jueves, 13 de diciembre de 2018

EL MAYAB – LEYENDA MAYA



Hace mucho, mucho tiempo, el dios Itzamná decidió crear una tierra que fuera tan hermosa que todo aquél que la conociera quisiera vivir allí, enamorado de su belleza. Entonces, creó El Mayab, la tierra de los elegidos, y sembró en ella las más bellas flores para que adornaran los caminos, creó enormes cenotes cuyas aguas cristalinas reflejaran la luz del sol y también profundas cavernas llenas de misterio.

Después, Itzamná le entregó la nueva tierra a los mayas y escogió tres animales para que vivieran por siempre en El Mayab. Los elegidos por Itzamná fueron el faisán, el venado y la serpiente de cascabel. Los mayas vivieron felices y se encargaron de construir palacios y ciudades de piedra. Mientras, los animales que escogió Itzamná no se cansaban de recorrer El Mayab. El faisán volaba hasta los árboles más altos y su grito era tan poderoso que podían escucharle todos los habitantes de esa tierra. El venado corría ligero como el viento y la serpiente movía sus cascabeles para producir música a su paso.

Así era la vida en El Mayab, hasta que un día, los chilam (sacerdotes y adivinos mayas), vieron en el futuro algo que les causó gran tristeza. Entonces, llamaron a todos los habitantes para anunciar lo siguiente:

—Tenemos que daros una triste noticia. Pronto nos invadirán hombres venidos de muy lejos. Traerán armas y pelearán contra nosotros para quitarnos nuestra tierra. Tal vez no podamos defender El Mayab y lo perderemos.

Al oír las palabras de los chilam, el faisán huyó de inmediato a la selva y se escondió entre las yerbas, pues prefirió dejar de volar para que los invasores no lo encontraran.

Cuando el venado supo que perdería su tierra, sintió una gran tristeza. Lloró tanto que sus lágrimas formaron muchos charcos. A partir de ese momento, al venado se le quedaron los ojos muy húmedos, como si estuviera triste siempre.

Sin duda, quien más se enojó al saber de la conquista fue la serpiente de cascabel: decidió olvidar su música y luchar con los enemigos, así que creó un nuevo sonido que produce al mover la cola y que ahora usa antes de atacar.

Como dijeron los chilam, los extranjeros conquistaron El Mayab. Pero aún así, un famoso adivino maya anunció que los tres animales elegidos por Itzamná cumplirán una importante misión en su tierra:

—Mientras las ceibas estén en pie y las cavernas de El Mayab sigan abiertas, habrá esperanza. Llegará el día en que recobraremos nuestra tierra, entonces los mayas deberán reunirse y combatir. Sabrán que la fecha ha llegado cuando reciban tres señales. La primera será del faisán, quien volará sobre los árboles más altos y su sombra podrá verse en todo El Mayab. La segunda señal la traerá el venado, pues atravesará esta tierra de un solo salto. La tercera mensajera será la serpiente de cascabel, que producirá música de nuevo y esta se oirá por todas partes. Con estas tres señales, los animales avisarán a los mayas de que es tiempo de recuperar su tierra.

Ese fue el anuncio del adivino, pero el día aún no llega. Mientras tanto, los tres animales se preparan para estar listos. Así, el faisán alisa sus alas, el venado afila sus pezuñas y la serpiente frota sus cascabeles. Sólo esperan el momento de ser los mensajeros que reúnan a los mayas para recobrar El Mayab.


miércoles, 12 de diciembre de 2018

EL PUENTE DE LOS SUSPIROS (IL PONTE DEI SOSPIRI) – LEYENDA ITALIANA



Uno de los lugares más emblemáticos de Venecia es el Ponte dei Sospiri (el Puente de los Suspiros), no sólo por su belleza sino también por la leyenda que esconde.

Este puente en arco fue elaborado en piedra caliza, aproximadamente en el año 1600, con el propósito de servir de conexión entre el Palacio Ducal y los calabozos de la temida prisión de la Inquisición (llamada Piombi). El puente se convirtió en el último trayecto por el que debían pasar los prisioneros antes de ser ajusticiados.

Debe su nombre a los suspiros de tristeza de los presos que eran conducidos a través de él hacia las mazmorras o el cadalso. Estos desdichados echaban una mirada furtiva por las estrechas ventanas del puente. Sabían que era la última vez que verían la ciudad de Venecia y suspiraban largamente al saber que no volverían a ver la bella ciudad.