Cecilia se levantó y le dijo a su madre mamá me voy a ir a bañar al río con mis amigos y no vengo a comer llevamos unos bocadillos y pasamos allí el día. A su madre le pareció una idea estupenda pero le aconsejó ,llévate un sombrero para el sol y la crema protectora ,pues tantas horas al sol puedes quemarte.
Cecilia asintió ,preparó todas sus cosas y con un adiós mamá, desapareció por la puerta del jardín.
Cuando regresó le dijo a su madre que ya había estado con el anciano de la plaza y que éste le había contado la leyenda del Hombre Pez.
Hace muchísimos años vivía en Liérganes un muchacho muy aficionado al agua ... Le encantaba zambullirse en el río de su pueblo... el Miera, y coger pececillos, que llevaba a casa en una calabaza hueca.
Se pasaba las horas contemplándolos fascinado... echándoles de comer... y maravillándose de que no se ahogaran... cuando él, con todo lo buen buceador que era... no aguantaba bajo el agua mucho más de un minuto... Empeñado en descubrir el misterio de los peces, imitaba sus movimientos y sus hábitos alimenticios... y hacía todo tipo de experimentos en el agua...
Tantas horas se pasó este chavaluco metido en el agua que un día se dio cuenta de que no necesitaba salir de nuevo a flote para poder respirar y animado ante este descubrimiento, siguió buceando y buceando hasta que, de pronto se encontró con una inmensidad... ¡había llegado a la bahía de Santander!. Tanto le impresionó el espectáculo que sus ojos contemplaban que siguió explorando la nueva "tierra" que se abría ante él.
Por fin... una Noche de San Juan, yéndose a bañar... como es tradición en Cantabria... desapareció en la corriente y se convirtió en mitad pez... mitad hombre.
Años más tarde, y dándole su familia por desaparecido y ahogado, en la bahía de Cádiz, encontraron unos pescadores una especie marina totalmente desconocida para ellos. El animal que surgía del agua tenía cabeza de hombre y el cuerpo blanco y cubierto de escamas.
Le llevaron a un convento de frailes donde no pudieron conseguir ninguna información, pues el hombre-pez no hablaba, sólo un día le oyeron decir : "Liérganes", y un monje compadecido le llevó hasta su casa, pero poco tiempo estuvo en ella, pues echaba de menos el mar, que tan bien lo había acogido, así que volvió a él y nunca más se le volvió a ver.
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