martes, 8 de marzo de 2016

Cómo reconocer a un ánima




Durante estos días, en algunos pueblos extremeños, al anochecer, pueden verse  a grupos de hombres envueltos en capas que a la luz de faroles y al sonido de campanas, recorren las puertas pidiendo limosna para los muertos. Son las cofradías de ánimas.

Y existen porque en esta tierra siempre se ha creído mucho en los difuntos, sobre todo en las ánimas del purgatorio, en aquellos que esperan en ese limbo perdido entre el cielo y el infierno (que se han cargado ahora de un plumazo) a que una buena persona termine de pagar sus cuentas (metafóricas y materiales) para poder salir de allí y poder “pisar la gloria”.

En estas situaciones, aquellos a los que se les aparece el muerto (el familiar, el amigo, la novia o el vecino), acompañados del alma del difunto, deben ir a cumplir lo que esa alma solicita, que normalmente es realizar los funerales pendientes, rezar unas misas o dar unas limosnas a tal o cual santo.

Pero la forma en la que se aparecen es variada. Aunque es cierto que en muchos casos se aparecen como las personas que fueron, otras muchas adquieren los más curiosos aspectos.

El arqueólogo Noé Conejo me contaba cómo su abuela de Almendral le narraba cómo las personas que hacían promesas a Santos, Vírgenes, o al propio Cristo, muriendo sin cumplirla, se aparecían a familiares con tal de que ellos cumplieran dicha promesa, evitando así las penas del purgatorio.

La forma  en que se aparecían era variada,  desde su forma real hasta ser una columna de luz que iluminaba toda la habitación. Le comentó su abuela que una vez a alguien del pueblo se le había aparecido  dicha luz y que acudiendo rápidamente al sacerdote, éste le comentó que lo más seguro es que se tratara de un Alma del Purgatorio. Y efectivamente, un novenario de Ánimas benditas y la columna de luz no volvió a aparecerse. Mano de santo, y nunca mejor dicho.



 Pero otras veces a forma de aparecerse era menos icónica y gloriosa. Por El Cerezal y Asegur, las ánimas tienen sus propios horarios y lugares preferidos. Suelen aparecer durante las horas nonas, y tan sólo se aparecen aquéllas que aún no han purgado sus pecados, preferentemente en los huertos, en la cocina y en la calle.

Cuenta el investigador hurdano Félix Barroso que si una persona desea que se le aparezcan las ánimas, debe buscar a una mujer llamada María para que rece nueve avemarías y unos cuantos padrenuestros.

En Las Hurdes, cuando las ánimas no tienen miedo a decir las cosas a la cara, se aparecen en forma de sábana hueca. Hay que fijarse bien en la limpieza de la sábana, porque tienen tantas manchas negras como pecados ha cometido en su vida.


Y aunque es cierto que a estas alturas de la película poco miedo nos va a dar un fantasma sabanero, hay que recordar que existen apariciones aún más rocambolescas y tragicómicas.

Porque cuando las ánimas tienen miedo a transmitir alguna cosa, se aparecen en forma de objetos blancos: una mariposa blanca, un gato blanco, una paloma… o hasta una gallina.



Una de las últimas apariciones fantasmales tuvo lugar en Las Hurdes, en 1965, cuando un matrimonio  vieron asombrados como su humilde casa se iluminaba repentinamente con una extraña y sobrenatural claridad, como si hubiese amanecido en plena noche.

Cuenta el periodista Iker Jimenez que el resplandor fue mitigándose hasta quedar concentrado en el piso bajo, en un viejo corral que hacía varios años que estaba abandonado. Al entrar observaron una rolliza gallina blanca que corría de un lado a otro de la pared, hasta que, al verlos, se quedó parada en medio de la estancia mirándolos muy fijamente. De la gallina surgió una voz ronca y desagradable que se identificó lastimeramente como la Tía Cristina, una mujer ya fallecida y a la que se tenía por bruja en la zona. Mientras la voz se iba tornando en llanto, la gallina proseguía:



-      “Debo tres perras a San Antonio, protector contra los espantos, y no puedo entrar en la buena ventura”.

Dichas estas palabras, un fogonazo impresionante envolvió al ave y esta “salió disparada hacia arriba”, desapareciendo al instante y quedando un halo luminoso en el corral. Sobra decir que, una vez que se entregaron las perras a San Antonio, la misteriosa gallina no volvió a aparecerse jamás.

Y es que al parecer hasta para entrar en el cielo, a veces, hay que comprar la entrada.

lunes, 7 de marzo de 2016

La extraña muerte de Fernando el Católico: Entre caníbales, adivinos, y afrodisiacos mortales.

La cantárida o mosca española, el Viagra de la época (Jimber)


Ahora que se cumplen los 500 años del fallecimiento de Fernando el Católico es buen momento para recordar cómo y dónde murió el rey más famoso de España. Sus circunstancias bien valen un escrito.

El viajecito por Extremadura comenzaba entretenido para su majestad, porque fue en Plasencia donde el rey Fernando el Católico vio por primera vez en su vida a unos caníbales. El militar y escritor Gonzalo Fernandez de Oviedo lo cuenta así:

“… pocos días antes de que el católico rey Fernando pasase de esta vida, le traje yo a Plasencia seis indios de los que comen carne humana”…

Poco imaginaba Fernando que unos días después de este singular encuentro moriría, sin salir ya de Extremadura, en un pequeño pueblecito cacereño. Y es que en aquellos días de 1516, de camino a Guadalupe y procedente de Plasencia, se agravó una extraña enfermedad que padecía el monarca en las cercanías de una pequeña localidad, por lo que tuvo que ser llevado a la Casa de Santa María, una propiedad que el convento de Guadalupe tenía por esos lares.

Si hacemos caso a la leyenda se trató de un caso de profecía cumplida, porque un adivino había anunciado muchos años antes que don Fernando moriría en Madrigal. El rey, por si caso, se cuidó mucho de poner nunca los pies en Madrigal de las Altas Torres, localidad abulense donde había nacido su primera y regia esposa Isabel de Castilla. Imagínense la cara de pánico que se le debió quedar cuando comienza a ponerse enfermo y lo llevan a pueblecito llamado… Madrigalejo.

Aquí pasó los últimos días de su vida, acompañado de una parte de su séquito, y de su segunda esposa, la reina Germana de Foix, que tras un largo viaje desde tierras aragonesas, acudió con tiempo de ver al rey aún con vida.

El rey Fernando murió en la madrugada de 23 de enero de 1516 en la Casa de Santa María, un enorme complejo que ocupaba toda una manzana a la salida del pueblo y que fue abandonada y desmantelada por la desamortización en el siglo XIX. Sólo una estancia se salvó del derribo, la que ocupó el rey en el momento de su muerte, convertida con el paso del tiempo en pajar y almacén hasta que en 1980, fue  declarada Monumento Nacional.


Muerte por sobredosis… de Viagra medieval


Lo cierto es que Fernando el católico ya había estado antes por estos lares, pero acompañado de su inseparable esposa, la reina Isabel la Católica. Pero Isabel muere en 1504, y Fernando es consciente de que necesita tener un descendiente para que pueda ocupar los tronos de Castilla y Aragón, ya que su hija Juana estaba un poquito loca y su heredero, el príncipe Juan, un poquito muerto. Así que, sacrificándose y teniendo en su cabeza el lema de “todo por la patria”, decide casarse con la pizpireta Germana de Foix, de tan solo 18 añitos.

La diferencia de edad era nada menos que de 36 años, por lo que pronto el pobre Fernando descubre que necesita algo de ayuda no ya para engendrar varón, sino al menos para intentarlo. Y como en este mundo nada es nuevo (y menos si hablamos de sexo), el rey, su esposa y sus adláteres recurrieron a los antepasados medievales de la Viagra.

El principal afrodisiaco de la época  consistía en las criadillas o  testículos de toro, un remedio muy conocido en nuestra tierra desde la antigüedad, y que aún se consume en algunos lugares, pues se creía que la fuerza y la virilidad de ese animal se transmitía a quien los comía (“de lo que se come se cría”, se afirma en estos lares, y nunca mejor dicho).  De hecho, la “publicidad” de la época afirmaba que una buena turma  “face desfallecerse una muxer debajo del varón“. Ahí es nada.

Pero no fue por nuestra gastronomía testicular por lo que murió el rey, sino por otro afrodisiaco que aún se vende en las herboristerías de algunos países africanos (doy fe de ello) y que se ha utilizado durante siglos para potenciar lo impotente: La cantárida. De hecho, le hemos puesto el apellido, y en el mundo se la conoce como “mosca española”.



Sin embargo, la cantárida no es una mosca, sino un pequeño escarabajo de color verde esmeralda metalizado del que se obtiene un alcaloide denominado cantaridina,  que aplicado en dosis controladas dilata los vasos sanguíneos, produciendo en el hombre una erección prolongada.

En Extremadura la hemos utilizado con alegría desde hace siglos, y las brujas y hechiceras hacían de ella una compañera inseparable para sus polvos del querer y otros polvos igual de sospechosos.

Según  afirma el periodista César Cervera, Jerónimo Zurita, cronista del Reino de Aragón, estaba convencido de que el Rey sufrió una grave enfermedad ocasionada por un

«feo potaje que la Reina le hizo dar para más habilitarle, que pudiese tener hijos. Esta enfermedad se fue agravando cada día, confirmándose en hidropesía con muchos desmayos, y mal de corazón: de donde creyeron algunos que le fueron dadas hierbas».

Nadie dudaba de que el cóctel de afrodisíacos, en especial por la cantárida, era el culpable de la mala salud de Fernando, y que su abuso le provocó graves congestiones que derivaron en la hemorragia cerebral que le llevó a la tumba. De hecho, algunos cronistas han apuntado que la noche anterior a su muerte había ingerido una dosis muy elevada del «feo potaje»…

Por muy feo que fuera el potaje, lo cierto es que la erección espontánea que produce la cantárida la convirtió en el afrodisíaco de referencia hasta el siglo XVII,  cuando cayó en desuso dado el número de envenenamientos mortales que se produjeron. Pero como el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma Viagra, volvió a ponerse de moda a mediados del siglo XVIII, cuando entró a formar parte de los ingredientes de unos bombones afrodisiacos conocidos en Francia como “caramelos Richelieu”. Estos cardenales…