1. Reinosa – Puerta de entrada a la montaña
La aventura comienza en Reinosa, ciudad de montaña y capital de la comarca de Campoo. Aquí nace el río Ebro, justo a las afueras, en la Fuente del Ebro en Fontibre, un lugar que ya marca el tono del viaje: naturaleza, mito y origen.
Reinosa conserva el ambiente de ciudad ferroviaria y ganadera. Su arquitectura mezcla casonas cántabras y edificios de comienzos del siglo XX. El Puente de Carlos III sobre el río Híjar y la Iglesia de San Sebastián son dos paradas recomendables antes de partir.
Un café en una de sus cafeterías tradicionales, y el consejo de un paisano:
—No siga la carretera. Métase por las sendas.
2. Embalse del Ebro y aldeas semiolvidadas
La ruta continúa hacia el Embalse del Ebro, enorme y quieto, bordeado por pequeñas aldeas como Orzales, La Población y Servillas, donde los tejados de pizarra se enfrentan al viento y el tiempo parece haberse detenido.
Estos pueblos hablan de la trashumancia, del viejo ferrocarril de La Robla, y del éxodo rural. Aquí, el viajero puede encontrar casas de piedra medio derruidas, pero también pan recién hecho, gente que aún vive con el ritmo de las estaciones, y una hospitalidad sencilla.
3. Bárcena Mayor – Tesoro escondido
Llegar a Bárcena Mayor es entrar en un mundo medieval. Situado en pleno Parque Natural Saja-Besaya, este pueblo está considerado uno de los más bonitos de España. Calles empedradas, casas de entramado de madera, flores en balcones y el sonido del río Argoza acompañan el paseo.
Aquí es imprescindible probar el cocido montañés, y si es posible, dormir en una de las casonas rurales. La noche en el bosque es total: negra, silenciosa, y salpicada por los sonidos lejanos de algún corzo o zorro.
4. Montañas de Saja y los Valles de Cabuérniga
Al dejar Bárcena se entra en el Monte Saja, hábitat de lobos, ciervos y gatos monteses. Senderos como el del Alto de Hijas o el Cañón del Diablo permiten caminar durante horas sin ver a nadie, con el verde omnipresente y el rumor constante del agua.
Más al norte aparecen los valles de Cabuérniga, una de las zonas con mayor tradición oral y leyendas. En Carmona, aún se ven mujeres vestidas con sayas negras y albarcas; en Los Tojos, las casonas lucen escudos y balcones amplios para secar el maíz.
5. El paso a Liébana – Puerto de Palombera
Cruzando el Puerto de Palombera, de más de 1.200 metros de altitud, se entra en otra Cantabria. Aquí se abre la comarca de Liébana, con su microclima más seco y cálido, rodeada por los Picos de Europa.
El descenso lleva al valle de Potes, capital lebaniega, vibrante y viva, donde confluyen ríos, caminos y culturas. Potes es ideal para saborear el orujo, visitar el Torreón del Infantado, y conocer las raíces religiosas en el Monasterio de Santo Toribio de Liébana, donde se guarda el Lignum Crucis.
6. Final – De vuelta o adelante
El viajero puede detenerse en Potes, o seguir hacia Fuente Dé, subir en el teleférico y contemplar desde las alturas todo lo recorrido. Desde allí, los Picos se alzan majestuosos, recordando que el viaje nunca es solo un recorrido físico, sino un camino interior.