sábado, 24 de noviembre de 2018

EL BIGOTE DEL TIGRE – COREA DEL SUR




Un día, una joven llamada Yun fue a buscar a un sabio que vivía en una montaña para pedirle ayuda. El ermitaño sabía de conjuros y pociones mágicas. Cuando Yun entró en su casa, el ermitaño, sin levantar los ojos de la chimenea que estaba observando, dijo:

-¿Por qué has venido?

Yun respondió:
-Oh, Gran Sabio. Necesito tu ayuda, estoy desesperada. ¡Hazme una poción!. Maestro, -insistió Yun- si no me ayudas, estaré verdaderamente perdida.

-Bueno, ¿cuál es tu problema? -dijo el ermitaño

-Se trata de mi marido -comenzó Yun-. Desde que ha vuelto de la guerra se comporta de un modo extraño. Siempre está enfadado y ya casi no habla. A veces, cuando debería estar trabajando en el campo de arroz, lo veo sentado en la cima de la montaña, mirando hacia el mar.

-A veces, los hombres que han ido a la guerra se comportan así al volver-dijo el ermitaño.

-Por favor, quiero una poción para mi marido, para que se vuelva cariñoso y amable, como era antes.

-Muy bien, vuelve en tres días y te diré qué nos hará falta para esa poción.



Yun volvió tres días más tarde y el sabio ermitaño le dijo:
– Puedo hacer tu poción. Pero el ingrediente principal es el bigote de un tigre vivo. Tráeme su bigote y te daré lo que necesitas.

-¡El bigote de un tigre vivo! -exclamó Yun  -. ¿Cómo haré para conseguirlo?

-Si esa poción es tan importante para ti, tendrás éxito -dijo el ermitaño. Y apartó la cabeza, sin más deseos de hablar.
Yun se marchó a su casa. Pensó mucho en cómo conseguiría el bigote del tigre. Al fin se le ocurrió: una noche salió de su casa con un plato de arroz y salsa de carne en la mano y fue al lugar de la montaña donde sabía que vivía el tigre. Sin acercarse mucho a la cueva donde vivía, extendió el plato de comida, llamando al tigre para que viniera a comer, pero esa noche el tigre no apareció.



A la noche siguiente, Yun volvió a la montaña, esta vez un poco más cerca de la cueva. De nuevo ofreció al tigre un plato de comida. Así continuó todas las noches, acercándose cada vez más a la cueva, unos pasos más que la noche anterior. Poco a poco, el tigre se acostumbró a verla allí.  Una noche, Yun se acercó a pocos pasos de la cueva del tigre. Esta vez el animal dio unos pasos hacia ella y se detuvo. Los dos quedaron mirándose bajo la luna. Lo mismo ocurrió a la noche siguiente, y esta vez estaban tan cerca que Yun pudo hablar al tigre con una voz suave y tranquilizadora. La noche siguiente, después de mirar con cautela a los ojos de Yun, el tigre por fin comió los alimentos que ella le ofrecía. Después de eso, cuando Yun iba por las noches, encontraba al tigre esperándola en el camino.  Cuando el tigre había comido, Yun podía acariciarle suavemente la cabeza con la mano.



Casi seis meses habían pasado desde la noche de su primera visita. Al final, una noche, después de acariciar la cabeza del animal, Yun dijo:
-Oh, Tigre, animal generoso, necesito uno de tus bigotes. ¡No te enfades conmigo!- Y le arrancó uno de los bigotes.

El tigre no se enfadó, como ella temía. Yun bajó por el camino corriendo con el bigote del tigre en la mano. Muy contenta, subió a la montaña para ver al ermitaño.

– ¡Lo tengo! ¡Tengo el bigote del tigre! Ahora puedes hacer la poción que me prometiste para que mi marido vuelva a ser cariñoso y amable.
El ermitaño cogió el bigote y lo examinó. Satisfecho, pues realmente era de tigre, se inclinó hacia adelante y lo dejó caer en el fuego que ardía en su chimenea.
-¡Oh, señor! -gritó Yun, angustiada- ¡¿Qué has hecho con el bigote?!. ¿Por qué lo has tirado al fuego?
-Explícame cómo lo conseguiste -dijo el ermitaño.
-Bueno, cada noche iba a la montaña con un plato de comida. Después de mucho esperar, me fui ganando la confianza del tigre. Le trataba con cariño y tenía mucha paciencia. Finalmente me, me permitió coger unos pelos de su bigote.
Yun se puso a llorar, pensaba que todo su esfuerzo no había servido para nada. El ermitaño se acercó y le dijo:

-Ya no hace falta el bigote. Yun, déjame que te pregunte algo: ¿Es el hombre más feroz que un tigre? ¿Responde menos al cariño y a la comprensión?.  Si con cariño y paciencia puedes ganarte el amor y la confianza de un animal salvaje, sin duda puedes hacer lo mismo con un ser humano. No necesitas más magia de la que tú misma ya tienes.



viernes, 23 de noviembre de 2018

LOS HIJOS DE NUT – CUENTO EGIPCIO



Hace mucho tiempo, Ra, el señor de todos los dioses, reinaba sobre la Tierra como faraón. Vivía en un enorme palacio a orillas del Nilo y todos los habitantes de Egipto acudían a presentarle sus respetos. Los cortesanos no dudaban en complacerlo y él pasaba el tiempo cazando, jugando y celebrando fiestas. ¡Una vida realmente placentera y ausente de preocupaciones!

Pero un día llegó a palacio un cortesano que le contó una conversación que había oído: Thot, el dios de la sabiduría y la magia, le había dicho a la diosa Nut que algún día su hijo sería faraón de Egipto. Ra se puso furioso, nadie salvo él era digno de ser faraón:

-¡Cómo se atreve Thot a decir eso! ¡Ningún hijo de Nut me destronará!

Ra reflexionó largo tiempo, al cabo del cual lanzó la siguiente maldición:  “Ningún hijo de Nut nacerá en ningún día ni en ninguna noche de ningún año”.

La noticia pronto se extendió entre los dioses. Cuando Nut se enteró de la maldición se sintió muy apesadumbrada. Deseaba un hijo pero sabía que la magia de Ra era muy poderosa. ¿Cómo podría romper el maleficio? La única persona que podía ayudarla era Thot, el más sabio de todos los dioses, así que fue a verlo. Thot quería a Nut y, al verla llorar, decidió ayudarla.

-No puedo romper la maldición de Ra pero puedo evitarla -le dijo. Thot sabía que Jonsu, el dios de la Luna, era muy aficionado al juego, así que le retó a una partida de senet. Jonsu no pudo resistirse y cedió al desafío.

-¡Oh, Thot! -exclamó-. ¡Tal vez seas el dios más sabio pero yo soy el mejor jugador de senet! No he perdido ninguna partida. Jugaré contigo y te derrotaré.

Los dos se sentaron a jugar. Thot comenzó ganando todas las partidas.

-Has tenido suerte, Thot -dijo Jonsu-. Apuesto una hora de mi luz a que te gano la siguiente partida.

¡Pero también perdió! Thot continuó ganando y Jonsu siguió apostando su luz hasta que Thot hubo conseguido una luz equivalente a la de cinco días. Entonces Thot se puso en pie, dio las gracias a Jonsu y se fue llevándose la luz consigo.  En aquella época, un año tenía 12 meses de 30 días cada uno, lo que sumaba un total de 360 días. Thot colocó la luz de cinco días extra entre el final de ese año y el comienzo del siguiente. Nut se sintió feliz cuando Thot le contó lo que había hecho. Como los cinco días no pertenecían a ningún año, sus hijos podrían nacer en esos días sin romper el maleficio de Ra.

El primer día Nut dio a luz a Osiris, que sería faraón después de Ra; el segundo día, a Harmachis, que está inmortalizado en la Esfinge; el tercer día, a Seth, que más tarde mataría a Osiris y se convertiría en faraón; el cuarto día, a Isis, que sería la esposa de Osiris; y el quinto día, a Neftis, que sería la esposa de Seth.

En cuanto a Jonsu, el dios Luna, quedó tan debilitado tras la partida que ya no pudo brillar con fuerza todo el tiempo. Aún hoy, la Luna sólo brilla toda entera durante unos cuantos días del mes y ha de pasar el resto del tiempo recobrando fuerzas.