No hay duda de que es uno de los páramos más bellos de las islas afortunadas, tanto por sus características como por la leyenda que aún esconde en su interior. Según cuentan, en las cavidades de mas altura de la isla se escuchan los rugidos de un demonio del pasado. Muchos rigen estos sonidos a los vientos de la altura de la montaña, así como por la propia brisa que azota contra el cuerpo volcánico del Teide, produciendo esos melancólicos cánticos naturales. Aún así, hay gente que sigue temiendo la leyenda del Echeide, nombre aborigen guanche del castellanizado Teide.
La leyenda narra que Echeide era la entrada al mismo infierno, al ser un volcán aún activo y con erupciones de gran repercusión, en cuyo interior habitaba el demonio Guayota (traducido como "El deestructo"), un demonio ancestral (que guarda gran similitud con los genios Djinn del desierto) de gran poder y guardian de la entrada al inframundo, que manejaba a su voluntad los ríos y estallidos de lava del volcán.
Los Guanches, entragaban gran número de ofrendas al volcán para aplacar la ira de Guayota, quién contenía la furia del volcán para que pudieran seguir viviendo. Incluso, en la actualidad, se han podido encontrar ánforas y vasijas en recovecos de la planicie mas baja del Teide, restos de las diversas ofrendas que el pueblo tinerfeño hacía a la deidad. Pero poco a poco, Guayota castigaba con mas frecuencia a los canarios con lava y fuego. Guayota, no conforme con el sufrimiento que ya ocasionaba, raptó en una ocasión a Magec, dios de la luz y el sol, encargado de hacer que el astro raray saliera y se ocultara cada día (clara reminiscenncia con la barca del sol del dios Ra), por lo que el día y la noche se fundieron en una eterna oscuridad.
Cansados del martirio, los aborígenes pidieron ayuda a Achamán el dios de los dioses aborígenes. Achamán consiguió derrotar a Guayota, sacar a Magec de las entrañas de Echeyde y taponar el cráter. La leyenda cuenta que el tapón que puso Achamán es el llamado Pan de Azúcar, el último cono, de color blanquecino, que corona el Teide. Desde entonces, Guayota permanece encerrado en el interior del Teide. Cuando el Teide entraba en erupción, era costumbre que los guanches encendieran hogueras con el fin de espantar a Guayota o bien, según otra versión, para que a si Guayota lograra salir de Echeyde, creyera que seguía en el infierno y pasase de largo.
A Guayota se lo representaba a menudo como un perro negro, acompañado de los Tibicenas, su huésted de demonios. En muchos tubos volcánicos del Teide se han encontrado restos de ofrendas y vasijas con alimentos, por lo que se sabe que los guanches hacían ofrendas en la morada de Guayota (el Teide) para aplacar la ira de este demonio.
A partir de entonces, se dice que aún se escuchan en las cumbres de Tenerife los alaridos furiosos del
dios Guayota, iracundo por su cautiverio dentro del gran volcán.
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