viernes, 2 de diciembre de 2016

La maldición de los abencerrajes


En el siglo XV —el último siglo de existencia del reino nazarí de Granada— hubo numerosas luchas internas por detentar el poder. El reino había ido acumulando refugiados musulmanes procedentes de los territorios perdidos frente a los cristianos, por lo que estaba superpoblado; también existía el mal ambiente propio de un reino que llevaba mucho tiempo pagando parias (tributos) a los reinos cristianos para que no les atacasen. En ese contexto de decadencia, uno de los dos clanes más importantes era el de los abencerrajes (que en árabe quiere decir “hijos del sillero”) unos guerreros provenientes del norte de África que habían tenido cierto protagonismo en las luchas con los cristianos. La vinculación de este clan con algunos sultanes nazarís llegó a ser muy estrecha y algunos de ellos se convertirían en tropas de elite y guardia personal de los sultanes. Los abencerrajes llegaron a poseer un palacio propio dentro del recinto fortificado de La Alhambra.



En el año 1444 Mohamed “El cojo” consiguió destronar a su tío y convertirse en sultán de Granada. A partir de ese momento el nuevo sultán se dedicó a perseguir a quienes consideraba sus enemigos. Unos de ellos fueron los abencerrajes, que se acabaron refugiando en su fortaleza de Montefrío. Desde allí entraron en contacto con su antiguo enemigo: el rey Juan II de Castilla. Con la ayuda del rey castellano los abencerrajes atacaron a “El cojo” por diversos medios. Finalmente, en 1453 el sultán declaró que estaba dispuesto a dejar el poder; alegó estar cansado, enfermo y sin voluntad de seguir luchando contra una resistencia tan tenaz.


El día previsto para la abdicación de “El Cojo”, sus dos hiijos Muley Hacén y el Zagal llamaron a los principales miembros del clan de los abencerrajes para que vieran a su padre personalmente y proceder a la abdicación delante de todos.

Uno a uno, los convocados fueron invitados a entrar en el palacio. Una vez en el interior, los abencerrajes fueron inmovilizados y amordazados por la guardia de esclavos negros del sultán; tras ser alineados en el suelo los 36 principales abencerrajes, fueron torturados.

Finalmente serían arrastrados hasta una pila situada en el centro de la sala donde serían degollados uno a uno a la vista de los demás. En el palacio de La Alhambra hay una estancia llamada “Sala de los Abencerrajes” en recuerdo de ese episodio.

Hay granadinos que vienen sosteniendo que el tono rojizo de esa pila se debe a una fuerza extrasensorial que replica la sangre de los que allí murieron degollados hace más de cinco siglos.





También hay quien piensa que a raíz de la matanza, Muley Hacén quedó maldito. Las catástrofes que rodearon el resto de su vida desafían cualquier vaticinio, por muy negativo que éste hubiera sido. En los años siguientes se produjo la historia pasional de su enamoramiento de la cristiana Isabel Solis y de su enfrentamiento con su esposa y su hijo. Después acabaría siendo destronado por su propio hijo y, además, su hermano el Zagal también trataría de arrebatarle el poder, aunque en última instancia el propio Muley le dejaría su legitimidad y sus derechos al trono. Muley Hacen murió pidiendo que se le enterrara en el lugar más alto posible para estar cerca del cielo y lejos de los hombres. Según una crónica fue sepultado en el pico Mulhacén donde sus restos han sido buscados hasta ahora sin éxito.

La maldición de Muley Hacén no acabaría con su muerte. La mujer por la que se enfrentó a su mujer y su hijo y se acabaría desatando la guerra que precipitó la pérdida del reino, le acabó traicionando también. Su segunda esposa Zoraida renegó de su fe musulmana y volvió al cristianismo. Además, los dos hijos que tuvo con ella también volvieron a la fe de su madre.

Su hijo Boabdil moriría en el exilio de Fez, luchando para el rey de Marruecos, extinguiéndose el linaje de la familia real nazarí.

El Zagal, que también fue partícipe de la masacre, no tuvo mejor suerte. Después de suceder a su hermano debió de luchar contra su sobrino Boabdil y contra los Reyes Católicos. El Zagal finalmente vendió sus dominios a los Reyes Católicos y se exilió en Marruecos. Allí no pudo disfrutar de sus riquezas después de que el Sultán marroquí le dejara ciego y le arrebatara sus bienes, muriendo en la pobreza.

Esta es la triste historia de los abencerrajes y de sus enemigos.

jueves, 1 de diciembre de 2016

Leyenda del Soldado Encantado




Érase una vez un estudiante de Salamanca que en verano se dedicaba a ir cantando por toda España para conseguir dinero para poder pagarse sus estudios.

Llegó a Granada en la víspera de San Juan, y comenzó a tocar su guitarra, cuando de repente vió a un soldado paseando por las calles de Granada. Nadie reparaba en él y el estudiante viendo que  necesitaba ayuda le pregunto que quien era y que si necesitaba algo.

Un encantamiento cayó sobre el soldado
El soldado le contó que estaba hechizado desde hacía 300 años. Un alfaquí le condenó a vigilar el tesoro de Boabdil y le concedió solo un día cada 100 años de libertad.

Le pidió que lo ayudase y a cambio le ofreció la mitad del tesoro que custodiaba, para ello tenía que buscar a una joven damisela cristiana y a un sacerdote en ayunas.

El estudiante aceptó y encontró lo que le pedía, pero el cura tenía, un apetito insaciable y cuando estaban dentro  del escondite de la Alhambra se llevó al la boca un dulce manjar, y de repente la joven, el estudiante y el cura se encontraron fuera de la torre. El hechizo no se pudo llevar a caba  por culpa del cura, aunque al joven le dio tiempo a llenar sus bolsillos de monedas y ésto le permitió pagar sus estudio y vivir una buena vida con la joven cristiana de la que se enamoró.

Cuenta la leyenda que el soldado encantando  sigue saliendo cada 100 años esperando que alguien le ayude a liberarse de su encantamiento. Quien sabe quizás en una visita a la Alhambra tengas la suerte de ver al soldado y puedas ayudarle.

La leyenda de La Puerta de la Justicia



Existen dos leyendas particularmente bellas en torno a esta puerta. Tan grande era su magnificencia y tan ufanos se sentían de ella, que aseguraban que si existía un caballero en la Tierra que fuese capaz, estando montado en su caballo, de tocar con la punta de su lanza la mano esculpida en lo más alto de su arco exterior, conquistaría el trono de la ciudad.

Considerada por el mundo conocido como una fortaleza inexpugnable, sumamente recia en su construcción, aseveraban que no caería bajo el ataque de mil ejércitos. De este modo, el día que la mano de su arco exterior llegara a tocar la llave del arco interior de esta puerta, sería porque había llegado el fin del mundo, pues la Alhambra estaría en ruinas.



De las cuatro puertas exteriores del recinto amurallado de la Alhambra, la más monumental es la Puerta de la Justicia, edificada en 1348.
Junto a ella puede observarse un baluarte circular de artillería cristiana desde el que desciende un muro en piedra labrada, ante el que se talló una de las obras maestras del Renacimiento granadino, el Pilar de Carlos V.
A mitad de la Explanada existe otro pilar, mucho más modesto, dedicado al escritor Washington Irving por la ciudad de Granada, con motivo del centenario de su muerte (1859).
La Puerta de la Justicia es también conocida como Puerta de la Explanada por el amplio espacio que se extendía ante ella. Su majestuosa figura preside todo el espacio y se ha convertido en uno de los símbolos de la Alhambra.
De hecho, aparte de su función estructural, esta Puerta posee uno de los valores simbólicos más destacados de la Alhambra: la mano en la clave del gran arco de fachada y la llave en la clave del arco de entrada (símbolos islámicos), contrastan con la imagen gótica de la Virgen y el Niño, de Roberto Alemán, emplazada por orden de los Reyes Católicos sobre la inscripción árabe fundacional de la puerta.
Cuatro columnas adosadas en cuyos capiteles aparece la profesión de Fe musulmana, enmarcan el portón de la entrada que ha conservado sus hojas de madera chapadas en hierro y demás herrajes originales, recientemente restaurados.
El interior, como es característico de estas construcciones defensivas, se desarrolla en doble recodo, salvando un pronunciado desnivel, cubierto sucesivamente por bóvedas de aristas y una cúpula, pintadas con ladrillo rojo fingido, una de las características de la arquitectura nazarí.
A la salida se construyó, a petición de los vecinos de la Alhambra en 1588, un Retablo, obra de Diego de Navas el Joven, en el lugar en que se celebró la primera Misa tras la conquista. La cara interior de la Puerta conserva parte de la preciosa decoración original de rombos cerámicos en las albanegas del arco de herradura.
Frente a ella se desarrolla una amplia calle antemuro, al pie de la muralla, reforzada tras la  conquista, mediante restos de lajas sepulcrales. Continuando brevemente el ascenso de la calle se desemboca en el punto de inicio del itinerario oficial de visita, la fachada de la Puerta del Vino, ante la Plaza de los Aljibes.

martes, 29 de noviembre de 2016

Leyenda del Suspiro del Moro


Encumbrada en lo más alto del cerro de La Sabika, y ocupándolo en su mayor parte, se yergue soberana y monumental sobre Granada, y bajo el lema nazarí: “Sólo Alá es vencedor”, La Fortaleza Roja, la ciudad real amurallada de Alhambra.


La Alhambra, ciudad palatina andalusí, fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad, junto al Generalife, por el comité de la UNESCO, el 2 de noviembre de 1984. Cinco años más tarde, se añadió a esta denominación el Albaicín, que constituye uno de los barrios antiguos de Granada. Recientemente, la Alhambra ha sido propuesta para ser nombrada una de las 7 Maravillas del Mundo, pero quedó a las puertas. Sin embargo, por su extraordinaria belleza y su estado de conservación, bien pudiera crearse, para ella, la categoría de octava maravilla.


Voy a contaros varias leyendas sobre esa maravilla.


Cuenta la leyenda que Boabdil (Mohamed Abu Abdalahyah), un pacifista y el último rey de los moros, se rindió en Granada sin luchar contra el Rey Fernando y la Reina Isabel de España en 1492. Tras arrebatar los Reyes Católicos el último reducto de la dominación musulmana a Boabdil ; el rey moro y su séquito fueron desterrados de Granada. Los monarcas Católicos exiliaron a Boabdil e inmediatamente izaron la bandera de la España cristiana sobre la Alhambra, señalando el fin del último reino musulmán de la Península. Se les cedió un pequeño territorio en las áridas Alpujarras, donde aguantarían aún unos años.

Camino a su destierro, Boabdil no se atrevía a girar la mirada hacia Granada, y sólo cuando estuvo lejos, hizo una pausa en su camino, sobre la colina conocida por El Suspiro del Moro, y observando por última vez su palacio y la bella ciudad que había perdido, suspiró, y rompió a llorar. Su propia madre, Ayesha, llena de sorpresa y furia, le reprochó sus lágrimas exclamando: "Llora como mujer lo que no has sabido defender como hombre".


No es difícil entender el porqué del llanto de Boabdil. Las lágrimas que derramó eran la constatación de que iba a abandonar un paraíso en la Tierra.

lunes, 28 de noviembre de 2016

Dip



El dip es un ser mitológico catalán. Una especie de perro vampirico, malvado y peludo, un emisario del demonio.
La leyenda surgió en el municipio catalán de Pratdip, en la provincia de Tarragona y el nombre significa justamente en castellano “prado de dips”. Ésta leyenda se remonta, como mínimo, al siglo XVI. En el retablo de Santa Marina de Pratdip, del 1602, ya se ven imágenes de estos perros-vampiro. También estaban presentes en un altar de la capilla de Santa Marina, una ermita cercana de 1730 recortados sobre un fondo de oro. Lamentablemente ese retablo fue destruido y tan solo quedan unas fotos.

Según la leyenda, los dips eran unos perros de pequeño tamaño que se caracterizaba por encontrarse rengo de una pata por lo que la imaginación popular los representa cojos o faltos de una pata delantera, aunque en representaciones actuales presentan las cuatro patas intactas. Sólo salían de noche y en la oscuridad destacan sus ojos feroces e intimidantes y su cola es larga e enhiesta.

Atacaban y chupaban la sangre del ganado y también de las personas que deambulaban por las calles a horas intempestivas, especialmente borrachos noctámbulos que iban a las tabernas del pueblo. No hay pruebas fehacientes, ni testigos documentados. Se cree que esta leyenda sólo pretendía asustar a los alcohólicos del pueblo y evitar así que se dedicaran a vagar de noche.

viernes, 26 de agosto de 2016

Conde Estruch




Existe la creencia popular de que el vampirismo, tiene sus orígenes en Transilvania en el siglo XVIII. Generalmente se asocia el nacimiento del vampirismo con Vlad Draculea, conocido también como Vlad el empalador, pero lo cierto es que anteriormente ya existía una vieja leyenda sobre un personaje que presuntamente era vampiro y que ya existía en el condado de Ampurias durante el siglo XII. Según este mito, fue el Conde Guifré Estruc o Estruch, un noble señor feudal de la corona catalano-aragonesa, que durante los años 1173 y 1212, protagonizó esta leyenda sobre el vampirismo, situada en el Castillo de Llers, en el Alt Empordà, y que fue pasando de padres a hijos hasta nuestros días.

En plena Reconquista y en las tierras del Pirineo, pertenecientes al Condado de Barcelona, se libraba una batalla contra el paganismo, la herejía y la brujería, muy abundantes en la zona. Se temía que los no cristianos se aliaran con los musulmanes del sur. Guifré había sido un guerrero valeroso y destacado en la lucha contra el rey moro de Valencia, y un héroe en la batalla de las Navas de Tolosa. Decían que fue un hombre que también destacaba por su caballerosidad y su buen trato con los súbditos que habitaban cerca de su fortaleza. Se casó con una mujer noble pero enviudó pronto. Alfonso II el “Casto”, y su tutor el Obispo de Barcelona Guillermo de Torroja, le encargaron al conde la lucha contra el paganismo en las tierras del Empordà. Ya de edad avanzada, Estruch fue destinado a Llers. una pequeña villa cerca de Figueras, donde le fue concedido el Castillo de Llers. Allá llevaría a cabo una doble misión; luchar contra las invasiones occitanas y a su vez contra los cultos paganos.


En el siglo XII aún se vivía apegado a los antiguos cultos iberos paganos, anteriores al Cristianismo, por lo cual éstos eran un potencial aliado de los árabes o, tal vez, de los francos. El conde se distinguió por la persecución de la brujería y el paganismo. Estruch tuvo que reprimir esos cultos ancestrales que aún creían en la magia y las ciencias ocultas, origen de la actual creencia en brujas y demás supersticiones, y obligar a los campesinos ampurdaneses a abrazar la fe en Cristo. La vida del noble cambia drásticamente cuando se ve obligado a mandar ajusticiar a un grupo de mujeres acusadas de brujería. Dice la leyenda que antes de morir quemadas, aquellas mujeres maldijeron a Estruch.

Unos cuentan que falleció asesinado, envenenado por un capitán de su ejército. Otros, que su muerte se produjo de manera natural, pero en lo que todos coinciden es en que debido a la maldición, el conde regresó de la tumba convertido en un vampiro de aspecto joven y seductor, sediento de sangre.

Dicen antiguas leyendas que sólo salía de noche para beber la sangre de sus víctimas, gustaba seducir y violar a las mozas casaderas dejándolas embarazadas. Al cabo de nueve meses las desafortunadas parían pequeños monstruos que morían no más nacer ya que, según las tradiciones antiguas un vampiro no puede tener hijos. Sus terribles actos se extendieron por toda Catalunya, siendo su fama tan grande que incluso las madres mencionaban a Estruch si sus críos no se portaban bien. 

Sobre su final aparecen de nuevo varias interpretaciones, unas establecen como responsable a una anciana religiosa. Ésta acabó con el vampiro en su castillo, clavándole una estaca en el corazón. Otra versión atribuye su muerte a un ermitaño de origen judío que lo hizo descansar en paz con un sortilegio ancestral relacionado con los rituales de la cábala.

En aquellos años, Ricardo Corazón de León, futuro rey de Inglaterra, residía en la misma zona en que se desarrolló la leyenda del conde Estruc ya que fue enviado por su padre Enrique II de Plantagenet para participar en las Guerras del Rosellón, a favor de la corona aragonesa y catalana contra los francos estableciéndose en Perpiñán, a muy escasas leguas de Figueras y de Llers. Tal vez este dato justifique que, tras la Tercera Cruzada acontecida entre 1190 y 1192, el mito pase al Este de Europa. Ricardo de Inglaterra atravesó el Danubio, camino de Tierra Santa, y a su regreso en 1193 fue hecho prisionero por Leopoldo, duque de Austria. El rey inglés estuvo encerrado en el castillo austriaco de Tierenstein, muy cercano a Transilvania, y es a finales del siglo XII que estas leyendas irrumpen en los Cárpatos.

No tenemos ninguna documentación histórica sobre la existencia del conde Estruch, todo procede de la tradición oral. Se cuenta que la documentación que existía se perdió en las ruinas del castillo de Llers, que fue utilizado como polvorín y bombardeado por la Legión Cóndor durante la Guerra Civil.

Es posible que el mito se construyera con datos de varias personas reales, como pasa con otros personajes legendarios. Ahora bien, para que una leyenda cruce la historia durante tantos siglos, algo debió impresionar profundamente a sus protagonistas para que conservaran el relato y lo pasaran de padres a hijos. En Catalunya todavía hoy en día podemos oír las expresiones "tenir malestruc" o "malestrugança". Podríamos traducirlas al castellano como mala suerte, o mal fario.


lunes, 22 de agosto de 2016

La Cucafera




La Cucafera es un monstruo de la mitología catalana que le suele emparentar con los dragones, y dado a su gran parecido, muchos folcloristas piensan que tiene su origen o está relacionado con la Tarasca provenzal.
Se le suele representar como una tortuga de un gran tamaño, con el caparazón protegiendo completamente el animal, con un cuello extensible cuya cabeza es más parecida a la de un cocodrilo. Se suele usar como asustaniños, a quienes se les explica que cada día se come trece gatos y tres niños vivos. En Tortosa (Tarragona), su figura aparece delante de la procesión de la Cinta, patrona de la ciudad, acompañada de sus dos hijas.

Otro aspecto popular de representar a la cucafera es como una especie de Dragón sin alas, que avanza arrastrándose por el suelo, gracias a un número indeterminado de patas.




viernes, 19 de agosto de 2016

La Cocollona




La Cocollona es una criatura de la mitología catalana en la ciudad de Girona. Se trata de un animal parecido a un cocodrilo con alas de mariposa que nació de la metamorfosis de una monja encerrada.
Dice la leyenda que en la orilla izquierda del Onyar, en el barrio del Mercadal, había un convento de monjas poco devotas y que llevaban una vida desordenada. Entre ellas había una novicia con verdadera vocación religiosa que les recriminaba la viada que llevaban.

Las otras monjas para no oír sus recriminaciones, la encerraron en una celda en el subterráneo del convento. Estuvo encerrada durante muchos años y debido a la mala alimentación, la oscuridad y la humedad le fueron saliendo por todo el cuerpo unas escamas hasta quedar convertida en una especie de cocodrilo. Pero debido a su santidad y pureza de alma también le salieron en la espalda, a pesar de su aspecto, unas maravillosas alas de mariposa de bonitos colores transformándose en Cocollona.

Cuando murió, su fantasma se veía nadando por el río Onyar muy cerca de donde había estado prisionera. Más o menos donde se empezó a ver, entre el puente de piedra y el puente de las pescaderías viejas. Se dice que solamente en las noches de luna llena, hacia el alba, los gerundenses sensibles, pueden ver la translúcida figura de la Cocollona nadando río arriba y abajo hasta que sale el primer rayo de luz…

miércoles, 17 de agosto de 2016

EL LAMENTO DEL GUAJOJÓ.



Se dice que por las noches, en lo más profundo de la selva boliviana, se oye un sonido estremecedor, parecido a un llanto o un lamento. Este sonido es producido por un ave nocturna y solitaria, denominada guajojó.


La leyenda que gira en torno al guajojó comienza en un antiguo pueblo indígena boliviano, en el que vivía una joven, hija de un cacique y hechicero. Ésta se había enamorado perdidamente de un joven guerrero de su tribu y al poco, comenzaron una relación furtiva, ya que el cacique y no vería con buenos ojos esta unión.
Pero el cacique no tardó en enterarse, y furioso, decidió acabar con esta relación; pese a las súplicas de su hija, mandó a la guerra a sus hombres, entre los que se encontraba el joven amante, pensando que lo enviaba a una muerte segura. Así su hija tendría que olvidarse de él y podría casarla con alguien que estuviera a su altura.
Pero tras la guerra, los guerreros regresaron, y la sorpresa del cacique fue mayúscula cuando, entre ellos, regresaba el joven. Harto, el cacique decidió acabar con el problema con sus propias manos. Invitó a tres soldados a cazar con él y se separaron en parejas. Obviamente, la pareja del cacique era el amante de su hija. Cuando estuvieron lo suficientemente lejos, el joven fue apuñalado.
Esta escena fue presenciada por la joven, que no fiándose de las intenciones de su padre, los había seguido. Asustada, regresó velozmente a la tribu. Cuando llegó su padre, la encuentró llorando desconsoladamente y ésta le amenazó con contarle a todo el mundo lo que el cacique había hecho. El padre, atemorizado por las consecuencias, decidió convertir a su hija en un pájaro guajojó.
Por eso se dice que aquel lamento que se escucha por la noches en la selva, es la joven, que sigue lamentándose por la muerte de su amado.


martes, 16 de agosto de 2016

La cataratas de Iguazú




Cuenta la leyenda guaraní que hace muchos años, vivía en el río Iguazú una gran serpiente llamada Boi. Una vez al año, los indígenas guaraníes debían ofrecer a la serpiente una bella doncella, arrojándola al río.
A este ritual acudían todas las tribus de la zona y cierto año, el jefe de una de esas tribus fue Tarobá. Éste, al conocer a la muchacha a la que se debía sacrificar, se enamoró. Tarobá intentó convencer a los ancianos de la tribu para que no sacrificaran a Naipí, como se llamaba la joven, pero no consiguió su cometido; Naipí sería sacrificada.
Pero Tarobá no se rindió, y la noche antes del sacrificio, raptó a Naipí. Juntos se subieron a una canoa y navegaron por el río Iguazú. Enterada de lo sucedido, la serpiente, colérica, partió con su cuerpo el río en dos, dando lugar a las cataratas. Tarobá y Naipí quedaron atrapados. Boi convirtió a Tarobá en un árbol, justo encima de las cataratas y la caída de éstas estaba formada por la cabellera de Naipí.


Hecho esto, la diosa Boi, volvió a sumergirse en la Garganta del Diablo, como es conocida la parte baja de las cataratas, y desde ahí vigila que los amantes no vuelvan a unirse jamás.
Pero cuentan los indígenas, que los días que hay arcoíris, Tarobá y Naipí unen de nuevo su amor...

domingo, 14 de agosto de 2016

EL ROBLE Y EL PESCADOR



Cuenta la leyenda albanesa que una vez existió un pescador muy pobre, llamado Eduardo, que para mantener a su esposa y a sus cinco hijos, partía todos los días al mar en busca de alimento. Pero la mala fortuna quiso, que durante diez días Eduardo no consiguiera pescar siquiera un pez.
Una mañana, cuando Eduardo se dirigía al mar, se encontró con el rey Julián, que al conocer su historia, decidió ayudarle y le dijo:

-Cada vez que atrapes algo con tus redes, tráelo a palacio. Yo te pagaré su peso en oro.

Ante esta  perspectiva, Eduardo salió feliz a la mar, pero para su desesperación, al final del día no había conseguido atrapar nada con sus redes. Triste, regresó a su casa, no sin antes probar suerte por última vez cerca del muelle. Al sacar las redes, lo único que había pescado era una pequeña hoja de roble dañada por el agua. Dio la casualidad de que por allí pasaba un amigo y le animó a ir a palacio con la hoja, ya que era lo único que había atrapado con sus redes. Eduardo, que no tenía nada que perder, se presentó delante del rey. Al verlo, el rey se echó a reír y dijo:

-Esa hoja es tan liviana que ni siquiera moverá la balanza.

Aún así, el rey puso la hoja en el platillo, y ante el asombro de los presentes la balanza reaccionó como si estuviera cargada de plomo. El tesorero comenzó a equilibrar la balanza con monedas de oro. Aquella pequeña hoja de roble pesaba lo mismo que sesenta monedas de oro.

Con ese dinero, Eduardo compró todo lo necesario para su familia y el rey convocó a todos los sabios del reino con la intención de saber cual era el misterio de la hoja de roble. Pero ninguno encontró la respuesta. Ni siquiera Eduardo supo jamás lo que había pasado.

El secreto de la hoja tenía su origen en la infancia de Eduardo. Cuando éste tenía cuatro o cinco años, un labrador había arrancado un pequeño roble que crecía en los límites de su propiedad. Eduardo lo había recogido y lo había plantado en unas tierras sin dueño. Así, el roble había podido continuar viviendo, y encontró la posibilidad de recompensar al pescador por su buena obra.




miércoles, 20 de julio de 2016

LIMAY, NEUQUÉN Y RAIHUÉ




La leyenda cuenta que Neuquén y Limay, grandes amigos, eran hijos de loncos (caciques) que tenían sus toldos, uno hacia el norte y otro hacia el sur.

Los jóvenes solían salir juntos de cacería. Un día, mientras andaban detrás de un guanaco, escucharon una dulce voz que provenía del Huechulafken (Lago Alto). Se trataba de una joven muchacha, tan bella y hermosa que ambos amigos se enamoraron en el acto de sus largas trenzas morenas y sus expresivos ojos. Limay fue quien se atrevió a preguntarle a la joven como se llamaba y así supieron que su nombre era "Raihué", palabra mapuche que significa algo así como "capullo en flor".

El amor apasionado por la hermosa muchacha comenzó a distanciar a los dos amigos al punto que sus padres finalmente lo notaron. Entonces buscaron encontrar una solución tratando de evitar herir suceptibilidades. Así, los loncos se pusieron de acuerdo en ir a visitar a la machi para pedirle consejo.

La machi adviritió a los loncos sobre el origen del distanciamiento entre sus hijos y les aconsejó que pusieran a prueba a los jóvenes.

Siguiendo esta sugerencia, los caciques le preguntaron a Raihué qué es lo que más le gustaría tener. Y la joven dijo que deseaba una caracola para escuchar el rumor de las olas al acercarla s su oído. Entonces los loncos pensaron que el desafío era justo y decidieron que el primero de los jóvenes que llegara a Futalafken y consiguiera aquel regalo sería el que se casaría con la muchacha y de esta forma, se pondría fin a la disputa.

Siguiendo el consejo de los dioses, los jovenes fueron convertidos en ríos por la machi de manera tal que cada uno desde su "mapu" en el norte uno y en el sur, el otro, pudieran alcanzar el mar tras un largo y arduo viaje.

Y todo hubiera resultado de acuerdo a lo planeado sino fuera porque Cüref, el viento, se hubo sentido ofendido por no haber sido consultado. Entonces, tomando revancha, susurruba al oído de la muchacha que las estrellas que seducen a los jóvenes, esclavizarían a Neuquén y a Limay de modo tal que nunca más volvería a saber de ellos.

Poco a poco, el corazón de Raihué se fue marchitando de angustia y de dolor ante estos mensajes insinuantes. Y asi fue pasando el tiempo y como ninguno de sus enamorados regresaba, se dirigió a la orilla del Lago Alto donde todo había comenzado y se ofreció a Nguenechén, el dios Todopoderso y le ofreció su vida a cambio de la salvación de los jóvenes. El dios le concedió el deseo y la convirtió en una hermosa planta de frutos dulces y flores pulposas: el michay (calafate).

Cüref, el viento, no satisfecho aún, fue a contarle a los jóvenes lo que había sucedido con la muchacha. Y sopló, y sopló para desviar el curso a fin de darles la noticia a los dos juntos. Y cuando Limay y Neuquén se enteraron de que que Raihué había muerto, se abrazaron para consolarse mutuamente y unieron sus aguas para siempre. Y los dos fundieron sus aguas rumbo al mar, vestidos de luto y dando origen al caudaloso Río Negro.


Leyenda mapuche

martes, 19 de julio de 2016

Abelardo y Eloisa



Abelardo nació en 1079 en Palais, Alta Bretaña, una aldea próxima a Nantes. Berengario, su padre, era una persona culta e ilustre que supo hacerse cargo de la educación de su hijo y sus hermanos.

Siendo muy joven, Abelardo fue destinado a la carrera militar, que luego abandono por su pasión por el estudio. Cultivó todos los saberes de su tiempo, incluyendo la música y el canto. Y fue por el estudio que renunció tanto a su herencia como a su primogenitura. Abelardo, inteligente y tolerante, fue paradójicamente asceta o sensual, según los vaivenes de su corazón.

A los 20 años, Abelardo se marchó a París, dedicándose a la filosofía. Estableció una escuela en la colina de Santa Genoveva y a la misma atrajo a una gran multitud de alumnos de los que mereció profundo respeto. Años mas tarde, sus obras De trinitate y su Introducción a la teología, despertarían grandes polémicas y serían condenadas por la Iglesia Romana.

Tuvo su primera escuela en Melun y en Corbeil para regresar a los 25 años a París en donde se entregó plenamente al debate filosófico. Abelardo se hizo discípulo de Anselmo para aprender teología. Luego comenzó a debatir con su maestro, al que venció en una discusión pública, quedándose así con todos sus discípulos. La soberbia de Abelardo ase despertó como consecuencia de su constancia en el estudio y su habilidad retórica.

Eloísa, era una bella joven de talento excepcional, sobrina de Fulberto, canónigo de París. Había nacido en 1101 y tenía entonces 17 años. Abelardo, que vivía en casa de Fulberto, sedujo a Elosía bajo el pretexto de cultivar su formación filósofica: “inflamado de amor, busque ocasión de acercarme a Eloísa y en consecuencia, trace mi plan.”, decía Abelardo en una epístola dirigida a uno de sus amigos.

Cuando Eloísa quedó embarazada, Aberlardo decidió raptarla para conducirla a Bretaña. Allí, dio a luz un niño en la casa de la hermana de su amante. Pero cuando Abelardo regresó a París, Fulberto lo esperaba para ejecutar su venganza: sus emisarios multilarían sin mas al seductor de su sobrina.

Eloísa, sin otra alternativa, tomaría los hábitos en el convento de Argenteuil y Abelardo, ingresaría en el convento de Saint-Denis. Aunque éste, más adelante, abandonaría el claustro para dedicarse nuevamente a la enseñanza y al debate filosófico, aumentando su fama y con ella, la cantidad de seguidores y adversarios.

Abelardo, como consecuencia de sus ideas y discusiones teológicas, fue rechazado por los monjes de Saint-Denis, por lo que se retiró a la diósesis de Troyes donde se comprometió con una vida austera y rigurosa. Allí fundó el oratorio al Paracleto o Espíritu Santo Consolador, del que mas tarde Eloísa fuera abadesa.

Durante el Concilio de Sens, en 1140, San Bernando venció a Abelardo en una discusión pública. En consecuencia, fue condenado a cárcel perpetua (sentencia que luego fue conmutada por la clausura en un monasterio). Sin embargo, años después, el abad de Cluny, Pedro el Venerable, logró reconciliar a Bernardo y Abelardo.

Abelardo murió en la abadía de San Marcelo, en Chalons-sur-Saone, el 21 de abril de 1142. Tenía por entonces 63 años. En sus últimos años, había abandonado sus ideas heréticas, rechazando el arrianismo y el sabelianismo. Eloísa, reclamó su cuerpo.

Elosía murió en 1163, pero recién en 1808 los restos de ambos amantes fueron depositados juntos en el Museo de monumentos franceses de París. Finalmente en 1817, ambos fueron depositados en una misma tumba, en el cementerio del Pere Lachaise, de la misma capital. En rigor, los arqueólogos cuestionan la autenticidad de los restos. Pero en el terreno de lo legendario, la ficción y la realidad se tejen en una verdad de fe, que vale simplemente por el romanticismo del relato que los que escuchas desean creer.. Abelardo y Eloisa, aunque abocados al debate filosófico el uno, o la vida monástica la otra, nunca dejaron de amarse apasionadamente, pensando sin más, el uno en el otro. No pudieron morir juntos, pero protagonizaron la terrible desdicha de un amor imposible que si bien no les dio la felicidad de vivir uno cerca del otro, si les dio la de haberse sabido amados.



 Mitología Medieval


sábado, 25 de junio de 2016

EL TAJO DE ROLDÁN





Frente a la costa de Benidorm se sitúa una pequeña isla. Da la casualidad de que justo en frente, en la península, se encuentra la montaña Puig Campana, a la cual le falta un pedazo de roca en su cima. Este hecho ha dado lugar a diversas leyendas.


Una de esas leyendas cuenta que hace muchos siglos vivía en aquellos solitarios parajes un gigante llamado Roldán. Éste era el dueño y señor del lugar; si los animales le atacaban, en dos zancadas Roldán se había puesto a salvo, y cuando el calor era sofocante, llegaba rápidamente al mar. A pesar de todo, el gigante no era feliz. Había algo que faltaba en su vida, algo que diera sentido a su existencia.

Un día, cuando se dirigía al mar para bañarse, cuando vio a una joven jugando despreocupada con el agua. Cuando percibió la presencia de Roldán, se volvió y en vez de asustarse y salir huyendo, ésta le ofreció un cuenco de agua. La joven rió y el gigante hizo lo mismo, sintiéndose por primera vez feliz. Desde ese momento no se separaron.

Los dos vivieron en la cabaña que el gigante había adecuado para que la joven estuviera cómoda y dormían juntos bajo las estrellas. Pero la dicha no duró mucho. Un día, cuando Roldán volvía a la cabaña, se cruzó con un ser extraño, parecido a una sombra. El gigante le preguntó por su identidad, pero el ser no respondió. Lo único que dijo fue:

Corre si quieres encontrar viva a tu compañera pues cuando muera el día acabará también su vida. Cuando el último rayo de sol abandone tu cabaña, morirá.

Roldán partió veloz hacia su cabaña y efectivamente encontró a la joven moribunda. El gigante se quedó petrificado, sin saber como reaccionar. Tenía miedo de que un pequeño movimiento pudiera romper el frágil hilo que la unía a la vida. Lo único que se atrevió a hacer fue amenazar al astro rey para que frenara su carrera. El gigante se repetía una y otra vez la profecía:

"Cuando se oculte el sol, cuando su último rayo desaparezca de la faz de la tierra, morirá, morirá, MORIRÁ..."

El sol seguía su camino, ocultándose cada vez más tras el Puig Campana. Enloquecido, Roldán corrió a la montaña y de un puntapié arrancó un enorme pedazo de piedra, que fue a parar al mar. Por el hueco creado, el sol continuó iluminando la cabaña, lo que concedió unos instantes más de vida a su amada. Pero el sol despareció por completo, sin que el gigante pudiera hacer nada, y la joven murió.
Roldán la cogió en brazos y caminó guiado por el plateado resplandor de la luna. Atravesó la playa y se adentró en el mar. Así fue como llegó al islote recién creado y depositó allí a la joven, de la que nunca se separó.

lunes, 13 de junio de 2016

LA LEYENDA DE LA MATRIOSKA





Existió en Rusia un carpintero llamado Serguei, quien poseía un gran talento tallando todo tipo de objetos, pues era algo que le venía de familia. Cada semana, Serguei desafiaba al frío dominante en la región del Cáucaso, para ir en busca de madera con la que trabajar. Sin embargo, una mañana, la nieve había cubierto por completo el paisaje, pese a lo cual el carpintero no se desanimó y esperando que la fortuna estuviera de su lado, salió a recoger madera. Por desgracia, toda la madera que encontraba estaba húmeda y no serviría más que para azuzar la estufa.

Apesadumbrado, Serguei emprendía el camino de regreso a casa, cuando divisó un bulto que sobresalía de un árbol. Al acercarse comprobó que se trataba de un espléndido trozo de madera, adecuado para su talla. Lo recogió y regresó a su casa agradecido por la suerte que había tenido.

Serguei se pasó días decidiendo que tallar, pues sin duda debía ser algo muy especial. Al fin, una mañana, el carpintero decidió que tallaría una muñeca, así que dispuso el tronco sobre su mesa de trabajo y comenzó su obra con esfuerzo y dedicación. Tardó una semana en acabarla y al admirarla se dio cuenta de que era su mejor obra. Decidió entonces que no la vendería, sino que la conservaría y así le haría compañía en su soledad.

"Te llamaré Matrioska" dijo el carpintero.

Todas las mañanas Serguei se dirigía a Matrioska para desearle unos buenos días, hasta que un día, y para sorpresa del carpintero, la muñeca le respondió:

"Buenos días Serguei"

Pasaron los días, y Serguei se dio cuenta de que Matrioska cada vez estaba más triste. Al preguntarle por el motivo de su tristeza, la muñeca le confesó que le haría muy feliz tener un hijo.

"Tendré que abrirte y sacar madera de ti, lo cual será muy doloroso" contestó Serguei.

"En la vida, las cosas importantes requieren de pequeños sacrificios" replicó Matrioska.

Así fue como se cumplió el deseo de la muñeca. Con la madera de su interior, el carpintero realizó otra muñeca más pequeña a la que llamó Trioska. Sin embargo, el instinto maternal se apoderó también de Trioska, y Serguei, cediendo a sus deseos, talló otra réplica más pequeña aún, llamándola Oska. Y otra vez, el carpintero se vio en la misma situación; Oska quería descendencia. Pero ya casi no quedaba madera, por lo que Serguei talló un muñeco diminuto, al que bautizó con el nombre de Ka, y le pintó unos bigotes.

"Eres un hombre, no puedes tener hijos" le dijo Serguei para poner fin al problema.

Entonces el carpintero metió a Ka dentro de Oska y a ésta en el interior de Trioska y a Trioska dentro de Matrioska.

Esta es la historia de Serguei y Matrioska, quien un día desapareció con toda su familia dejando al carpintero desolado.






viernes, 10 de junio de 2016

LOS CUENTOS DE LA ARAÑA




Según la leyenda ashanti (tribu ghanesa), la araña Anansi se presentó delante de Nyankonpon, dios del cielo, para comprarle las historias que lo habían hecho famoso. El dios la miró indiferente y dijo:

"¿Qué te hace pensar que te vaya a dar mis historias? Son muchos los poderosos y pueblos ricos los que lo han intentado y ninguno lo ha conseguido."


Pero Anansi no se dejó desanimar y le preguntó que cuál era el precio de las historias, pues estaba dispuesto a asumirlo, a lo que Nyankonpon contestó:

"Si quieres mis historias deberás traerme a Onini, la pitón; a Osebo, el leopardo; a Mmoboro, el avispón y a Mmoatia el espíritu."

Anansi volvió a su casa convencido de que podría cumplir el encargo y hacerse así con las preciadas historias. La araña pidió ayuda a su madre Nsia y a su esposa Aso y juntos idearon el plan que iban a seguir.    

Así, Anansi y Aso fueron a la orilla del río con una rama de un cocotero y comenzaron a discutir sobre si aquella rama sería más larga que Onini. La pitón, que lo estaba escuchando, no pudo resistirse y decidió medirse con la rama pues estaba convencida de que ella sería más grande. Al subirse a la rama, Anansi la amarró a ella con unas enredaderas.


Para atrapar a Mmoboro, Anansi vació una calabaza y la llenó de agua. Después fue en busca del enjambre y una vez allí simuló que llovía y ofreció al avispón guarecerse dentro de la calabaza. Cuando Mmoboro estuvo dentro, la araña cerró la tapa de la calabaza.

Tocaba apresar a Osebo, y para ello Aso le recomendó cavar un hoyo en el suelo y esperar a que el leopardo cayera dentro. Situó el hoyo entre el arroyo y la guarida de Osebo y luego lo cubrió con hojas. A la mañana siguiente el leopardo se encontraba atrapado e indefenso.

Quedaba atrapar a Mmoatia. Aso y Anansi tallaron una muñeca y la recubrieron con la goma de un árbol. Cuando estuvo terminada, la dejaron debajo de un árbol donde solían ir los espíritus a jugar junto con un plato de pure de ñame. Cuando el espíritu llegó, preguntó a la muñeca si podía comer un poco de ñame, pero esta no contestó. Airada, Mmoatia le propinó una bofetada en la mejilla, quedándosele la mano pegada. Lo intentó con la otra mano, pero el resultado fue el mismo. El espíritu se había quedado pegado a la muñeca.

Entones Anansi acudió de nuevo junto al dios del cielo acompañado de Onini, Mmoboro, Osebo, Mmoatiar y de su madre. El dios, sorprendido llamó a todos los dioses y exclamó:

"¡Mirad! Grandes reyes han venido en busca de mis historias pero ninguno ha sido capaz de pagar su precio. Sin embargo Anansi lo ha logrado e incluso a incluido a su madre. Así que desde hoy y para siempre entrego mis historias a Anansi y a partir de ahora se conocerán como los Cuentos de la Araña."

martes, 31 de mayo de 2016

LA LEYENDA DEL GANGES




En el hinduismo, el río Ganges está personificado bajo la forma de la diosa Ganga, también llamada Maa Ganga (Madre Ganges) o Ganga Deví (diosa Ganges). Es por esta razón por la cual el río Ganges posee un carácter divino en la religión hindú y se cree que cada inmersión en este río sirve para expiar un pecado y adorar a Ganga, además de evitar el ciclo de reencarnaciones del difunto cuyas cenizas sean arrojadas al Ganges.

Este río se ha convertido en el final de la gran peregrinación del hinduismo. El Maha Kumbha Mela es una celebración de carácter espiritual celebrada cada doce años a orillas del Ganges, siendo cuatro los principales puntos de reunión: Prayag, Haridvar, Ujjain y Nasik. La peregrinación se realiza cuatro veces cada doce años, una vez en cada una de las localidades.

El origen de esta tradición proviene de dos mitos hindúes; por un lado, el mito de la creación del Ganges y de su carácter sagrado (del que hablaremos más adelante), y por otro lado, el mito mediante el cual se explica porque la peregrinación debe pasar por estas cuatro localidades indias.

Este último mito tiene lugar en el periodo védico, cuando los semidioses y los demonios hicieron un pacto temporal con el fin de obtener Amrita (el néctar de la inmortalidad) del océano de leche y compartirlo a partes iguales. Sin embargo, cuando el bote de Amrita apareció, los demonios rompieron el acuerdo, y escaparon. Estos fueron perseguidos por los semidioses y durante doce días y doce noches (el equivalente a doce años humanos), semidioses y demonios combatieron en el cielo por conseguir el Amrita. Se dice que durante la batalla el bote se rompió y cayeron a la tierra cuatro gotas del néctar; una en cada uno de estos lugares: Prayag, Haridvar, Ujjain y Nasik.

Veamos ahora el mito de la creación del Ganges. El dios Brahmá creó el río Ganges, que en origen solo recorría el Cielo, a partir del sudor recogido del pie del dios Visnhú. Años más tarde, el rey Sagar tuvo 60.000 hijos y un día mientras este celebraba una fiesta, el dios Indra, celoso, robó un caballo a Sagar. El rey, enfurecido, mandó a todos sus hijos en busca del caballo. Lo encontraron en el inframundo, al lado de un sabio que realizaba su penitencia. Los hijos de Sagar, creyendo que el anciano era el autor del robo, le insultaron y golpearon. El sabio se limitó a mirarlos, haciéndolos arder a todos.

Las almas de los 60.000 hijos de Sagar quedaron, entonces, vagando por la Tierra. Fue una de los descendientes de Sagar, el rey Bhagiratha, quien rogó al dios Brahmá que permitiera a la diosa Ganga descender del Cielo para tocar con sus aguas purificadoras las cenizas de los difuntos hijos de Sagar, para que estos pudieran ascender al Cielo. Brahmá aceptó y ordenó a la diosa que descendiera a la Tierra. Pero esta advirtió del peligro que suponía que tal masa de agua cayera sobre la Tierra, pudiendo destruirla. Ante esta posibilidad, el rey Bhagiritha le pidió al dios Shivá que amortiguara la caída.

Así Ganga cayó sobre la gran cabellera de Shivá dividiéndose en siete torrentes, pero creó un caos en la zona de los Himalayas, donde se encontraba meditando el rey Yajnú, quien encolerizado, se tragó las aguas del río. Los dioses y Bhagiratha oraron al sabio para que soltara a la diosa y así lo hizo Yajnú. De esta forma, Ganga pudo salvar a las almas de los hijos de Sagar.

lunes, 30 de mayo de 2016

LA LEYENDA DE IASÁ




En la tribu de los Cashinahuas vivía una joven tan hermosa que todos los que la contemplaban se quedaban prendados de ella. Sin embargo, la joven, Iasá, amaba Tupá, el hijo del dios supremo Tupán.

Entre los hombres enamorados de Iasá se encontraba Anhangá, el demonio, quien celoso de Tupá, decidió arrebatarle a la joven y casarse con ella. Para llevar a cabo su propósito, Anhangá fue a visitar a la madre de Iasá y le dijo:

"Si tú impides la boda de Iasá y Tupá y consigues que ella se case conmigo, yo te daré caza y pesca abundante para toda tu vida."

La ambición le hizo plantearse que si aceptaba el trato no tendría que preocuparse nunca más por conseguir alimento, por lo que aceptó, prohibiendo a Iasá volver a ver a Tupá y fijando la fecha para la boda con Anhangá.

Cuando Iasá se enteró, no pudo ocultar su decepción; no solo iba a perder a su amor, sino que además, casándose con Anhangá debería vivir en el infierno en vez de en el cielo. En medio de la tristeza, Iasá pidió un último deseo; ver una vez más a Tupá. El demonio aceptó, pero puso una condición:

"Te harás una herida en un brazo para que las gotas de tu sangre marquen el camino que te lleva al cielo. Así podré seguirte."

El mismo día de la boda, poco antes de la ceremonia, Iasá partió a visitar a Tupá por última vez. Se había hecho una herida, como habían acordado, y sus gotas de sangre iban formando un arco rojo en el cielo. Tupá ordenó al Sol, al Cielo y al Mar que acompañaran a Iasá en su camino y que para confundir a Anhangá dibujaran tres arcos más al lado del arco rojo. Así, el Sol, Guarací trazó un arco amarillo, el Cielo, Iuaca dibujó un arco azul claro y el Mar, Pará formó un arco azul oscuro.

Pero Iasá no consiguió llegar al cielo, ni ver a Tupá, debilitada por la pérdida de sangre, por lo que comenzó a caer lentamente hacia la tierra. Su sangre se mezcló con la franja amarilla de Guarací, formándose un arco anaranjado, y más tarde con el arco azul de Iuaca, dando lugar a una franja de color violeta.

Al caer sobre la tierra, Iasá murió en una playa, bañada por el agua del mar y por los rayos del sol, y así de la mezcla del azul de Pará y el amarillo de Guarací, surgió un arco verde, convirtiéndose en el séptimo arco y siguiendo la trayectoria de los otros seis...



martes, 17 de mayo de 2016

EL SOL, LA LUNA Y LAS NUBES




Zanahary, el Dios Creador según la tradición malgache, tenía tres hijos: Ramasoandro, el Sol; Ravolana, la Luna; y Rahona, las Nubes. Al hacerse mayores de edad, Zanahary decidió repartir su herencia entre sus hijos. De este modo los reunió y les dijo:

"Ramasoandro, como primogénito te daré doce cebúes.
Ravolana, mi hija preferida, a ti te otorgaré siete cebúes.
Rahona, mi hijo pequeño, te quedarás con un único cebú.
Hijos míos, cuidad bien de vuestra herencia, porque yo no viviré eternamente y tenéis que aprender a cuidar de vosotros mismos."

Cada hijo cogió sus cebúes y regresaron a casa. Pasaron los años y un día Zanahary cayó enfermo y el mpimasy (el curandero o brujo adivino) le dijo que el único remedio era la sangre de cebú, por lo que hizo mandar un mensajero a buscar un cebú a casa de Ramasoandro.

"Ramasoandro tiene muchos cebúes, seguro que no le pasaría nada si me diera uno para salvarme la vida" pensó Zanahary.

Pero cuando el mensajero expuso a Ramasoandro el problema y cuál era la solución, éste contestó:

"Lo siento, pero no puedo dar ninguno de mis cebúes. ¿Por qué mi padre habrá pensado primero en mi, si somos tres hermanos? Ve a ver a mi hermana, ella te dará uno."

El mensajero fue a casa de Ravolana, la cual dijo:

"Mi hermano tiene más cebúes que yo. No puedo darte ninguno, porque como ves tengo muchos hijos (refiriéndose a las estrellas) y me gustaría que cuando yo muriera tuvieran por lo menos un cebú cada una. ¿Por qué no vas a hablar con Rahona? Estoy segura de que te lo concederá.

El mensajero llegó entonces a casa de Rahona y le contó que su padre estaba muy enfermo y que su único remedio era la sangre de cebú. Rahona le cortó inmediatamente:

"¿Y cuál es el problema? Ahora mismo te daré un cebú. De hecho te acompañaré al palacio porque no quiero que mi padre muera.

Al llegar a palacio, el mpimasy preparó el remedio y el enfermo se curó. Entonces hizo llamar a sus hijos y les dijo:

"Ramasoandro, puse toda mi esperanza en ti al darte los doce cebúes, sin embargo me encuentro muy decepcionado con tu egoísmo.
Ravolana, eres una chica buena ya que has pensado en el futuro de tus hijos, pero te has olvidado de que yo soy tu padre y que me estaba muriendo.
Rahona, me alegra saber que no me guardas rencor por haberte dado un solo cebú. Tu generosidad me ha salvado la vida.
A partir de ahora, Ramasoandro y Ravolana, tendréis que acatar y mostrar respeto ante vuestro hermano menor. Ramasoandro: brillarás solo de día. Ravolana: brillarás solo de noche con tus hijos. Pero cuando pase Rahona, os ocultará y no podréis brillar. Por más que lo intentéis, no podréis mostrar ninguna luz cuando vuestro hermano pase por delante de vosotros."

Por eso, el sol brilla solo de día y la luna, solo de noche; pero ninguno puede lucir cuando las nubes pasan por el cielo, pues esa fue la voluntad de Zanahary.




miércoles, 4 de mayo de 2016

MAN-PUPU-NYOR. LA COLINA DE LOS GIGANTES DE PIEDRA




Cuenta la leyenda que en los espesos bosques de los montes Urales, habitaba la poderosa tribu Mansi, cuyos hombres eran capaces de vencer a los osos y correr más rápido que los ciervos. Los Mansi vivían protegidos por los espíritus de la montaña sagrada Yalping Nyeri gracias al buen hacer del líder de la tribu, Kuuschay.

Kuuschay tenía dos hijos; su hija era esbelta como los pinos y poseía una voz tan dulce que hasta los venados abandonaban el valle de Ydzhid-Lyagi para escucharla.

Los rumores de la belleza de la hija de Kuuschay llegaron a oídos del gigante Torev, que se encontraba cazando con su familia cerca de las montañas Haraiz. El gigante no pudo reistir la tentación y decidió ir a comprobar con sus propios ojos si los rumores eran ciertos.

Tan embelesado quedó cuando vio el rostro de la joven que exigió su mano a Kuuschay. Pero el viejo líder se negó a entregar a su hija, y el gigante, enfurecido, llamó a sus hermanos para tomarla por la fuerza.

Los gigantes aprovecharon el momento en el que Pygrychum, el hijo del líder, había salido a las montañas a cazar junto con los guerreros de la tribu, y asediaron al pueblo de los Mansi. Éstos resistieron durante un día los envites de los titanes desde sus altas murallas de hielo. Bajo una nube de flechas, el jefe Kuuschay gritó desde la torre más alta:

"¡Oh, buenos espíritus, salvadnos de la muerte! ¡Qué Pygrychum vuelva a casa!



En ese mismo instante, entre truenos y relámpagos, bajó del cielo un espeso manto de nubes que cubrió toda la ciudad, protegiéndola del ataque de los gigantes. Sin embargo, esto no frenó al gigante Torev, que corriendo, aplastándolo todo y enarbolando una gigantesca maza llegó a la base de la fortaleza y descargó su maza contra la muralla de cristal, que se desmenuzó en mil pedazos. La oscuridad en aquel momento era total y el viento soplaba con fuerza haciendo volar los cristales, por lo que los gigantes decidieron esperar en la cresta de la montaña a que las nubes se disiparan y los primeros rayos del alba iluminaran los restos de la fortaleza para poder acabar con los que hubiesen sobrevivido. Los Mansi, por su parte, decidieron aprovechar la ventaja que les confería la oscuridad que les habían regalado los espíritus, para escapar y esconderse en las montañas cercanas.

Al amanecer, la niebla comenzó a disiparse y los gigantes estaban preparados para el nuevo asalto, pero cual fue su sorpresa cuando los primeros rayos de sol mostraron al joven Pygrychum encabezando a su ejército de guerreros. En el brazo del guerrero, refulgía un brillante escudo y en su mano enarbolaba una espada concedida por los espíritus para derrotar a los gigantes.

Alzando la espada al sol, de su punta surgió un haz de fuego que se dirigió directamente a los ojos de Torev, que enfurecido se corría junto a los demás gigantes contra Pygrychum y su ejército. Pero lentamente los movimientos de los gigantes se fueron ralentizando y el haz de luz se convirtió en una cúpula que cubría a los gigantes y al propio Pygrychum. Los guerreros Mansi contemplaban la escena preparados para actuar en cualquier momento cuando un crujido sonó en lo alto del monte. Entonces se apagó el haz de luz y se pudo comprobar como los gigantes se habían convertido en piedra, gracias al sacrificio de Pygrychum, pues también él se había convertido en piedra.

Desde ese día, en la remota taiga de los Urales, permanecen impasibles al paso del tiempo las figuras pétreas de los gigantes y el guerrero y en todas las montañas de los alrededores se pueden encontrar pequeños cristales de roca, restos de la fortaleza de los Mansi que Torev destruyo con su maza.





martes, 3 de mayo de 2016

EROS Y PSIQUE




Había en una ciudad un rey y una reina que tenían tres hijas. Las dos mayores, aunque hermosas y bien proporcionadas, no resistían la comparación con la más joven, cuya belleza sobrepasaba la elocuencia humana. Tanto es así que era adorada como Venus humana no sólo por sus conciudadanos sino también por cuanto forastero llegaba a la ciudad atraído por su fama.

Esta reputación se extendió más allá de las islas y de las provincias próximas, y al poco tiempo nadie navegaba a Pafos, ni a Gnido, ni siquiera a Citerea para contemplar a la verdadera diosa Venus. Así sus sacrificios se fueron espaciando; sus templos deteriorando; sus lechos sagrados, olvidando; su culto, descuidando; y sus estatuas sin coronas y sus aras sin cenizas eran mancilladas. En cambio, a la muchacha se dirigían plegarias, se la honraba a su paso con flores, sueltas o en guirnaldas, por ella se juraba y en los banquetes se brindaba por ella. Esta usurpación de las horas divinas incendió el ánimo de Venus.

-"¡He aquí que a mí, la madre de toda la naturaleza, el origen de los elementos, el alma del orbe entero, una muchachita- rugía Venus desde el alto Olimpo agitando su cabellera- me arrebata no sólo mis honores sino incluso mi nombre! En vano el pastor aquel me señaló como la más bella de las diosas. Pero no ha de durar mucho el gozo de esta usurpadora: yo haré que se arrepienta de su ilícita belleza!"

Llamó a su hijo alado, el que, travieso y de malas costumbres, se mete de noche con sus antorchas y sus flechas por cualquier casa y no hace más que corromper matrimonios y otras maldades semejantes. Apelando a su condición filial, lo incitó y exhortó a que visitara a Psique –pues así se llamaba la muchacha- y la enamorase del más feo, cruel y pésimo de los hombres, de modo que no pudiera encontrar en todo el mundo a nadie comparable en desdichas con ella.  No hubo de insistir mucho, pues Cupido era de carácter demasiado procaz como para no aceptar el encargo con entusiasmo.

Entre tanto Psique no obtenía ningún beneficio de su belleza: todos la contemplaban, todos la admiraban, todos la ensalzaban, pero nadie, ni rey, ni de estirpe regia, ni siquiera de la plebe, la pedía en matrimonio. Ciertamente era admirado su aspecto divino, pero como se admira una estatua artísticamente modelada. En cambio, sus hermanas, cuya discreta belleza ninguna fama les había reportado, se habían casado tiempo ha con pretendientes regios.

Sufriendo por esta situación y temiendo que fuera su hija objeto de envidia o inquina por parte de los dioses, su padre decidió consultar el oráculo que Apolo, como fundador de la ciudad, tenía en Mileto. La respuesta del oráculo fue la siguiente:

En la roca más alta del monte, rey, coloca a tu hija
para una boda funeraria vestida y adornada.
y no esperes un yerno de estirpe mortal nacido,
sino cruel, malo como una serpiente y fiero,
que a todos atormenta volando por el cielo,
todo debilita a sangre y fuego,
por quien tiembla el propio Júpiter,
y las divinidades, y los ríos, y las tinieblas Estigias.

El rey, nada más recibir la respuesta, triste regresó a su reino y allí se entregó al llanto y al lamento hasta que cayó en la cuenta de que nada ganaba demorando la cruel boda, y ordenó iniciar sus preparativos. Se decoró todo con motivos funerarios, se encendieron débiles antorchas ennegrecidas con ceniza, la flauta cambió su tonada nupcial por el quejumbrosos modo lidio, y el alegre canto himeneo acabó en un lúgubre aullido. Una vez todo dispuesto, comenzó el funeral para un vivo: una lacrimosa Psique, acompañada por todo el pueblo, marchaba no a su boda sino a su entierro en medio de la tristeza de sus padres. La joven, ante tanto dolor, intentó animarlos:

-"¿Por qué atormentáis vuestra vejez con llantos continuos? ¿Por qué fatigáis vuestro ánimo, y más el mío, con tan numerosos lamentos? ¿Por qué maltratáis vuestras canas? ¿Por qué golpeáis vuestros pechos? Todo ello será para vosotros el premio a mi egregia hermosura. Por la letal plaga de la envidia os veis golpeados ahora, demasiado tarde ya, pues os deberíais haber lamentado, y llorado, y haber guardado luto como si me hubiera muerto cuando como a una nueva Venus las gentes me adoraban. Ya me doy cuenta de que por el solo nombre de Venus muero. Pero llevadme al monte, que tengo prisa por afrontar estas felices nupcias y por conocer a mi marido."

Y animando el paso llegaron al monte y a su cima. Entonces la dejaron sola, temblando de miedo y llorando tan copiosamente que sus lágrimas apagaban las antorchas. De repente, una suave brisa del Céfiro la arrebató y la llevó con toda suavidad a un valle de césped florido donde apaciblemente se quedó dormida.

Cuando se despertó con ánimo revitalizado, se encontraba en un bosque denso y vasto cerca de una fuente de aguas muy cristalinas. No muy lejos, en un claro del bosque, divisó un palacio de amplias dimensiones al que Psique, invitada por el deleite del lugar, no dudó en acercarse y entrar.

Este palacio no parecía obra humana sino de factura divina, pues sin duda había de ser refugio de algún dios: los mosaicos de piedras preciosas formaban todo tipo de dibujos en el pavimento; por todas partes brillaba el oro con tanto fulgor que allí no era necesario el sol para iluminarlo: era suficiente luz el brillo de las habitaciones, de los pórticos y de las mismas puertas. En fin, aunque fuera obra de un dios o incluso del propio Júpiter, no por ello era menos admirable.

Mas para Psique, en tanto que contemplaba a su gusto todas las riquezas y bellos objetos de la mansión, lo más sorprendente era no encontrar cadenas, cerraduras o vigilantes que custodiasen tan gran tesoro. Absorta ante las ricas bellezas, de repente oyó una voz que no provenía de cuerpo alguno:

 -"¿Por qué, ama, te asombras de estas riquezas? Todo esto es tuyo, igual que nosotras, las voces que oyes, somos tus sirvientas y encargadas de proveerte de cuanto requieras. Si gustas, puedes ahora descansar y tomar un baño."

Atendió Psique el consejo de la voz incorpórea y se tendió en un lecho, y después se bañó. Así desapareció su cansancio.

Cuando llegó la hora de comer, se encontró con vino perfumado de néctar y copiosa comida que le eran servidos no por sirviente alguno, sino que parecían venir impelidos por el aire; tampoco se veían músicos ni cantores, mas en el aire sonaba música de cítara y hermosos cantos. Terminada la comida, como cayera ya la noche, se retiró a dormir.

Avanzada la noche, de repente un ruido la despertó. Entonces empezó a temer por su virginidad dada la soledad del lugar y la ignorancia del origen del ruido, mas era su esposo que en la oscuridad venía a consumar el matrimonio. A la mañana siguiente, cuando despertó, estaba sola en el lecho; su marido se había marchado oculto todavía por la noche.

De este modo se sucedían los días, y con el paso del tiempo se acostumbró a que su única compañía durante la jornada fueran las voces sin cuerpo y a que su esposo sólo apareciera de noche y por el día estuviera ausente, de modo que aún no conocía ni su rostro.

Durante este tiempo los padres de Psique envejecían entre el luto y la tristeza de haber enviado a su hija a la muerte. Sus hermanas mayores, al propagarse su historia, decidieron rápidamente acudir a la casa paterna.

Una noche el marido así habló a Psique:

-"Psique, dulcísima y querida esposa, he de advertirte de una grave amenaza: tus hermanas, pensando que has muerto, pronto se acercarán a la roca donde te dejaron y te llamarán con grandes quejas y lamentos. No las escuches ni atiendas sus ruegos, pues, si así lo hicieras, ciertamente me causarías un gran dolor, mas para ti sería la más completa perdición."

Psique así lo convino y le prometió que obraría según le había aconsejado. Mas se pasó el día siguiente llorando, lamentándose y sin probar bocado. Incluso por la noche, cuando compartía lecho con su esposo, no podía dejar de llorar pensando en su desdichada familia y en que se hallaba en una cárcel dorada donde con nadie era factible conversar ni a nadie ver. Ante tal situación su cónyuge creyó necesario repetirle su advertencia.

-"Psique, ¿qué es esto? Ni de día ni de noche ni entre mis brazos dejas de atormentarte. Haz lo que quieras, mas recuerda: sólo te acordarás de la seriedad de mis avisos cuando comiences, demasiado tarde, a arrepentirte."

Entonces Psique comenzó a rogar a su esposo con insistencia que le permitiera ver a sus hermanas para mitigar su luto. Al fin consiguió no sólo permiso para verlas sino también para poder enseñarles el palacio y regalarles oro y alhajas, no sin ser advertida previamente de que no respondiera a pregunta alguna sobre su aspecto físico ni cediera a la curiosidad sacrílega de querer ver su rostro, pues tal acción supondría la ruptura del matrimonio. A todo esto repuso Psique, ya con ánimo dichoso, que cien veces moriría antes que poner en peligro su matrimonio ya que era él el mejor de los maridos, preferible incluso al propio Cupido; así que no debía preocuparse por ello.

Así, al día siguiente, como oyera a sus hermanas lamentarse desde la roca, ordenó al Céfiro que las recogiera y salió a esperarlas fuera del palacio.

-"Hermanas- les dijo cuando las tuvo, aún lacrimosas por su luto y asombradas por el viaje, ante su vista-, entrad dichosas en ésta que es vuestra casa y reanimad vuestro ánimo decaído con vuestra Psique."

Y hablando así les abrió las puertas del palacio y comenzó a mostrarles todas las riquezas que atesoraba. Deslumbradas por todas las sorpresas, las hermanas no tardaron en preguntarle por su marido. Psique, atenta a los consejos de su cónyuge, lo describió vagamente como un joven al que apenas apuntaba la barba y les dijo que andaba ocupado en cacerías y asuntos rústicos, pero temiendo más preguntas les hizo escoger joyas y alhajas, y con varios pretextos consiguió que rápidamente se marchasen.

Mas las hermanas, lejos de quedar contentas por hallar a su hermana viva y en inmejorable situación, fueron presas de la mayor de las envidias.

-"¡Qué cruel e injusta es la Fortuna!– exclamó una en cuanto cruzó el umbral de su casa-. ¿Cómo es posible que a nosotras, mayores por nacimiento, nos haya tocado tener maridos extranjeros que nos tienen por esclavas y nos hacen vivir como exiliadas, y a la menor, nacida cuando nuestra madre estaba ya harta de parir, corresponda un dechado de belleza y tesoros?"

Pues ya has visto cuántas gemas, alhajas y tesoros tiene y cómo es de hermoso el cónyuge que tiene. Si no miente, sin duda no hay ni nunca habrá mujer más feliz en todo el orbe. En cambio, yo he de soportar a un viejo calvo y más débil que un niño, y obsesionado por cerrar todo bajo siete llaves.

-"Además, fíjate en que la obedecen los vientos. Sin duda, su esposo ha de ser un dios. ¡Igual que el mío, encorvado y tan enfermo que el único placer que de él recibo es la caricia de sus dedos rasposos y torcidos, y aun a duras penas! Y ahí ves a tu hermana perdiendo su belleza y lozanía y soportando con buen ánimo las malolientes cataplasmas y remedios, que más parezco enfermera que esposa. Mas lo que me duele es la jactancia y la desmesurada ostentación con la que nos ha enseñado sus riquezas, el ridículo que nos ha hecho pasar. Pero sé qué podemos hacer para evitar que nos considere sus esclavas en lugar de sus hermanas mayores: nada diremos de esto a nadie, ni a nuestros padres ni a sus paisanos. Pues no hay felicidad para un rico si se desconoce su riqueza."

Acordado este plan, escondieron los regalos y, para que todos pensaran que seguía desaparecida, volvieron a tomar el luto: cabellos desordenados, lamentos constantes, lloros continuos.

Esa noche de nuevo el marido desconocido advirtió a Psique:

-"¿Aún no ves cuán gran peligro te amenaza? Sólo si te mantienes callada lograrás evitar a la cruel Fortuna. Pues tus hermanas, pérfidas como viles zorras, te están preparando trampas, y la mayor de ellas es persuadirte de que veas mi rostro, cosa que si haces, como ya te he avisado, supondrá no volver a verlo nunca más. Así que, si vinieran –y sé que vendrán-, no digas ni oigas nada sobre mi aspecto, pues si guardas silencio el niño que en tu vientre crece será divino; si hablas, mortal nacerá."

Con la alegría de esta noticia pasaban los días y los meses de feliz gestación, y al mismo ritmo la belleza de Psique iba creciendo, hasta que una noche su esposo volvió a referirse a sus hermanas.

-"Psique –le dijo con tono admonitorio-, esas mujeres nefandas y criminales que osan llamarse hermanas tuyas ya han preparado nuestra ruina. Mañana, dulcísima esposa, al igual que las Sirenas, tus hermanas lanzarán sus voces funestas desde los riscos del monte. No las escuches ni vayas a verlas, y líbranos a todos, a mí, a ti y a nuestro retoño ya próximo de esta inminente calamidad."

-"Queridísimo y dulce esposo –le respondió su mujer entre lágrimas-, ¿acaso no te he demostrado ya mi reserva y mi parquedad en el hablar? ¿Acaso no me has indicado y sé qué debo decir y qué callar? Sólo te pido que, ya que no puedo verte, me sea lícito ver a mis hermanas. Y no temas por la firmeza de mi ánimo. Por tu linda y perfumada cabellera, por tu amor, por el niño que llevo en mi seno y que me mostrará en él tu belleza te suplico que me concedas ver y hablar con mis hermanas, y te prometo que desde ahora ya no me preocuparé más por ver tu rostro ni por estas tinieblas; tú serás mi luz en esta oscuridad."

Ablandado por estas palabras y por las caricias y lágrimas que las acompañaban, su marido cedió al fin a su petición y le otorgó su permiso.  A la mañana siguiente, tal como se lo había anunciado, aparecieron sus hermanas en el risco.

Psique les envió a Céfiro y en un momento las tuvo en su presencia. Tras aliviar su cansancio con un vaporoso baño, pasaron al salón y se acomodaron en un riquísimo triclinio y, mientras saciaban su hambre con manjares delicados y fiambres exquisitos, la música de flautas y cítaras acariciaba sus oídos y relajaba sus ánimos. Entonces las hermanas comenzaron con su maquinación.

-"En verdad- dijo aduladora una de las hermanas-, Psique, ya no pareces una muchacha sino una verdadera madre. No sabes cuánta alegría va a proporcionar tu hijo a nuestra familia. Además, si su padre es tan hermoso como dices, sin duda va a nacer un niño más bello que el propio Cupido."

-"Sí, porque de un joven tan apuesto y de una mujer como tú, el fruto ha de ser superlativo"- continuó la otra hermana.

-"Por cierto, ¿hoy tampoco podremos verlo?"

-"¿Sigue de caza o está con asuntos de tierras?"

-"¿De dónde nos habías dicho que era?"

Ante tal acoso, a Psique, fuera por el contento de ver a sus hermanas, fuera por la atmósfera feliz del momento, fuera por zanjar el tema, se le ocurrió comentar que su marido era un hombre ya de mediana edad, de pelo cano, con grandes negocios y que se hallaba fuera de la provincia por unas cuestiones de trabajo. Y en cuanto pudo se deshizo de ellas y las envió cargadas de costosos presentes de vuelta a casa. Mas ellas, mientras Céfiro las llevaba en volandas al monte, iban comentando con malignidad la visita.

-"¿Qué te parece, hermana, este prodigio? –comentó la mayor-. Quien era ayer joven y sin barba, hoy es maduro y ya peina canas. ¿Cómo se explica esta maravilla? Para mí que o ésta nos engaña como una bellaca o no ha visto nunca a su marido. Y bien cierto es que está casada, pues buena preñez lleva. ¡Imagínate si fuera un hijo divino! Por de pronto, conviene que hagamos como la otra vez: no digamos nada a nadie."

Su hermana asintió a todo y entre ambas iban pensando cómo podían aprovechar estas circunstancias para apoderarse de su riqueza y quitarle su felicidad, y así, inflamadas de envidia, llegaron a su morada.

A la mañana siguiente ya tenían un plan. Corrieron al risco del monte y al punto el viento las llevó al palacio de Psique. Ésta, cuando se las encontró llorando unas lágrimas forzadas y lamentándose falsamente, como era joven y de noble condición, al punto creyó que algo grave ocurría.

-"¡Ay, hermana! –comenzaron las dos mujeres más falaces y criminales del mundo-. ¡Ay
Psique, feliz e ignorante de tan gran calamidad! ¡Ay, hermana!, te hallas en el más grave de los peligros. Pues nosotras, que nos desvelamos por cuidar de ti y de tu prole, hemos sabido que aquel con quien yaces y crees que es tu marido es una serpiente grande y plena de veneno. En seguida hemos recordado que el oráculo pitio profetizó que serías mujer de una cruel bestia. Sin duda ese monstruo, que ha sido visto por labradores de la región y es buscado por muchos cazadores, tiene la intención de devorarte a ti y a tu niño en cuanto nazca. Es más, dicen que todas las regalías de las que ahora disfrutas no tienen otro fin que engordarte y hacerte más opípara. Por eso hemos venido. Ahora decide si te quedas con él y su deleitosa y peligrosa vida, o si regresas con tus hermanas a la salvación; lo que hagas nos parecerá bien, porque ya hemos cumplido con nuestro deber de hermanas avisándote."

La pobrecita Psique, atontada y alterada por tan grave parlamento, cayó en el enredo que le habían preparado sus hermanas y, desoyendo las advertencias de su marido, replicó:

-"Hermanas queridas, que con tanto desvelo cuidáis de mí, ni puedo dudar de la sinceridad de vuestras palabras ni de lo que habéis escuchado de boca de los labriegos. Debéis tener razón, y así se explica que nunca mi marido me haya permitido ver su rostro ni saber detalle alguno de él, ni su origen ni nación. Es más, siempre me dice que vendrán grandes males si intento verlo. Mas, ¿qué puedo hacer yo? ¿Cómo podéis ayudarme?"

-"No te preocupes – repuso una hermana-. Que nosotras, siempre temerosas de ti y de tu seguridad, ya hemos pensado un plan para librarte de este monstruo. Esconde bajo la cama una navaja de buena hoja y bien afilada, oculta en un extremo del cuarto una lámpara bien llena de aceite y encendida de manera que su luz no se vea, y esta noche, cuando la bestia llegue a tu cama y la sientas resoplar con el sueño, levántate descalza, alza la lámpara y con la mayor fuerza que puedas clávale en el cuello la navaja y córtale la cabeza; y no pienses que te faltará nuestra ayuda. Una vez muerto, vendremos y te ayudaremos a cargar con todas estas riquezas, y te buscaremos, siendo tú humana, un marido humano."

Tras decir esto se despidieron sus hermanas que, temiendo recibir algún mal por un consejo tan taimado, regresaron precipitadamente con sus maridos.

Psique pasó toda la jornada entre dudas y vacilaciones: aunque odiaba a la serpiente, seguía amando a su marido, y tal lucha la fatigaba y la llevaba ora a desear su muerte, ora a tachar de mendaces a sus hermanas; recordaba las advertencias del marido y vacilaba; desconfiaba de él y quería apresurar su fin. Mas, mientras caía la noche, decidió hacer caso de sus hermanas y lo aparejó todo tal como le habían aconsejado. Así, cuando si marido dormía profundamente, descubrió la lámpara y a duras penas ahogó un grito de sorpresa porque la luz le revelaba el cuerpo de la fiera más dulce y agradable de todas: Cupido.

Una vez recuperada de la sorpresa, Psique se acercó al cuerpo dormido y comenzó a recrearse en su hermosura: sus cabellos de oro todavía estaban húmedos por la ambrosía; sus mejillas rosadas y su piel blanca refulgían de puro inmaculado; de sus hombros brotaban unas alas brillantes de rocío, quietas a pesar del leve temblor de sus plumas. En fin, en todo era un cuerpo digno de haber sido engendrado por Venus.

Delante del lecho halló Psique el arco y el carcaj y las flechas. La joven, en su afán por mirar y curiosear todo, cogió una de ellas y en un descuido se pinchó con su aguzada punta. Entonces se enamoró locamente de Cupido, en su frenesí inclinó sin querer la lámpara sobre el dormido de modo que cayeron unas gotas de líquido ardiente sobre su hombro y se despertó. Cupido, al verse así descubierto, emprendió el vuelo hablándole a la desdichada Psique que, espantada por el desastre, yacía en el suelo:

-"Ahora en verdad, simplicísima Psique, recuerdo las órdenes de mi madre: que te enamorara del peor y más cruel de los hombres, sin embargo, cuando te vi, herido por mis propias flechas, cometí el acto más irreflexivo e insensato, el error de amarte. Y todo para que me desobedezcas y creas que soy una bestia digna de muerte. Mas ahora todo lo que predije sufrirás y, aunque han sido esas tan buenas consejeras tuyas quienes me han causado esta pena, sólo a ti castigaré con mi huida."


Y sin añadir nada más remontó el vuelo mientras Psique, aún postrada en el suelo, lo seguía con la mirada llena de lamentos y lágrimas. Perdida ya su vista y con ella toda esperanza, decidió arrojarse a un río cercano. Pero el río, conocedor del poder de Cupido, no consintió su muerte y llevándola sobre sus ondas la depositó en el césped florido de la ribera.

Entonces por casualidad la vio el dios rústico Pan, que sentado allí cerca abrazaba a la montesa Eco y la enseñaba a repetir todas las voces, en tanto que sus cabritillas dispersas jugaban a desordenar la cabellera del río. Como no ignoraba lo sucedido, la llamó y le dijo:

-"Graciosa jovencita, aunque siempre haya habitado en la agreste floresta, mi edad provecta me concede la sabiduría de la experiencia. Por ella sé que tu andar titubeante, tu excesiva palidez, tu suspiro frecuente y tus ojos lastimeros hablan de penas de amor. Préstame atención y deja de buscar la muerte; depón tu tristeza y dirige las mayores preces y súplicas a Cupido, el más poderoso de los dioses, y quizá te ganes de nuevo a ese joven delicado y lujurioso."

Sin más contestación que el saludo, Psique emprendió un andar errático que por los bosques y sendas la llevó sin saberlo a la ciudad donde residía su hermana mayor. Cuando supo dónde estaba, pidió que la llevaran a la casa fraterna. Poco después se encontraron entre abrazos y efusiones las dos hermanas, y Psique no tardó en darle razón de sus desdichas:

-"¡Ay, hermana! ¿Recuerdas el consejo que me disteis? Pues cuando me disponía a matar con la navaja de doble filo a quien parecía una bestia dispuesta a devorarme, me encontré con que mi marido era el propio Cupido, el hijo de Venus en persona. Mas, ¡ay!, embebida en el goce de su belleza en un descuido aceite hirviendo de la lámpara cayó en su hombro y se despertó dolorido. Entonces me dijo: “¡Ah, pérfida! Por esta fechoría vas a dejar de ser mi mujer, y me casaré con tu hermana”. Y mencionó tu nombre. Así que, ya ves, me expulsó y allí te está esperando."

No bien hubo acabado de hablar cuando su hermana, inflamada por su loco deseo y su envidia, pretextando noticias preocupantes sobre la salud de sus padres dejó a su marido, llegó presurosa al risco donde solía recogerlas el Céfiro y sin más dilación se lanzó al vacío mientras gritaba: “¡Recíbeme, Cupido, como tu diga esposa, y tú, Céfiro, recoge a tu nueva señora!”. Pero quien la recibió fue la muerte entre las peñas.

No tardó la venganza en alcanzar a la segunda hermana, pues una vagabunda Psique llegó a la ciudad donde moraba ésta. Allí, repetida la misma historia, tampoco se demoró la hermana en buscar el funesto matrimonio y de igual modo se encontró la muerte en el precipicio.  Cumplida ya su venganza, Psique, recorriendo pueblos y regiones, se dedicó a buscar a su amor. Mientras tanto Cupido yacía doliéndose de su quemadura y gimiendo en la cama de su madre, sin cuidarse de lanzar sus flechas de amor; y de esta guisa las gentes, animales y la naturaleza toda languidecía carentes de pasión amorosa.

Entonces un ave que suele volar sobre el mar y que recibe el nombre de gaviota informó a Venus del estado de su hijo y de que todo el mundo se quejaba del abandono que sufrían tanto por parte de Venus como de Cupido.

-"Sin duda mi hijo anda en amores-replicó enfadada Venus-. Dime quién es su amiga, aunque sea una de las Horas, o de las Musas, o incluso de las mismísimas Gracias."

-"No lo sé con seguridad-replicó el ave-, pero creo que se llama Psique."

-"¡Pues claro que es esa Psique, ésa que se creía igual a mí en belleza!-estalló Venus en grandes voces coléricas-. Pero en verdad lo que más rabia me causa es haber sido yo improvisada alcahueta, quien se la puso ante los ojos."

Dicho esto, rauda se marchó al encuentro de su hijo. Cuando lo vio herido y sufriente, aun se acrecentó su cólera y, pese a los esfuerzos de Juno y Ceres por calmarla, decidió hacer pagar muy caro a Psique todo el daño causado.

Entre tanto, la joven esposa día y noche vagaba por montes y llanos con el ánimo inquieto y dispuesta a todo tipo de súplicas, sin cesar de preguntar por su marido. Así llegó a un templo erigido en la cima de un abrupto monte. Al entrar se tropezó con espigas de trigo trenzadas en guirnaldas y en montones, espigas de centeno y hoces y otros útiles de siega tirados por el suelo, como arrojados tras la faena. Con diligencia lo arregló todo conforme al rito, pensando que ningún templo ni deidad debían ser descuidados por el piadoso.

La diosa Ceres, que la vio tan hacendosa y mirada, se apiadó de ella y se le mostró en forma humana.

-"Psique desdichada-dijo-, ¿sabes que Venus fuera de sí te está buscando, quiere para ti el mayor de los tormentos y solicita sin cesar a todos los dioses venganza contra ti mientras tú te cuidas de mi templo?"

Entonces la joven se lanzó a sus pies llorando copiosamente y tocando con sus cabellos el suelo, y le pidió con las súplicas más conmovedoras su ayuda. Pero Ceres, aunque afectada en lo más íntimo por su dolor y sus preces, le contestó que no podía ayudarla y que bastante hacía con no entregarla a su pariente Venus. De este modo, con doble tristeza Psique abandonó el santuario y prosiguió su errático caminar hasta que encontró un nuevo templo de exvotos y ofrendas que mostraban el nombre de la diosa a quien estaban consagrados.

Entonces se acercó al ara y arrodillándose se abrazó a ella.

-"¡Hermana y esposa del gran Júpiter!-exclamó-, que presides las ilustres ciudades de los Argivos, que recibes adoración de todo Oriente bajo el nombre de Zigia y de Occidente bajo el de Lucina, sé para mí Juno Salvadora y libérame de todo peligro, tú que de buen agrado acostumbras a socorrer a las mujeres encintas.

Así invocada, Juno al instante se le hizo visible con toda su majestad divina, pero también le señaló la imposibilidad de su ayuda, pues tanto el respeto hacia su nuera como las leyes, que prohibían poseer esclavos prófugos sin consentimiento del dueño, lo vedaban.

Ante esta situación, viéndose incapaz de encontrar a su marido alado e imposibilitada de recibir ayuda divina, Psique perdió toda esperanza de salvación y decidió cambiar su decisión. No intentaría escapar de Venus; al contrario, decidió presentarse ante ella con la esperanza de que este gesto pudiera mitigar en parte el odio de la diosa y suavizar su castigo.

Mientras tanto Venus, harta de buscar sin éxito a Psique, ordenó que para regresar al cielo le aparejasen el carro refulgente de oro que su marido Vulcano con gran arte le había fabricado como arras de matrimonio. Enjaezadas cuatro palomas blanquísimas, remontó el vuelo el carro con su pasajera mientras multitud de aves gorjeando y cantando felices formando un largo séquito la escoltaban.

En cuanto la diosa llegó al palacio de Júpiter, le pidió que Mercurio, como mensajero de los doses, pregonase por todo el orbe el siguiente bando:

-“Si alguien capturase o mostrase dónde está Psique, hija de rey y esclava de Venus, se presente ante Mercurio, mensajero que esperará tras el templo de Venus Murcia y recibirá de la diosa Venus siete besos suaves y uno de tornillo mucho más dulce”.

Este anuncio pronto llegó a oídos de Psique, quien se apresuró a presentarse ante el dios. El mensajero divino la condujo a palacio pero, cuando ya se acercaba, fue apresada y a rastras, aunque no se resistía, fue llevada ante Venus.

-"Al fin –le espetó nada más verla Venus- te dignas conocer a tu suegra, aunque creo que realmente lo haces por ver a tu amado. Pero no te preocupes, que te trataré como conviene a una buena suegra."

Llamó a sus esclavas Costumbre y Tristeza, y les ordenó que la golpeasen y maltratasen. Poco después, cuando ya hartas de atormentarla se retiraron las esclavas, volvió a dirigirle la palabra la diosa.

-"Si crees que el fruto de tu vientre te va a salvar, estás muy equivocada. Pues has de saber que en absoluto me gusta la idea de que me llamen abuela estando como estoy en la flor de la juventud, y aún menos tener por nieto al hijo de una esclava, al fruto de un matrimonio ilegítimo por haberse realizado entre personas desiguales sin mi consentimiento ni el de su padre, sin testigos y en medio del monte; por todo eso, si te permito parir, nacerá un bastardo."

Y mientras hablaba le rasgaba los vestidos, le daba trompadas y le arrancaba el pelo a estirones.

-"Me parece –le dijo cuando dejó de lastimarla- que eres una esclava tan poco agraciada que debes de contentar a tus amantes por ser muy hacendosa. Ea, demuéstrame tu diligencia."

Ordéname en montones todos esos granos antes de la noche. Y la llevó ante un montón confuso de lentejas, garbanzos, trigo, cebada, habas y adormidera.

Psique, medio muerta tanto por los golpes como por la labor ímproba que la esperaba, no tenía fuerzas ni para emprender la tarea, pero he aquí que una hormiga se apiadó de ella, de modo que, regresando rauda al hormiguero, persuadió a todas sus compañeras para realizar la labor impuesta. Así, al caer la noche, cuando regresó Venus de un banquete con los dioses, se encontró con los granos clasificados pulcramente en montones diversos, pero, lejos de contentarse, la colmó de reproches, la acusó de no haber realizado sola la tarea y la encerró en una celda tras darle un mendrugo para cenar.

Al día siguiente Venus la llamó de nuevo y le señaló una nueva prueba.

-"¿Ves el bosque que llega hasta aquel río de anchas orillas? Pues allí moran unas ovejas de lanas de oro. Ve y tráeme un vellón de ellas."

Psique se puso en marcha dispuesta no a cumplir la orden, sino a buscar la muerte en el río y con ella la paz. Pero, cuando se encontraba en la orilla, un verde junco, sin duda inspirado por algún dios le dijo:

-"Desdichada Psique, experta en sufrir calamidades, no pretendas mancillar con tu muerte estas santas aguas y atiende mi consejo, pues así lograrás tu propósito. Espera a la caída de la tarde, cuando los animales, ya cansados buscan el sueño, y no te acerques ahora a estas feroces ovejas, pues suelen atacar con su frente de bronce, con su agudo cuerno, e incluso pueden matar con uno de sus mordiscos envenenados."

Psique, conmovida por la humanidad que mostraba la planta, así lo hizo. Más tarde, débil ya el sol, se escondió tras un árbol y consiguió fácilmente cortar de una oveja un hermoso vellón de oro.

Pero Venus no se dio por vencida y, tras volver a increparla por haber recibido ayuda, le ordenó que cogiera un pozalito de agua de una fuente que nutría la Laguna Estigia y el infernal río Cocito.

Cuando llegó Psique ante el monte donde nacía la fuente, se encontró con laderas lisas y riscos imposibles de escalar, y con las aguas encajadas en un canal muy angosto y vallado por grandes árboles. Además, unos ferocísimos dragones custodiaban el agua. Hasta tal punto la situación era peligrosa e imposible que las propias aguas advirtieron a la joven de los graves riesgos y le aconsejaron huir de allí. Mientras Psique, quieta como una estatua, dudaba, un águila, viéndola en situación tan apurada y recordando el gran servicio que Cupido prestó a Júpiter con motivo de Ganimedes, decidió ayudarla. Así que se presentó ante ella y volando sin peligro llenó el pozal para la joven.

Pero de nuevo Venus, amenazándola más que nunca, se mantuvo en sus trece y le ordenó una nueva tarea más: que bajase al infierno con una bujeta para llenarla con un poco de hermosura de Proserpina, pues, perdida parte de su belleza por las últimas desgracias, la necesitaba para ir al teatro de los dioses.

Entonces Psique sintió que su muerte era inminente, pues creía que sólo muerta se podía bajar al reino de Plutón y decidió arrojarse desde una torre muy alta, pero, cuando se disponía a saltar, la torre la interpeló así:

-"¿Qué locura vas a cometer, desdichada? ¿Acaso crees que tu alma, separada del cuerpo, podrá regresar de los infiernos? Escúchame y te explicaré cómo realizarás tu deseo. Dirígete a una ciudad cercana, la muy noble Lacedemonia, y allí busca el monte Ténaro, donde hay una puerta del infierno que con camino directo te llevará al palacio de Orco. Has de entrar con dos monedas en la boca y en cada mano un pastelillo de polenta. Cuando hayas avanzado un buen trecho, te encontrarás un asno cojo cargado de leña y a una especie de mulero que te pedirá unos palos que se le han caído, mas tú no digas nada ni pares, y así llegarás ante el río de los muertos que controla Caronte. La avaricia también reina en el infierno, y tanto Caronte como Plutón nada hacen gratuitamente: si al barquero el muerto no paga el viaje, no cruza el río y queda perpetuamente errante y sin descanso su alma. Por eso, aunque alguien te pida dinero, no le respondas ni se lo des, ya que lo necesitarás. Acércate al barquero, un viejo escuálido, y págale, mas hazlo de manera que él coja el dinero de tu boca. Una vez cruzado el río, hallarás unas ancianas tejedoras que te rogarán que toques la tela; sigue tu camino sin atenderlas, ya que es una de las muchas trampas que te ha tendido Venus, pues si pierdes alguno de los pastelillos que llevas en tus manos te será imposible salir de los infiernos. Por último, ante las mismas puertas del palacio de Proserpina un perro gigantesco, temible y de fauces colosales está siempre vigilante. Ofrécele un pastelillo y podrás pasar. Entonces te recibirá amablemente Proserpina y te invitará a tomar asiento y opíparos manjares, mas tú siéntate en el suelo y prueba sólo un trozo de pan. Completado tu encargo, dale al perro el otro pastelillo y a Caronte la moneda restante, deshaz el mismo camino por el que llegaste y lograrás volver a ver la bóveda del cielo. Un último consejo me resta: no abras ni mires el contenido de la bujeta.

Psique, tras escuchar los consejos de la torre, abandonó su idea suicida y emprendió el camino a los infiernos. Cumplió escrupulosamente las recomendaciones recibidas, mas, cuando regresaba, su insana curiosidad pudo más que ella y abrió la bujeta. Pero dentro no había hermosura, sino un sueño infernal en todo semejante a la muerte que se extendió rápidamente por los miembros de la joven y la hizo caer al suelo como muerta.

Entretanto Cupido, ya restablecido de su herida y sin poder soportar por más tiempo la ausencia de su amada, se había escapado de la habitación donde había sido recluido por su madre y volando la buscaba. Cuando la vio, la socorrió y cerrando la bujeta consiguió sacarla de su letargo mortal. De este modo se presentó Psique ante Venus con la tarea cumplida.

Pero Cupido, deseoso de que concluyeran tantas fatigas y tormentos para ambos, compareció ante Júpiter y le suplicó que resolviera la situación. El padre de los dioses y hombres accedió a ello y mediante su heraldo Mercurio convocó a los dioses a una asamblea.

-"Dioses conscriptos- comenzó una vez reunidos los dioses-, todos conocéis a Cupido. Pienso que ha llegado la hora de refrenar sus ímpetus de juventud, pues es demasiado grande su fama de corruptor y adúltero. Por ello, y porque ha elegido a una doncella y la ha privado de su virginidad, he decidido que la tenga, la posea y abrazado a Psique siempre goce de su amor. Y tú Venus – añadió dirigiéndole la mirada-, no te entristezcas ni temas un matrimonio desigual ni ilegítimo."

Dicho esto, ordenó a Mercurio que trajera a su presencia a la joven. No se demoró el dios alado y poco después Júpiter, mientras le acercaba una copa rebosante de ambrosía, le dijo:

-"Toma eso, Psique, sé inmortal y no te separes nunca de tu querido Cupido. Este será un matrimonio perpetuo."

Y sin más dilación se celebró el banquete nupcial. Presidía Cupido con Psique sentada en su regazo; a su lado estaban Júpiter y los restantes dioses por orden. Todos bebían y brindaban por la feliz pareja, servidos por Baco, salvo Júpiter, atendido por su joven copero. Vulcano se encargaba de cocinar, las Horas esparcían por doquier rosas y flores de todo tipo, y las Gracias, perfumes. Las Musas, con el acompañamiento de Apolo a la cítara y de Sátiro y Silvano a la zampoña, cantaban mientras con su gran encanto bailaba Venus. De este modo según el ceremonial Psique fue desposada por Cupido y pudo nacer a su tiempo su hija, llamada Voluptuosidad.