domingo, 20 de octubre de 2024

Amigos de la infancia


 

El pasado fin de semana celebramos el encuentro anual en el pequeño pueblo donde nací, un lugar lleno de recuerdos y rincones que aún guardan la esencia de nuestra infancia. Como cada año, nos reunimos un grupo de amigos, todos ahora repartidos por diferentes partes de España, pero unidos por una historia compartida. Desde primeras horas del día, el ambiente estaba cargado de emoción y alegría, esa mezcla de nervios y expectativa por volver a ver caras conocidas, algunas que hacía años que no veía.

La jornada fue una auténtica convivencia. Nos encontramos en la plaza del pueblo, ese epicentro donde, de pequeños, solíamos correr y jugar. Compartimos una comida deliciosa que nos prepararon Marisol y Yolanda con todo su esfuerzo y cariño en el salón multiusos del pueblo. No faltaron risas, anécdotas y sobre todo el recordar a aquellos que ya no están o que no pudieron acompañarnos esta vez. Entre un bocado y otro, fuimos poniéndonos al día sobre nuestras vidas, nuestras familias, trabajos y los caminos que cada uno ha ido tomando.

Pero lo mejor de todo fue cuando, ya con el estómago lleno y la tarde cayendo, nos dejamos llevar por los recuerdos. Hablamos de las travesuras en la escuela, de las noches de verano jugando hasta que nos llamaban a casa y de aquellos maestros y vecinos que dejaron una huella imborrable en nuestra infancia. Es curioso cómo, a pesar del paso del tiempo y de los cambios que nos ha traído la vida, esa conexión sigue intacta, como si el tiempo se hubiese detenido por un día.

Al final, la despedida fue agridulce. Por un lado, nos quedamos con la satisfacción de haber compartido un día increíble, pero por otro, con la nostalgia de saber que el próximo reencuentro tardará en llegar. Aun así, nos fuimos con la promesa de volvernos a ver el año que viene, en el mismo lugar, para seguir celebrando la amistad y los recuerdos que, aunque vivamos lejos, siguen siendo el pegamento que nos mantiene unidos.

Para mí un día maravilloso y creo que para todos igual.

Nos vemos el año que viene amigos.


                                  Mirentxu 





viernes, 4 de octubre de 2024

Un encuentro inesperado



Era una tarde como cualquier otra, con el sol descendiendo lentamente, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados. Caminaba por las calles empedradas del centro, sumergido en mis pensamientos, cuando una figura familiar captó mi atención a lo lejos. No era posible. Hacía años que no la veía, y todo indicaba que nuestras vidas habían tomado rumbos completamente distintos.

Mis pasos vacilaron un segundo, pero la curiosidad fue más fuerte. La reconocí al instante: el mismo cabello rizado que siempre bailaba con el viento, los mismos ojos que alguna vez habían sido testigos de nuestras conversaciones interminables. Era Marta.

Me acerqué lentamente, sin saber si debía llamarla o simplemente dejar que el pasado siguiera siendo pasado. Sin embargo, antes de poder decidir, ella levantó la mirada y nuestros ojos se cruzaron. Hubo un instante de incertidumbre, un segundo eterno en el que ninguno de los dos sabía qué decir o hacer. Pero luego, algo cambió. Sus labios se curvaron en una sonrisa, y fue como si el tiempo no hubiera pasado.

—No puedo creer que seas tú —dijo ella con una mezcla de asombro y alegría.

Nos saludamos con un abrazo torpe, casi como dos viejos amigos que intentan recordar cómo se sentía esa cercanía. Hablamos de lo que había pasado en nuestras vidas desde aquella última vez. De los lugares que habíamos visitado, las personas que habíamos conocido, y las lecciones que habíamos aprendido.

El encuentro fue breve, pero suficiente para recordarme lo impredecible que es la vida. A veces, cuando menos lo esperas, las piezas del pasado regresan para recordarte que, aunque todo cambie, hay cosas que siempre permanecen en algún rincón de tu memoria, esperando ser redescubiertas.