martes, 25 de diciembre de 2018

Un cuento de Navidad






El sentimiento festivo y la alegría de reunirse con la familia traen a mi memoria una historia que me encanta relatar cada año.Es una historia real, aunque parezca increíble. Y da testimonio de que los milagros pueden ocurrir.

Hace mucho tiempo, un grupo de jóvenes decidió compartir algo de la alegría de la Navidad. Se habían enterado de la existencia de varios niños que pasarían el día de fiesta en el hospital comunitario más cercano. De manera que uno de ellos se disfrazó de Papá Noel, luego compraron varios regalos, los envolvieron y, junto a sus guitarras y sus dulces voces, se presentaron  por sorpresa en el hospital en la Nochebuena.

Los niños festejaron alborozados la visita de Papá Noel; cuando el grupo de amigos terminó de distribuir los regalos y de cantar sus villancicos, todos los ojos estaban anegados en lágrimas. De ahí que  los jóvenes decidieron que representarían el papel de Papá Noel cada año.

En la Nochebuena siguiente, incluyeron en su visita a las mujeres internadas en el hospital, y al tercer año la invitación se extendió a algunos niños pobres del vecindario.

En la cuarta Nochebuena, sin embargo, después de realizar la ronda ya habitual, Papá Noel revisó su saco y descubrió que le habían sobrado algunos juguetes. De modo que los amigos se reunieron para deliberar y decidir qué harían con ellos. Alguien mencionó la existencia de un mísero caserío precariamente instalado en las inmediaciones, donde vivían algunas familias terriblemente pobres.

Por lo tanto, el grupo decidió dirigirse allí, pensando que el número de familias llegaría a tres como máximo. Pero cuando treparon la cuesta de la colina, y se encontraron en medio de la desolada extensión –ya era cerca de medianoche–, el consternado grupo pudo ver a gran cantidad de personas alineadas a ambos lados de la calle.

Se trataba de niños; más de treinta niños expectantes. Detrás de ellos no se veían chozas, sino filas y filas de destartaladas instalaciones precarias. Cuando detuvieron el coche en el que iban, los niños se acercaron corriendo, chillando de júbilo. Era evidente que habían estado toda la noche esperando pacientemente la llegada de Papá Noel. Alguien –nadie pudo recordar quién–, les había dicho que él llegaría, aunque nuestro Papá Noel había decidido hacerlo sólo algunos minutos antes.

Todo el mundo quedó desconcertado, excepto el propio Papá Noel. El estaba sencillamente dominado por el pánico. Sabía que no tenía juguetes suficientes para tantos niños. Finalmente, sin querer decepcionarlos, decidió entregar los pocos juguetes que tenía a los mas pequeños. Cuando se terminaran, explicaría lo ocurrido a los más grandes.

De manera que enseguida se encontró subido  sobre el capó del coche, con treinta niños deslumbrantes, aseados y ataviados con sus mejores galas, alineados de menor a mayor, aguardando su turno. A medida que cada niño ansioso se aproximaba, Papá Noel revolvía dentro de su saco con el corazón cargado de temor, anhelando encontrar por lo menos un juguete más para entregar. Y, por algún milagro, encontró uno cada vez que metió la mano en el saco. Finalmente, cada niño recibió su juguete. Papá Noel miró en el interior de su saco, ahora desinflado. Estaba vacío, tan vacío como debería haber estado veinticuatro niños antes.

Lleno de alivio, soltó un jovial "¡Jo, jo!" y se despidió de los niños. Pero cuando estaba a punto de montar en el coche (aparentemente, los renos tenían el día libre), oyó que uno de los niños exclamaba:

–¡Papá Noel, Papá Noel, espera!

Detrás de los matorrales, aparecieron dos niños pequeños, un niño y una niña. Habían estado durmiendo.

El corazón de Papá Noel dio un vuelco. Esta vez estaba seguro de no tener más juguetes. El saco estaba vacío. Pero cuando los niños se acercaron sin aliento, él reunió coraje y volvió a meter la mano en el saco. Y, abracadabra, en él había más regalos.

El grupo de amigos, que actualmente ya son adultos, todavía comentan el milagro de esa mañana de Navidad. Siguen sin encontrarle explicación; sólo pueden decir que aquello realmente sucedió. ¿Que cómo sé de la historia? Bueno; yo era el Papá Noel.

lunes, 24 de diciembre de 2018

¿Jesús nació en Belén o Nazaret?



Mateo y Lucas nos dicen que Jesús nació en Belén, mientras que los otros dos evangelistas, Marcos y Juan, presuponen que su venida al mundo ocurrió en Nazaret.


La figura de Jesucristo sigue presentando misterios sin respuesta. La vida del personaje histórico y la del mesías cristiano se entremezclan en una especie de torbellino que dificulta enormemente saber qué detalles ocurrieron y cuáles fueron creados como parábola o para construir la figura religiosa que ha llegado a nuestros días. La Navidad, por ejemplo, gira en torno a la idea de celebrar el nacimiento de Jesús como símbolo de esperanza y alegría para la humanidad, pero ni siquiera en ese detalle logramos a ponernos de acuerdo. ¿Cuándo y dónde nació el que se convertiría en salvador de la religión cristiana?

Para el cuándo no existe una respuesta clara o correcta. La creencia general es que el nacimiento de Jesús tuvo lugar en algún momento de otoño pero no se conoce con certeza una fecha aproximada. El día 25 de diciembre fue establecido por la Iglesia como fecha convencional en el siglo IV. Esta decisión no se debía a una creencia, sino a que era por esas fechas cuando los romanos celebraban la fiesta del Sol Invicto en honor al dios Mitra. Además, se cree que Jesús nació 6 años antes del comienzo de la era cristiana, previa a la muerte del rey Herodes el Grande.

La ciudad de Belén se sitúa sobre dos colinas rocosas a unos 800 metros sobre el nivel del mar, al lado del desierto de Judea, y a 8km. al sur de Jerusalén.
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Su nombre hebreo significa “la casa del pan”.
A Belén se le reconocen dos hechos importantes que recoge la Biblia:

– el primero está en el Antiguo Testamento y es que se trata de la cuna del rey David, elegido por Dios y ungido por el profeta Samuel;
– el segundo es el culmen de las profecías que anunciaban que el Mesías debía nacer en Belén, donde nació Jesús como descendiente de David.
Belén era asentamiento de beduinos hace más de cinco mil años y se  llamaba Éfrata.

En la Biblia, la ciudad se llama Belén de Judá, para distinguirla de otra ciudad de la tribu de Zabulón.

Allí Raquel, la esposa de Jacob, muere al dar a luz a Benjamín y es sepultada en el camino de Éfrata.

Jacob erigió el sepulcro de Raquel (Cf. Gn 35, 19-20),  muy venerado por los judíos por ser considerada la madre de la nación.

También venerada por cristianos y musulmanes, con lo que  su tumba es fuente de continuas fricciones.

Los judíos la controlan en la actualidad.

Al este de Belén está el pueblo de Beit Sahour donde están los Campos de Rut.

Según la tradición aquí ocurrió el relato bíblico del libro de Rut, en el que un rico propietario local se enamora de una pobre viuda moabita, al llegar esta acompañando a su suegra Noemí.