En lo profundo de los verdes valles de Cantabria, donde los ríos susurran secretos y los bosques esconden maravillas, vivía La Anjana, un hada benevolente conocida por su bondad y belleza. Con sus largos cabellos dorados y sus ojos azules como el cielo, La Anjana cuidaba de la naturaleza y protegía a los buenos corazones.
Una vez, en un pequeño pueblo escondido entre las montañas, vivía una joven llamada Elvira. Su familia era pobre, pero ella era rica en espíritu y generosidad. Cada día, Elvira se internaba en el bosque para recoger hierbas y bayas que luego vendía en el mercado para ayudar a su familia.
Un día, mientras caminaba por un sendero poco transitado, Elvira escuchó un suave llanto. Intrigada, siguió el sonido hasta encontrar una hermosa mariposa atrapada en una telaraña. Con mucho cuidado, liberó a la mariposa y la observó volar libremente hacia el cielo. No sabía que la mariposa era en realidad una de las criaturas mágicas del valle, observada siempre por La Anjana.
Esa noche, mientras Elvira dormía, La Anjana se apareció en sus sueños. "Has mostrado un gran corazón al ayudar a una criatura en apuros", dijo La Anjana con una voz melodiosa. "Quiero recompensarte por tu bondad".
A la mañana siguiente, Elvira encontró en su humilde cabaña una pequeña caja de madera adornada con intrincados grabados. Dentro, había un polvo dorado y una nota que decía: "Espolvorea esto sobre tu jardín y verás la magia florecer".
Sin dudar, Elvira siguió las instrucciones. Para su asombro, en pocos días, su jardín se transformó en un paraíso. Las plantas crecían altas y robustas, las flores desbordaban de colores brillantes y los frutos eran tan abundantes que parecían brillar bajo el sol. El jardín no solo alimentaba a su familia, sino que también atraía a personas de otros pueblos, quienes venían a admirar el milagro y a comprar sus productos.
Con el tiempo, Elvira se convirtió en una figura querida y respetada en la comunidad. Nunca olvidó la bondad de La Anjana y siempre se esforzaba por ayudar a los necesitados, recordando que un acto de bondad puede desatar una cadena de magia y prosperidad.
Así, el espíritu de La Anjana y su amor por la naturaleza y la bondad humana continuaron viviendo en el valle, recordándonos que, en la mitología cántabra, aquellos que actúan con un corazón puro siempre serán recompensados por las fuerzas mágicas que protegen la tierra.
Este cuento refleja la esencia de La Anjana, un ser mítico que personifica la bondad y la conexión profunda con la naturaleza, características esenciales de la rica mitología de Cantabria.