lunes, 7 de marzo de 2016

La extraña muerte de Fernando el Católico: Entre caníbales, adivinos, y afrodisiacos mortales.

La cantárida o mosca española, el Viagra de la época (Jimber)


Ahora que se cumplen los 500 años del fallecimiento de Fernando el Católico es buen momento para recordar cómo y dónde murió el rey más famoso de España. Sus circunstancias bien valen un escrito.

El viajecito por Extremadura comenzaba entretenido para su majestad, porque fue en Plasencia donde el rey Fernando el Católico vio por primera vez en su vida a unos caníbales. El militar y escritor Gonzalo Fernandez de Oviedo lo cuenta así:

“… pocos días antes de que el católico rey Fernando pasase de esta vida, le traje yo a Plasencia seis indios de los que comen carne humana”…

Poco imaginaba Fernando que unos días después de este singular encuentro moriría, sin salir ya de Extremadura, en un pequeño pueblecito cacereño. Y es que en aquellos días de 1516, de camino a Guadalupe y procedente de Plasencia, se agravó una extraña enfermedad que padecía el monarca en las cercanías de una pequeña localidad, por lo que tuvo que ser llevado a la Casa de Santa María, una propiedad que el convento de Guadalupe tenía por esos lares.

Si hacemos caso a la leyenda se trató de un caso de profecía cumplida, porque un adivino había anunciado muchos años antes que don Fernando moriría en Madrigal. El rey, por si caso, se cuidó mucho de poner nunca los pies en Madrigal de las Altas Torres, localidad abulense donde había nacido su primera y regia esposa Isabel de Castilla. Imagínense la cara de pánico que se le debió quedar cuando comienza a ponerse enfermo y lo llevan a pueblecito llamado… Madrigalejo.

Aquí pasó los últimos días de su vida, acompañado de una parte de su séquito, y de su segunda esposa, la reina Germana de Foix, que tras un largo viaje desde tierras aragonesas, acudió con tiempo de ver al rey aún con vida.

El rey Fernando murió en la madrugada de 23 de enero de 1516 en la Casa de Santa María, un enorme complejo que ocupaba toda una manzana a la salida del pueblo y que fue abandonada y desmantelada por la desamortización en el siglo XIX. Sólo una estancia se salvó del derribo, la que ocupó el rey en el momento de su muerte, convertida con el paso del tiempo en pajar y almacén hasta que en 1980, fue  declarada Monumento Nacional.


Muerte por sobredosis… de Viagra medieval


Lo cierto es que Fernando el católico ya había estado antes por estos lares, pero acompañado de su inseparable esposa, la reina Isabel la Católica. Pero Isabel muere en 1504, y Fernando es consciente de que necesita tener un descendiente para que pueda ocupar los tronos de Castilla y Aragón, ya que su hija Juana estaba un poquito loca y su heredero, el príncipe Juan, un poquito muerto. Así que, sacrificándose y teniendo en su cabeza el lema de “todo por la patria”, decide casarse con la pizpireta Germana de Foix, de tan solo 18 añitos.

La diferencia de edad era nada menos que de 36 años, por lo que pronto el pobre Fernando descubre que necesita algo de ayuda no ya para engendrar varón, sino al menos para intentarlo. Y como en este mundo nada es nuevo (y menos si hablamos de sexo), el rey, su esposa y sus adláteres recurrieron a los antepasados medievales de la Viagra.

El principal afrodisiaco de la época  consistía en las criadillas o  testículos de toro, un remedio muy conocido en nuestra tierra desde la antigüedad, y que aún se consume en algunos lugares, pues se creía que la fuerza y la virilidad de ese animal se transmitía a quien los comía (“de lo que se come se cría”, se afirma en estos lares, y nunca mejor dicho).  De hecho, la “publicidad” de la época afirmaba que una buena turma  “face desfallecerse una muxer debajo del varón“. Ahí es nada.

Pero no fue por nuestra gastronomía testicular por lo que murió el rey, sino por otro afrodisiaco que aún se vende en las herboristerías de algunos países africanos (doy fe de ello) y que se ha utilizado durante siglos para potenciar lo impotente: La cantárida. De hecho, le hemos puesto el apellido, y en el mundo se la conoce como “mosca española”.



Sin embargo, la cantárida no es una mosca, sino un pequeño escarabajo de color verde esmeralda metalizado del que se obtiene un alcaloide denominado cantaridina,  que aplicado en dosis controladas dilata los vasos sanguíneos, produciendo en el hombre una erección prolongada.

En Extremadura la hemos utilizado con alegría desde hace siglos, y las brujas y hechiceras hacían de ella una compañera inseparable para sus polvos del querer y otros polvos igual de sospechosos.

Según  afirma el periodista César Cervera, Jerónimo Zurita, cronista del Reino de Aragón, estaba convencido de que el Rey sufrió una grave enfermedad ocasionada por un

«feo potaje que la Reina le hizo dar para más habilitarle, que pudiese tener hijos. Esta enfermedad se fue agravando cada día, confirmándose en hidropesía con muchos desmayos, y mal de corazón: de donde creyeron algunos que le fueron dadas hierbas».

Nadie dudaba de que el cóctel de afrodisíacos, en especial por la cantárida, era el culpable de la mala salud de Fernando, y que su abuso le provocó graves congestiones que derivaron en la hemorragia cerebral que le llevó a la tumba. De hecho, algunos cronistas han apuntado que la noche anterior a su muerte había ingerido una dosis muy elevada del «feo potaje»…

Por muy feo que fuera el potaje, lo cierto es que la erección espontánea que produce la cantárida la convirtió en el afrodisíaco de referencia hasta el siglo XVII,  cuando cayó en desuso dado el número de envenenamientos mortales que se produjeron. Pero como el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma Viagra, volvió a ponerse de moda a mediados del siglo XVIII, cuando entró a formar parte de los ingredientes de unos bombones afrodisiacos conocidos en Francia como “caramelos Richelieu”. Estos cardenales…

No hay comentarios:

Publicar un comentario