miércoles, 31 de octubre de 2018

EL SOL Y LA LUNA – NEUQUÉN, ARGENTINA



“Cuentan que hace mucho tiempo, el Dios de los Mapuches, Nguenchén, tomó una importante decisión: el casamiento de Antú y Cuyén, el Sol y la Luna. Además les encomendó a ambos que en su nombre deberían reinar en la tierra y alumbrarla.

Ya marido y mujer, durante cierto tiempo, todos veían cómo la pareja compartía su vida marchando juntos en el cielo. Todo era apacible. Había armonía y felicidad.

Pero, con el tiempo, Antú se volvió arisco y caprichoso, tanto que no aceptó la queja de Cuyén ante el primer reproche y reaccionó con violencia. Ella recibió un golpe en la cara y su relación se truncó.

Ya separados, él siguió como único astro del día. En cambio, ella, sola, taciturna, con la huella de las cicatrices en su cara, en sus rondas nocturnas solía acariciar la nieve, internarse en las frondas, besar con ternura las flores silvestres y observar su tristeza en los lagos que la reflejaban o en los que recostaba su angustia.

Un día, dispuesta a perdonar, aceleró su viaje para encontrar a su amado antes de que él se ocultara para el reposo nocturno pero descubrió cómo este besaba apasionadamente al lucero del alba. ¡Qué dolor! ¡Cuánto llanto!. Lloró tanto, tanto, que sus lágrimas al caer en la tierra de Neuquén formaron el lago Aluminé. Por eso dicen que río y lago, desde su nacimiento, tienen la pureza y la dulzura de la diosa que los creó.”

martes, 30 de octubre de 2018

SHERTAT Y EL TROZO DE CARNE – CUENTO SAHARAUI



Desierto del Sáhara.  Wonker (Flickr) [CC-BY-2.0]

“Shertat iba caminando de noche por el desierto en busca de algo de comer. Unos cazadores habían dejado un solo trozo de carne tirado en el suelo junto a unas cuantas piedras del mismo tamaño que la carne.  Se paró Shertat al llegarle el sabroso olor y exclamó ” Al-hamdu lillāh”. Contó todas las piedras y el trozo de carne, pensando que todos eran chicha. Shertat se relamió. “Con tanta carne ¡esta noche estaré repleto!”.  Sin pensarlo, se abalanzó sobre la primera piedra y la tragó creyendo que era un trozo de la carne; la segunda, la tragó; la tercera, la tragó; así hasta se quedó sólo el pedazo de carne. Shertat lo miraba diciendo, “Al-hamdu lillāh, me he llenado y todavía ha sobrado un buen trozo de carne”.

lunes, 29 de octubre de 2018

KURT DE ALTENAAR – SUIZA



El viejo castillo de Altenaar se alzaba en la montaña que recoge las aguas provenientes de los glaciales de Jungfrau. Era un castillo edificado en las rocas, sobre el río Aar, residencia del antiguo linaje de los Altenaar durante generaciones y generaciones.

El último representante de aquella ilustre familia era el caballero Kurt de Altenaar, un hombre de edad ya avanzada que no había tenido descendencia. Todo hacía prever que aquel linaje estaba a punto de extinguirse pero Kurt de Altenaar quería mantener hasta el último momento el prestigio y el orgullo de su casta.

Y he aquí que los poderosos señores de Berna, que querían dominar toda la región de Oberlan, impusieron a las demás familias nobles, entre ellas la Altenaar, unos tributos muy fuertes. El caballero se negó a apagar y los berneses enviaron a su ejército con la misión de apoderarse del castillo. El caballero Kurt se encerró con sus fieles  y empezó con ello  un asedio muy duro que se  alargó semanas y semanas.

El señor de Altenaar no estaba dispuesto a rendirse de ninguna de las maneras. Dentro del castillo, sin embargo, las dificultades eran cada día mayores: los víveres se estaban agotando, muchos de los defensores habían muerto combatidos en las murallas y, todo hay que decirlo, algunos de los supervivientes habían desertado. Pero el caballero Kurt aguantaba,  firme como la roca sobre la que se alzaba su castillo.

Llegó un momento  en que el caballero era ya el único defensor del castillo, no quedaba vivo nadie más. Y el pobre señor Altenaar comprendió dolorosamente que la suerte de su castillo ya  no estaba en sus manos. Entonces, se colocó  su armadura, cogió  las mejores armas  e hizo  subir a su caballo  sobre una de las torres de la muralla.  Montado en él, se acercó a las almenas de la torre. Todos los guerreros enemigos, al verlo con aquel aspecto, se quedaron aterrados y no se atrevía a moverse ni decir nada. La voz de Kurt de Atenaar resonó severa y orgullosa:

– Soy el último defensor del castillo. Todos los demás han muerto. Nos ha vencido el hambre, no la fuerza de las armas. Pero yo moriré libre, tal como han muerto siempre todos los de mi linaje.

Y, diciendo esto, Kurt de Altenaar espoleó al caballo y saltó con él por encima de las almenas, lanzándose al vacío. Fueron a estrellarse  sobre las rocas, por las que corrían, tumultuosas, las aguas del río Aar.

Los asediadores, escuchando aún el eco de las últimas palabras de Kurt de Altenaar,  se quedaron tan impresionados que levantaron el campamento sin osar entrar en un castillo defendido con tan extremo coraje.

domingo, 28 de octubre de 2018

EL HILO ROJO DEL DESTINO – JAPÓN



Hace mucho tiempo, un emperador se enteró de que en una de las provincias de su reino vivía una bruja con grandes poderes. Esta bruja tenía la capacidad de poder ver el hilo rojo del destino y la mandó traer ante su presencia. Cuando la bruja llegó, el emperador le ordenó que buscara el otro extremo del hilo que llevaba atado al meñique y lo llevara ante la que sería su esposa.

La bruja accedió a esta petición y comenzó a seguir y seguir el hilo. Esta búsqueda los llevó hasta un mercado, donde una pobre campesina con un bebé en los brazos ofrecía sus productos. Al llegar hasta donde estaba esta campesina, se detuvo frente a ella y la invitó a ponerse de pie. Hizo que el joven emperador se acercara y le dijo: «Aquí termina tu hilo», pero al escuchar esto el emperador enfureció. Creyendo que era una burla de la bruja, empujó a la campesina que aún llevaba a su bebé en brazos y la hizo caer, con lo que el bebé se hizo una gran herida en la frente.

Muchos años después, llegó el momento en el que el emperador debía casarse y su corte le recomendó que eligiera a la hija de un heroico general. El emperador aceptó y llegó el día de la boda.  La novia entró en el templo con un hermoso vestido y un velo que la cubría totalmente.  Al levantárselo, el emperador vio que tenía una peculiar cicatriz en la frente…

sábado, 27 de octubre de 2018

LAS GRULLAS – CUENTO ITALIANO



El gran señor Trabe-Balari recibió una grulla como presente y se la dio a su cocinero para que preparara con ella una suculenta comida (la grulla es un pájaro de carne muy gustosa y apreciada).

El cocinero asó la grulla siguiendo las órdenes de su señor pero, antes de servirla, quiso probarla para asegurarse de que estaba en su punto. Así que se comió un trocito pero cuanto más comía, más le gustaba y no podía parar ¡ hasta que se comió todo un muslo!. Alarmado, el cocinero se apresuró a servir la grulla al señor en una gran bandeja de patatas. El señor Trabe-Balari se extrañó mucho al ver que la grulla sólo tenía una patata y le preguntó al cocinero dónde estaba la otra.

-Es que las grullas sólo tiene una pata, señor -explicó el cocinero.

El señor no dijo nada pero puso mala cara. El cocinero se dio cuenta de que era muy probable que tarde o temprano descubriera el engaño. Días después, el cocinero vio un par de grullas que se habían posado sobre un tejado, no muy lejos de la casa del señor Trabe-Balari, y que se sostenía sobre una sola pata. Le pareció que era una buena oportunidad para justificarse y corrió avisar al señor Trabe-Balari.

-¿Lo veis, señor, cómo las grullas solamente tienen una pata? – dijo el cocinero.

Entonces el señor Trabe-Balari gritó muy fuerte y cuando lo oyeron, las grullas levantaron el vuelo. Y entonces se vio claramente que tenían dos patas cada una.

-¿Lo ves, bellaco, como las grullas sí tienen dos patas? -dijo enfurecido el señor Trabe-Balari.

-¿Y, entonces, señor -le contestó el cocinero -, por qué no disteis este grito cuando teníais en el plato la grulla que os asé? También le habrías visto la otra pata…

viernes, 26 de octubre de 2018

LOS IDIOTAS – CUENTO INDIO


Dos amigos no demasiado inteligentes se alojaron en un establo. Estaban muy cansados y durmieron profundamente pero, de madrugada, una pesadilla despertó a uno de los amigos. Zarandeó a su compañero, despertándolo, y le dijo

-Sal fuera y dime si ha amanecido. Comprueba si ha salido el sol.

El hombre salió y vio que todo estaba muy oscuro. Volvió al establo y explicó:

-Oye, está todo tan oscuro que no puedo ver si el sol ha salido.

-¡No seas idiota! -exclamó el compañero-. ¿Acaso no puedes encender la linterna para ver si ha salido?

jueves, 25 de octubre de 2018

LANDA Y NGANGELA – CUENTO LUVALE



Iba Landa, “El Listo”, pensando en matar un leopardo cuya piel, después de prepararla bien, podría cambiar por dos azadas: una para él y la otra para su mujer, pues se acercaba el tiempo de cultivar los campos. Pero como dos azadas equivalían a dos pieles de leopardo, Landa pensó en partir la piel en dos mitades iguales y, una vez dobladas, parecería así que era dos pieles.

Por otra parte, Ngangela, “El Listillo”, iba pensando en encontrar a un cazador que le vendiera o cambiara dos pieles de leopardo con las que vestirse él y su mujer por dos azadas que tenía.

Ambos, Landa y Ngangela, se encontraron e intercambiaron sus productos sin nada anormal en apariencia.

Sin embargo, cuando llegaron a sus casas, comprobaron lo que cada uno había obtenido: Landa, “El Listo”, se llevó a casa una sola azada pero con dos mangos, mientras que Ngangela, “El Listillo”, enseñaba a su mujer una única piel de leopardo partida en dos piezas exactamente iguales.

sábado, 20 de octubre de 2018

L’HOME DELS NASSOS – LEYENDA CATALANA


Pasacalles en Tarragona el 31 de Diciembre por calafellvalo (CC BY-NC-ND 2.0)


El 31 de diciembre, el último día del año, l’home dels nassos (el hombre de las narices) sale a dar una vuelta por la ciudad. Se dice que este hombre tiene tantas narices como días tiene el año así que los más pequeños se lanzan en su búsqueda, imaginando a un estrafalario personaje con 365 narices en la cara sin pensar que el 31 de diciembre ya sólo le queda una. Para seguir con la broma, los adultos aseguran que acaban de verlo pasar por una calle cercana cargado de mocadors (pañuelos), con la intención de alborotar a la chiquillería. 


viernes, 19 de octubre de 2018

ODAL – CUENTO TRADICIONAL DANÉS



Denmark – Hammermill por Jacob Surland (CC BY-NC 2.0)

Hace mucho tiempo vivió en Dinamarca un hombre que tuvo dos hijos antes de perder a su esposa por unas fiebres. Solo y ya demasiado anciano para buscarse una nueva compañera, intento sacar adelante a sus dos hijos y educarlos como buenamente pudo.

Uno de ellos, el más joven, tenía un espíritu tranquilo y valoraba profundamente lo poco que tenía, pero el mayor creció con un carácter hosco y no pensaba más que en sí mismo.

Un día, el padre se sintió terriblemente fatigado y, comprendiendo que su tiempo se terminaba, resolvió reunir a sus dos hijos para disponer de lo poco que tenía que legarles y decidir a cuál de ellos dejaría a cargo de la granja.

Por tradición, el puesto tendría que corresponder al hijo mayor, pero el anciano veía con preocupación como el muchacho dilapidaba todo cuanto se le daba y nada hacía para mejorar lo poco que tenían e intentar mantener la granja que le correspondía en herencia. El menor, sin embargo se esforzaba por labrar la tierra y, con muchos sudores y fatigas, garantizar al menos el sustento para su padre y hermano. Así que entendió, que la tradición no siempre se tenía que mantener inquebrantable y en este tipo de asuntos a veces era necesario fiarse más del sentido común.

Reunió a sus dos hijos en torno a la mesa y después de una parca comida, les invito a salir a la era. Allí, se metió la mano en el zurrón, extrajo una bolsa de tela que cantaba con sonido metálico y preguntó a su hijo mayor.

– Entre la bolsa con plata y la tierra de la granja, ¿qué consideras que tiene más valor?

El muchacho se echó a reír a carcajadas y respondió con aires presuntuosos que obviamente la plata era más valiosa, que aquel terruño nada valía y que obviamente sólo servía para venderlo y sacar con él un mal puñado de plata.

El padre frunció el ceño, pero nada respondió y repitió la misma pregunta al hijo menor. El muchacho miro la bolsa en manos de su padre y después la pequeña parcela de tierra. No era gran cosa, pero siempre daba su buen fruto si se la labraba con esmero así que respondió:

– El valor de la plata no es siempre el mismo, cambia en función de las guerras o la fama de los reyes. En manos de un hombre mesurado y sensato puede hacer grandes cosas, pero en manos de un necio, no durara más allá de un par de noches. Sin embargo, la tierra mantiene un valor constante. No es la tierra en sí la que encierra el valor, sino que este depende de la mano que la siembra y de la simiente y el mimo con que se la trate. Yo me quedaría con la tierra: con trabajo y tesón, garantizo un puñado de monedas seguro todas las temporadas y un sustento para los míos.

Al padre le parecieron sensatas las palabras del joven, y decretó que este sería el heredero y al hermano mayor le tendió la bolsa con la plata. Este último se marchó bufando, pensando que su padre le había hecho un desprecio al no dejarle la granja por herencia, pero con la bolsa de plata picada en su mano pronto se olvidó de ello.

Tras la muerte del padre, sucedió que, tal y como el hermano menor había predicho, la plata en manos del necio no duró mucho. El hermano mayo tuvo entonces que regresar junto su hermano menor, que con paciencia y tesón, ahora tenía no sólo una buena granja con un par de vacas y un puñado de jornaleros, sino que también tenía una bella esposa y el apoyo del clan vecino con el que se había unido por lazos de matrimonio.

Así que el joven egoísta, no tuvo más remedio que plegarse a la voluntad de su hermano y trabajar como un simple jornalero durante un buen tiempo, hasta que el joven matrimonio considero que había aprendido la lección y le permitieron compartir el trabajo y el beneficio de la granja.

jueves, 18 de octubre de 2018

¿POR QUÉ GRITAMOS CUANDO NOS ENFADAMOS? – INDIA


Time stands still …the Holy Ganges river at dawn. By Nick Kenrick (CC BY-NC-SA 2.0)



Un santón hindú estaba visitando el río Ganges con sus discípulos cuando se encontró a dos personas en la orilla gritándose con rabia. Se volvió hacia sus discípulos sonriendo y les preguntó:

– ¿Por qué gritamos a los demás cuando nos enfadamos?

Después de pensarlo un momento, uno de los discípulos respondió:

– Gritamos porque perdemos la calma.

– Pero, ¿por qué gritar cuando la otra persona está a nuestro lado? También podríamos decir lo que tuviéramos que decirle a la otra persona sin elevar la voz…

Los discípulos dieron algunas otras respuestas pero ninguna de ellas satisfacía a los demás.  Finalmente el maestro les explicó:

– Cuando dos personas están enfadadas, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esa distancia deben gritar para poder escucharse entre sí. Cuanto más enojados estén, más fuerte tendrán que gritar para cubrir esa gran distancia. Por tanto, ¿qué sucede cuando dos personas se enamoran? No se gritan sino que hablan dulcemente porque sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellos es muy pequeña. Cuando se quieren aún más, ¿qué pasa? Susurran al estar sus corazones prácticamente unidos. Finalmente, no necesitan siquiera hablar o susurrar: sólo se miran a los ojos y no hace falta nada más. Eso es lo cerca que dos personas están cuando se aman plenamente

Antes de marcharse, el santón les dio un consejo:

– Así que, cuando discutáis, no dejéis que vuestros corazones se alejen ni digáis palabras que puedan distanciaros más de la otra persona  o llegará un día que la distancia entre vosotros sea tan grande que no os sea posible encontrar el camino de regreso.

miércoles, 17 de octubre de 2018

LA BANDERA DE LAS HADAS – ESCOCIA


El Castillo de Dunvegan guarda una de las  reliquias más famosas de Escocia: la Fairy Flag o Bandera de las Hadas. Foto por dangerismycat (CC BY-NC-ND 2.0)



Cuenta la leyenda que uno de los jefes del clan escocés MacLeod se casó con un hada. Juntos vivieron felices pero llegó un día en el que sus compañeras rogaron a la etérea criatura que volviera a casa. Con gran desasosiego, accedió volver al País de las Hadas, pero antes de hacerlo le dio a su amado un objeto mágico: la Fairy Flag o Bandera de las Hadas.

Cuando el clan MacLeod  estuviera en peligro, sus miembros sólo tendrían que agitar la bandera para que el peligro se alejara de ellos, pero este encantamiento sólo les serviría en tres ocasiones.

El clan MacLeod  ha utilizado la bandera para ganar dos batallas que creían perdidas, por lo que aún les queda una oportunidad más para utilizar esta reliquia en su favor

martes, 16 de octubre de 2018

EGLE, LA REINA DE LAS ÁSPIDES – LITUANIA




Hace muchísimos años, tantos que ya ni se recuerdan, vivía un matrimonio de ancianos que tenía doce hijos y tres hijas. La menor se llamaba Egle. Un atardecer de verano, las tres hermanas fueron a bañarse y jugaron en el agua hasta que se puso el sol. Entonces, volvieron a la orilla para vestirse, pero Egle encontró un áspid dentro de la manga de su camisa; se asustó y comenzó a gritar. La hermana mayor cogió una estaca para ahuyentar al áspid y, de pronto, este dijo a Egle con voz humana:

 – Egle, prométeme que te casarás conmigo y me iré sin haceros daño.

 La niña se echó a llorar. ¡Cómo iba a casarse con un áspid!

 – ¡Devuélveme mi camisa y vete! – le dijo.

 – ¡Sólo si prometes casarte conmigo! – dijo el áspid.

 Egle tuvo que prometer al áspid que se casaría con él. En ese momento, el áspid salió de la camisa y se sumergió en el agua.

 A los tres días, apareció en el jardín de la casa de Egle un regimiento de áspides, reptando lentamente. Unos treparon por la valla y otros se enrollaron en los troncos de los árboles. Los encargados del casamiento entraron en la casa para hablar con los ancianos padres y estos no tuvieron más remedio que entregar a su hija.

Los áspides y la joven llegaron a la orilla del lago y, al instante, se levantaron dos enormes olas y en lugar de un áspid apareció un muchacho joven y muy atractivo: el rey de las aguas.

 En el fondo del mar se celebró un gran banquete y Egle se casó con el áspid. Con el paso del tiempo la muchacha se tranquilizó y se acostumbró a la vida bajo las aguas, olvidó a los suyos y olvidó su tierra.

Pasaron nueve años. Egle tuvo tres hijos y una hija. El mayor se llamaba Roble, el segundo, Fresno, el tercero Álamo y la niña, Álamo Temblón. Un día, el mayor dijo a su madre:

 – Madre, nunca nos has hablado de tu familia. ¿Dónde viven tus padres?

Entonces, Egle se acordó de sus padres y hermanos, recordó su tierra. Y sintió la necesidad de volver a su país: quería ver a los suyos. El áspid acompañó a Egle y a sus cuatro hijos a la orilla.

 – Dentro de un mes debéis regresar, que nadie os acompañe. Cuando llegues a la orilla llámame así: “Áspid, áspid. Si estás vivo, espuma de leche. Si estás muerto, espuma de sangre”. Si estoy vivo, vendré a buscaros. Pero si la espuma es roja, sabrás que he muerto. No descubrirás a nadie cómo debéis llamarme.

Egle y sus hijos volvieron a su tierra. Sus padres y hermanos se alegraron mucho de verlos, y escucharon fascinados lo que Egle les contó sobre su vida bajo las aguas, pero cuando les dijo que tenía que regresar en un mes, sus hermanos idearon un plan para retener a su hermana y sus sobrinos con ellos para siempre, en la tierra.

Una noche, llevaron a los cuatro niños al bosque, encendieron una hoguera y, uno a uno, les obligaron a decir cómo podrían hacer salir a su padre a la superficie. Los chicos no dijeron una palabra, pero la niña estaba asustada y no tardó en revelar el secreto.

 Al amanecer, los hermanos de Egle cogieron unas guadañas y se dirigieron a la orilla del mar. Llamaron al áspid y, cuando este apareció entre la espuma, le cortaron la cabeza con la guadaña.

Pasó el mes y Egle y sus hijos debían volver junto al áspid. Los hermanos no dijeron nada y la dejaron partir.

 – Aspid, áspid. Si estás vivo, espuma de leche. Si estás muerto, espuma de sangre – dijo Egle.

El lago se agitó desde sus profundidades y se destacó entre las demás una enorme ola de espuma roja. Egle escuchó la voz de su marido entre el rugido del agua.

 – Tus hermanos me mataron con guadañas. Nuestra hija, Álamo Temblón, nos ha traicionado.

 Desesperada, Egle miró a sus hijos y dijo:

 – Que mi hija pequeña se convierta en Álamo Temblón, que tiemble día y noche, que las lluvias le purifiquen la boca, que el viento le peine los cabellos. Y vosotros, mis queridos hijos, sed desde ahora árboles firmes. Yo seré un abeto.

 Y todos quedaron convertidos en árboles.

Por eso, el roble, el fresno y el álamo son árboles fuertes, y el álamo temblón se estremece al menor soplo de viento.