lunes, 31 de diciembre de 2018

Cuento de Nochevieja

     Feliz Año Nuevo



Hace muchos años, cuando creía estar encerrada en una situación de la que no saldría, me contaron el cuentecillo que yo les dedico ahora, para que terminen el año y empiecen el que viene:

Vivía en Pomerania un campesino joven y pobre. Estaba enamorado de una chica rica de la ciudad, pero dudaba de que le aceptara y además era tímido, así que no hacía nada.
Cierto día se le apareció un elohim que andaba perdido entre el cielo y la tierra. El campesino le contó sus preocupaciones y el elohim le dijo: "Tengo la manera de que conozcas el futuro". El joven preguntó: "¿Puedo saber si la mujer que amo se casará conmigo?".

El elohim le explicó entonces: "En todo lo que quieras conocer con antelación dejarás de vivir el camino hasta ello. En el momento en que lo conozcas ya estarás allí y todo lo anterior habrá pasado. ¿No te importa esta condición?". El campesino respondió que estaba de acuerdo con ella.

El espíritu le mostró un ovillo de lana. "Éste es el sendero de tu existencia", dijo a continuación. "Sólo tienes que tirar del hilo para llegar hasta donde quieres y saber lo que pasará. Pero recuerda: lo anterior ya lo habrás vivido".

El campesino tiró del hilo y vio que se casaría con la joven rica de la ciudad. Nada más verlo, ya estaba casado con ella. Quiso saber si tendrían hijos y en cuanto lo hubo averiguado ya estaba viviendo con un hijo tan hermoso como los mismísimos elohim. Pero el hijo se puso muy enfermo.

Quiso saber si viviría. Volvió a tirar del hilo y vio que el hijo sanaría, se casaría y tendría hijos que le harían abuelo. Se sintió muy feliz. Pero entonces su mujer murió.

Apenas había tenido tiempo de conocerla. Quiso saber si volvería a casarse. Tiró del hilo y descubrió que se casaría con una mujer que le haría infeliz: al momento ya estaba casado con ella. Luego, trató de averiguar si algún día volvería a vivir en paz. Pero eso le llevó hasta la vejez y al ovillo apenas le quedaban unas pulgadas. Toda su vida había pasado en un instante.

Al campesino aún le quedaban preguntas importantes como, por ejemplo, si existe algo después de la muerte. Pero también quedaba poco hilo. Debería elegir entre seguir preguntando o vivir el escaso tiempo que le restaba.

No era una elección fácil. Mejor dicho, no lo es: han pasado los años y los siglos y el campesino aún no ha terminado de decidirse. Tal vez continúe así por toda la eternidad.

De todas formas, dime: ¿Tú qué harías?

domingo, 30 de diciembre de 2018

EL BRAHMÁN ASTUTO – CUENTO INDIO



En el norte de la India, en un pueblecillo perdido en la inmensidad del Himalaya, allí donde las montañas son tan elevadas que parece que quisieran acariciar las nubes con sus picos, se reunieron un asceta, un peregrino y un brahmán. Comenzaron a comentar cuánto dedicaban a Dios de aquellas limosnas que recibían de los fieles. El asceta dijo:

–Mirad, yo lo que acostumbro a hacer es trazar un círculo en el suelo y lanzar las monedas al aire. Las que caen dentro del círculo me las quedo para mis necesidades y las que caen fuera del círculo se las ofrezco al Divino.

Entonces intervino el peregrino para explicar:

–Sí, también yo hago un círculo en el suelo y procedo de la misma manera, pero, por el contrario, me quedo para mis necesidades con las monedas que caen fuera del círculo y doy al Señor las que caen dentro del mismo.

Por último habló el brahmán para contar:

–También yo, queridos compañeros, dibujo un círculo en el suelo y lanzo las monedas al aire. Las que no caen, son para Dios y las que caen las guardo para mis necesidades.



¿Sabías qué…?

En la tradición religiosa hinduista, el brahmán (también brahmin) es el miembro de la casta sacerdotal (la más importante de las cuatro) y la conforman los sacerdotes y los asesores del rey. En la época védica (antes del siglo V a. C.) los sacerdotes eran los encargados exclusivos de cantar los himnos para la realización de sacrificios. El canto de esos himnos estaba prohibido (bajo pena de muerte) para alguien que no fuera bráhmana. El permiso para cantarlo se transmitía de padres a hijos en una familia de cantores.