jueves, 26 de diciembre de 2024

Niño perdido


 En un pequeño pueblo rodeado de densos bosques y montañas susurrantes, vivía un niño llamado Tomás. Era curioso y valiente, con una imaginación tan vasta como el cielo estrellado que contemplaba cada noche desde la ventana de su habitación. Su madre siempre le advertía que no se adentrara demasiado en el bosque, pues sus senderos eran engañosos y fácilmente podía uno perderse.

Una mañana soleada, mientras jugaba cerca del límite del bosque, Tomás vio un pájaro de plumaje dorado que nunca había visto antes. Sin pensarlo dos veces, siguió al ave entre los árboles, ignorando el eco de la voz de su madre llamándolo desde la distancia. El canto del ave era hipnótico y cada vez que Tomás se acercaba, el pájaro volaba un poco más adentro.

Pronto, Tomás se dio cuenta de que estaba completamente solo. El bosque, que al principio le parecía un lugar mágico, ahora se sentía frío y silencioso. Las sombras de los árboles se alargaban mientras el sol descendía, y el canto del ave dorada había desaparecido.

El niño intentó regresar por donde había venido, pero cada sendero parecía igual al anterior. Asustado y con los ojos llenos de lágrimas, Tomás se sentó bajo un árbol enorme y cerró los ojos. En ese momento, escuchó un suave susurro en el viento: era como si el bosque mismo le hablara.

"Sigue la luz de las luciérnagas", susurró la brisa.

Al abrir los ojos, Tomás notó un pequeño grupo de luciérnagas brillando no muy lejos. Con renovada esperanza, las siguió a través de senderos ocultos y entre raíces retorcidas. Después de lo que parecieron horas, finalmente vio una luz familiar: la luz de su hogar.

Su madre lo abrazó con fuerza al verlo aparecer entre los árboles. Tomás aprendió una lección importante aquel día: la naturaleza es hermosa y misteriosa, pero también merece respeto.

Desde entonces, cada vez que escuchaba el canto de un ave dorada, Tomás sonreía, pero se quedaba siempre cerca de casa.

lunes, 23 de diciembre de 2024

El Perro Guardian


 

En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y cielos despejados, vivía un perro llamado Rocco. No era un perro cualquiera; era grande, de pelaje negro brillante y ojos atentos que parecían ver más allá de lo evidente. Rocco pertenecía al anciano Don Esteban, el vigilante de la finca más grande del pueblo.

Cada noche, cuando las sombras cubrían los campos y las estrellas empezaban a brillar, Rocco patrullaba la finca con pasos firmes y silenciosos. Su olfato era agudo y su oído, infalible. Los aldeanos decían que ningún ladrón se atrevería a poner un pie en la propiedad de Don Esteban mientras Rocco estuviera de guardia.

Una noche de tormenta, cuando el viento aullaba y la lluvia caía con furia, Rocco percibió algo extraño. Un olor desconocido se filtraba entre la humedad de la tierra. El perro levantó las orejas y, con un gruñido bajo, corrió hacia el granero.

Allí, entre las sombras y el olor a heno mojado, Rocco descubrió a un joven encogido, temblando de frío y miedo. No era un ladrón, sino un muchacho hambriento que buscaba refugio de la tormenta. Rocco lo miró fijamente, su respiración era pesada pero sus ojos no mostraban agresión.

Cuando Don Esteban llegó con una linterna en mano, Rocco no ladró ni mostró los dientes. Simplemente se sentó junto al muchacho, como si quisiera decir: "No es una amenaza". Don Esteban entendió el mensaje y, conmovido por la lealtad de su perro, invitó al joven a entrar en la casa.

Esa noche, junto al fuego, el joven contó su historia. Había huido de una vida difícil y no tenía a dónde ir. Don Esteban, con la sabiduría de los años, le ofreció trabajo y un lugar donde quedarse.

Desde aquella noche, Rocco y el joven, llamado Tomás, se volvieron inseparables. Juntos cuidaban la finca y, aunque Rocco seguía siendo el fiel guardián de siempre, ahora tenía un compañero que comprendía su noble corazón.

La historia de Rocco, el perro guardián que supo distinguir entre el peligro y la necesidad, se convirtió en una leyenda en el pequeño pueblo, donde aún hoy se recuerda su mirada sabia y su espíritu protector.