viernes, 28 de septiembre de 2012

El caballero Gaalaz




El caballero Lancelot llegó a la costa norte gallega, a Cedeira, huyendo del amor que profesaba a Ginebra, la esposa de Arturo, rey de Inglaterra;  sin embargo, su hijo ilegítimo, el caballero Galaaz, el menos conocido de la Tabla Redonda, pero el más puro, descubrió aquí el lugar en donde se hallaba el tesoro más buscado de la cristiandad, el Santo Grial.

Para ello, se cuenta que Galaaz atravesó Galicia salvando cuanto peligro le acechaba,  ya fueran monstruos, bandidos o tempestades, hasta llegar a la media ladera de la cumbre de O Cebreiro.

Galaaz se encontró una fuente, donde, cegado por los rayos oblicuos del sol del atardecer contempló –pensando que se trataba de una visión- la silueta de una hermosa mujer dibujada en el agua.  Solo cuando estuvo más próximo a ella comprobó que era real ya que le ofrecía beber en sus manos.

Se dice por estos lugares que si una mujer te da agua con sus propias manos te enamorarás de ella para siempre.  Por eso el caballero Galaaz sufrió mal de amor toda su vida al conservar su pureza para servir a su rey, de ahí que la leyenda hable de él como si fuera la reencarnación de Jesús, el Nazareno.

¿Venció el honor en esta lucha con el amor?

Galaaz se alejó de la fuente sin mirar atrás porque de hacerlo, las lágrimas de aquella mujer lo habrían retenido de por vida. Llegó a la cumbre y allí estaba el Grial, pero era una triste recompensa para quien había perdido el corazón, tan solo a dos centenares de metros abajo. Sin embargo…

El caballero Galaaz descendió en busca de la que ya sentía como su mujer, pero en aquella fuente solo se escuchaba el canto del agua. La buscó por todas las aldeas y pueblos de toda la comarca, pero nunca la encontró, a pesar de que, todos los atardeceres, volvía al mismo lugar con la esperanza de que los últimos rayos de sol dibujaran en el agua la silueta de su amada.

La leyenda no tiene final conocido pero la historia cuenta que el Rey Arturo nunca tuvo en sus manos el Santo Grial.

O Cebreiro sigue siendo un lugar emblemático del Camino de Santiago, transitado por miles de peregrinos. Muchos de ellos juran que han visto,  al atardecer,  a un hombre extrañamente ataviado que cuelga del pecho algo parecido a un cáliz del que emana una extraña luz…

Una luz suave con un matiz dorado que ilumina a su paso los bordes del Camino, al mismo tiempo que llena de puntitos brillantes el aire que lo rodea y el inminente tránsito a la noche que se nota en el bosque.


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