domingo, 9 de septiembre de 2012

LA MUERTE DE DORAMAS





Era el año de 1478 en la isla de  Gran Canaria,  nació Doramas, era moreno y fuerte, se parecía a Hércules, recio y musculoso. Desde luego no era Hércules, era Doramas, y a pesar de su juventud vivía intensamente lo que estaba pasando en su pueblo, la insólita llegada de extranjeros que pretendían conquistar la isla. El Guanarteme o rey había muerto dejando dos niños de corta edad lo que hacía más difícil el momento. Doramas no pertenecía a la nobleza paro era respetado por sus desvelos y por su valentía frente a los conquistadores, de tal forma que llegó a ser nombrado Guanarteme o jefe de uno de los dos bandos en que se dividía la isla.

 

- Viva nuestro guanarteme - Viva Doramas, viva el valiente Doramas.

 

Y así fue como el niño que había nacido plebeyo accedió a la máxima autoridad en la isla de Gran Canaria.

 

- Señor en el Real de Las Palmas han acampado los conquistadores.

- Tienen armas punzantes y afiladas, como cuchillos gigantescos.

armas que, echan fuego que mata con sus propias manos.

- Es verdad que son poderosos, que sus extrañas armas asesinan sin piedad, pero nuestras lanzas y dardos afilados atravesarán sus vestidos de metal y llegarán hasta el mismo corazón de la vida

- Montan hermosos animales más rápidos que nuestras piernas.

- A nosostros nos ha parido la tierra, y la conocemos lo mismo que nuestros padres, cuya agilidad atravesaba barrancos con la rapidéz de un rayo.

- Tienes razón, la tierra nos ayudará porque somos parte de ella, le pertenecemos lo mismo que ella a nosotros.

 

Mientras tanto Juan Rejón se prepara, primero manda a un emisario, a lo mejor lo infieles prefieren rendirse.

 

- Di a tu general que mañana le enviaremos la respuesta.

 

Y al amanecer de la mañana siguiente dia 29 de Junio comienza la batalla, era la respuesta de Doramas, el barranco Guiniguada se llenaba de sangre, de gritos, de caballos, de dardos, de palos, de espadas, de mosquetones, de altrabuces... Trecientos hombres ha perdido Doramas, y consciente de la superioridad del armamento de los conquistadores ordena la retirada, ellos no se atreven a perseguirlos.

 

En el campamento extranjero hay grandes desavenencias y Juan Rejón es enviado a Castilla cargado de cadenas, mientras el valeroso Doramas se prepara para la lucha, de una cueva a otra, de un lugar a otro del barranco, de un poblado a otro poblado el nuevo jefe habla a los suyos de la necesidad de revelarse, de luchar contra un enemigo poderoso que quiere eliminarlos.

 

En la cuesta de Tenoya se libra una encarnizada batalla que hace huir a los conquistadores. Los canarios usan su agilidad y destreza, su valor y empuje ante un enemigo superior y bien armado pero que desconoce la isla, que no sabe de sus riscos y barrancos, de cuevas y recobecos donde se gesta su insobornable deseo de libertad.

 

Más tarde en Arguineguín los extranjeros son derrotados estrepitosamente, el poderoso Doramas es aclamado por su pueblo, que ve en él la salvación de la isla.

 

Mientras tanto nuevos bajeles se acercan a la costa, Doramas y los suyos observan cuidadosamente, ha llegado el nuevo gobernador, el general Pedro de Vera que desea imponer orden y disciplina. Ha de conquistar la isla rápidamente, no sirven de nada las excusas. Mientras tanto en el corazón de Doramas va fraguándose una idea, le duele el derramamiento de sangre, no importa de quién, la sangre es vida y ningún hombre deberá perderla en vano.

 

- Enviaremos un emisario, le diremos al general que no queremos guerra, que la paz debe reinar entre nosotros.

- ¿Y cómo conseguirás que se vayan, señor?

- Nosotros no empezamos, ellos vinieron y ellos deben irse.

- Jamás nos rendiremos, la sangre de nuestros antepasados claman desde sus cuevas funerarias.

- Tienen razón, pero escuchen, tengo un plan y si da resultado los extranjeros se marcharán para siempre de nuestra isla.

- Te escuchamos señor, ojalá los dioses iluminen tus palabras.

- Verán, enviaremos un emisario al general, le diremos que yo Doramas, el Guanarteme, estoy dispuesto a desafiar al soldado más valiente, al más fuerte del ejercito invasor, pero con una condición: si gana él la isla de Canaria rendirá pleitesia a los reyes extranjeros, pero si gano yo, se marchará para siempre de nuestra tierra.

- Es una gran idea señor, pero no sé...

- Es peligroso, puedes morir Doramas, no olvides que tienen armas poderosas.

- Es justo, mi vida a cambio de una de las suyas. Nuestra libertad bien vale ese precio. La sangre no debe manchar la tierra sino florecerla.

 

Pedro de Vera escucha enfurecido la oferta enemiga.

 

- Qué soberbia, el peor de mis soldados acabará en un moemto con el reyezuelo ese, pero seré yo, yo el general Pedro de Vera el que se batirá con el infiel.

- No lo haga vuestra merced, que hay soldados suficientes para dar su merecido escarmiento a ese salvaje.

- Yo mismo señor, estoy dispuesto a batirme y como me llamo Pedro de Hoces que cortaré la cabeza al Doramas ese, y la pondré en la pica más alta de nuestro campamento.

 

Aceptado el desafío se hicieron los preparativos para el encuentro, allí estaban los isleños apoyando a su héroe. De la otra parte los castellanos, jadeando a Pedro de Hoces, un joven y fornido soldado. Doramas afirma su pie desnudo en el desnudo suelo, el caballero en el caballo arremete con fuerza sobre el hombre que le desafía con tan viles armas. Doramas levantando su hercúleo brazo lanza sobre el jinete un certero dardo que le atraviesa el corazón. El desconcierto entre los soldados es inmenso, los gritos de alegría de los isleños estremecedores.

 

Pedro de Vera encolerizado lanza su caballo sobre el hombre en tierra, Doramas, arremete con sus dardos, pero no logra alcanzarlo, está dispuesto a sacar su palo y resistir con él hasta que jinete y caballo rueden por el suelo. Ambos contendientes luchan a muerte sin que se vislumbre un vencedor.

 

De pronto y sin que nadie pudiera evitarlo, un escudero del general se lanza sobre Doramas, hiriendolo mortalmente.

 

- Traición, traición, traición.

 

Cuentan que la sangre de Doramas, fertilizó generosamente la tierra, frondosos árboles crecieron allí donde cayó el joven y valeroso Guanarteme. Pedro de Vera tenía abierto el camino para conquistar toda la isla de Gran Canaria y ordenó entonces 
 que le cortaran la cabeza y la clavaran en un pica. Así la llevaron al Real de las Palmas, exhibiéndola como un macabro trofeo. 


 

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