miércoles, 22 de mayo de 2024

El Osezno (Cuento)



 Había una vez, en un denso bosque de pinos y robles, una pequeña cría de oso llamada Miel. Miel vivía felizmente con su madre en una cueva acogedora, hasta que un día, mientras exploraba curiosamente los alrededores, se alejó demasiado y se perdió. La pequeña cría se encontró sola y asustada en una parte del bosque que no conocía.

Mientras Miel vagaba, un anciano llamado Tomás, que vivía en una cabaña al borde del bosque, la encontró. Tomás era un hombre amable, con ojos sabios y un corazón generoso. Al ver a la cría sola y vulnerable, decidió llevarla a su cabaña para cuidarla.

Tomás, que había vivido toda su vida cerca del bosque, sabía mucho sobre los animales y su comportamiento. Construyó un pequeño refugio junto a su cabaña, donde Miel pudiera dormir y sentirse segura. Le daba leche tibia y miel, y poco a poco, la pequeña cría de oso comenzó a confiar en él.

A medida que pasaban los días, Miel y Tomás se hicieron inseparables. Miel aprendió a jugar con las hojas y a pescar en el río, siempre bajo la atenta mirada de Tomás. El anciano le enseñó a buscar bayas y raíces, y a ser cautelosa con los peligros del bosque. Miel, por su parte, le brindaba compañía y alegría a Tomás, quien vivía solo desde hacía muchos años.

Con el tiempo, Miel creció fuerte y sabia, y aunque amaba a Tomás, algo dentro de ella anhelaba regresar al bosque y encontrar a su madre. Tomás lo sabía y, aunque le dolía la idea de separarse de su amiga, decidió que era el momento de que Miel volviera a su verdadero hogar.

Una mañana, Tomás y Miel emprendieron un último paseo juntos hacia lo profundo del bosque. Buscaron lugares donde Miel había estado con su madre, y Tomás usó sus conocimientos para rastrear a los osos locales. Después de varias horas, encontraron señales frescas de un oso adulto.

Tomás abrazó a Miel por última vez, sus ojos llenos de lágrimas pero también de orgullo. "Eres un oso fuerte y valiente, Miel. Tu lugar está aquí, en el bosque. Nunca te olvidaré."

Miel comprendió, y con un suave gruñido de despedida, se adentró en el bosque. No pasó mucho tiempo antes de que escuchara un sonido familiar: el llamado de su madre. Corrió hacia ella, y las dos se reunieron en un abrazo cálido y reconfortante.

Desde entonces, Miel vivió en el bosque, pero nunca olvidó a Tomás. A menudo lo observaba desde la distancia, asegurándose de que estuviera bien. Y Tomás, aunque ahora solo, siempre sonreía cuando pensaba en su amiga, la cría de oso que había cuidado y amado.

Y así, en el corazón del bosque, la amistad entre un anciano y una cría de oso permaneció viva para siempre.









Viaje a la isla (Cuento)


Érase una vez, en un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y bosques encantados, vivía una niña llamada Clara. Clara tenía una gran imaginación y soñaba con aventuras extraordinarias. Un día, mientras jugaba en el jardín de su casa, encontró un antiguo mapa en una botella de cristal.

El mapa mostraba un camino que llevaba a un lugar misterioso llamado "La Isla de los Secretos". Intrigada y emocionada, Clara decidió seguir el mapa. Preparó su mochila con algunos bocadillos, una linterna y su cuaderno de dibujos, y se despidió de sus padres, quienes pensaban que simplemente iba a jugar en el bosque cercano.

Siguiendo el mapa, Clara cruzó el bosque encantado, donde los árboles susurraban historias antiguas y los animales la observaban con curiosidad. Llegó a un claro donde encontró un pequeño barco de madera atado a un muelle. Clara se subió al barco y, mágicamente, este comenzó a moverse solo, guiado por una corriente invisible.

El viaje en el barco fue maravilloso. Clara vio delfines saltando junto al barco, aves exóticas volando sobre su cabeza y peces de colores brillantes nadando en el agua cristalina. Después de unas horas, llegó a una isla que brillaba bajo el sol como si estuviera hecha de oro.

En la isla, Clara encontró un camino de piedras luminosas que la llevó a una cueva escondida detrás de una cascada. Con valentía, entró en la cueva y descubrió un mundo subterráneo lleno de maravillas: cristales que brillaban con todos los colores del arcoíris, plantas que cantaban melodías suaves y criaturas mágicas que la saludaban con sonrisas amables.

En el centro de la cueva, Clara encontró un gran cofre de tesoro. Cuando lo abrió, en lugar de oro y joyas, encontró un libro antiguo con la inscripción: "El Libro de los Secretos del Corazón". Clara lo abrió y leyó una frase que la llenó de alegría: "El verdadero tesoro está en las aventuras que vivimos y los amigos que hacemos en el camino".

De repente, Clara escuchó una voz suave y melodiosa que decía: "Clara, has encontrado el verdadero secreto de la isla. Recuerda siempre que la verdadera riqueza está en tu corazón y en tus experiencias". Era el espíritu guardián de la isla, un ser luminoso que brillaba con una luz cálida y reconfortante.

Clara agradeció al espíritu guardián y prometió compartir su experiencia con sus amigos y familiares. Con el libro en sus manos, regresó al barco, que la llevó de vuelta a su pueblo. Cuando llegó a casa, sus padres la recibieron con abrazos y Clara les contó todo sobre su increíble aventura.

Desde ese día, Clara supo que la magia y el misterio siempre estaban a su alrededor, esperando ser descubiertos. Y cada noche, al contar su historia antes de dormir, recordaba que el verdadero tesoro estaba en su corazón y en las aventuras que aún estaban por venir.


Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.