martes, 11 de diciembre de 2018

LA PINCOYA – LEYENDA CHILENA

  La Pincoya situada en La Plaza de Armas de Castro.

                                 

Huenchula era la esposa humana del rey del Mar, a quien algunos llaman Millalobo. Huenchula acababa de tener una hija, Pincoya, y quería llevarla a casa de sus abuelos, en tierra firme. Cuando llegó, los abuelos quisieron conocer a su nieta pero estaba cubierta con mantas de algas. Huenchula les describió cada una de las gracias de Pincoya, pero no los dejó verla ya que sobre su hija no podían posarse los ojos de ningún mortal.

Los abuelos entendieron que su nieta no era un bebé cualquiera: se trataba de la hija del rey Mar. Pero cuando Huenchula salió a buscar los regalos que traía y los dejó solos con el bebé, la curiosidad pudo con ellos. Se acercaron a la lapa que servía de cuna para su nieta y levantaron las algas que la cubrían. Total, ¿qué podría tener de malo?.

Pincoya era como el mar en un día de sol, era un canto a la alegría. No querían taparla de nuevo ni dejar de mirarla, pero cuando regresó Huenchula, miró a su hija y comenzó a gritar. Bajo la distraída mirada de sus abuelos, la pequeña se había ido disolviendo, convirtiéndose en agua clara. Huenchuela corrió a la orilla llevando en la lapa a su bebé de agüita. En el mar, volcó despacio el contenido de la cuna-lapa y se zambulló, entre lágrimas y olas, hasta donde estaba su marido Millalobo:

-¿Por qué no miras hacia atrás? – le dijo el rey del Mar a Huenchula.

Ahí estaba Pincoya, su hija. El mar la había hecho crecer de golpe: era una adolescente de cabellos dorados, con el mismo encanto que un bebé recién llegado al mundo.  Desde entonces, la Pincoya habita en el mar.  Es un espíritu benigno: cuando una barca de pescadores es atrapada en la tormenta, quien apacigua los ánimos es la Pincoya. Cuando hay problemas lejos de la costa, la que ayuda a encontrar el rumbo a los marineros es la Pincoya.  Acompañada de sus dos hermanos, la Sirena y el Pincoy, se asegura de que los náufragos regresen a sus hogares con vida.  Pero, a veces, hasta ellos tres llegan tarde. Entonces, toman los cuerpos sin vida y los llevan suavemente hasta el Caleuche, el buque fantasma habitado por los hombres que nunca abandonarán el mar.

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