El que hubiera sido un asesinato aislado o de poca trascendencia podría explicar la razón de que el historiador Flavio Josefo, que siempre presentó a Herodes como un tirano cruel, pasara por alto semejante barbarie
La Biblia sitúa a Herodes El Grande detrás de la salvaje orden de ejecutar a los niños nacidos en Belén con el propósito de matar a Jesús, «un recién nacido a quien los magos de oriente designaron como el rey de los judíos». Si bien es difícil demostrar la historicidad de este hecho, la figura de Herodes se alimenta de relatos de similar violencia, incluido el asesinato de varios de sus propios hijos. Eso a pesar de que las fuentes romanas, aliadas del rey idumeo, le presentan de forma favorable y le hacen responsable del esplendor económico que se vivió durante su reinado.
La historicidad de la matanza
La Matanza de los Inocentes narrada en el Evangelio de Mateo (2:16-18) tiene su antecedente más directo en el episodio protagonizado por el gran enemigo del pueblo elegido: los egipcios, quienes ordenaron supuestamente asesinar a los bebés hebreos y forzaron a la familia de Moisés a esconderle en el río.
«Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos», narra San Mateo sobre el edicto dictado por el gobernante hebreo que buscaba a acabar con la amenaza política de un niño designado como « el rey de los judíos». Sin embargo, la Matanza de los Inocentes no aparece mencionada en los otros evangelios ni en textos del periodo, lo cual ha llevado a plantear si el episodio tuvo realmente lugar o pudo ser una malinterpretación de otro suceso.
El historiador bíblico Daramola Olu Peters, en sus análisis del texto, defiende que se trata de una mala traducción de la palabra «matanza» y podría ser solo el asesinato de algún hijo de los aspirantes a ocupar el trono. Otros estudiosos vinculan la presunta matanza con el asesinato de los tres hijos de Herodes o alguna de las purgas que llevó a cabo el monarca durante su ascenso al poder.
Las exageradas cifras de muertos de los comentaristas antiguos no ayudan precisamente a ubicar el acontecimiento. Según los estudios demográficos, el poblado de Belén donde nació Jesús tenía en el año 4 a.C de 300 a 1.000 habitantes, de ellos solo habría entre 7 y 20 menores de dos años. Es por ello que, aunque hubiera tenido lugar la matanza, pudo tener poco eco.
El catedrático de filología griega de la Universidad Complutense de Madrid Antonio Piñero lo considera una reelaboración de la leyenda del malvado Faraón que quiso acabar con Moisés niño. «Una vez que pasados los años se conocía la grandeza de tal o cual personaje, se confeccionaba a base de tradiciones más o menos fiables, o incluso de leyendas, una historia de su nacimiento en la que se ponían de relieve las circunstancias prodigiosas, maravillosas, divinas, del tal nacimiento. Así ocurrió con el rey persa Ciro (narración compuesta por Heródoto), con Alejandro Magno (por Plutarco), o con el filósofo, predicador ambulante y taumaturgo Apolonio de Tiana (por Filóstrato)», explica este experto en el libro «Guía para entender el Nuevo Testamento» (Editorial Trotta).
El que hubiera sido un asesinato aislado o de poca trascendencia podría explicar la razón de que el historiador Flavio Josefo, que no dejaba pasar la ocasión de presentar a Herodes como un tirano cruel, pasara por alto semejante barbarie. No obstante, Favio Josefo fue el principal instigador de la leyenda negra sobre Herodes. El relato que hace sobre la muerte del idumeo no escatima en detalles escabrosos y se deleita en su sufrimiento. A los 70 años Herodes murió, «castigándole Dios por los crímenes que había cometido», y fue sepultado en el Templo Herodiano, descubierto en el 2007 por un grupo de arqueólogos.
Los crímenes de un rey extranjero
Los hebreos consideraban a Herodes I un rey extranjero, a pesar de que su linaje era idumeo (una región histórica semítica al sur de Judea). La profunda división hebrea entre sectas religiosas le alejaba de las simpatías de los habitantes de Judea, durante un tiempo en el que las tres principales (farisea, saducea y esenia) no estaban de acuerdo prácticamente en nada. Si lo estaban en identificar a aquel rey de educación helenística y madre árabe nabatea como un elemento intruso y peligroso.
Herodes se valió del apoyo de los romanos, y de un contexto de inestabilidad política, para alcanzar el poder. Desde el año 63 a.C., la República de Roma había hecho de la antigua Judea un reino vasallo (que abarcaba Samaria, al norte, y Edom, al sur) y en el año 47 a. C. Herodes fue nombrado procurador de este reino por Julio César. En este cargo, el idumeo planeó la eliminación de la estirpe judía de los asmoneos (descendientes de los macabeos), que había reinado hasta ese momento en Judea.
Buena parte de la fama de cruel de este rey hebreo está relacionada con los métodos que aplicó para desplazar del poder a los asmoneos. En el año 40 a. C, consiguió de Marco Antonio –triunviro de Roma y poseedor de la parte oriental del Imperio romano– el título de rey de Judea y logró que fueran degollados Antígono II y su familia, los asmoneos, así como cuarenta y cinco partidarios del antiguo régimen. Eliminaba de esta forma a todos los posibles aspirantes a arrebatarle la corona.
Los puñales y el veneno nunca abandonaron del todo la corte. Su segunda esposa Mariamna, de la estirpe de los asmoneos, también fue ejecutada por orden de Herodes, que nunca dudó en derramar sangre de su propia familia si veía en peligro la corona. Tras matar a Mariamna, eliminó a dos de sus hijos (Aristóbulo y Alejandro), atendiendo a rumores de conspiración contra su persona, levantados por otro hijo, Antípater, a quien ejecutó tiempo después por intentar envenenarle.
Un fiel aliado de Roma
Con el respaldo económico de Roma, Herodes puso en marcha una política para el desarrollo del comercio y de la agricultura y un ambicioso plan de construcciones. Bajo su reinado, que sentó las bases para la expansión económica que vivió la zona en las siguientes décadas, se reconstruyó el Templo de Jerusalén, se levantó la fortaleza Antonia, un palacio real, un anfiteatro, un teatro y un hipódromo; y se fundó la ciudad de Cesarea, un emplazamiento portuaria de carácter occidental construida en honor al dueño del Imperio, Cayo Julio César Octavio Augusto.
Ninguna iniciativa parece que le sirviera para mejorar su imagen pública de hombre violento, lascivo –se dice que llegó a tener 15 hijos– y nada respetuoso con las tradiciones hebreas. Este oscuro retrato, de hecho, pocas veces correspondía con la figura histórica que narran los romanos. Según los cronistas de Roma, Herodes fue un monarca lo bastante sensible con su pueblo como para deshacerse de parte de las riquezas palaciegas y comprar trigo común durante la hambruna del año 25 a. C.
Con la derrota de Marco Antonio y Cleopatra en la batalla de Actium (31 a.C.), Herodes se ganó rápido la confianza de Augusto y mantuvo excelentes relaciones con él. Así, el reinado de Herodes es también recordado por los grandes esfuerzos para la romanización del pueblo judío. El palacio real acogió a poetas, filósofos, historiadores, maestros de retórica, bajo la influencia romana, que impulsaron un periodo de auge cultural en la región..
Con su fallecimiento, Judea pasó a ser una provincia gobernada directamente por Siria. Esta situación desencadenó, a su vez, una revuelta reprimida con gran brutalidad por los soldados romanos, pero que se alargaría intermitentemente hasta el sitio de Jerusalén del año 70 d. C.
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