Tiempo después los discípulos que le habían acompañado en su regreso desde Galicia decidieron traerse de vuelta a Hispania el cadáver del santo a través del mar. Al llegar a la altura de las islas Cíes —en la entrada de la actual ría de Vigo— el barco que transportaba a los discípulos se dirigió a la costa, hacia un lugar llamado Bouzas. Advirtieron que en la orilla se estaba celebrando en ese momento una boda.
Lo cierto es que el padre de la novia —el Señor de la localidad de Maia— había decidido citar en su propiedad a la familia del novio, que había venido desde la localidad de Gaia.
Uno de los juegos que estaban celebrando durante la fiesta era el de “abofardar” que consistía en montarse a caballo y galopar mientras el jinete impulsa al aire una bofarda o lanza, para tratar de recogerla antes de que esta caiga en el suelo; algo muy difícil y que solo puede conseguirse después de mucha práctica. Cuando le tocó el turno al novio, el joven lanzó su caña de tal modo que esta se desvió hacia el mar. El caballista azuzó a su montura y se introdujo raudamente en el mar para no perder la bofarda pero el novio y la bofarda acabaron hundiéndose ante el espanto de todos los presentes.
Desaparecidos caballo y caballero, los testigos vieron asombrados cómo ambos reaparecían más lejos, al lado de una embarcación que se estaba acercando. Como se puede imaginar, se trataba del barco que transportaba a los discípulos y el cadáver de Santiago.
Una vez repuesto por el susto, el intrépido caballero se dispuso a saludar a los navegantes y se dio cuenta que tanto él como su caballo tenían muchas conchas de vieira encima. El estaba recubierto de vieiras desde los pies hasta el sombrero. Los discípulos de Santiago interpretaron semejante recibimiento como un milagro indudable e invitaron al novio a subir a bordo. Mientras los participantes en la boda esperaban expectantes, el joven y los discípulos estuvieron hablando de lo ocurrido. A resultas de ello el joven decidió convertirse al cristianismo. Los discípulos interpretaron que ese milagro debería de ser perpetuado de alguna forma por lo cual decidieron que todos aquellos que fueran a ir en peregrinación a venerar el cuerpo del apóstol, deberían de llevar una concha de vieira con ellos; así se creó el símbolo de la concha de Santiago.
El novio volvió a tierra y contó lo ocurrido a los invitados que habían visto los acontecimientos desde la orilla y esperaban intrigados. Varios de ellos se convertirían también al cristianismo tiempo después.
Por su parte, los navegantes notaron un viento que los alejaba de tierra y les dirigía hacia el norte. Continuaron así navegando hasta la ría de Arousa donde desembarcaron el cuerpo del Apóstol y lo transportaron hasta Iria Flavia (Padrón) donde lo sepultaron.
Las persecuciones a los cristianos en todo el Imperio motivaron que la tumba de Santiago fuera olvidada. Alrededor del año 813, un ermitaño llamado Pelayo fue a ver a Teodomiro, obispo de Iria Flavia, para contarle que había visto unas extrañas luces en un monte cercano a la ciudad.
El obispo mandó a unas personas investigar, y éstas acabaron por encontrar una tumba con un cuerpo degollado que tenía una cabeza debajo del brazo. Sospechando que pudiera corresponder a algún santo, desde entonces se comenzó a venerar la sepultura. El 24 de junio de 2011 el profesor Enrique Alarcón, de la Universidad de Navarra, anunció el descubrimiento de una inscripción con el nombre de Jacob (Santiago en hebreo) en el sepulcro del Apóstol, hecho que confirmaría la tradición.
Lo cierto es que la vieira gallega de la leyenda ha permanecido como el símbolo de la peregrinación a Compostela. La concha de Santiago que se puede ver en las enseñas del camino. Se puede ver la concha de Santiago en toda clase de representaciones, desde los edificios hasta indicaciones, además de la concha de santiago que todo peregrino debe de llevar consigo durante el trayecto.
Texto de Ignacio Suárez-Zuloaga
No hay comentarios:
Publicar un comentario