martes, 13 de octubre de 2015

Don Marcial y el angel





Todos los días por las callecitas del barrio, pasa Don Marcial, lo acompaña su hijo un jovencito de 20 años, de ojos claros, con signos evidentes de retraso mental. Van tomados de la mano como de paseo, son un padre y su hijo. En la mirada de don Marcial se refleja ternura; compromiso solidario y un amor inconmensurable. El muchacho va como dando saltitos, intentando ponerse en puntas de pié, pasa a veces por debajo del brazo de su padre creando una coreografía patética y casi cómica. Avanzan sin hablar, sin mirarse, cada cual en su mundo y los dos integrados en ese amor. La gente al pasar no los mira quizás por ese respeto que todos sentimos por el que sufre. El que por primera vez los ve, los observa de soslayo con curiosidad. Es extraño, ver ese joven de apariencia saludable, actuar como un niño de tres años, es como si una artera flecha hubiera hecho blanco en el centro de su entendimiento sin
permitirle avanzar hacía la adultez.
Después de tres meses sin verlos, ayer paso don Marcial, iba solo por el mismo camino de siempre, caía la tarde y una brisa fría presagiaba el invierno. A lo lejos se podía observar que un ángel lo llevaba de la mano.

lunes, 12 de octubre de 2015

Una Deuda de Amistad




Cierta vez un hombre llamó a la puerta de su mejor amigo para pedirle un favor:

– Necesito que me prestes dinero para pagar una deuda, querido amigo. ¿Puedes ayudarme?

una deuda de amistad . El otro contestó:

– Espéreme un momento.

Y, en seguida, fue a pedirle a su esposa que reuniese todo lo que tenían, aunque no fue suficiente con ello ya que tuvo que salir a la calle y pedirles dinero a los vecinos, hasta juntar la cantidad requerida.

Sin duda, habían hecho una buena obra a favor del amigo pero, cuando aquel se marchó, el esposo se descompuso. La señora, dándose cuenta del asunto, preguntó a su marido:

– ¿Por qué estás triste, querido esposo?

Pero él no contestó y ella insistió:

– ¿Tienes miedo de que ahora que nos hemos endeudado no consigamos pagar lo que debemos?

Ante la insistencia de mujer al fin, el esposo dijo:

– No, no es eso –dijo el esposo–. Estoy triste porque la persona que nos acaba de visitar es un amigo muy querido y, a pesar de ello, yo no sabía nada de su crítica situación. Solo me acordé de él cuando se vio obligado a llamar a mi puerta para pedirnos dinero prestado.