martes, 31 de mayo de 2016

LA LEYENDA DEL GANGES




En el hinduismo, el río Ganges está personificado bajo la forma de la diosa Ganga, también llamada Maa Ganga (Madre Ganges) o Ganga Deví (diosa Ganges). Es por esta razón por la cual el río Ganges posee un carácter divino en la religión hindú y se cree que cada inmersión en este río sirve para expiar un pecado y adorar a Ganga, además de evitar el ciclo de reencarnaciones del difunto cuyas cenizas sean arrojadas al Ganges.

Este río se ha convertido en el final de la gran peregrinación del hinduismo. El Maha Kumbha Mela es una celebración de carácter espiritual celebrada cada doce años a orillas del Ganges, siendo cuatro los principales puntos de reunión: Prayag, Haridvar, Ujjain y Nasik. La peregrinación se realiza cuatro veces cada doce años, una vez en cada una de las localidades.

El origen de esta tradición proviene de dos mitos hindúes; por un lado, el mito de la creación del Ganges y de su carácter sagrado (del que hablaremos más adelante), y por otro lado, el mito mediante el cual se explica porque la peregrinación debe pasar por estas cuatro localidades indias.

Este último mito tiene lugar en el periodo védico, cuando los semidioses y los demonios hicieron un pacto temporal con el fin de obtener Amrita (el néctar de la inmortalidad) del océano de leche y compartirlo a partes iguales. Sin embargo, cuando el bote de Amrita apareció, los demonios rompieron el acuerdo, y escaparon. Estos fueron perseguidos por los semidioses y durante doce días y doce noches (el equivalente a doce años humanos), semidioses y demonios combatieron en el cielo por conseguir el Amrita. Se dice que durante la batalla el bote se rompió y cayeron a la tierra cuatro gotas del néctar; una en cada uno de estos lugares: Prayag, Haridvar, Ujjain y Nasik.

Veamos ahora el mito de la creación del Ganges. El dios Brahmá creó el río Ganges, que en origen solo recorría el Cielo, a partir del sudor recogido del pie del dios Visnhú. Años más tarde, el rey Sagar tuvo 60.000 hijos y un día mientras este celebraba una fiesta, el dios Indra, celoso, robó un caballo a Sagar. El rey, enfurecido, mandó a todos sus hijos en busca del caballo. Lo encontraron en el inframundo, al lado de un sabio que realizaba su penitencia. Los hijos de Sagar, creyendo que el anciano era el autor del robo, le insultaron y golpearon. El sabio se limitó a mirarlos, haciéndolos arder a todos.

Las almas de los 60.000 hijos de Sagar quedaron, entonces, vagando por la Tierra. Fue una de los descendientes de Sagar, el rey Bhagiratha, quien rogó al dios Brahmá que permitiera a la diosa Ganga descender del Cielo para tocar con sus aguas purificadoras las cenizas de los difuntos hijos de Sagar, para que estos pudieran ascender al Cielo. Brahmá aceptó y ordenó a la diosa que descendiera a la Tierra. Pero esta advirtió del peligro que suponía que tal masa de agua cayera sobre la Tierra, pudiendo destruirla. Ante esta posibilidad, el rey Bhagiritha le pidió al dios Shivá que amortiguara la caída.

Así Ganga cayó sobre la gran cabellera de Shivá dividiéndose en siete torrentes, pero creó un caos en la zona de los Himalayas, donde se encontraba meditando el rey Yajnú, quien encolerizado, se tragó las aguas del río. Los dioses y Bhagiratha oraron al sabio para que soltara a la diosa y así lo hizo Yajnú. De esta forma, Ganga pudo salvar a las almas de los hijos de Sagar.

lunes, 30 de mayo de 2016

LA LEYENDA DE IASÁ




En la tribu de los Cashinahuas vivía una joven tan hermosa que todos los que la contemplaban se quedaban prendados de ella. Sin embargo, la joven, Iasá, amaba Tupá, el hijo del dios supremo Tupán.

Entre los hombres enamorados de Iasá se encontraba Anhangá, el demonio, quien celoso de Tupá, decidió arrebatarle a la joven y casarse con ella. Para llevar a cabo su propósito, Anhangá fue a visitar a la madre de Iasá y le dijo:

"Si tú impides la boda de Iasá y Tupá y consigues que ella se case conmigo, yo te daré caza y pesca abundante para toda tu vida."

La ambición le hizo plantearse que si aceptaba el trato no tendría que preocuparse nunca más por conseguir alimento, por lo que aceptó, prohibiendo a Iasá volver a ver a Tupá y fijando la fecha para la boda con Anhangá.

Cuando Iasá se enteró, no pudo ocultar su decepción; no solo iba a perder a su amor, sino que además, casándose con Anhangá debería vivir en el infierno en vez de en el cielo. En medio de la tristeza, Iasá pidió un último deseo; ver una vez más a Tupá. El demonio aceptó, pero puso una condición:

"Te harás una herida en un brazo para que las gotas de tu sangre marquen el camino que te lleva al cielo. Así podré seguirte."

El mismo día de la boda, poco antes de la ceremonia, Iasá partió a visitar a Tupá por última vez. Se había hecho una herida, como habían acordado, y sus gotas de sangre iban formando un arco rojo en el cielo. Tupá ordenó al Sol, al Cielo y al Mar que acompañaran a Iasá en su camino y que para confundir a Anhangá dibujaran tres arcos más al lado del arco rojo. Así, el Sol, Guarací trazó un arco amarillo, el Cielo, Iuaca dibujó un arco azul claro y el Mar, Pará formó un arco azul oscuro.

Pero Iasá no consiguió llegar al cielo, ni ver a Tupá, debilitada por la pérdida de sangre, por lo que comenzó a caer lentamente hacia la tierra. Su sangre se mezcló con la franja amarilla de Guarací, formándose un arco anaranjado, y más tarde con el arco azul de Iuaca, dando lugar a una franja de color violeta.

Al caer sobre la tierra, Iasá murió en una playa, bañada por el agua del mar y por los rayos del sol, y así de la mezcla del azul de Pará y el amarillo de Guarací, surgió un arco verde, convirtiéndose en el séptimo arco y siguiendo la trayectoria de los otros seis...