espejo y un cuchillo advirtiéndoles que, cuando el espejo se empañara o el cuchillo se manchara de sangre, querría decir que su dueño se encontraba en gran peligro.
Conque el mayor decidió ir a buscar las tres cosas que dijo la vieja y, antes de ponerse en camino, entregó el cuchillo a sus hermanos y se metió en el bosque.
Después de mucho caminar, vio a un ermitaño a la puerta de su ermita y decidió preguntarle si sabía dónde se encontraban el agua amarilla, el pájaro que habla y el árbol que canta. El ermitaño le contestó que sí lo sabía, pero que todos los que buscaban estas tres cosas quedaban encantados y no volvían jamás.
El hermano mayor le contestó que él estaba decidido a conseguirlas y entonces el ermitaño le dio una bola con estas instrucciones: que cuando viera que el camino iba cuesta abajo, la dejara rodar, que se detendría sola ante un monte, que subiera ese monte y que nunca volviera la cara atrás.
El muchacho cogió la bola y, cuando vio que el camino descendía, hizo lo que el ermitaño le había dicho y empezó a subir el monte, pero a mitad de la subida oyó unas voces que le llamaban, volvió la cara y se quedó convertido en piedra.
Los otros dos hermanos estaban pendientes del cuchillo y, de pronto, vieron que éste se llenaba de sangre.
Entonces dijo el segundo hermano: -Esto es que mi hermano mayor está en peligro, así que voy en su auxilio.
Entregó su espejo a su hermana y se marchó por el bosque.
Después de mucho caminar, encontró la ermita y preguntó al ermitaño lo mismo que su hermano y el ermitaño le entregó otra bola y le dio las instrucciones, pero al muchacho le sucedió exactamente igual que a su hermano y quedó también convertido en piedra.
La hermana, que estaba mirándose en el espejo, vio de pronto cómo éste se empañaba y se ponía turbio y comprendió que su segundo hermano también se hallaba en peligro, por lo que resolvió ponerse en marcha y se internó en el bosque.
Cuando llegó a la ermita, preguntó al ermitaño:
-¿Ha visto usted pasar por aquí a dos mozos con tales y tales señas?
Y dijo el ermitaño:
-¿Dos mozos que iban buscando el agua amarilla?
-Ésos son -contestó ella.
-Pues a los dos les dije lo que te digo a ti, que tomes esta bola y, cuando veas que el camino va cuesta abajo, eches a rodar la bola, que se parará sola ante un monte; entonces sube a lo alto sin volver la cara, porque en lo más alto del monte está el pájaro que habla y, cuando le pongas la mano encima, ya podrás mirar atrás sin peligro.
Entonces ella le pidió una bola y también un poco de tela para taparse los oídos y echó a andar y fue haciendo todo lo que le decía el ermitaño. Como se había tapado los oídos con los pedacitos de tela no oyó las voces que la llamaban, y así llegó a lo alto del monte, donde vio un pájaro y le puso la mano encima; entonces el pájaro habló:
-¡Una mujer me tenía que coger! -dijo.
Y la muchacha le acarició dulcemente y le habló con mimos y después le preguntó por el agua amarilla y el árbol que canta y el pájaro, satisfecho, le explicó dónde se hallaban y también le explicó que si regaba con agua amarilla las piedras en que se habían convertido sus hermanos, los desencantaría.
La muchacha cortó una rama del árbol que canta, llenó un cantarillo que llevaba con el agua amarilla, humedeció la rama en él y con ella roció las piedras y desencantó a sus hermanos. Entonces se volvieron tan contentos a su casa, donde plantaron la rama del árbol. Y la rama prendió y empezó a crecer y de cada hoja nueva que brotaba salían cantos como si el árbol estuviera lleno de avecillas.
Al otro día, los dos hermanos fueron de caza, para buscarse el sustento, y se encontraron con el rey, pero no le reconocieron porque nunca le habían visto, de tan aislados como habían vivido.
Así que departieron con el rey y éste encontró tan agradables a los muchachos que los invitó a comer.
Ellos se lo agradecieron de todo corazón, pero le dijeron que no podían dejar a su hermana sola, y entonces dijo el rey:
-Pues que se venga ella también.
Y fueron a buscarla y luego a comer con el rey. Al entrar en el palacio vieron a una mujer en una jaula que les causó lástima, pero por prudencia no quisieron preguntar nada. Después de comer, el rey les enseñó el palacio y los jardines y, cuando se despidieron, suplicaron al rey que accediese a ir a comer con ellos a su casa, para corresponderle de alguna manera, a lo que el rey accedió de buena gana. Y al salir de palacio vieron de nuevo a la mujer en la jaula y se les encogió el corazón.
Así que regresaron a su casa, empezaron a pensar qué le darían de comer al rey y estaban discutiendo entre ellos cuando oyeron al pájaro que habla que decía:
-Ponedle pepinos rellenos de perlas.
-¿Qué dices? -replicaron ellos, atónitos.
-Ponedle pepinos rellenos de perlas.
-¿Y dónde vamos a encontrar nosotros unas perlas? -respondieron ellos.
Y les dijo el pájaro:
-Al pie del árbol que canta hallaréis una arqueta llena de perlas.
La buscaron y, efectivamente, allí estaba.
Conque, al día siguiente, llegó el rey, acompañado por alguno de sus consejeros como tenía por costumbre.
Se sentaron todos a la mesa que los hermanos habían preparado con todo esmero y la  muchacha sirvió de primer plato los pepinos. El rey partió uno y, al ver las perlas, dijo en voz alta, mostrándolo a sus consejeros:
-¿Dónde se ha visto comer pepinos con perlas?
Y el pájaro que habla dijo entonces:
-¿Y dónde se ha visto que una mujer pueda parir un perro, un gato y un corcho?
Y todos se quedaron admirados al escuchar esto; y dijo el rey:
-¿Pues qué sino eso fue lo que parió la reina?
Y volvió a hablar el pájaro:
-A los tres muchachos que tienes delante.
La muchacha, que oyó esto, le dijo al pájaro:
-¿Es que la guardesa no era nuestra madre?
Y el pájaro contestó:
- Vuestra madre verdadera es la mujer que está en una jaula, que es la reina; y las hermanas de la reina, por envidia de verla mejor casada que ellas, os cambiaron a cada uno por una cría de perro, una de gato y un pedazo de corcho y a vosotros os arrojaron al río en un cestillo.
Entonces el rey se levantó, y con él sus consejeros, llenos de asombro por lo que acababan de saber, y el rey abrazó a los hermanos con gran alegría de saber que sus tres hijos vivían y mandó a sus consejeros a palacio inmediatamente para que descolgaran a la reina y le anunciaran que volvía con sus hijos, por lo que esperaba su perdón. Y por las mismas, encargó que prendieran a las hermanas y las encerraran en la misma jaula donde la reina había estado. Y dicho esto, abrazó de nuevo a sus hijos con lágrimas en los ojos y volvieron todos a palacio, donde fueron felices como la vieja les había predicho.





domingo, 14 de julio de 2013

Recuerdos de niñez





Hoy domingo 14 de julio sentada ante el ordenador he recordado esos días hermosos de la niñez, cuando todos nuestros problemas eran , jugar y obedecer a nuestros padres.
Mi madre una mujer joven con dos carreras universitarias , se enamoró de un hombre humilde y trabajador y juntos formaron esa familia de la que tanto amor recibí.
Vivíamos en un pequeño pueblo pues mi madre era médico de los cinco pueblos que formaban el municipio, mi padre trabajaba en el ferrocarril y yo deseaba con todas mis fuerzas que llegara de su trabajo , pues tenía todo el tiempo para jugar conmigo y enseñarme cosas nuevas; solo cuando me hice mayor es cuando me he dado cuenta que ese tiempo se lo quitaba de su descanso para dármelo a mí.
Me hacía jaulas de madera y criaba canarios y me enseñaba a cuidarlos y a ser responsable , algo que a mi me encantaba, (sentir que era mayor.)
En los atardeceres de invierno me sentaba junto al fuego de la cocina y el me contaba historias y cuentos , que yo escuchaba con devoción , unas veces eran historias que contaban las gentes del lugar y otras veces simplemente se los inventaba, pero siempre con una moraleja para educarnos con amor, responsabilidad y tolerancia.
Nos contaba historias de la guerra española y nos decía que jamas deben enfrentarse los hermanos por política o religión , que debemos respetar sus creencias aunque no las compartamos.
El era una persona que no tenía estudios pues con 8 años empezó a trabajar de botones en un hotel en Madrid. Su sueño no conseguido por la situación y la vida tan distinta a la que tenemos ahora fueron las motos , soñaba con ser corredor , pero dedicó su vida a trabajar para darnos una vida mejor que la suya y con el amor de mi madre lo lograron tener esa familia unida y feliz.
Nos hacía caramelo derritiendo el azúcar en una cazuela y añadiendo avellanas o nueces que tanto abundaban por estas tierras de Cantabria.  
Me enseñó a montar a caballo y a disfrutar de una tarde en el campo con las cosas mas sencillas, un bocadillo y una cantimplora llena de agua y nuestro fiel perro de aguas llamado Trosky, se lo regalo para mí una artista de teatro que vino a Santander en el mes de agosto y ella la había llamado así.
En el verano me llevaba mi hermano mayor con el a pescar truchas a un pequeño riachuelo y me enseñó a cogerlas con un tenedor en las pequeñas pozas que quedaban .
Al cumplir los 10 años nos trasladamos a vivir a la capital Santander y ya mi vida cambió totalmente la vida en la ciudad es de casa al colegio y a casa o al parque con tus papás , esa libertad se terminó.
Yo he procurado dar a mis tres hijos ese amor que mis padres me dieron y a demostrarles que uno debe decir te quiero cuando lo sienta o lo necesite, pues a todos nos gusta que nos lo digan.
Bueno os contaré en otro momento mas historias de esas que guardo en mi cabeza pero sobre todo en mi corazón







lunes, 18 de junio de 2012

Recuerdos de una vida 5






Lucia y su esposo Alberto compraron una linda casita en el pueblo de Cibera con un hermoso jardín lleno de árboles frutales y flores y allí tuvieron a sus tres hijos, dos varones y una hembra.
Trabajaron muy duro tanto en su profesión, como en diversos negocios que comenzaron, pues pusieron una granja de patos y de gallinas que les ayudó a salir adelante y Alberto su esposo aparte de trabajar en el ferrocarril  y en la granja vendía los huevos a muchos clientes que consiguió por su buen hacer y su honradez.
Nació su hijo mayor y le llamaron Antonio, a los dos años nació su segundo hijo llamado Miguel , y siempre deseando tener una niña  que por fin llegó después de ocho años , era su mayor ilusión y la pusieron de nombre Aisaya  como una amiga de la infancia de Lucia en el colegio de Navarra.
Aisaya se convirtió en el centro de toda la familia pues era una niña rubia  de grandes ojos marrones  que siempre sonreía .
Cuando Aisaya tenía 10 años sus padres volvieron a la ciudad , Lucia volvió.  a trabajar en otro hospital nuevo de maternidad y Alberto  con 48 años le ofrecieron la jubilación para meter militares en los ferrocarriles  y el aceptó pues en ese momento se dedicaba a vender joyas a plazos para ayudarse.
Con los ahorros que tenían compraron dos pisos  que al poco tiempo vendieron para comprar un chalet en un sitio mas bonito y elegante.
Sus hijos mayores ya estaban emancipados y solo quedaba en casa la pequeña Aisaya, que estudiaba y crecía muy deprisa para gusto de sus padres.

domingo, 17 de junio de 2012

Recuerdos de una vida 4






Cuando Lucia terminó la carrera de enfermería se quedó a trabajar en el mismo hospital, muy contenta con sus quehaceres diarios y muy querida por sus compañeros pues era una chica muy bondadosa y amable.
Pasaron unos años y estalló la guerra civil española y con ella sus problemas , pues intentaba ayudar a esconderse a los perseguidos por los republicanos  ya que ella en esos momentos estaba en el pabellón de  spquiatría   y allí le resultaba mas fácil esconderlos porque nadie podía pasar que no fuera el médico.
Pero alguien la denunció  de pertenecer al lado nacional o fascista y ella fué la perseguida y  se marcho a Barcelona donde comenzó a  trabajar  de instrumentista en un hospital de campaña en la retaguardia , recibiendo cientos de heridos del frente. Allí pasando penas y viendo sufrimientos  hasta que terminó la guerra que decidió volver a su hospital.
La llegada a su hospital para ella era una ilusión pues había dejado grandes amigos.
Empezó a trabajar y la misma persona que la había denunciado la volvió a denunciar pero ahora diciendo que era republicana en lugar de nacional , y tuvo que esconderse de nuevo y  hacerse súbdita  cubana para poder dejar atrás  tanta incomprensión.
Pasados unos meses conoció  a un joven madrileño que trabajaba en el ferrocarril , se enamoraron y en tres meses se casó con él.
Solicitó una plaza de comadrona para cinco pueblos de la provincia y como era una persona muy querida se lo concedieron y así comenzó una nueva vida , lejos del hospital y de esa persona que tan mal la quería , sin saber ella quien era..

viernes, 15 de junio de 2012

Recuerdos de una vida 3







Cuando Consuelo murió sus hijos se sintieron perdidos y abandonados , por la falta de esa madre que tanto los amaba.
Javier el mayor era novio de su prima Leonor y se casaron enseguida y empezó  una nueva etapa para él.
Mercedes se marchó a Madrid a casa de los condes de Cazorla primos hermanos por parte de su madre, donde pensó seguiría con el nivel de vida que tenía con su madre; y así pasó durante dos meses o tres, pero pronto se percató que solo la querían para nurse de sus hijos. Se buscó una pequeña habitación y comenzó a luchar y a pasar penalidades que duraron  muchos años .
Enrique ingresó en el ejército y en él continuó hasta su jubilación  con el grado  de Teniente Coronel.
La pequeña Lucia la mas desvalida por sus 13 años la llevaban de casa en casa como un paquete que molesta y estorba, hasta que Sor Clara  directora de un hospital y amiga de su madre se hizo cargo de ella internándola en un colegio de su congregación en el pirineo navarro.
Allí paso unos años hasta que cumplió los 18 que ingresó en el hospital que dirigía Sor Clara para estudiar enfermería, pues en esos años  se estudiaba interna. Para Lucia esos años de internado y de hospital fueron muy lindos pues se sentía protegida , aunque añoraba a su madre que la dejó siendo tan niña.